EN DEBATE
“¿PRAGMATISMO O INTERÉS NACIONAL?”
Cuáles de estos dos criterios será el que Macri seguirá para sacar a la Argentina de la crítica situación socio-político y económica
Por
Charles H. Slim
Mucho se ha dicho sobre el supuesto pragmatismo que encarnaría las
decisiones del presidente Mauricio Macri al momento de encarar políticas de
estado que beneficien a la república. Pero ahora bien ¿qué significa una
política pragmática? Bien, si miramos un poco para atrás en la historia veremos
varios ejemplos de ello. Si lo vemos desde el punto de vista de la hermenéutica
la palabra nos dice que se trata de tomar en cuenta, solo los efectos prácticos
y nada más, es decir, solo importa lo que funciona. Se trata de una visión de
cómo funciona el mundo real y objetivo.
Esta acepción del término pareciera que encaja muy bien en la mentalidad
de un ingeniero como lo es el actual mandatario, acostumbrado a la frialdad de
los números, dimensiones precisas y una esquematizada visión de la realidad que
no deja lugar a las abstracciones sin aparente sentido.
Pero
el pragmatismo es también una ideología –aunque Macri no lo sepa-, en la
cual, se actuara teniendo en cuenta cuales pueden ser las consecuencias futuras
por acciones presentes. Además y como elementos muy importantes de esta
visión, nada es fijo y en especial no
hay verdades absolutas que se hallan sujetas al cambio con el paso del tiempo.
Tal vez mucho puedan ver en esto último, a las conductas de los políticos
argentinos que cambian de bando según la conveniencia del momento, pero eso no
tiene nada que ver con el pragmatismo.
Se
podría decir que el pragmatismo es una forma de seleccionar fórmulas o caminos
que aseguren un éxito rápido y concreto alejándose de cualquier lealtad a una
ideología o incluso a una tradición.
Yendo
a su aplicación en el área de gobierno, vimos como otro gran pragmático como fue Carlos Saúl Menem en la década de los
noventas, creyó que su apertura descontrolada de la economía, su alineamiento
sin cortapisas claras con potencias extranjeras y privatización de amplias
zonas del estado a favor de corporaciones extranjeras y traicionando principios
irreductibles del verdadero Peronismo, eran no solo efectivas sino que también, presuntamente benéficas para la
población argentina, una falacia que no tardó en verse reflejada en la realidad.
En
el caso del menemismo, al paso de los años se pudo ver que más que pragmatismo
pudimos vivir un verdadero ejercicio del
“interés sectorial” que beneficio a una pequeña porción de la sociedad
argentina –encarnada en especuladores financieros y yupis- y por
supuesto, a los grandes intereses extranjeros que, bien recibidos por su
gestión, terminaron adueñándose de empresas públicas y llevándose sus sacas
llenas de dinero a sus países de origen. En este caso pudimos ver que aquel
pragmatismo implementado no sirvió en nada para el interés nacional sino que
incluso, pareció ser contrario a éste.
En
la actualidad y pese a que muchas veces se han hecho paralelismos entre Menem y
Macri, lo cierto es que no son lo mismo por el simple hecho de que no son las
mismas circunstancias geopolíticas en las que Argentina se halla inserta en el mundo y menos aún, por
el grado de conciencia que hoy existe en una sociedad mucho más atiborrada de
información y con una experiencia clara en lo que representa un gobierno
neoliberal.
Menem
era un pícaro pero que termino pagando cara su picardía. Por aquel entonces, se
alineo a Washington esperando los beneficios por su obsecuencia. Con lo visto,
ni su gobierno ni menos aún el país, recibió nada de EEUU más que promesas
incumplidas.
