“IMPUNIDAD
EN BEIRUT”
¿Cuáles
son los factores que obstaculizan saber la verdad sobre la monstruosa explosión
de agosto 2020?
Por Charles H. Slim
Los libaneses han sufrido por décadas los enjuagues políticos que tanto Francia, Israel como EEUU han tratado de orquestar en búsqueda por controlarla y de ser posible convertirla en una anexión del colonialismo israelí. Todas las condiciones han estado dadas para que ello fuera posible. Un estado árabe multi confesional (compuesto por musulmanes chiitas, sunitas, drusos y cristianos) ha sido campo fértil para crear divisiones internas que han sido funcionales a los objetivos políticos de estos actores.
Pero a pesar de esos factores y de su pequeñez
geográfica no ha sido posible disgregarlo. Los franceses como actores
colonialistas europeos tras su salida del Líbano en 1946 y a lo largo de los
años tuvieron mucho que ver con la instigación de rencillas contra los musulmanes
quienes fueron adquiriendo un papel preponderante en la identidad del país. No
hay que olvidar que por esa misma época al sur, los británicos que ocupaban
Palestina se veían entrampados en el juego sucio y el terrorismo de los grupos sionistas
con quienes Londres había pactado entregarles en bandeja esos territorios.
Desde la instauración de Israel en 1948 (apoyados por
EEUU y la Europa Occidental) se instaló un nuevo elemento de desequilibrio
geopolítico regional que afectaría al Líbano y desde allí no se detendría hasta
el presente.
En noviembre de 2019 tras extraños ataques y atentados
de forma anónima se hizo circular por WhatsApp un video que mostraba como los
cristianos del barrio “Ain Al Remmaneh” insultaban a los chiitas. Ello desato
enfrentamientos entre cristianos y chiitas hasta que unos días después se
descubrió que ese video era antiguo ¿Quiénes se benefician con este
enfrentamiento? No ciertamente los libaneses. La explosión ocurrida el 4 de
agosto del 2020 en horas del mediodía de Beirut podría inscribirse en esa larga
secuencia de hostigamientos y juegos sucios que buscan su desestabilización.
Captada por un centenar de teléfonos móviles que en
esos momentos se hallaban en diversos lugares de la ciudad, la explosión que se
elevó como un hongo nuclear sobre el área portuaria de Beirut y que su onda
expansiva barrio con centenares de apartamentos y casas en un radio de 10
kilómetros, rápidamente trató de presentárselo como la explosión de un “arsenal
de Hesbolah” y cuando no pudieron acreditarlo de forma creíble rápidamente
apuntaron a un supuesto depósito de Nitrato de Amonio, un fertilizante que en
ciertas condiciones puede ser usado como explosivo. Por supuesto, el depósito
tenía que ser de Hesbolah.
Pero ni uno ni otro de estos supuestos fueron debidamente
acreditados. Cuando ni siquiera los informes (léanse inventos) de los servicios
de inteligencia no podían probar que allí hubiera armas y explosivos, pasaron a
centrarse en el Nitrato de Amonio como causa de la deflagración y desde allí a conectarlo
infundadamente con la resistencia chiita y Teherán. Pero ¿Cómo o por qué
estallaría un acopio de este químico agropecuario?; ¿Estalla por el simple
contacto con fuego? Esas son cuestiones que aún no pudieron ser respondidas.
Para muchos esto se trató de una operación negra como
el bombazo que asesinó al primer ministro Rafiq Hariri en febrero de 2005 y que
mediante fuertísimas presiones externas se trató de culpar a Hesbolah. También
allí la hipótesis de un vehículo cargado con explosivos conducida por un
“kamikaze” (respaldada por discutidos investigadores alemanes) no encajaba con
el daño causado (sobre los cuerpos, los vehículos y el suelo) y con rastros
químicos hallados en el lugar que evidenciaban un explosivo de una calidad (con
nanopartículas de Uranio) del cual solo disponían fuerzas militares de algunos
países entre ellos, Israel.
Aquellas evidencias, sumadas a muchas otras y todas
ellas conectadas como un puzle llevan a una estremecedora conclusión: Un
pequeño misil de apenas unas decenas de centímetros lanzado desde un Dron pudo
ser el verdadero ejecutor de ese magnicidio y el mismo método pudo usarse en
agosto del 2020.
