miércoles, 27 de marzo de 2019


VETERANOS DE AYER






“EL ROL DEL OP. ALFIL EN 
LA INTELIGENCIA DE LA GUERRA DEL GOLFO”

Aspectos operacionales llevados adelante por la flota aliada y su papel en las tareas de inteligencia en la Crisis y guerra del golfo




Por Charles H. Slim
Continuando con la extensa casuística de hechos que formaron parte de la llamada “Guerra del Golfo” de 1991, vamos a repasar algunos aspectos muy poco conocidos por la opinión pública en general pero de la argentina en particular ya que como hemos venido estudiando, no existe aún una conciencia clara de cuales fueron los alcances y las incumbencias a las que se vieron sometidos los efectivos de la Armada Argentina en el Teatro de operaciones bélico de aquel entonces.

Los eventos que se desataron desde aquella misma madrugada del 2 de agosto de 1990 cuando los iraquíes cruzaron la frontera kuwaití ya estaban previstos por el Pentágono. Desde meses antes los aviones “E-3 Sentry” AWACS (Airborne Warning and Control Systems) y el comando satelital NORAD (North American Aerospace Defense Command) venían monitoreando los movimientos del ejército iraquí sin que en esos momentos ello hubiera causado  inquietudes  en la Casa Blanca. Bush, Powell y obviamente el entonces secretario de estado James Baker conocían esto. A la distancia a nadie le queda dudas de ello, salvo el caso de algunos aliados de entonces –caso del gobierno de Argentina- que ni siquiera se informaron y evaluaron como evolucionarían los eventos. Hussein no se salió con la suya (como arguyeron varios personeros en esos momentos), fue Washington quien usándolo para sus propósitos, lograron lo que necesitaban: La excusa perfecta para entrar a la región. 

En ese sentido el rol de Naciones Unidas y su función de mantenedor de la paz fue claramente un fracaso. No solo no hubo paz sino que incluso se le relego de las actividades que se designan en el capítulo VI y VII de la Carta que habría dado la legitimidad para que se conformara una fuerza militar bajo los auspicios y el control operacional de la organización. Como es sabido, nunca hubieron cascos azules en las operaciones que se desarrollaron en el TOK[1], sino fue mucho más tarde, una vez finalizada la guerra con la firma de la rendición en la base iraquí de “Safwan” en marzo de 1991, y fue allí cuando se  conformó una fuerza de paz y de observadores el 9 de abril de ese mismo año (UNIKOM).

Regresando a las incidencias que ocurrieron antes y durante las acciones bélicas, debemos tener en cuenta que en esos momentos, los movimientos de tropas, carros y suministros iraquíes eran perfectamente monitoreados por los satélites de vigilancia estadounidenses aunque, cierto es de señalar, que los iraquíes en cierta medida estaban conscientes de estas capacidades de sus anteriores amigos y fue por ello que tomaron varias medidas exitosas para confundir a los agresores.

Pero veamos uno de los aspectos pocos conocidos de aquella guerra y de la cual, todos los partícipes –incluyendo a la Argentina- ejecutaron bajo la dirección de los comandos de operaciones liderados por los EEUU, actividades preparativas y encubiertas antes y en pleno de las hostilidades. 
Nos referimos a las operaciones de inteligencia y contrainteligencia, las cuales fueron clave para el desarrollo de las acciones militares contra los objetivos iraquíes en Kuwait e Iraq. Uno de los documentos más destacados denominado Excutive Summary elaborado en julio de 1991 (Clasificado por CINCCENT y desclasificado unos años más tarde por la OADR), determina con precisión el alcance de las misiones y sus partícipes durante las operaciones “Escudo del desierto” y “Tormenta del Desierto”. Allí se detalla la importancia central en recopilar y producir información capaz de lidiar con un “enemigo íntimo” y altamente preparado para combatir en un terreno con el cual estaban familiarizados.

Sobre aquello, no hay que olvidar que Washington conocía al milímetro las existencias del número y clase de armamento en los búnkeres y bases de las Fuerzas Armadas iraquíes, gracias a la estrecha colaboración forjada años antes en el marco de la guerra impulsada contra Irán.  Pese a ello, se supo que Saddam Hussein nunca confío en sus socios americanos y fue por ello que ordenó el traslado continuo de varias instalaciones estratégicas conllevando a que muchos de los objetivos que fueron bombardeados durante la guerra estuvieran vacíos.