En
ese entonces, la Unión Soviética de venía abajo y Rusia perdía toda su
influencia geopolítica por lo cual, Menem y Cía trataron de colgarse del tren
de los triunfantes para salir en la foto de la historia. Ahora bien ¿Tendrá Mauricio Macri la misma
capacidad de sorpresa para jugar en la política y en especial con la
geopolítica? Al parecer y solo a simple vista, no parece que el presidente
tenga ese toque y menos aun el carisma para lograr obtener un giro a la
situación en la que se halla enfrascado el país. Y es que, a pesar de su lealtad a las
políticas de Washington y su alineamiento a la postura de Israel para abandonar
todo apoyo al reconocimiento a un estado árabe-Palestino, todavía no llegan las
tan prometidas inversiones que dicho sea de paso aclarar, provienen de estos
lares. Pese a que su equipo económico se encuentra implementando un plan que
debería abonar el terreno para obtener la atención de potenciales inversores
extranjeros, nada parece moverse en ese sentido. Algunos mal pensados sostienen, que desde
aquellos sectores que han respaldado a Macri, se está tirando del sedal para
ver hasta donde aguantara el gobierno argentina con fin último de crear un caos
controlado. No hay que olvidar que el
mundo se halla sumido en una guerra que tiene tres frentes, el campo de batalla
con las armas, el del espionaje y el mediático mundial, donde los directores a
cargo de ella, podrían bien asignarle un rol a la Argentina y al Cono sur.
Si
aquella posibilidad fuera cierta, sin dudas de que Argentina estará en serios
problemas. Ahora bien, a pesar de aquellas cercanías con la ideología sajona el
gobierno parece haber interpretado la realidad geopolítica que se basa más en
intereses comunes que en lealtades ideológicas. Pareciera ser un contrasentido
pero, créanlo, ello es así. Y así a su
vez pareciera –gracias a Dios- que Macri y su gabinete han reconducido o, -al menos están
comenzando- su política exterior tratando de despegarse de la tan criticada
posición de un posible “alineamiento automático” como se vio con el gobierno
menemista. Y la motivación para tomar estas iniciativas –muy acertadas por
cierto- podría radica en que Macri y Cia se han dado cuenta de que, una
cosa son las simpatías y otros los intereses que en el caso de la ideología que
encarna su sector, está muy ligada a quienes contrariamente son los enemigos
históricos del país.
Una
de estas señales se vio cuando la representante exterior de Argentina Susana
Malcorra se reunió en Moscú con el canciller ruso Sergüei Lavrov, en donde
entre otras cuestiones, trataron la situación actual de la política entre ambos
países y la continuidad en los nexos que se habían establecido con el anterior
gobierno, algo que fue muy bien recibido por el Kremlin y visto con no muy buen
agrado por Washington y sus satélites. Además
y algo que ambas partes dejaron sentado, es que no son aceptables las políticas
“de intervención unilaterales” en franca alusión a las aventuras de EEUU y sus
aliados que desde hace 25 años hasta esta parte, vienen sembrando de caos
varias regiones del mundo. Ésta visita
protocolar y las declaraciones que se obtuvieron muestran un inesperado giro en
lo que los intereses “anglosajones” esperaban del empresario avenido en
presidente; y es que, aunque para algunos esto suene a poca cosa, créanlo bien,
para Washington y los sectores ultraconservadores y del Neocon estas
declaraciones no caen bien. Desde un punto de vista político, sin dudas, Macri
le ha tapado la boca a muchos y si profundiza estas relaciones, es muy posible
que Argentina pueda llegar a ser el socio que con el otrora gobierno no podía
ser.
Hoy
Rusia y China se hallan en una clara carrera de ascenso dentro de la
geopolítica y lejos de aquellos años en los que Washington y la OTAN acapararon
el poder mundial mediante aquel unilateralismo que el mismo George W. Bush en
su discurso del 11 de septiembre de 1991 ante el Congreso bautizó como el
comienzo de un “Nuevo Orden Mundial”. En estas nuevas circunstancias, Macri –a
diferencia de Menem- tiene opciones: o seguir con el unilateralismo
norteamericano o seguir el camino del multilateralismo el cual ha venido siendo
apoyado desde la Federación rusa y China. Desde esta perspectiva, las
posibilidades de buscar asociaciones es mucho más democrática que la
subalternidad que trae implícita aquella postura norteamericana.
