EN DEBATE
“VISA MORTAL EN ESTAMBUL”
Cómo la consuetudinaria impunidad para matar parece haber llegado a su límite ¿Habrán consecuencias políticas reales sobre Riad?
Por
Dany Smith
Al parecer
en algunas ocasiones, tratar de realizar un mero trámite administrativo o pedir
refugio en una embajada puede significar un gran error. Esto es lo que pudo
verse tras lo ocurrido al periodista saudita Jamal Khashoggi el 2 de octubre
último quien tras acudir a la embajada de su país (Arabia Saudita) en Estambul,
Turquía, para tramitar una solicitud de matrimonio fue atrapado por un grupo de
tareas para, una vez reducido, ser bárbaramente torturado y su cuerpo despedazado.
Como colaborador del periódico estadounidense “The Washington post”, Khashoggi
se había convertido en un molesto elemento contrario a las políticas del
heredero al trono Mohamed Ben Salman quien en el mundo de la criptografía de la
inteligencia se lo denomina como MBS.
Los
entretelones de la suerte de éste periodista rebelde, son muy confusos y han –una vez más- tocado elípticamente a
Washington. Más allá de la histriónica condena pública de Trump por semejante
crimen y las bravatas mediáticas de algunos sectores que cambian de posición
según la ocasión, lo ocurrido pone sobre el tapete la operatividad de oscuros y
viejos socios de la inteligencia estadounidense y en particular la larga
historia de relaciones de la CIA con agencias de inteligencia de países con
serios antecedentes de violaciones a los derechos humanos.
En este
último sentido hay sospechas de que la inteligencia estadounidense estuviera a
la saga sobre este operativo y por ello, la supuesta sorpresa expresada por la
Casa Blanca solo es una actuación teatral.
Como
señalan varios medios alternativos, Trump solo actúa para las cámaras y nada
más. No expresa la misma consternación con las masacres y mutilaciones que está
llevando adelante el gobierno de Benjamín Netanyahu contra la población
palestina y mucho menos con el genocidio que se está llevando a cabo –con su colaboración- en Yemen. Incluso
se están viendo manifestaciones frente a la Casa Blanca que delatan estas
incoherencias.
El
periodista saudí era una piedra en el zapato de Salman ya que además de
criticar sus políticas domésticas, machacaba con dureza las consecuencias de la
campaña bélica que Arabia Saudita y sus aliados viene llevando adelante desde
hace casi tres años contra la soberanía yemenita. También era un reconocido crítico
de las brutales acciones de Israel sobre
la población palestina sometida desde comienzos de año a inhumanas y condenables acciones represivas contra
hombres, mujeres y niños palestinos enmarcado todo ello a una escalonada y muy
bien planificada política de usurpación de sus terrenos incluyendo a sus
viviendas.
Lo
ocurrido a Khashoggi fue la típica emboscada de un escuadrón de la muerte compuestos
por asesinos y carniceros locales contratados por agencias occidentales, como
los que la CIA armo en Nicaragua durante los setentas, en América Latina, Iraq
y Libia. Arabia Saudita no ha sido la
excepción y se sabe bien que desde hace décadas mantienen con las mukhabarat sauditas, una aceitada
maquinaria de represión. Pero a pesar de la preparación con la que cuentan y el
adoctrinamiento que reciben, se excedieron a tal punto que no esperaban ser
descubiertos y pensaban hacer desaparecer al periodista argumentando alguna
excusa posterior.
Esto a su
vez ha complicado al gobierno de Tiyip Erdogan quien al verse acorralado por la
comisión de semejante crimen dentro de una embajada en suelo turco, no ha
podido apartarse de las consecuencias mediáticas, políticas y diplomáticas que
conllevara el descubrimiento de éste operativo secreto de un grupo de tareas
extranjero, actuando supuestamente sin su conocimiento frente a las narices del
MIT (Inteligencia turca) para concretar un atroz crimen y que para peor, contra
un ciudadano de un estado aliado de Washington.
La versión
de que el grupo de tareas saudí solo pretendía convencer al Khashoggi de
acompañarles a Riad suena a cuento de niños. El relato de una fuente anónima de
la mukhabarat ha dejado entrever que
“el equipo” al interceptar al periodista dentro de la embajada, lo intimó a que
lo acompañaran a lo que aquel se opuso a golpes de puño y al tratar de gritar le pasaron un lazo por
la garganta y le taparon la boca asfixiándolo sin querer para que nadie
escuchara sus gritos. Mediante esta versión baladí, Riad trata de explicar la
mortal reacción de sus agentes. Pero la versión no explica las grabaciones (incluidas
en video) que según se ha dicho, delatan la brutal tortura que se propino al
periodista, su asesinato y la desaparición del cuerpo.
Con esto
las excusas presentadas por el reino saudita, no logran convencer a la opinión
pública mundial y para peor, ha puesto en el centro de la escena a las
prácticas de sus agencias de seguridad y la operatividad de sus aliados
americanos e incluso israelíes, especialistas en este tipo de tareas.
Pero si
esta versión le parece una fábula total, el remate cierra con la sugerencia del
reino de que el “equipo de agentes” actuó por su cuenta con el claro objetivo
de deshacerse de la responsabilidad política y criminal de tal hecho. Ahora bien ¿Cuál será el tenor
del informe que presentara el Departamento de Estado y el jefe de la CIA sobre
este evento?