El capítulo que inaugura este documento se refiere a la decisiva importancia que fue el sostenimiento de los requerimientos logísticos que sostuvieron las operaciones militares de la primera línea. El caso del “Op. Alfil” compuesto por una corbeta y un destructor de la Armada Argentina, (según documentos reservados) su actuación dentro del Teatro de Operaciones gravito entre la segunda y tercera línea (comprendiendo un total de tres en grado concéntrico) algo de lo cual, constituyo un importante antecedente del alcance de las operaciones que se realizaron tanto en la faz previa como en el pleno de las hostilidades. El operativo argentino compartió actividades y con similares tareas junto a la misión canadiense (Operación Fricción), habiéndose –según evaluaciones del Pentágono- complementado altamente eficiente.
vecinos iraquies contemplando los efectos de las bombas en sus casas

Estos grupos de tareas conformados por cada país que se alió a la Coalición angloestadounidense y que en la faz naval se subordinó a las órdenes del Almirante Stanley R. Arthur, no solo llevo a cabo las tareas operacionales de interceptación e interdicción para ejecutar el embargo que autorizó Naciones Unidas sino que en pleno de la “Operación escudo del Desierto”, previa a las hostilidades, jugaron un papel crucial para mantener controlada la actividad marítima en el Golfo y para ello, sirvieron indirectamente a las tareas encubiertas de la inteligencia electrónica (SIGINT) trasmitiendo y retrasmitiendo señales dentro del Teatro de Operaciones con el objetivo de despistar a las fuerzas iraquíes (Niebla). Esto tuvo vital importancia al momento de lanzar el ataque en las primeras horas tras vencer el ultimátum ya que, con ello se interfirieron las comunicaciones y los sistemas antiaéreos de origen soviético que poseían los iraquíes tanto en Kuwait como en Iraq.

En aquel sentido, cada grupo de tareas en el mar eran los ojos del CENTCOM de cara no solo para evitar ataques iraquíes sino también de posibles acciones desde Irán. Para ello, la instalación de sistemas de guerra electrónica (entre ellos el GPS) y antenas en las unidades navales,  sirvió para establecer en el mapa de operaciones, un posicionamiento en tiempo real de las actividades de los grupos de tareas.

Durante años, esta gravitación parece haberse mantenido en el más estricto secreto, al menos en lo que respecta a lo que la Armada Argentina se refiere ya que, según fuentes confiables dentro del Ministerio de Defensa de épocas del gobierno de Fernando De La Rúa (comienzos del 2000), no existían antecedentes oficiales o informes disponibles en sus archivos para la consulta referidos a las acciones de los buques que habían conformado aquel grupo naval que –como señala aquel informe-  fue parte de los 800.000 hombres y mujeres que conformaron la “Coalición aliada” contra Iraq y que se reporta en el informe como de gran mérito.

La participación naval argentina fue decidida a partir de lo determinado en la cumbre llevada adelante tras la el acuerdo arribado en la “Conferencia de Planeamiento Naval”  realizada el 9 de septiembre de 1990 en Bahrein (influenciado por Londres) bajo los auspicios de EEUU. Es a partir de estas conversaciones donde varios países –entre ellos la Argentina- aceptan ser parte de una coalición con miras a presionar a Iraq. Recuerden que inmediatamente de concluida esta conferencia el presidente Menem ordena a su Estado Mayor Conjunto alistar las unidades que se encontraran en condiciones para una larga travesía y obviamente, para afrontar un escenario complicado.

Fue así que el 25 de septiembre zarparon bajo el código “GT.88”, el destructor “ARA Brown” y la corbeta “ARA Spiro”. Producto de esta conferencia se logró presionar a Naciones Unidas para que elaborase las resoluciones 666 y la 669, como base legal para imponer un embargo marítimo contra Iraq, no tanto para hacer valer la ley internacional sino más bien como un factor de presión más, una táctica claramente hostil orientada a minar políticamente al liderazgo iraquí ante su pueblo y obviamente también para debilitar las defensas iraquíes ante una ya advertida e indetenible campaña bélica.  

También se deja constancia del éxito de las operaciones de intercepción e interdicción marítima ejecutada por la flota aliada en la cual participaron unidades navales argentinas (Conf. Res. Consejo de Seguridad 665), señalando en este informe, que dichas acciones degradaron en grado sumo las condiciones comerciales y de la infraestructura económica del país árabe, aunque ello –a la vista de los analistas en Washington- no bastaba para cumplir con la misión central; con lo cual y pese a ello, había que proseguir con una operación militar a gran escala.

Como parte de las tareas de la flota aliada estaba la custodia de la ruta de abastecimiento por la cual, según este informe, se transportaron 1.7 billones de galones de combustible sin el cual no se habría movido la maquinaria que se desplego en Arabia Saudita.

Allí también se detalla como los informes previos a esta guerra, ya determinaba como contener o mejor dicho, como resolver el asunto de un Iraq potencia con aspiraciones regionales, dejando entrever cual fue la verdadera naturaleza de la intervención estadounidense. También se lee como el Comando regional USCINCCENT a cargo de monitorear las posibles penetraciones de la Unión Soviética en el Suroeste de Asia hasta finales de la guerra fría ya delegaba gran parte de sus tareas al USCENTCOM que había sido creado para ejercer jurisdicción de control y vigilancia electrónica más específica en el Medio Oriente teniendo como principal aliado a Arabia Saudita.

En esta estructura de exhaustiva planificación y de muy bien previstas acciones fue que ingreso la Argentina sin haber tenido, para contener sus efectos, una propia agenda de contingencias que estudiara los pormenores de una situación a la cual no se habían entrenado en específico. Sin dudas que el factor improvisación les jugo a favor pero no puede esperarse que ello se mantenga en una forma constante y para siempre. Pese a ello, las tareas encomendadas fueron acometidas con éxito y profesionalismo, incluso en aquellas de inteligencia de las que nunca supieron que estaban llevando a cabo.