Y la
pregunta que ustedes se harán es ¿por qué el otro gobierno no habría podido ser
un “socio” confiable para Rusia? La respuesta surge tajante y breve: No había
paridad para semejante situación; ello se puede graficar metafóricamente con
poner a un ratón al lado de un oso ¿qué clase de sociedad puede haber entre ese
pequeñín y el gigante peludo? Pues cualquiera menos una sociedad. Además, el gobierno de la presidente Cristina
Fernández era políticamente un cartón pintado que entre otras cuestiones,
rebosaba por su inconsecuencia
política en temas de política
exterior y que solo eran el reflejo de
su política doméstica (v. http://pensamientoestraegico.blogspot.com.ar/2015/10/nacional-la-dudosa-geopolitica.html )
La
misma situación es la que existe con la China Popular, con quien el anterior
gobierno trabó lazos más profundos, un punto acertado en lo que hace a expandir
los mercados para productos nacionales, la apertura de una nueva plaza
financiera y a su vez -mediante la instalación de la base china
en Neuquén- buscar balancear la influencia geoestratégica de EEUU y el
Reino Unido en la región, que se materializa con el triangulo militar y de
inteligencia con las bases militares de Ascensión (Brasil), Isla de Pascua (Chile) y Malvinas. Y a
pesar de que los intereses externos que financiaron la campaña mediática de
algunos periodistas -entre otras
cosas- se buscaba crear una mala
impresión de la presencia china en Argentina y de sus posibles segundas
intensiones (v. http://www.perfil.com/politica/Que-esconde-la-base-espacial-china-en-Neuquen-20150629-0005.html ), cierto es que ello no ha causado los efectos esperados.
Susana Malcorra y Sergüei Lavrov |
Igualmente y más allá de las posturas en pro o en contra, una cosa es real y es
que, Argentina se halla inmersa en la pulseada geoestratégica entre la OTAN,
China y Rusia que tuvo como episodio cercano, el hundimiento del supuesto
pesquero chino en aguas argentinas. Recuerden que el episodio se dio en
momentos previos a la llegada de Obama al país, lo que agregado a fuentes
reservadas, que aseguraban que dicho navío no habría sido ni un pesquero ni
menos aun, hundido por la prefectura argentina, hizo repensar la situación de
la defensa nacional.
Pero con las nuevas orientaciones del gobierno
que buscan sanear amplias áreas del estado, que se había convertido en un
conjunto de meros apéndices clientelistas de una estructura partidaria
construida por el matrimonio Kirchner, el país ha entrado en una nueva etapa
donde podría verse un cambio superlativo en el funcionamiento de todas las
áreas vitales de aquel. El despido de varios miles de “funcionarios y
empleados” que habían sido colocados por la era K se enmarca en esos planes. Y aunque se ha tratado de argumentar una
arbitrariedad en estos despidos lo cierto es que, de las arcas del estado
salían millones de pesos al mes para pagar a gente que en muchos casos no tenía
idea de lo que hacía en esos puestos y muchos otros jamás concurrieron a
trabajar. Sin dudas, ésta decisión se enmarca en una clara práctica pragmática
que busca cerrar la canilla de gastos a cuenta del estado y de la cual –a
costo de un alto precio político-, no cualquier presidente hubiera llevado
adelante.
Habría
que creer que, el presidente Macri ha entendido que su país no es un pequeño
cantón suizo como muchos de sus colegas creen que puede manejarse, ni tampoco
un país como Alemania –como dijo un energúmeno no hace mucho- o incluso
como alguno de sus vecinos. A pesar de
las cercanías, las situaciones de cada uno de ellos, está marcada por una
realidad político-social muy diferente. Y si no basta mirar lo que está
sucediendo en Brasil, donde el gobierno
del PT, enlodado por fastuoso casos de corrupción, se derrumba como un castillo de naipes. Por estos
mismos momentos, se ha desatado el escándalo con el pedido de juicio político a
Dilma Rosseuff lo que ha polarizado a la sociedad en forma peligrosa.
En
lo que hace a la política exterior, si el presidente Macri ha interpretado los
verdaderos intereses nacionales, sin dudas que deberá enfilar sus políticas
hacia una mayor apertura al resto del mundo, no dejándose sujetar por el
engañoso lazo anglosajón que dicho sea de paso, no representa a la diversidad que
existe en la comunidad internacional. Es más, éste último terminó que fue
robado y continuamente usado por Washington y sus socios de la UE para
arrogarse una representación que nadie les dio, terminó siendo el argumento
para que se concretaran grandes crímenes internacionales que, pese al paso de
los años, aún están por juzgar.