lunes, 18 de abril de 2016

EN DEBATE



¿PRAGMATISMO O INTERÉS NACIONAL?

Cuáles de estos dos criterios será el que Macri seguirá para sacar a la Argentina de la crítica situación socio-político y económica




Por Charles H. Slim


Mucho se ha dicho sobre el supuesto pragmatismo que encarnaría las decisiones del presidente Mauricio Macri al momento de encarar políticas de estado que beneficien a la república. Pero ahora bien ¿qué significa una política pragmática? Bien, si miramos un poco para atrás en la historia veremos varios ejemplos de ello. Si lo vemos desde el punto de vista de la hermenéutica la palabra nos dice que se trata de tomar en cuenta, solo los efectos prácticos y nada más, es decir, solo importa lo que funciona. Se trata de una visión de cómo funciona el mundo real y objetivo.  Esta acepción del término pareciera que encaja muy bien en la mentalidad de un ingeniero como lo es el actual mandatario, acostumbrado a la frialdad de los números, dimensiones precisas y una esquematizada visión de la realidad que no deja lugar a las abstracciones sin aparente sentido.

Pero el pragmatismo es también una ideología –aunque Macri no lo sepa-, en la cual, se actuara teniendo en cuenta cuales pueden ser las consecuencias futuras por acciones presentes. Además y como elementos muy importantes de esta visión,  nada es fijo y en especial no hay verdades absolutas que se hallan sujetas al cambio con el paso del tiempo. Tal vez mucho puedan ver en esto último, a las conductas de los políticos argentinos que cambian de bando según la conveniencia del momento, pero eso no tiene nada que ver con el pragmatismo.

Se podría decir que el pragmatismo es una forma de seleccionar fórmulas o caminos que aseguren un éxito rápido y concreto alejándose de cualquier lealtad a una ideología o incluso a una tradición.

Yendo a su aplicación en el área de gobierno, vimos como otro gran pragmático como  fue Carlos Saúl Menem en la década de los noventas, creyó que su apertura descontrolada de la economía, su alineamiento sin cortapisas claras con potencias extranjeras y privatización de amplias zonas del estado a favor de corporaciones extranjeras y traicionando principios irreductibles del verdadero Peronismo, eran no solo efectivas sino  que también, presuntamente benéficas para la población argentina, una falacia que no tardó en verse reflejada en la realidad.

En el caso del menemismo, al paso de los años se pudo ver que más que pragmatismo pudimos vivir un verdadero  ejercicio del “interés sectorial” que beneficio a una pequeña porción de la sociedad argentina –encarnada en especuladores financieros y yupis- y por supuesto, a los grandes intereses extranjeros que, bien recibidos por su gestión, terminaron adueñándose de empresas públicas y llevándose sus sacas llenas de dinero a sus países de origen. En este caso pudimos ver que aquel pragmatismo implementado no sirvió en nada para el interés nacional sino que incluso, pareció ser contrario a éste.

En la actualidad y pese a que muchas veces se han hecho paralelismos entre Menem y Macri, lo cierto es que no son lo mismo por el simple hecho de que no son las mismas circunstancias geopolíticas en las que Argentina  se halla inserta en el mundo y menos aún, por el grado de conciencia que hoy existe en una sociedad mucho más atiborrada de información y con una experiencia clara en lo que representa un gobierno neoliberal.   

Menem era un pícaro pero que termino pagando cara su picardía. Por aquel entonces, se alineo a Washington esperando los beneficios por su obsecuencia. Con lo visto, ni su gobierno ni menos aún el país, recibió nada de EEUU más que promesas incumplidas.