[1] Teatro de Operaciones de Kuwait

viernes, 22 de marzo de 2019


EN LA MIRA



“¿DOS SAYAN EN BUENOS AIRES?”

Quiénes son realmente los supuestos iraníes que ingresaron al país el 12 de marzo pasado. Se trata de una célula terrorista o de un equipo de atacantes de una agencia de inteligencia israelí?


Por Dany Smith
Tan solo hace una semana, los medios capitalinos argentinos lanzaron un extraña primicia que confundía a los de por sí, desprevenidos ciudadanos porteños quienes acostumbrados a los estereotipos que su propia idiosincrasia los ha formado y que los medios explotan con frecuencia, no lograban entender de qué se trataba aquella confusa noticia referida a la detención  una pareja de supuestos ciudadanos iraníes con pasaportes ¿israelíes?

Una pareja de ciudadanos de supuesto origen iraní quienes dijeron llamarse Mashoreh Sabsali y Sajjad Sameil Naserani llegaron al país el 12 de marzo último y tras pasar sin problemas por la aduana, se instalaron en unos días en varios hoteles de la capital. Sin dudas que este comportamiento despertó sospechas. Obviamente el hecho no pasó desapercibido para los partidarios de Israel quienes, por espacios mediáticos facilitados por sus paisanos  ya sentenciaban con total desparpajo “seguro que son terroristas”.

Aparentemente el éxito de la AFI por detectarlos radico en el funcionamiento de un sistema proveído por Interpol (SICAM) que advirtió “inconsistencias” en ambos pasajeros cuando embarcaron en España.  Hasta ahí todo parece muy claro. Pero lo cierto fue que al llegar a Ezeiza, pudieron pasar los controles por una aparente “falla humana” o ¿Tal vez hubo órdenes de dejarlos entrar? Pero la avidez de la inteligencia argentina –que coopera con EEUU e Israel- habría comenzado un seguimiento para detectar alguna anomalía en sus desplazamientos en Buenos Aires.

Esta noticia justamente fue lanzada en momentos de cumplirse 27 años del ataque a la embajada de Israel, una causa que además de estar plagada de contradicciones e inconsistencias, mantiene al día de hoy dividida a la misma comunidad judía entre quienes aceptan de pie juntillas la versión oficial de un “coche bomba” conducido por un suicida (del cual no apareció nunca una sola pista de su existencia) y la de quienes ven además de la complicidad del entonces gobierno argentino, la mano negra  del gobierno israelí por cuestiones estrictamente políticas.
Esta última postura que obviamente es rehuida por dichos sectores y claro, por los medios convencionales, rompe el esquema panfletario estigmatizante de poner sobre los musulmanes, todas las sospechas por actos como estos.

No hay que olvidar que uno de los argumentos que recurrentemente presentan los partidarios del “ataque de origen islámico” refieren a la mano “árabe islámica”, que tras años de infundios y falsos trascendidos mediáticos que ponían las culpas sobre la OLP palestina, la “Jihad Islámica” (estigmatizando tangencialmente a la comunidad árabe islámica local), a Siria y hasta supuestas células nazi argentinas, ante la esterilidad y total falta de sustentabilidad de aquellas versiones, terminaron novelando (con la ayuda de falsos informes de la CIA y el Mossad) como culpables a “Hizb´allah” libanés con la supuesta anuencia política de Irán. De esta manera, ver cómo dos sujetos que se identifican como iraníes con pasaportes israelíes, luce claramente extraño o incluso podríamos decir, sospechoso.

Es por ello lo extraño de este episodio. El mismo tiene un raro olor a embuste y por el momento en que se lleva adelante este hallazgo, es posible que se trate de una mera acción distractiva y nada más. Esta pareja de supuestos iraníes –dado de que no se confirmó que lo fueran-, la cual argumento que habrían escapado de Irán (posiblemente por ser disidentes), nadie se preguntó ¿Por qué lo harían, son acaso activistas políticos contrarios al gobierno, son meros delincuentes que iban a ser encerrados por delitos cometidos en Irán o tal vez, miembros de alguna organización armada financiada por Washington como los “Mujaheedin Al Kalq”?

Además, se sabe en los círculos de la Comunidad de inteligencia, que desde hace décadas que la inteligencia israelí (como la CIA y el MI-6) usan lo que se denominan “agentes negros”, es decir, sujetos provenientes de los países enemigos a quienes reclutan y encargan misiones demasiado arriesgadas para que las lleven a cabo sus propios agentes. Serían parte de lo que Israel denomina “Sayanim”[1], si ellos fueran en realidad judíos de origen persa. Caso contrario, si solo se tratase de no judíos sean de la nacionalidad que en realidad fuesen, entrarían dentro de la categoría de los llamados “agentes negros”.

De este modo, estos “agentes negros” logran infiltrarse hasta el corazón del objetivo y traicionando a sus propios congéneres, ejecutan la misión encomendada. Un solo ejemplo de este empleo se vio con los asesinatos de científicos iraníes en 2009, llevados a cabo por una red de criminales locales pagados por el Mossad.

