“¿QUIEN
DIRIGE LA POLITICA EXTERIOR ARGENTINA?”
La
asunción del presidente Daniel Ortega en Nicaragua fue la oportunidad para que
los sionistas en Buenos Aires movilicen la agenda política de Tel Aviv en la
región. Cuando la verdad es lo último que se busca
Por Pepe Beru
La
asunción del presidente Daniel Ortega llevada a cabo el 10 de enero pasado en
Nicaragua además de molestar al Departamento de Estado norteamericano, removió
las tripas de sus partidarios y obsecuentes acólitos en el resto de la región y
particular en la Argentina donde se agrega el plus de ser el polo de actividad
sionista más influyente del sur del continente.
¿Qué son los sionistas? Son quienes militan el
sionismo, una ideología basado en el nacionalismo judío fundado por el
periodista Austro Húngaro Theodor Herzl en el siglo XIX, piedra angular del
actual estado de Israel. Sus partidarios no necesariamente son judíos y en EEUU
sus partidarios se agrupan en influyentes lobbies como AIPAC. Su espectro
interpretativo se extiende de derecha a izquierda. En Argentina no alcanzan el
grado de influencia de sus colegas norteamericanos, pero comparten la misma visión
de justificar todas las acciones políticas, militares y criminales tendientes a
mantenerlo y a extenderlo a costa de los territorios árabes.
Tanto los liberales anglófilos (camuflados con el
pomposo rotulo de republicanos populares) como los sionistas (judíos y no
judíos) comparten su odio -además de a los árabes y musulmanes- a
quienes (como Venezuela y Nicaragua) van a contra mano de las políticas de Washington
y Londres. Son parte del activo regional de la política de relaciones públicas
de Israel y como tal, juegan su rol en los medios. Además de islamófobos y
racistas consumados con un extenso prontuario en su haber, al mismo tiempo (y
como no podía ser de otra forma) respaldan la estabilidad de Israel, un estado
policial, colonialista y de “Apartheid”[1] que usa todo su poderío
militar contra la población árabe-palestina que sin ese inestimable apoyo
norteamericano (en dinero, cobertura política y armamento) sería inviable.
La particular aversión a los iraníes tiene su
historia. Irán desde 1979 no ha cesado su apoyo a la causa palestina y eso no
agrada a Israel y a sus seguidores. Para peor y con el paso de los años (y tras
la destrucción de Iraq) la república islámica se ha convertido en un actor
regional con peso propio y eso representa un serio obstáculo para las
ambiciones geopolíticas israelíes.
Fue así como la presencia del canciller iraní Mohsen
Rezai en la ceremonia de asunción de mando de Ortega ambas tribus volvieron a
coincidir en su discurso distorsivo y claramente odioso alegando (con una
impostada seguridad de verdad) que dicho funcionario es uno de los “autores”
del atentado de la AMIA de 1994 cuando aún al día de hoy (y salvo por los nada
creíbles informes de inteligencia a los que el fiscal Alberto Nisman se aferraba)
no hay pruebas concretas y verificables que conecten ese ataque con la pista
iraní. Igualmente, la presión que ejerce este sector de lobistas mediáticos que
utiliza seguido el artificioso latiguillo del “antisemitismo” para bloquear
críticas y condenas por los crímenes del estado al que defienden, no pasa
inadvertido.
En el país su activismo es muy fuerte y aunque la
acusación contra Irán no sea real, repetir hasta el hartazgo algo que no es
veraz es una de las tácticas más comunes en la política de relaciones públicas con
las que Israel siempre ha tratado de justificarse ante el mundo. Para ellos, la
culpa la tienen los otros y parece paradójico que sean tan estrictos y esmerados
en ejecutar las tácticas de propaganda que ideo Goebbels[2].
En este marco, el gobierno de Alberto Fernández no
brilla por su poder o determinación política ni mucho menos por su cohesión
ideológica ante los asuntos exteriores y ello lo hace visiblemente débil ante
estas presiones por lo cual, ante la oleada de cuestionamientos de aquellos
sectores debió sacar en forma presurosa un comunicado oficial repudiando la
presencia del funcionario iraní en Nicaragua.
Según los vehementes voceros mediáticos (empleados) de
estos sectores racistas, el funcionario Mohsen Rezai es uno de los “autores del
atentado”, uno de los funcionarios que cuenta con una “alerta roja” de la
Interpol para ser arrestado si se halla fuera de Irán. A pesar de la vehemencia
con la que estos periodistas claman esta versión hay cuestiones en este relato que
no se explican. Las actuales notificaciones rojas no contemplan a ningún
funcionario iraní[3].
Pero si ello fuera realmente así ¿Por qué la interpol que tiene informantes y
fuentes de agencias de inteligencia de todas partes (incluidos a los israelíes),
no lo siguió y monto un operativo para arrestarlo?
