EN LA MIRA
“IR A NINGUNA PARTE”
(Crónica
de una guerra inganable)
Cuál será la nueva estrategia de la administración Trump para resolver el problema heredado de la era Bush referente a la guerra en Afganistán
Por
Charles H. Slim
Cuando Donald
Trump llegó a la Academia militar en Fort Myer, Arlington, Virginia, fiel a su
histriónico carácter que se refleja en sus mil y un gestos faciales, algunos se
atrevieron a pronosticar que el mandatario se traía algo escondido bajo su
manga. En realidad no hay que ser un brujo para interpretar las reacciones faciales
del presidente norteamericano ya que, era sabido que las cosas vienen saliendo
muy mal y que desde el estado profundo, se están produciendo fuertes temblores
telúricos que han obligado a la Casa Blanca a retomar la agenda preescrita dos
décadas antes por los arquitectos del caos controlado.
Como se ha venido viendo, las cosas en Afganistán no están para
nada bien para los EEUU y nada parece que vayan a mejorar. Con cada año que
pasa, pierden no solo efectivos y costosos equipos de combate sino también el
apoyo de sus otroras aliados incondicionales. Uno a uno se han ido retirando los
incondicionales de Washington, de esa aventura dejando en claro que es una zona
demasiado peligrosa para continuar cooperando con las ambiciones de Washington.
Pero desde que Trump ingreso a la presidencia, lo que más le ha
preocupado ha sido la parte económica y los gastos que han venido demandado
mantener a las tropas estadounidenses en la región. Y en realidad su punto de
vista no es para nada desatinado. Si analizamos cuánto cuesta a las arcas de
los EEUU la pérdida de un tanque M1 Abrahams por una trampa bomba del Taliban o
los vehículos Humer y Humvis que cotidianamente son blancos de emboscadas en lo
profundo del territorio afgano, Trump tiene argumentos para preocuparse. Según algunos cálculos conservadores,
actualmente el coste en el mercado de una unidad blindada “M1-Abrahams” le
cuesta al “Tío Sam” unos 9,5 millones de dólares, sin contar los costes
operativos y el combustible. Si hacemos un estimativo de cinco tanques perdidos
por mes eleva la suma a 50 millones de dólares hechos chatarra.
Los vehículos Humvi que han pasado por una exhaustiva prueba en los
campos de batalla como Iraq y obviamente Afganistán, ha llevado a que los EEUU invirtiera varios cientos de millones de dólares en nuevos modelos reforzados
para soportar los impactos directos de los llamados IED (Improvised Explosives
Devices) lo que ha elevado el costo por unidad a unos 20.000 dólares sin contar
con los gastos operativos, armamento montable y el combustible. Lo mismo para el fracasado Hummer que
actualmente ha sido sacado de servicio. Si también hacemos un estimativo de
pérdidas mensuales a cinco vehículos, nos da 100.000 dólares.
También ha venido siendo un dolor de cabeza para los militares
estadounidenses, los derribos de aparatos tan costosos como son los “UH-60
Black Hawk” que en el mercado se cotizan a unos 14.159.900 dólares
estadounidenses, también sin contar con sus equipamientos de armas, combustible
y personal. Por último, si consideramos
que se derriban dos helicópteros mensualmente, la cifra por su pérdida arroja
nada menos que 29 millones de dólares.
Esta breve cuenta de pérdidas estimativas arroja la escalofriante suma
mensual de pérdidas solo en estos vehículos unos 79.100.000 dólares.
A lo largo de estos 16 años de guerra intermitente, ha resultado
ser un agujero negro para las arcas estadounidenses por donde se van por día millones de dólares y al año miles de
millones sin poderse justificar. Y si a todo ello se le agrega la creciente
aversión popular tanto de los afganos como de los estadounidenses por esto, ha
hecho que la Casa Blanca se replantee darle un corte a tantos gastos.