Para que estos agentes lleven adelante estas acciones, (además del dinero y los contactos) se les provee de identidades falsas, proporcionándoles los pasaportes que, como  en el presente caso, se hace muy extraño que hayan podido ser “robados” en Israel. A nadie que conoce de la historia de los manejos de la inteligencia israelí puede creerse que a Tel Aviv le birlaron un par de pasaportes que para colmo, estaban a nombre de agentes de inteligencia israelíes.

Ante esto hay que cuestionarse ¿Cuál sería el propósito para ingresar en Argentina con estas identidades? Pues está muy claro que hay que –ante un nuevo aniversario- seguir metiéndole en la cabeza a la opinión pública, que “fue Irán el autor de los atentados” y que ellos son una amenaza “para la Argentina”, aunque no haya una sola prueba de ello. Y es que siempre ha sido -como parte de la guerra psicológica-  muy útil lanzar una cortina de humo en momentos que se cumple un nuevo aniversario del ataque a la embajada de Israel, para mantener en vilo la versión oficial y a su vez distraer sobre las reales implicancias que tuvo la inteligencia israelí por aquel entonces y sus conexiones locales, algo que de un tiempo a esta parte ha puesto muy nerviosos tanto a los funcionarios en Tel Aviv como a los militantes sionistas locales. 

No se trata de meras especulaciones o de posiciones “antisemitas” como cancinamente acusan los sectores alineados al sionismo que –y vale recalcarlo- no son precisamente representativos del judaísmo, sino de una idea política mesiánica que desde hace tiempo y por estas horas da pábulo de horror por la entidad de sus crímenes en contra de la población palestina y en particular sobre la Franja de Gaza.

Sin dudas y como lo han expuesto algunos valientes investigadores[2], el atentado de la embajada pudo ejecutado con el conocimiento de la contrainteligencia (Shin bet) y el silencio del Mossad israelí. Entonces ¿A quién fue dirigido el ataque y cuáles fueron sus verdaderos propósitos políticos? Como bien señalan algunos, fue sin dudas una de las llamadas “operaciones de falsa bandera” a costa de la ciudadanía argentina, aprovechando la vulnerabilidad y el ya por aquel entonces, descalabro de la seguridad y la inteligencia del estado.

Quienes ejecutaron este ataque, usaron la lógica de la guerra buscaron el punto más vulnerable y más conveniente para enviar un mensaje escrito con sangre; y la pregunta es ¿Para quién? Para saber a quienes estaba dirigido, debemos situarnos en aquel contexto y en ese mismo instante que se produce este crimen que se caracterizaba por una profunda y cruda lucha intestina entre los ultraderechistas judíos encabezados Yisack Shamir que no querían un acuerdo de paz con la OLP y los moderados encolumnados detrás de Yisack Rabin, cada uno de ellos, seguidos por poderosos sectores del mundo financiero y económico.

Así como estos bloques políticos y sus adeptos se hallaban separados por este tema, las estructuras de los temibles cuerpos de inteligencia y seguridad israelíes, llámense Shin Bet, Shabak, Mossad y sus células exteriores también estaban fuertemente polarizadas por este conflicto. Un ejemplo de ello era el entonces jefe del “Shin Bet” Shabtai Shavit, conocido por su oposición tajante a llegar a un acuerdo con los árabes, quien haría cualquier cosa por arruinar las posibilidades de un acercamiento con Yasser Arafat y el resto de la OLP.

Todo esto siempre fue guardado bajo la alfombra y de ese modo se engañó deliberadamente y manipulo vilmente a la opinión pública argentina. Pero eso parece estar cambiando de un tiempo hasta esta parte con las publicaciones de investigaciones y tesis que demostrando incoherencias, contradicciones y falsedades de la versión “oficial” siempre habían sido rehuidas de explicar tanto por funcionarios israelíes como funcionarios políticos de la comunidad en Argentina.

Es por ello que la aparición de esta “extraña” pareja que ya está confirmado que no son lo que dicen ser y mucho menos lo que aparentaban ante los ojos del desprevenido público, pone sobre el tapete algunas inquietudes referidas a lo que casi al mismo tiempo ocurría en Nueva Zelanda con aquella horrible masacre de cincuenta musulmanes en dos mezquitas ¿Acaso también se había diseñado una masacre similar para recrear una atmosfera de terror que ya existe en otras regiones? Y si fuese ¿Quiénes son los que salen beneficiados?