Como se dice por acá “esto huele a pescado podrido” y
huele peor por la antigüedad de su podredumbre que ya lleva 27 años. Es por
ello que las descaradas afirmaciones que tratan de reforzar la hipotesis del
fallecido fiscal federal Alberto Nisman (leáse Mossad y CIA) es tan
inconsistente como la de una supuesta camioneta “Renault Traffic” cargada con
explosivos. Y aunque la Corte Suprema avaló esta teoría insustancial cargándosela
sin pruebas a la república Islámica de Irán, ello no es un aval de veracidad y solo
deja de relieve y confirma la extendida desconfianza que existe en la población
hacia una administración de justicia federal históricamente sensible a las presiones
de los servicios de inteligencia (SIDE, hoy AFI) y con jueces obsecuentes a los
gobiernos de turno.
Desde los medios de la capital federal que se enfilan
en una decidida y caustica postura contraria al gobierno, la presencia del
hermano del gobernador del Chaco en la asunción del presidente Ortega fue
suficiente para lanzar sus críticas. Para ello y aprovechado para matar dos
pájaros de un tiro y usando una dialéctica plagada de falsedades, lanzaron su
ponzoña contra el gobierno nicaragüense y contra su invitado de la república
Islámica de Irán (al que despectivamente nombraban como “el iraní”) arengando con
argumentos insustanciales que esto suponía una afrenta a las víctimas de la
AMIA o incluso a la Argentina.
Varios de los familiares de este crimen saben muy bien
que hay detrás de ese discurso anti iraní (que en el fondo es anti islámico) y que
nada tiene que ver con perseguir la verdad y justicia para sus muertos. No
confían en los directivos políticos de instituciones como la DAIA y de muchas
otras que se encolumnan detrás acusándolas sin medias tintas de perseguir
intereses geopolíticos del estado de Israel. No hay que olvidar las promiscuas
relaciones de contubernio entre Carlos Menem y directivos de la DAIA como Rubén
Beraja dirigido a encubrir a los verdaderos perpetradores que estos ávidos
desinformadores obstan recordar.
Incluso hoy ya no es un secreto que horas después del
bombazo de julio de 1994, Tel Aviv (en medio de una fuerte presión interna con
la ultraderecha sionista -entre ellos los colonos- por las
conversaciones de paz con los palestinos) presionó al gobierno argentino para
“unificar las versiones” debiéndose acusar a Irán[4]. Si la orden bajo así,
¿Quiere decir que los israelíes estaban al tanto de quiénes fueron los verdaderos
ejecutores? Y de haber sido así ¿Por qué tanto interés en encubrirlos?
Este pequeño detalle ausente del relato de estos
sectores no lo está para los familiares que siguen buscando la verdad real y no
una excusa política. Todo esto fue denunciado varias veces ante la opinión
pública y fue motivo de una causa por encubrimiento, pero por supuesto, pareciera
pesar más la influencia de la embajada de Israel que este clamor.
Más allá de la inexistencia de evidencias palpables en
las mega causas por los atentados, la mera acusación contra los “iraníes” (como
despectivamente se suele hablar por los medios capitalinos) carece de asidero
no solo a la vista de muchos investigadores no judíos sino incluso de judíos
como el polítologo Carlos Escude quien lo dejo por escrito en su artículo “¡Y
Luis D’Elía tenía razón! El triángulo Argentina-Estados Unidos- Irán”[5]
que además de desenmascarar toda esta charada, causó retorcijones y dolores
de cabeza entre judíos sionistas como sionistas no judíos (que son los más) de
la Argentina.
Agredir de forma verbal y despectiva a los “iraníes”
sigue siendo en estos lugares la táctica para que estos sectores que responden
a una política de un estado que no es el argentino y que tiene finalidades
geopoliticas ya nada ocultables, hacen entrever que además de obvios, estos
sectores están desesperados por no lograr sus propósitos como ha sido y siguen
aún intentando, aislar a Irán del concierto internacional, en particular en sus
relaciones con Latinoamérica. El fin último es debilitarlo en el escenario regional
del Oriente Medio ya que es el un obstáculo para Tel Aviv en su carrera por
expandirse territorialmente.
[1]
DW.com. HRW acusa a Israel por "crimen de apartheid" contra
palestinos, 27 de abril 2021, https://www.dw.com/es/hrw-acusa-a-israel-por-crimen-de-apartheid-contra-palestinos/a-57345462
[2] “Si
dices una mentira suficientemente grande y la sigues repitiendo, la gente eventualmente
llegará a creerla. La mentira sólo puede mantenerse durante el tiempo que el
Estado puede proteger a las personas de las consecuencias políticas, económicas
y/o militares de la mentira. Así, resulta de vital importancia para el Estado
utilizar todos sus poderes para reprimir la disidencia, porque la verdad es el
enemigo mortal de la mentira, y por extensión, la verdad es el mayor enemigo
del Estado”.
[3]
Sitio oficial de Interpol. https://www.interpol.int/es/Como-trabajamos/Notificaciones/Ver-las-notificaciones-rojas
[4]
Informe del CELS. https://www.cels.org.ar/web/wp-content/uploads/2017/07/Argentina.pdf
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