Sintéticamente, Trump ha anunciado una nueva estrategia para
Afganistán y la región, que se basa en la ampliación de las hostilidades
mediante un mayor incremento de tropas y extensión de las operaciones contra
otros supuestos “enemigos”. Para algunos, nada nuevo bajo el sol. Para los neoconservadores
ha sido motivo de felicitaciones y algarabía; pero para otros analistas
estadounidenses, puede ser el comiendo de algo mucho peor (RT.com. “Por qué la
nueva estrategia de Trump para Afganistán podría convertirse en lo peor de
ambos mundos”. https://actualidad.rt.com/actualidad/247822-nueva-estrategia-trump-afganistan-desventajas )
¿Acaso ello significa una novedad en la política exterior
norteamericana? Obviamente que no. Solo es la confirmación de que Trump debe
ajustarse el cinturón a la medida de las expectativas de los sectores neocon y
los lobbies sionistas que agitan constantemente las aguas turbias de la política.
En apariencias la nueva doctrina que pretende adoptar Trump y su
estado mayor del Pentágono para tratar de controlar a la resistencia afgana,
pasaría por una mayor inyección de recursos para fortalecer las fuerzas del
gobierno de Kabul implicando entre algunas inversiones, la preparación de
pilotos afganos para que sean ellos quienes se encarguen de los bombardeos
sobre las poblaciones señaladas como refugio del Taliban.
Algunos detalles de lo que desearía Trump para todo ello, fue
explicado por el General David Goldfein, jefe del Estado Mayor de la Fuerza
Aérea en una entrevista para la agencia Reuters, explicando en más o menos
palabras que “habría que incrementar los bombardeos sobre Afganistán y para
ello, ampliar el entrenamiento de pilotos afganos para que se hagan cargo de
los bombardeos” ; con ello los norteamericanos se lavarían las manos por los
daños colaterales y las continuas masacres contra civiles (https://ca.reuters.com/article/topNews/idCAKCN1B22GY-OCATP )
Pese a que durante dieciséis años se estuvo enviando incalculables
sumas de dinero, equipos y vehículos de combate para pertrechar al ejército
colaboracionista de Kabul, los resultados han sido negativos, mucho más de lo
que el Pentágono está dispuesto a reconocer. Obviamente no se cuentan los
fracasos de la CIA entre las que se cuentan, las fracasadas negociaciones
directas con el Taliban en Doha, Qatar. Para paliar estos fracasos continuados,
Trump ha anunciado que emprenderán una “gran ofensiva” para destruir a las
fuerzas terroristas en territorio afgano, raleando –como se ha venido
haciendo desde la invasión- el hecho de que EEUU ocupa militarmente el
país. A ello, se agregaría una ampliación de las operaciones sobre Pakistán que
desde que EEUU llegó a la región, no ha cesado en causar masacres colectivas
con sus ataques preventivos.
Pero la novedad en ésta “nueva doctrina” pasa por otro lado. Al
parecer, Trump y su Estado Mayor han tomado la decisión de “sovietizar” la
política de información por lo que veremos un “muro” en torno a lo que de aquí
en adelante suceda en aquella región. Tal como lo dejo en claro, esta nueva
estrategia busca no adelantar detalles sobre en que se basaría dicho
planeamiento bajo el argumento de que no permitirá que el enemigo saque
ventajas de esas informaciones.
Además de esconder la realidad de un conflicto que se ha vuelto tan
impopular como imposible de ganar, ésta nueva política se ve enmarcada en sus
políticas de control informativo de la red de internet llevando a que se
legalice un control previo de la información y la negación clara del derecho a
la libertad informativa de los ciudadanos.
Pero Trump no es un precursor en estas políticas. No olvidemos a la
administración de George W. Bush y Dick Cheney que durante todo el período de inauguración
de la llamada “guerra contra el terrorismo”, argumento con el cual abrió ésta
guerra y la de Iraq en 2003, para cerciorarse el silencio de los hechos que
realmente ocurrían en estos lugares, no dudo en perseguir a quienes se
atrevieron a publicar los retorcidos entretelones y los testimonios de las
cruentas consecuencias de sus intervenciones. En este sentido y como uno de los
miles de ejemplos que demuestran aquella inescrupulosa e ilimitada política de
censura férrea fue la orden de Bush para que bombardearan la sede de “Al Jazeera” en Kabul, en momentos que la
cadena qatarí era una fuente independiente.
Hoy Trump pretende ocultar en forma terminante todo lo que allí
ocurra y sin lugar a dudas, autorizara a la CIA para que amplíe sus operaciones
contra las fuentes indiscretas que desafíen este mandato.