[1] RED VOLTAIRE.org. “Los sayanim, ciudadanos comunes y corrientes que colaboran con el Mossad por patriotismo”. Por Silvia Cattori. Publicado el 26 de abril de 2012. https://www.voltairenet.org/article173893.html
[2] PAJARO ROJO. Com. “Embajada de Israel. Enésima maniobra de distracción..”. Publicado el 17 de marzo de 2019. http://pajarorojo.com.ar/?p=41843

miércoles, 20 de marzo de 2019


EN DEBATE



“MALVINAS Y LA GEOESTRATEGIA GLOBAL”

El contrasentido de las políticas de la Casa Rosada y el abandono del papel estratégico del atlántico sur y en particular de las islas Malvinas


Por Charles H. Slim
Pasados 37 años de la guerra por las islas Malvinas y su archipiélago circundante, aún no surge a la vista algún plan argentino para establecer una postura propia ante el claro despliegue de estrategias foráneas que están acorde a los desafíos actuales en un mundo mucho más complejo y peligroso. Pese a la actual política de acercamiento a cualquier costo que impulsa la Casa Rosada hacía el Foreing Office en Londres, la cuestión de la soberanía de las islas del Atlántico sur y de sus aguas adyacentes, la Argentina no logra articular una geopolítica coherente a sus propios intereses estratégicos. Para algunos es simplemente una estrategia basada en la cordialidad a largo plazo y para la mayoría de los argentinos un renunciamiento imperdonable. A la par de esta ausencia de políticas de estado tendientes a formar un planeamiento para atender los intereses nacionales, los británicos no han detenido sus actividades –tanto militares como las económico y comerciales- tendientes a ampliar su influencia no solo ya en el archipiélago, sino sobre la Antártida y la Patagonia argentina.

Lo más contradictorio de todo esto, es que ha sido el mismo gobierno argentino (con la cooperación de un sector de la sociedad) quienes les han abierto las puertas de par en par para que –entre otros- los británicos entren como en su casa y digiten los aspectos de la política exterior e incluso algunos de los más sensibles de la política doméstica. Nadie puede escandalizarse con esto ya que, no hay que olvidar la situación a la que el gobierno de Carlos Saúl Menem sometió a su país al –entre otras cuestiones mediante los Tratados de Madrid de 1990- entregarle el control operativo (obviamente encubierto y muy callado durante más de una década) de las Fuerzas Armadas de su país. 

Sin lugar a dudas, la desgracia del “ARA San Juan” acaecida en noviembre de 2017 es parte de esto y aunque la jueza de Caleta Olivia haya hecho su parte en tapar las pruebas que revelan una acción hostil sobre el submarino, hoy son pocos los que creen que se haya tratado de un accidente por el defectuoso estado de la nave.

Con esto en consideración, se advierte que no hay nada nuevo en el espectro de la política nacional. La improvisación y la carestía en materia de defensa continuara, en apariencias,  sin cambios. Con ello y en vistas de las próximas elecciones, no se advierte ninguna fuerza novedosa y menos aún con coraje político para proponer una reestructuración del país cortando con estos lazos invisibles que como en lo económico (con el FMI) mantienen inermes y en un estado de completa indefensión.

En este marco, cualquier tipo de proyecto de desarrollo de una geopolítica propia es imposible. Por el contrario y a la par de esto, otros actores si están en curso de fortalecer y otros de iniciar políticas activas para llevar adelante sus propias iniciativas de expansión de geopolíticas tendientes a controlar uno de los puntos más determinantes desde el punto de vista estratégico del planeta como es el Atlántico sur.

Para los británicos que se hayan en una pulseada interna entre si continúan bajo la égida de la Unión Europea (especialmente por las conveniencias del tráfico económico y mercantil) o adoptan definitivamente el Breixt, el control del archipiélago y sus aguas es una cuestión estratégica  para dominar una importante ruta marítima en el hemisferio sur que además, contiene en su extensa plataforma, riquezas minerales y energéticas (gas, carbón y petróleo) incalculables. 

Desde otro ángulo, la OTAN también tiene interés en que los británicos sean quienes controlen la zona, no porque sean parte del tratado solamente, o los consideren sus legítimos poseedores o cosas por el estilo; su fundamento pasa por el hecho de que en Malvinas se halla una de sus principales estaciones de antena para el control y posicionamiento global de sus despliegues operacionales. De ese modo, Bruselas puede monitorear toda la región e incluso intervenir las comunicaciones de todo espectro y de cualquier país de la región a voluntad.

Es por ello que los estadounidenses  (Comando Sur) están operando con mucha regularidad en la zona que se ve facilitada por la ayuda que les proporciona Chile por el corredor bioceánico del estrecho de Magallanes. 
En lo que hace a su presencia en territorio continental argentino, a las bases prexistentes se sumó la que se está instalando en la provincia del Neuquén, una señal más de la debilidad en el que se halla el país. Sobre esto recordemos, que el anterior gobierno nada hizo por tratar de mejorar las capacidades de las Fuerzas Armadas por lo cual, al quedarse en la mera retórica con posicionamientos meramente ideológicos desde una estéril UNASUR sin adoptar medidas realistas como si lo hizo Venezuela, se entiende la cronicidad de la situación y la falta de avances en su cambio.

Para ello, la política oficial de la Casa Rosada ha quitado relevancia al tema y hasta ha entregado con notable desparpajo el ejercicio de la soberanía a los buques y aviones británicos que pasan sin la menor objeción o amenaza por parte de la jurisdicción antes argentina. Para tapar esto, nada mejor que ventilar hechos y crónicas baladí impulsadas desde el espectro mediático empresarial que se encarga a toda hora, por entretener y distraer con sandeces a una opinión pública agobiada por una crisis económica doméstica y el crecimiento de la inseguridad urbana, siendo hoy por hoy la mejor cortina de humo para calmar las ansiedades el desarrollo de las próximas elecciones.