En ese entonces, la Unión Soviética de venía abajo y Rusia perdía toda su influencia geopolítica por lo cual, Menem y Cía trataron de colgarse del tren de los triunfantes para salir en la foto de la historia.  Ahora bien ¿Tendrá Mauricio Macri la misma capacidad de sorpresa para jugar en la política y en especial con la geopolítica? Al parecer y solo a simple vista, no parece que el presidente tenga ese toque y menos aun el carisma para lograr obtener un giro a la situación en la que se halla enfrascado el país.  Y es que, a pesar de su lealtad a las políticas de Washington y su alineamiento a la postura de Israel para abandonar todo apoyo al reconocimiento a un estado árabe-Palestino, todavía no llegan las tan prometidas inversiones que dicho sea de paso aclarar, provienen de estos lares. Pese a que su equipo económico se encuentra implementando un plan que debería abonar el terreno para obtener la atención de potenciales inversores extranjeros, nada parece moverse en ese sentido.  Algunos mal pensados sostienen, que desde aquellos sectores que han respaldado a Macri, se está tirando del sedal para ver hasta donde aguantara el gobierno argentina con fin último de crear un caos controlado.  No hay que olvidar que el mundo se halla sumido en una guerra que tiene tres frentes, el campo de batalla con las armas, el del espionaje y el mediático mundial, donde los directores a cargo de ella, podrían bien asignarle un rol a la Argentina y al Cono sur.

Si aquella posibilidad fuera cierta, sin dudas de que Argentina estará en serios problemas. Ahora bien, a pesar de aquellas cercanías con la ideología sajona el gobierno parece haber interpretado la realidad geopolítica que se basa más en intereses comunes que en lealtades ideológicas. Pareciera ser un contrasentido pero, créanlo, ello es así.  Y así a su vez pareciera –gracias a Dios- que Macri y su gabinete  han reconducido o, -al menos están comenzando- su política exterior tratando de despegarse de la tan criticada posición de un posible “alineamiento automático” como se vio con el gobierno menemista. Y la motivación para tomar estas iniciativas –muy acertadas por cierto- podría radica en que Macri y Cia se han dado cuenta de que, una cosa son las simpatías y otros los intereses que en el caso de la ideología que encarna su sector, está muy ligada a quienes contrariamente son los enemigos históricos del país.

Una de estas señales se vio cuando la representante exterior de Argentina Susana Malcorra se reunió en Moscú con el canciller ruso Sergüei Lavrov, en donde entre otras cuestiones, trataron la situación actual de la política entre ambos países y la continuidad en los nexos que se habían establecido con el anterior gobierno, algo que fue muy bien recibido por el Kremlin y visto con no muy buen agrado por Washington y sus satélites.  Además y algo que ambas partes dejaron sentado, es que no son aceptables las políticas “de intervención unilaterales” en franca alusión a las aventuras de EEUU y sus aliados que desde hace 25 años hasta esta parte, vienen sembrando de caos varias regiones del mundo.  Ésta visita protocolar y las declaraciones que se obtuvieron muestran un inesperado giro en lo que los intereses “anglosajones” esperaban del empresario avenido en presidente; y es que, aunque para algunos esto suene a poca cosa, créanlo bien, para Washington y los sectores ultraconservadores y del Neocon estas declaraciones no caen bien. Desde un punto de vista político, sin dudas, Macri le ha tapado la boca a muchos y si profundiza estas relaciones, es muy posible que Argentina pueda llegar a ser el socio que con el otrora gobierno no podía ser.

Hoy Rusia y China se hallan en una clara carrera de ascenso dentro de la geopolítica y lejos de aquellos años en los que Washington y la OTAN acapararon el poder mundial mediante aquel unilateralismo que el mismo George W. Bush en su discurso del 11 de septiembre de 1991 ante el Congreso bautizó como el comienzo de un “Nuevo Orden Mundial”. En estas nuevas circunstancias, Macri –a diferencia de Menem- tiene opciones: o seguir con el unilateralismo norteamericano o seguir el camino del multilateralismo el cual ha venido siendo apoyado desde la Federación rusa y China. Desde esta perspectiva, las posibilidades de buscar asociaciones es mucho más democrática que la subalternidad que trae implícita aquella postura norteamericana.  

