EN LA MIRA
“EL TOQUE INVISIBLE”
Todo habla de Rusia. Cada movimiento que Washington realiza en Europa y Asia es un síntoma de su afiebrada frustración hacia la geopolítica global de la Federación rusa ¿Hasta dónde llegara para tratar de frenar el progreso de la diplomacia rusa?
Por Dany Smith
Cuando el río suena agua trae, dice el refrán. Así es
como se interpretaría las repercusiones que está causando la actual situación
geopolítica de la Federación rusa en torno a varios aspectos de su política
exterior, cada vez más acentuada en pro de consolidar un multilateralismo
global contra un cada vez más resquebrajado hegemonismo anglosajón.
Esto ha
acentuado las medidas agresivas del círculo de los halcones y sus aliados en
Washington. Como sabemos, el presidente Donald Trump es quien ocupa la cabeza
de administración pero, no es quien necesariamente controla e impulsa varias de
las políticas en el campo de la política exterior. Son los neocon, ese sector
duro (que abarca a la política, las finanzas y los medios) y fomentadores de la guerra quienes dirigen
desde la Casa Blanca, varios temas centrales en este campo entre ellos, las
sanciones contra Rusia.
Cuando Trump dejo entrever su admiración por el
presidente ruso Vladimir Vladimirovich Putin, se puso una soga al cuello y
quienes comenzaron a tirar de ella fueron los Clinton y su sequito de marxistas
disfrazados de demócratas, altamente frustrados tras el fracaso tras las
elecciones presidenciales de 2016. A
partir de allí y con la gustosa complicidad de la corporación de medios
(COMCAST) y grupos de presión que responden a Hillary Clinton se creó la novela
del “Russia-Gate”, una parodia moderna de aquella vieja película titulada
“Candidato de Manchuria” intentando argumentar
ante la opinión pública doméstica que Trump es un agente del Kremlin
dentro de la Casa Blanca.
Paradójicamente desde estos mismos medios
empresariales, se acusa con agudo descaro la existencia de “fake-news” (falsas
noticias), como si ello fuera algo novedoso en el espectro del negocio de los
medios. Suena irreverente y hasta incluso una burla, que sean ellos quienes acusan
de esto cuando desde décadas antes hasta esta parte, especialmente desde el
2001, hicieron de las informaciones una mercancía pre elaborada y ajustada a
las necesidades de la Casa Blanca.
La invasión y ocupación de Iraq fue un capítulo
crucial en el que los medios angloestadounidenses en complicidad con el
gobierno federal, hicieron de la falsificación y el ocultamiento de las
informaciones un programa bien estructurado destinado a lavarle la cara a las
bestialidades que se estaban llevando adelante contra la población iraquí ¿O es
que acaso alguien olvida Abu Graib y las decenas de cárceles secretas levantadas
por los militares y la CIA tras la invasión?
Hay detrás de ello, el intento de acallar a las
voces disidentes de América que vale señalarlo, se hacen escuchar cada día más
fuerte. Es a estos sectores va dirigida las sospechas de construir noticias
falsas, que son difundidas por medios
alternativos e independientes que a la vista de los serviles al Establishment no pueden ser creíbles ya
que –desde su punto de vista- no tienen la solidez y el pedigree de los medios clásicos como lo son The Washington Post, The New York Times o los ampulosos noticieros
de la TV.
Dentro de estas acusaciones se incluye por supuesto
–para no decir especialmente- a los
medios rusos, en particular a la cadena RT, que ha sido sin dudas una
revolución dentro del mundo de las comunicaciones de contenidos informativos en
todo el globo, algo de lo cual en Washington viene resintiendo desde que aquel se
volvió un medio creíble y muy consumido en occidente. A la par de ello, Washington y más
precisamente el sector del neocon no soporta los progresos de Rusia en su
política internacional, lanzando por ello críticas de tono moral y ético que
los EEUU no está precisamente en condiciones de señalar.
Un claro ejemplo es la situación de la población
siria en el este del país, que se halla bajo el sojuzgamiento de las milicias
kurdas que (tras ser financiadas y armadas por Washington) colaboran con las
fuerzas especiales estadounidenses con base en “Al Tanf “ y que bajo la excusa de combatir al “ISIS”,
pretenden establecerse por tiempo indeterminado cuando tan solo un mes antes
Trump aseguraba que sacaría a sus tropas de Siria. Precisamente cuando EEUU no
cumple con su palabra de salir de este país –algo
de lo cual, los iraquíes saben muy bien-, se arrogan el derecho a criticar
a Rusia y hasta emplazarle para que saque a sus asesores de Venezuela, ciertamente
es algo muy poco sustancial como para tomarlo enserio.