Pero mientras esto sucede, desde el Atlántico y podemos decirlo bien, desde el otro lado del océano, los estrategas y analistas militares de países como Rusia y China estudian con profundidad el desarrollo de una política geoestratégica para el Atlántico sur y la Antártida (ocupada por Gran Bretaña) entonces, en aquellos gobiernos habría surgido un cuestionamiento que lleva a hacerse la siguiente pregunta ¿Con quiénes deberán tratar para poder desarrollar actividades o establecer rutas marítimas en dicha zona, con Buenos Aires o Londres?

Y  aunque la pregunta incomode a la Casa Rosada, ella es clara. Si geográficamente es Argentina quien (pese a la guerra de 1982) debiera tener el ejercicio exclusivo y soberano de su jurisdicción sobre dicha zona pero, es el mismo gobierno argentino quien parece haber renunciado “oficialmente” a dichos derechos en favor de Londres y tangencialmente de Bruselas (Sede de la OTAN), los gobiernos de Moscú y Pekín no ven con  claridad quienes jurisdiccionalmente  son los que ejercen el efectivo control. Los chinos con su base en “Bajada del Agrio” (Neuquén) al menos ya están en camino.

Desde el punto de vista de los hechos, son los británicos y sus aliados regionales quienes ejercen de facto el control jurisdiccional, económico y político de las aguas y el espacio aéreo que rodea al archipiélago y que desde la asunción del gobierno de Cambiemos se han extendido hasta las costas del continente.

Desde el punto de vista del derecho, la posición de Argentina es indiscutible y no hay forma que Gran Bretaña ante los foros internacionales  pueda rebatir las reclamaciones históricas de Buenos Aires. Igualmente, el único fundamento que sustenta la actual situación de las islas y de las aguas circundantes es el monopolio de la fuerza y la presencia de facto que detentan los británicos quienes cuentan para moderar el impacto diplomático y mediático con el apoyo de entre otros de Israel.
Igualmente si Moscú como ha sido históricamente, un coherente interprete de la ley internacional y solo reconoce a la Argentina como el legítimo titular de los derechos soberanos de las aguas y el archipiélago del Atlántico sur, su agregaduría naval o una comitiva que buscara tratar con el actual gobierno argentino un posible desarrollo bilateral en cuanto hace a una geopolítica marítima conjunta en la región, chocaría con una reticencia política absoluta y una realidad material de las fuerzas armadas (en particular de la Armada) que harían inviables cualquier acuerdo.

No solo existe una pobreza material en la cuantía sino –y tal vez lo peor- en la calidad del existente,  sin un desarrollo y modernización del material empleado para las vitales tareas de la defensa y custodia del patrimonio económico-territorial y político argentino, lo que ha facilitado la cooptación del área por la adquisición y empleo de material de segunda mano (rezagos) proveído casualmente, por los enemigos del país. En este sentido, éstos mismos “aliados” para el gobierno, no han propiciado (y jamás lo harán) un programa de dimensionamiento real y eficaz de las instalaciones de la defensa –mucho menos de la marítima y aérea- no solo por el aporte de sistemas y aparatos modernos a la altura de las actuales amenazas en un campo bélico sino, por la ausencia de cualquier proyecto de desarrollo de nuevas estructuras en donde el país desarrolle sus propios potenciales.  
Igualmente como últimamente se ha sabido, la industria militar estadounidense ha venido en baja al producir proyectos de armamento altamente costoso y deficiente.

Si el gobierno fuera independiente en la toma de decisiones, libre de sus compromisos y de sus claras pulsiones ideológicas queda claro que, una cooperación o incluso una asociación con la Federación rusa en materia de desarrollo estratégico en el campo de la defensa para la construcción de puertos y su infraestructura en zonas frías como es el Atlántico sur y la Antártida, cambiaría radicalmente la posición del país e incluso de todo el cono sur, algo de lo cual (y es cierto aclararlo) demanda valor y decisión política, dos activos muy escasos o inexistentes en la corrupta clase política local.

Pese a estos obstáculos, la posibilidad existe si el gobierno argentino ingenierizara desde sus propios claustros, planes de una geopolítica de desarrollo sostenido que no estuviese sometida a las interferencias electoralistas y partidocraticas que caracterizan a cada periodo de gobierno, algo que ha resultado ser el freno y fundamento habitual del autoboicot que cíclicamente sufre el país que sin lugar a dudas, viene siendo funcional (y por ende son apoyados) a los intereses británicos, estadounidenses y de sus aliados que hoy tienen presencia física en el país y la región.

sábado, 16 de marzo de 2019


VETERANOS DE AYER




                 Los
ARCHIVOS SECRETOS DEL GOLFO”

Implicancias y riesgos documentados de la participación argentina en la primera guerra del Golfo, según informes de inteligencia iraquíes hallados por una fuente confidencial


Por Dany Smith
Cuando el Comité Revolucionario del Partido “Baas” a instancias del entonces presidente Saddam Hussein decidió escarmentar a Kuwait por el robo de petróleo que se estaba realizando en los campos de Rumailah, todas las opciones se hallaban a consideración de Bagdad. Algunos generales aconsejaron a Hussein que debía realizarse una operación relámpago, enviar algunas unidades comando para escarmentar a los jeques de la casa real Al Sabah, destruirle algunos oleoductos, sus lujosos yates amarrados en el muelle real, pero solo eso. Otros por su parte, llamaron a recuperar la soberanía total de aquel territorio (incluyendo las islas Bubiyan y Warbah)  que había sido arrebatado por los británicos en 1961 y que se mantenía desde entonces como una espina en el costado de la nación iraquí.

