domingo, 12 de diciembre de 2021

 

“UN SOCIO NADA FIABLE”

¿Qué influencia puede tener sobre Argentina el resultado de las elecciones en Chile? Cuando el pasado te condena

 

Por Javier B. Dal

Cuando la FACH colaboró en las operaciones de infiltración de comandos del SAS en Río Grande (Operación Plum Duff) durante la guerra de 1982, Buenos Aires trató de mantenerlo en secreto aunque muchos soldados y lugareños fueron testigos involuntarios de aquella traición que expuso el oportunismo no solamente del General Augusto Pinochet Ugarte, sino del estado Chileno. Pero esta no sería la única puñalada trasandina y más cerca en el tiempo lo veríamos en 2017 con las sospechosas implicancias en el ataque al submarino “ARA San Juan”.

Desde las épocas de la Confederación, las tribus araucanas organizadas por militares chilenos que ya estaban influenciados por Londres, cruzaban la cordillera para robar ganado y saquear puestos de avanzada de la gobernación de Buenos Aires. Eso se terminó cuando el Brigadier General Juan Manuel de Rosas decidió armar brigadas armadas con rifles “Winchester” adquiridos a los EEUU que corrieron a estos malones hasta el otro lado de los Andes terminando con el negocio y con las ambiciones de hacerse con los vastos territorios patagónicos.

El recelo chileno es tan extenso como su angosto estado. Todos sus intentos por expandirse al este fracasaron no solo por los obstáculos naturales y la infranqueable cortina de rocas que presenta la cordillera sino y quizá lo principal, por el celo de los pueblos fronterizos guiados por hombres tan apegados al terruño, de carácter sanguíneo y de tozuda convicción, fogueados por la guerra contra los realistas. El puerto de Buenos Aires era en el siglo XIX el más austral y como tal, paso obligado para la navegación comercial proveniente de Europa y eso opacaba a Santiago.

Su intrascendencia contrastaba con la importancia de Buenos Aires que recibía mayor atención en cuestiones comerciales vinculados con la agro ganadería y también el comercio de las telas. La Corona británica advirtió esto y puso manos a la obra para sacar ventajas. A lo largo de las décadas esos recelos fueron muy bien explotados por el Foreign Office que como siempre, mediante sus conspiradores (actualmente institucionalizados en el MI6) y sus variadas mascaras con las que opera en la región tiende los hilos a dos bandas siempre para beneficio de “Su majestad”.

Los negocios están primero y poco le importaba (y le importa) a Londres quien ocupe la casa de la moneda. Fue por ello que el MI6 y sus colegas hemisféricos apoyaron la empresa de Pinochet y luego mientras oficialmente Chile se declaraba neutral en la guerra de Malvinas, clandestinamente la junta militar chilena prestaba colaboración a las operaciones británicas.

Los militares chilenos eran inmisericordes con sus conciudadanos al momento de actuar. Si alguien no acataba una orden de alto simplemente era acribillado, o si alguien trataba de resistirse podía morir a golpe de culatazos. Eso lo sabían muy bien en Londres y en especial el Foreign Office pero, el régimen de Pinochet era estratégico para sus intereses geopolíticos.

Eso no quería decir que la diplomacia entre Santiago y Londres se viera afectada. Por el contrario, las reclamaciones de Westminster al régimen militar chileno eran una tapadera ante la opinión pública de las buenas y convenientes relaciones existentes que se llevaban por debajo de la mesa. Son dos dimensiones completamente separadas.

Si bien Londres imposto públicamente una cierta crítica a nivel diplomático por el golpe de estado de Pinochet en 1973 y recibió a muchos refugiados que huían de Chile, el MI6 colaboro con gran entusiasmo y en coordinación con la CIA y la ASIS australiana con la DINA para coordinar acciones represivas en Chile y el resto del Cono sur. Incluso, la inteligencia chilena a cargo del General Manuel Contreras fue la que con el asesoramiento del MOSSAD ejecuto el atentado con una bomba lapa contra Orlando Letelier en Washington sin que aquello hubiera despertado algún reclamo oficial contra Tel Aviv.

La ayuda dada por Chile a Gran Bretaña en 1982 fue reconocida personalmente al mismo Pinochet por Margaret Thatcher tal como vemos en la fotografía de 1998. Esta es la simbología de una relación que perdura hasta el presente.

En la década de los ochentas, las preocupaciones de Londres por manifestaciones nacionalistas en Argentina con los alzamientos “carapintada” de 1987 y el ascenso político del ex Teniente Coronel Aldo Rico estrecharon aún más la colaboración entre la por ese entonces Central Nacional de Informaciones (CNI) y el MI6. Otro que compartía preocupaciones era Israel, muy interesado en la situación del programa de misiles “Cóndor” al cual se habían unido Egipto e Iraq y que según algunas fuentes, fue desarrollado y utilizado en operaciones reales por Iraq contra Irán. Con la asunción en 1989 de Carlos Menem a la presidencia, se desactivo el proyecto y entrego toda la información a EEUU causando un suspiro de alivio en Londres y Santiago de Chile.