Y la pregunta que ustedes se harán es ¿por qué el otro gobierno no habría podido ser un “socio” confiable para Rusia? La respuesta surge tajante y breve: No había paridad para semejante situación; ello se puede graficar metafóricamente con poner a un ratón al lado de un oso ¿qué clase de sociedad puede haber entre ese pequeñín y el gigante peludo? Pues cualquiera menos una sociedad.  Además, el gobierno de la presidente Cristina Fernández era políticamente un cartón pintado que entre otras cuestiones, rebosaba  por su inconsecuencia política  en temas de política exterior  y que solo eran el reflejo de su política doméstica (v. http://pensamientoestraegico.blogspot.com.ar/2015/10/nacional-la-dudosa-geopolitica.html )

La misma situación es la que existe con la China Popular, con quien el anterior gobierno trabó lazos más profundos, un punto acertado en lo que hace a expandir los mercados para productos nacionales, la apertura de una nueva plaza financiera  y a su vez  -mediante la instalación de la base china en Neuquén- buscar balancear la influencia geoestratégica de EEUU y el Reino Unido en la región, que se materializa con el triangulo militar y de inteligencia con las bases militares de Ascensión (Brasil), Isla de Pascua  (Chile) y Malvinas.   Y a pesar de que los intereses externos que financiaron la campaña mediática de algunos periodistas   -entre otras cosas-  se buscaba crear una mala impresión de la presencia china en Argentina y de sus posibles segundas intensiones (v. http://www.perfil.com/politica/Que-esconde-la-base-espacial-china-en-Neuquen-20150629-0005.html ), cierto es que ello no ha causado los efectos esperados. 
Susana Malcorra y Sergüei Lavrov

Igualmente y más allá de las posturas en pro o en contra, una cosa es real y es que, Argentina se halla inmersa en la pulseada geoestratégica entre la OTAN, China y Rusia que tuvo como episodio cercano, el hundimiento del supuesto pesquero chino en aguas argentinas. Recuerden que el episodio se dio en momentos previos a la llegada de Obama al país, lo que agregado a fuentes reservadas, que aseguraban que dicho navío no habría sido ni un pesquero ni menos aun, hundido por la prefectura argentina, hizo repensar la situación de la defensa nacional.    

 Pero con las nuevas orientaciones del gobierno que buscan sanear amplias áreas del estado, que se había convertido en un conjunto de meros apéndices clientelistas de una estructura partidaria construida por el matrimonio Kirchner, el país ha entrado en una nueva etapa donde podría verse un cambio superlativo en el funcionamiento de todas las áreas vitales de aquel. El despido de varios miles de “funcionarios y empleados” que habían sido colocados por la era K se enmarca en esos planes.  Y aunque se ha tratado de argumentar una arbitrariedad en estos despidos lo cierto es que, de las arcas del estado salían millones de pesos al mes para pagar a gente que en muchos casos no tenía idea de lo que hacía en esos puestos y muchos otros jamás concurrieron a trabajar.  Sin dudas, ésta decisión  se enmarca en una clara práctica pragmática que busca cerrar la canilla de gastos a cuenta del estado y de la cual –a costo de un alto precio político-, no cualquier presidente hubiera llevado adelante. 

Habría que creer que, el presidente Macri ha entendido que su país no es un pequeño cantón suizo como muchos de sus colegas creen que puede manejarse, ni tampoco un país como Alemania –como dijo un energúmeno no hace mucho- o incluso como alguno de sus vecinos.  A pesar de las cercanías, las situaciones de cada uno de ellos, está marcada por una realidad político-social muy diferente. Y si no basta mirar lo que está sucediendo en  Brasil, donde el gobierno del PT, enlodado por fastuoso casos de corrupción,  se derrumba como un castillo de naipes. Por estos mismos momentos, se ha desatado el escándalo con el pedido de juicio político a Dilma Rosseuff lo que ha polarizado a la sociedad en forma peligrosa.


En lo que hace a la política exterior, si el presidente Macri ha interpretado los verdaderos intereses nacionales, sin dudas que deberá enfilar sus políticas hacia una mayor apertura al resto del mundo, no dejándose sujetar por el engañoso lazo anglosajón que dicho sea de paso, no representa a la diversidad que existe en la comunidad internacional. Es más, éste último terminó que fue robado y continuamente usado por Washington y sus socios de la UE para arrogarse una representación que nadie les dio, terminó siendo el argumento para que se concretaran grandes crímenes internacionales que, pese al paso de los años, aún están por juzgar. 

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