Pero como ha sucedido en muchas otras oportunidades, las voces de terceros en discordia se interpusieron –obviamente con deliberada intensión- e hicieron lo suyo para sacar partido de la situación y de ese modo, Iraq terminara metiéndose en una de las crisis más complejas y duraderas de la historia contemporánea. 

De este modo fue el sector de los más extremistas del “Baas”, quienes alentados por informes aportados por la CIA, los que se impusieron para que tomaran el emirato y reclamaran su soberanía ante el foro de Naciones Unidas. Con ello queda claro que las acciones del 2 de agosto ya eran esperadas en Washington aunque, solo lo sabían unas cuantas selectas personas entre ellas, el mismo presidente George H. Bush y evidentemente algún general de cinco estrellas en el Pentágono, tal como lo informan documentos secretos de la época  Directiva de Seguridad Nacional n° 45-[1].  

Aunque muchos no lo crean, en Bagdad se sospechaba de la posición de la Casa Blanca y de sus movimientos en la región. En la intimidad de reuniones del núcleo de los más importantes jefes del partido nacionalista árabe “Baas”, Saddam intercambiaba puntos de vista con su vice Ibrahim Izzat Al Duri, quien tras haber sido el representante en las conversaciones de Jeddah, sobreviviría años después a la invasión y posterior ocupación anglo estadounidense.

Durante las conversaciones en Jeddah, Arabia Saudita (por mediados de Julio de 1990), los norteamericanos monitorearon de  cerca la evolución de las mismas y se aseguraron de que la delegación iraquí no aceptara condicionamientos haciéndoles creer que estarían de su lado hasta las últimas consecuencias. Igualmente tanto Saddam como el círculo más estrecho del partido “Baas”, no terminaban de asimilar esa condescendencia. Todos coincidían en que los norteamericanos tenían información pormenorizada de todas las áreas estratégicas de Iraq y en particular las de Bagdad y era por ello, que el Mutkhabarat  (Inteligencia) cambiaba constantemente las rutas de viaje de Saddam y de los más importantes ministros de gobierno para evitar intentos de asesinato o sorpresivos atentados.  O incluso se cambiaban con regularidad los asientos de los comandos de operaciones de mando y control de la Guardia Republicana desde donde se coordinaban los movimientos de tropas en los cuales, durante la guerra contra Irán habían sido visitados por funcionarios y militares estadounidenses. Y la explicación era simple, “jamás confiaron en los estadounidenses”.

Y es que lo iraquíes no estaban errados ya que, cuando se corrió un rumor de que una fuente iraquí le había dicho a un experto en petróleo norteamericano que “en una semana Iraq estaría protegiendo a los kuwaitíes” y este a su vez llevó su preocupación al gobierno federal en Washington, el Departamento de Estado por intermedio de sus funcionarios le aseguró que no había de que preocuparse por que “ellos conocían todas las actividades de los iraquíes”; y ciertamente que las conocían ya que el sistema ELINT (a cargo de la NSA) y la inteligencia electrónica provista por los aviones AWACS no podían obviar el cuantioso movimiento de tropas iraquíes.

Cuando la crisis fue llevada ante Naciones Unidas[2], Bagdad siguió de cerca la evolución de los acontecimientos, tanto los que allí se desarrollaban como los que al mismo tiempo se estaban produciendo dentro de la región misma del Golfo del Golfo Pérsico.  Allí mismo, en el terreno desde ese mismo 2 de agosto comenzaron los cambios y los movimientos se precipitaron especialmente, mediante las incursiones de reconocimiento tanto de las agencias de inteligencia occidentales –con EEUU a la cabeza[3]- como la de los iraquíes y sus grupos aliados.  Desde el estrecho de Ormuz hasta la misma península de “Fao”, se desarrolló una intensa lucha clandestina por tratar de mantener un control predecible de los acontecimientos en las poblaciones árabes-islámicas de la región que para esos momentos se veía seducida por la figura de Saddam.

Según algunos “papers” hallados en la Deep Web, correspondientes a expedientes secretos de la inteligencia iraquí  (IIS) datados de 1990 y que se habrían salvado del zaqueo realizado por los estadounidenses en la invasión del 2003, detallan algunas operaciones de sus células que fueron llevadas adelante en puntos estratégicos del golfo. Esto demostraría que había por aquel entonces una extensa red de inteligencia del “Baas” trabajando codo con codo con células aliadas en Arabia Saudita, Qatar e incluso dentro de la misma Bahrein. Lo particular de estas, es la descripción de una incursión llevada adelante desde la zona portuaria de “Al Khobar”, en Arabia Saudita, la cual recopiló material informativo y fotográfico del movimiento naval que se estaba agolpando en el vecino Bahrein. 