Actualmente y tras años de una estabilidad política y económica admirable, Chile pareciera que tendrá un presidente de la extrema derecha que además de refrendar estas relaciones con Londres, lo hará en detrimento de la Argentina. Los comentarios del candidato ultraderechista José Antonio Kast dejan en claro que hay cuentas a saldar con su vecino. Hay en esto un motivo de seria preocupación para Buenos Aires que va más allá de los cacareos de personajes funcionalmente intrascendentes como Estela de Carloto o funcionarios de segunda línea del Ministerio de Relaciones Exteriores.

Pero Kast no es la única amenaza por venir. Incluso él por su ideario no es el único que podría representar relaciones más tirantes con la Argentina. La extrema izquierda liderada por el candidato Gabriel Boric es la cara de una misma moneda. Desde hace tiempo que Chile es una amenaza para la integridad territorial y económica de Argentina solo que no existe un liderazgo político en Buenos Aires que se atreva a reconocerlo. Santiago de Chile tiene una política de estado para con su vecino y no la cambia con cada presidente que asume. Chile a diferencia de la Argentina cuenta con un estado planificado y una infraestructura económica tolerablemente aceptable mientras que en Argentina no hay una economía sana, el estado es tan deficiente y extenso que ya se puede decir que carece de forma y para financiarlo requiere de una carga tributaria insoportable.

Mientras Chile tiene una organización institucional predecible y un camino geopolítico bien trazado, Argentina sigue en el limbo de la medianía (interna y externa) y ello (como lo vemos desde hace 38 años) no lo lleva a ninguna parte.

Desde 1982 todos los gobiernos argentinos han abandonado los asuntos estratégicos del estado y ello ha repercutido en un deficiente desarrollo macroeconómico que actualmente se ha vuelto endémico. Una educación cada vez más deficiente y mediocre ha redundado de forma directa en la incapacidad de crear polos de desarrollo tecnológico propio a fin de trazar estrategias para un crecimiento competitivo real. También ha redundado en una mediocridad dirigencial incapaz de planificar políticas externas con una orientación geopolítica propia y duradera que resuelva la actual crisis estructural. Sumado a ello, el mantenimiento de viejos discursos que solo buscan limpiar la cara de sus propias responsabilidades no ayuda a salir adelante.

Otra deficiencia argentina es la ceguera de sus políticos. Creen que no atender o no ver una situación, la misma dejara de existir. Esto en referencia a la situación de ocupación británica en el Atlántico sur en la que Chile presta cooperación y que sin dudas, es un asunto que le queda muy grande a toda la clase gobernante que desde 1983 viene ocupando el poder. Este dejar hacer le ha costado al estado argentino -entre otras cuestiones- perder el control de sus aguas jurisdiccionales en el atlántico sur y con ello la pérdida de miles de millones de dólares anuales por el zaqueo pesquero, la explotación de recursos petrolíferos y el no cobro de impuestos de pesca.

En perspectiva, queda claro el desbalance institucional entre uno y otro estado. Mientras el estado chileno es consecuente con su agenda estratégica para la región, el estado argentino no sabe a donde va. En este sentido Chile tiene una conciencia clara de cómo proteger sus recursos y de ser posible, acceder a los de sus vecinos y para ello lleva adelante las inversiones que sean necesarias. Sobre ello, la libre maniobrabilidad de su Armada sobre los mares del sur patagónico que se enmarcan en los últimos avances sobre la plataforma marítima argentina, deja en claro como la política de estado chileno va por un lado y la partidaria por otro.

Sobre esto mismo, la participación de Chile en este escenario es innegable y Buenos Aires pocas o mejor dicho ninguna medida ha implementado para contra restar dicha presencia. Precisamente, la herramienta con la cual el estado argentino debería implementarla (Armada) está prácticamente inoperante gracias a la clase política que gobierna. Pero aún peor. La clase política es completamente obtusa y carente de visión para entender la gravedad de esto y de las consecuencias a mediano plazo.  Al contrario de esto, Chile tiene muy clara su intensión en el sur y cuenta para ello con un músculo bien ejercitado y una determinación con respaldo político más allá del partido que ocupe el gobierno.  

Para finalizar, el estado chileno es un obediente subalterno de Washington mientras que la Argentina como una veleta de vientos va y viene y hoy por hoy se ve bajo un gobierno “progresista” (nada realista) que dice una cosa, hace otra y al público termina diciendo otra muy diferente. Es por ello que no importa quien gane las elecciones en Chile, sea la ultraderecha de Kast o la ultraizquierda de Boric, cualquiera que sea el triunfador respetara la estabilidad institucional y con ello toda su planificación geopolítica que comparte con Gran Bretaña teniendo como vecino a un estado en crisis, sin identidad ni orientación política ni mucho menos, una geopolítica clara.

 

 

 

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