Pero eso no conviene al relato israelí y fue por ello
que los obsecuentes neosionistas y sionistas argentinos no tardaron en dar sus
puntos de vista alegando a “una chispa” o un “incendio” como el detonante de
aquel espantoso hongo y allí se terminaron las explicaciones. Como se dice por
aquí, “mejor no hablar de ciertas cosas”. Tal vez habrían podido engañar a muchos
de sus interlocutores o incluso, convencerlos de que Tel Aviv estaba ajeno a
esto. Pero el problema es que, además de que sus argumentos no son creíbles,
así no funciona este elemento químico, plantado como la hipótesis estrella de
esas fantasmagóricas camionetas en las aún no esclarecidas explosiones de 1992
y 1994 en Buenos Aires. Solo en condiciones muy especiales y con un detonador
calculado para ese fin podría crearse una reacción explosiva que no puede
emular una detonación nuclear y eso lo saben muy bien los propios expertos
israelíes.
Y es que las posibilidades de un atentado con un
artefacto nuclear táctico (plantado o usando un vector lanzado desde un Dron a gran
altura de dimensiones imperceptibles) comenzó a rondar por las redes provenientes
de expertos conocedores de esta tecnología. Entonces la pregunta es ¿Tiene
Israel armas nucleares? Claro que sí. Y desde hace mucho tiempo que las tiene y
muchos saben que en el complejo de “Dimona” se han perfeccionado lo que se
llaman “armas limpias” es decir, que no dejan rastro de radiación. Esta opción
fue contemplada en 2007 para atacar a Irán, operación que fue abortada por la
intervención a último momento de Washington. Entonces ¿Dónde estuvo la OIEA y
las debidas inspecciones de Naciones Unidas sobre las instalaciones de Dimona?
Una vez más queda de relieve la aplicación relativa y segada de la ley
internacional.
Cualquier alusión a un episodio nuclear fue rápidamente
desmentida, incluso por funcionarios del gobierno libanés quienes condicionados
por una presión socio-político-económica insoportable, se alejaron de ese
supuesto. Una explicación salomónica sería, “fue un accidente”. Pese a que
según fuentes confiables eran dudosos los informes de los inspectores de la OIEA
que referían a no detectarse aumento en los niveles de radiación, las
posibilidades de que ello hubiera sido así eran muy factibles. Descartar un
golpe nuclear táctico fue y sigue siendo un apresuramiento indebido.
Estas evaluaciones no se condecían con los efectos y
las evidencias fílmicas de la explosión. Además, lo ocurrido no fue algo nuevo.
No era la primera vez que semejantes explosiones fueron vistas en la región. En
escenarios como Iraq, Siria y el Yemen, se vieron varias de estas explosiones y
causalmente en todos ellos en los que Israel (y por supuesto los EEUU) intervino
e interviene de forma encubierta.
¿Y qué se dice de esto en Argentina? Como siempre
debemos hacer una clara distinción entre la capital y el interior del país ya
que la percepción es muy diferente. En Buenos Aires la influencia de los
partidarios (que incluye a los medios de comunicación) pro-israelies es patente
y en ese sentido cualquier evento que complique a Israel es convenientemente
silenciado o maquillado y en este sentido, lo ocurrido en Beirut paso muy
inadvertido por los sagaces periodistas argentos.
Para estos sectores lo ocurrido en agosto 2020 fue
responsabilidad del “Partido de Dios” Hesbolah al cual estos sectores acusan
sin pruebas (salvo que los informes de la CIA y el Mossad sean considerados
como tales) de los atentados en Buenos Aires. Fuere por un supuesto depósito de
armas o uno de Nitrato de Amonio para fertilizar cultivos y reverdecer campos
de golf, la explosión para estos sectores fue culpa de los chiitas “pro
iraníes” dejando clara su ponzoña islamófoba y antisemita (dado que los árabes
también son semitas). Es allí donde radica el encono de los sionistas que sigue
dejando en evidencia que no hay límites (y Naciones Unidas no sirve para ello) para
sus acciones y que la República Islámica de Irán es una obsesión geopolítica
que no pueden quitarse de la cabeza.