“PENINSULA
DE FUEGO”
¿Por
qué Joe Biden no puede despegar a los EEUU de su injerencia en la guerra contra
el Yemen?
Por Charles H. Slim
Para quienes no olvidamos las promesas de campaña del actual presidente estadounidense, detener la guerra en Yemen era una de ellas ¿Y por qué Biden se había comprometido a ello? Simplemente porque Washington en medio de la administración de Obama había tenido mucho que ver con envalentonar y apoyar a Riad para lanzar su intervención en 2015 que según los cerebros del Pentágono, sería rápida y aplastante.
Uno de los objetivos a conseguir sería la de controlar
el estrecho de “Bab Al Mandab” que une el Mar Rojo y el Golfo de Adén, una ruta
estratégica para el comercio marítimo global tan importante que China tiene en
Dijbuti una base naval de vigilancia permanente, algo que fastidia a Washington.
Pero como se puede ver, los pronósticos fallaron y lo
único que acertaron a medias fue lo aplastante, pero para los sauditas y sus
aliados que han sido seriamente vapuleados por las escurridizas guerrillas “Houties”.
Esto ha trastocado los intereses de Washington que están viendo cómo se les
escurre de las manos la poca influencia geopolítica que por intermedio de la
Casa Blanca tienen en la región y en especial con Arabia Saudita que ha venido
tomando un notorio acercamiento con Rusia.
Las promesas de los estrategas militares de que la
guerra sería breve y no traería consecuencias negativas para La Casa Blanca
cayeron en saco roto. Esto es algo que no sorprende a quienes conocen los
entretelones de la burocracia del Departamento de Defensa y del Pentágono que
se han vuelto tan políticos como a quienes asesoran. En parte fueron los mismos
que habían pronosticado que Iraq sería rápidamente controlada y que la guerra
en Afganistán no duraría mucho y en ambos casos fueron guerras que no acabaron
nunca.
Así es que la preocupación por la paz, la destrucción
que estaba causando un estado paria como el saudita, que durante la era Trump
se profundizo la asistencia militar (y en inteligencia con el asunto Kashoggi)
y el sufrimiento que ha causado con una guerra que no parece terminar nunca, se
han ido al caño por el hecho de que, Biden necesita recuperar puntos en su
corta pero muy desgastada gestión.
En ese plan y para tratar de recuperar la confianza de
Mohamed Ben Salman (MBS) la administración de Biden ha continuado con el
suministro de armamento sofisticado (misiles) a Riad bajo el pretexto bastante
increíble de que los milicianos “Houties” reciben de Irán, un considerable
apoyo en armas. Si bien es cierto de que Teherán proporciona apoyo político y
militar a los “Houties” (ya que de no ser así, serían exterminados), en lo que
hace a lo armamentístico no va más allá de embarques de fusiles AK-47, medio
millar de municiones y los veteranos lanza cohetes RPG-7 que no tienen más
precisión y guía que un buen pulso en su operador.
A contrario de esto, EEUU provee a Riad misiles
aire-aire y aire tierra con los cuales lleva adelante bombardeos sobre enclaves
urbanos. Otra de las provisiones más costosas son los Drones de inteligencia y
de ataque que suelen ser derribados por los “Houties”. Pero también se conoce
la presencia de grupos especiales y mercenarios de empresas privadas
estadounidenses, quienes contratados como mano de obra tercerizada, trabajan
codo a codo con células de “Al Qaeda” y obviamente con los regulares del
ejército saudita.
Pero lo más preocupante de esta asistencia “convencional”,
es la comprobada provisión de bombas con Uranio empobrecido y de dispositivos
nucleares tácticos que lanzados desde los cazas sauditas provocan pequeñas
detonaciones nucleares controladas con terribles efectos sobre la población. En
la provisión de estos últimos ingenios están también sospechados los israelíes
quienes desde un tiempo hasta aquí han blanqueado su alianza que mantenían en
secreto con Arabia Saudita.
Con esta nueva inconsecuencia, Biden queda como un
verdadero mentiroso y complica a los EEUU en una realidad humanitaria desesperante
producto de las bestialidades y la saña con la que Riad (por intermedio de
estas implicancias) castiga a la población yemení. La hambruna, la falta de
agua potable y medicamentos por el embargo que se impone al país árabe recuerda
aquellas desesperantes jornadas en que los EEUU y Gran Bretaña entre 1991 a
2003 bloqueaban por tierra, mar y aire a Iraq llegando a causar por falta de
medicinas y comida la muerte lenta y agonizante de más de 500.000 niños.
Tal vez Biden tenía sinceras intensiones de terminar
con esta guerra ya que, no sería nada bueno para los EEUU que la guerra en el
Yemen termine extendiéndose de forma indefinida como Afganistán. Pero dentro de
EEUU y más precisamente en el Congreso están los lobbies que presionan para que
continúe esta situación. Casualmente son los mismos que inspiraron la “la guerra
preventiva” tras la bandera falsa del 11/S y que el ex funcionario del Consejo
de Derechos Humanos de la ONU Richard Falk denunció en abril de 2008.
Pero más allá de estos instigadores caseros ¿Quién si
se beneficiaría con un escenario así? Así es, usted lo adivino. Israel es quien
sacaría mucha ventaja en mantener un caos regional que además de servirle para mantener
cautivos a sus socios árabes del golfo (monarquías) y adquirir nuevos clientes
para su mercado de armas para usarlas contra los grupos pro-iraníes, le
permitiría seguir operando de forma encubierta en el Cuerno de África donde por
medio de su inteligencia está promoviendo la inestabilidad en especial contra
Sudán y Eritrea.
Para lograr margen de maniobra, Tel Aviv sigue
necesitando de EEUU y es por ello que su dependencia aumenta a medida que
aumentan sus ambiciones expansionistas.
Sobre esto no hay que perder de vista que se ha
oficializado el apoyo de AIPAC a los candidatos presidenciales que sostengan la
política del estado de Israel sin importar las consecuencias que ella traiga.
El incentivo más poderoso con el que cuentan es sin dudas el dinerario y el del
manejo de una gran parte del espectro de medios en los EEUU. También no debe
perderse de vista que esta organización y otras de similar naturaleza, además
de estos apoyos, trabajan para sabotear a quienes no apoyen al estado de Israel
o tan solo se atrevan a cuestionarlo. Como se podrá intuir, poco de democrático
hay en estas “instituciones”.
Aún hay margen para enderezar el camino y sacar a los
EEUU de todo esto. El problema es que Biden no es un presidente joven y con la
energía suficiente para poder soportar las presiones que le imprimen los
sectores que bregan por la “israelización” de la política exterior. El tiempo ciertamente
no es su aliado. Su salud no es óptima y ello podría obligarlo en algún momento
a salir de escena de forma permanente y en su reemplazo asumiría Kamala Harris
quien por lo que sabemos, de carácter maleable y una obsecuente más de estos
sectores hará a pie juntillas lo que la
agenda neoconservadora le marque que es lo mismo que decir, lo que Tel Aviv le
sugiera.