sábado, 15 de enero de 2022

 

“PENINSULA DE FUEGO”

¿Por qué Joe Biden no puede despegar a los EEUU de su injerencia en la guerra contra el Yemen?

 

Por Charles H. Slim

Para quienes no olvidamos las promesas de campaña del actual presidente estadounidense, detener la guerra en Yemen era una de ellas ¿Y por qué Biden se había comprometido a ello? Simplemente porque Washington en medio de la administración de Obama había tenido mucho que ver con envalentonar y apoyar a Riad para lanzar su intervención en 2015 que según los cerebros del Pentágono, sería rápida y aplastante.

Uno de los objetivos a conseguir sería la de controlar el estrecho de “Bab Al Mandab” que une el Mar Rojo y el Golfo de Adén, una ruta estratégica para el comercio marítimo global tan importante que China tiene en Dijbuti una base naval de vigilancia permanente, algo que fastidia a Washington.  

Pero como se puede ver, los pronósticos fallaron y lo único que acertaron a medias fue lo aplastante, pero para los sauditas y sus aliados que han sido seriamente vapuleados por las escurridizas guerrillas “Houties”. Esto ha trastocado los intereses de Washington que están viendo cómo se les escurre de las manos la poca influencia geopolítica que por intermedio de la Casa Blanca tienen en la región y en especial con Arabia Saudita que ha venido tomando un notorio acercamiento con Rusia.

Las promesas de los estrategas militares de que la guerra sería breve y no traería consecuencias negativas para La Casa Blanca cayeron en saco roto. Esto es algo que no sorprende a quienes conocen los entretelones de la burocracia del Departamento de Defensa y del Pentágono que se han vuelto tan políticos como a quienes asesoran. En parte fueron los mismos que habían pronosticado que Iraq sería rápidamente controlada y que la guerra en Afganistán no duraría mucho y en ambos casos fueron guerras que no acabaron nunca.

Así es que la preocupación por la paz, la destrucción que estaba causando un estado paria como el saudita, que durante la era Trump se profundizo la asistencia militar (y en inteligencia con el asunto Kashoggi) y el sufrimiento que ha causado con una guerra que no parece terminar nunca, se han ido al caño por el hecho de que, Biden necesita recuperar puntos en su corta pero muy desgastada gestión.

En ese plan y para tratar de recuperar la confianza de Mohamed Ben Salman (MBS) la administración de Biden ha continuado con el suministro de armamento sofisticado (misiles) a Riad bajo el pretexto bastante increíble de que los milicianos “Houties” reciben de Irán, un considerable apoyo en armas. Si bien es cierto de que Teherán proporciona apoyo político y militar a los “Houties” (ya que de no ser así, serían exterminados), en lo que hace a lo armamentístico no va más allá de embarques de fusiles AK-47, medio millar de municiones y los veteranos lanza cohetes RPG-7 que no tienen más precisión y guía que un buen pulso en su operador.

A contrario de esto, EEUU provee a Riad misiles aire-aire y aire tierra con los cuales lleva adelante bombardeos sobre enclaves urbanos. Otra de las provisiones más costosas son los Drones de inteligencia y de ataque que suelen ser derribados por los “Houties”. Pero también se conoce la presencia de grupos especiales y mercenarios de empresas privadas estadounidenses, quienes contratados como mano de obra tercerizada, trabajan codo a codo con células de “Al Qaeda” y obviamente con los regulares del ejército saudita.

Pero lo más preocupante de esta asistencia “convencional”, es la comprobada provisión de bombas con Uranio empobrecido y de dispositivos nucleares tácticos que lanzados desde los cazas sauditas provocan pequeñas detonaciones nucleares controladas con terribles efectos sobre la población. En la provisión de estos últimos ingenios están también sospechados los israelíes quienes desde un tiempo hasta aquí han blanqueado su alianza que mantenían en secreto con Arabia Saudita.

Con esta nueva inconsecuencia, Biden queda como un verdadero mentiroso y complica a los EEUU en una realidad humanitaria desesperante producto de las bestialidades y la saña con la que Riad (por intermedio de estas implicancias) castiga a la población yemení. La hambruna, la falta de agua potable y medicamentos por el embargo que se impone al país árabe recuerda aquellas desesperantes jornadas en que los EEUU y Gran Bretaña entre 1991 a 2003 bloqueaban por tierra, mar y aire a Iraq llegando a causar por falta de medicinas y comida la muerte lenta y agonizante de más de 500.000 niños.

Tal vez Biden tenía sinceras intensiones de terminar con esta guerra ya que, no sería nada bueno para los EEUU que la guerra en el Yemen termine extendiéndose de forma indefinida como Afganistán. Pero dentro de EEUU y más precisamente en el Congreso están los lobbies que presionan para que continúe esta situación. Casualmente son los mismos que inspiraron la “la guerra preventiva” tras la bandera falsa del 11/S y que el ex funcionario del Consejo de Derechos Humanos de la ONU Richard Falk denunció en abril de 2008.

Pero más allá de estos instigadores caseros ¿Quién si se beneficiaría con un escenario así? Así es, usted lo adivino. Israel es quien sacaría mucha ventaja en mantener un caos regional que además de servirle para mantener cautivos a sus socios árabes del golfo (monarquías) y adquirir nuevos clientes para su mercado de armas para usarlas contra los grupos pro-iraníes, le permitiría seguir operando de forma encubierta en el Cuerno de África donde por medio de su inteligencia está promoviendo la inestabilidad en especial contra Sudán y Eritrea.

Para lograr margen de maniobra, Tel Aviv sigue necesitando de EEUU y es por ello que su dependencia aumenta a medida que aumentan sus ambiciones expansionistas.

Sobre esto no hay que perder de vista que se ha oficializado el apoyo de AIPAC a los candidatos presidenciales que sostengan la política del estado de Israel sin importar las consecuencias que ella traiga. El incentivo más poderoso con el que cuentan es sin dudas el dinerario y el del manejo de una gran parte del espectro de medios en los EEUU. También no debe perderse de vista que esta organización y otras de similar naturaleza, además de estos apoyos, trabajan para sabotear a quienes no apoyen al estado de Israel o tan solo se atrevan a cuestionarlo. Como se podrá intuir, poco de democrático hay en estas “instituciones”.

Aún hay margen para enderezar el camino y sacar a los EEUU de todo esto. El problema es que Biden no es un presidente joven y con la energía suficiente para poder soportar las presiones que le imprimen los sectores que bregan por la “israelización” de la política exterior. El tiempo ciertamente no es su aliado. Su salud no es óptima y ello podría obligarlo en algún momento a salir de escena de forma permanente y en su reemplazo asumiría Kamala Harris quien por lo que sabemos, de carácter maleable y una obsecuente más de estos sectores  hará a pie juntillas lo que la agenda neoconservadora le marque que es lo mismo que decir, lo que Tel Aviv le sugiera.

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