La misión tenía el objetivo de tratar de llegar a las cercanías de “Ghuraifa” en los suburbios de “Juffair” donde se halla la base estadounidense y desde una locación cercana tomar fotografías, recopilar datos de los buques, sus características y tipo, nacionalidades y capacidades que serían enviados por un correo humano quien se desplazaría por agua y luego por tierra hasta Amman en Jordania y de allí –presumiblemente- por valija diplomática a Bagdad. En una de las fojas del informe tachado como clasificado, fechado en noviembre 30 de 1990, informa el incremento del tráfico de naves de guerra, identificando entre las recientemente llegadas a dos buques de combate argentinos que estaban maniobrando junto  a otras fragatas de bandera española y australiana aguas adentro.  

Hasta ese momento solo había órdenes de recopilar información y enviarla a la prontitud.  Para los iraquíes todos los buques que estaban plegándose a las fuerzas estadounidenses con su base principal en Bahrein, serían un blanco legítimo en caso de estallar las hostilidades (G-Day)[4].  Ello se dio inmediatamente en la madrugada del 16 de enero de 1990 cuando –por la Directiva de Seguridad Nacional n° 54[5]- comenzó el bombardeo de la Coalición Aliada. Según el informe, se debía conformar una célula de ataque eligiendo blancos de oportunidad incluyendo a las mismas instalaciones portuarias tanto sauditas como de los Emiratos. Hasta ese momento no había certeza sobre la posición de Buenos Aires dado que –aunque no se crea- muchos en el gabinete del gobierno con Saddam Hussein a la cabeza, no creían que los argentinos participarían contra Iraq.
Pero un despacho codificado enviado desde la legación iraquí en Brasil informo a la embajada iraquí en el distrito de “Pankow” de la entonces Alemania del este, en la noche del 1° de febrero de 1991que “Argentina ha decidido aliarse a los EEUU” coincidiendo con el anuncio público del mismo presidente Menem unos días antes al declarar que “Argentina está en Guerra”[6], colocando así al país en el bando enemigo.

En realidad ello no era una sorpresa dado que apenas ingresaron los buques argentinos dentro de las aguas del Golfo, debieron ponerse a disposición de las directivas tanto del ARCENT-G-2 y el CENTCOM  J-2 (Comandos de Operaciones estadounidenses), quienes eran las cabezas estratégicas de las operaciones militares dentro de la zona y más allá. Uno de los primeros pasos de recepción de los huéspedes fue, ordenar al comandante de la misión “GT.88” (Grupo de Tareas 88) que permitiera el abordaje de especialistas informáticos para que instalaran las antenas TACSAC a los fines de unificar las comunicaciones y a su vez controlar la posición en todo tiempo de la misión naval (GPS System) que bajo supervisión del Comando central y en la mesa de guerra paso a llamarse “ALFIL 1”.

Ello fue como colgar una medalla identificatoria que implícitamente significaba “eres de los nuestros” y sin dudas que así se lo trasmitieron los jefes militares en operaciones a sus mandos en Buenos Aires y estos inmediatamente al mismo presidente Carlos Menem ¿Qué significó ello? Pues estuvo claro. Nadie se retiraría sin el conocimiento y autorización del comando de operaciones en Arabia Saudita, así de simple.

La Casa Rosada no tenía opción. Creyendo que solo sería un mero acto de presencia ante una crisis que se resolvería por las presiones político diplomáticas de Washington, debió aceptar con fundado temor las consecuencias por venir. Recordemos que aquel anuncio del presidente argentino causó tanto rechazos como sorpresas que como es bien sabido, fue motivo de extensas columnas y artículos en los medios más influyentes de EEUU.  En Bagdad también se conoció la noticia por los diarios locales, algo que causó sorpresa y desagrado por una postura alejada de la histórica prudencia en el campo diplomático que caracterizó al país sudamericano. Igualmente desde ese momento, Bagdad pasó a considerar a la Argentina como un agresor más y por ello, un objetivo militar más en la que Saddam Hussein llamo la “madre de todas las batallas”.


[1] ARCHIVOS DE LA NSA, Comité de Inteligencia del Senado de los Estados Unidos, 1991, https://nsarchive2.gwu.edu/NSAEBB/NSAEBB39/document5.pdf
[3] ANNUAL HYSTORICAL REVIEW (RCS CSHIS-6  (R3)), Humint Gulf War Intelligence Secret Reports. https://nsarchive2.gwu.edu/NSAEBB/NSAEBB39/document12.pdf
[4] Código de la fecha de comienzo de las operaciones digitadas por ARCENT-G-2.
[5] Orden ejecutiva que fue firmada por el presidente George H. Bush autorizando el inicio de las hostilidades.
[6] THE WASHINGTON POST. “La Guerra en el Golfo; America Latina; La vuelta de las ondulaciones de la guerra en America Latina”. Por James Brooke, Publicado el 4 de febrero de 1991. https://www.nytimes.com/1991/02/04/world/war-in-the-gulf-latin-america-war-s-ripples-lap-at-latin-america.html