Últimamente la administración Trump ha ido más allá
legitimando a Israel para que ocupe en forma definitiva el territorio sirio de
los “Altos del Golán”, espacio físico apropiado hace 52 años tras el final de la
guerra de los seis días, algo que fue ampliamente repudiado por la comunidad
internacional. Ello viene a reiterar la política pro israelí tras la declaración
de Jerusalén como capital única del estado de Israel, una decisión que además de arbitraria
e ilegal, fue inmediatamente criticada por el Kremlin.
Con cada exabrupto de la Casa Blanca queda más en
claro la fortaleza de Rusia; y no solamente a nivel militar sino en el campo de
la política internacional lo que sin dudas es mucho más importante y
determinante al momento de plantar una posición en el concierto internacional.
En este sentido el presidente ruso Vladimir Putin ha sabido interpretar las
señales de sus rivales e incluso, ha sabido anticiparse a sus movimientos sin
necesidad de llegar a realizar movimientos bruscos como habrían esperado tanto
en Washington como en Bruselas (Sede de la OTAN).
Por el contrario es EEUU y en particular la
desopilante administración Trump la que a cada instante realiza este tipo de
movimientos que además hay que decirlo, son tan costosos como inútiles. Miren
sino las últimas maniobras ordenadas por el Pentágono que sin aviso se llevaron
a cabo con la movilización de unos 1500 soldados y vehículos acorazados provenientes de Fort Bliss al oeste de Polonia, algo que fue calificado por
los analistas como una señal del regreso a las épocas de la guerra fría.
Según
algunos de los responsables de esto, el despliegue es el comienzo de una
política disuasoria que claramente se dirige a tratar de intimidar a Rusia a
quien últimamente acusan de estar influyendo en las elecciones en Ucrania, que
cabe recordar, está gobernada por Ptior Poroshenko, un títere colocado mediante
el golpe de estado de 2014 por Washington.
Sobre esto último hay, semejantes acusaciones no
solo carecen de fundamentos ciertos en lo que respecta a las supuestas
injerencias rusas en el proceso eleccionario ucraniano sino también, están
fuera de lugar dado que ha sido Washington quien desde el derrumbe de la URSS
en 1991 ha venido metiéndose en la región en forma paulatina llegando de cinco
años hasta esta parte invirtiendo dinero, contactos diplomáticos y envío de asesores militares para tratar de
que las fuerzas armadas ucranianas lograsen desbaratar las autonomías del
“Donbass”.
Con respecto a esto último, no hace falta señalar
que Putin fue magistralmente lucido y rápido al frenar el zarpazo de la OTAN en
2014 poniendo en marcha una eficaz
política de contención diplomático y militar global que al contrario de sus
rivales, respeta las decisiones de los gobiernos regionales y en especial la de
la población de la península de Crimea.
Pero desde el enfoque del respeto a la ley internacional y particularmente de la
Carta de Naciones Unidas ¿Cómo se califica éste tipo de despliegues militares
de los EEUU? Cuando suceden este tipo de movimientos, no solemos ver reacciones
del foro o del Consejo de seguridad dado que como bien sabemos, tanto uno como
el otro están bajo un virtual control de los EEUU y sus aliados. A estas
alturas, ésta arbitraria alternancia en la aplicación efectiva de dicha
legislación resiente aún más el ya desacreditado honor de la ONU.
Si bien EEUU es la sede de sus instalaciones
edilicias y supuestamente es quien más aporta en lo económico para sostener la
gigantesca burocracia que además sirve –entre
otras cosas- para colocar a toda una pléyade de burócratas sin funciones
específicas, esto no debería ser así. Igualmente ello no debiera alterar el
espíritu de la ley internacional la cual –supuestamente-
ha sido legislada para que sea aplicable a todos los miembros de la
organización.
Para colmo y como acostumbran los funcionarios
políticos y militares estadounidenses, se calificó a este sorpresivo movimiento
como parte de lo que Washington llama recurrentemente su “seguridad nacional”
obligándonos a que nos preguntemos ¿Hasta dónde se extiende la nación
estadounidense?