jueves, 13 de enero de 2022

 

“¿QUIEN DIRIGE LA POLITICA EXTERIOR ARGENTINA?”

La asunción del presidente Daniel Ortega en Nicaragua fue la oportunidad para que los sionistas en Buenos Aires movilicen la agenda política de Tel Aviv en la región. Cuando la verdad es lo último que se busca

Por Pepe Beru

La asunción del presidente Daniel Ortega llevada a cabo el 10 de enero pasado en Nicaragua además de molestar al Departamento de Estado norteamericano, removió las tripas de sus partidarios y obsecuentes acólitos en el resto de la región y particular en la Argentina donde se agrega el plus de ser el polo de actividad sionista más influyente del sur del continente.

¿Qué son los sionistas? Son quienes militan el sionismo, una ideología basado en el nacionalismo judío fundado por el periodista Austro Húngaro Theodor Herzl en el siglo XIX, piedra angular del actual estado de Israel. Sus partidarios no necesariamente son judíos y en EEUU sus partidarios se agrupan en influyentes lobbies como AIPAC. Su espectro interpretativo se extiende de derecha a izquierda. En Argentina no alcanzan el grado de influencia de sus colegas norteamericanos, pero comparten la misma visión de justificar todas las acciones políticas, militares y criminales tendientes a mantenerlo y a extenderlo a costa de los territorios árabes.

Tanto los liberales anglófilos (camuflados con el pomposo rotulo de republicanos populares) como los sionistas (judíos y no judíos) comparten su odio -además de a los árabes y musulmanes- a quienes (como Venezuela y Nicaragua) van a contra mano de las políticas de Washington y Londres. Son parte del activo regional de la política de relaciones públicas de Israel y como tal, juegan su rol en los medios. Además de islamófobos y racistas consumados con un extenso prontuario en su haber, al mismo tiempo (y como no podía ser de otra forma) respaldan la estabilidad de Israel, un estado policial, colonialista y de “Apartheid”[1] que usa todo su poderío militar contra la población árabe-palestina que sin ese inestimable apoyo norteamericano (en dinero, cobertura política y armamento) sería inviable.

La particular aversión a los iraníes tiene su historia. Irán desde 1979 no ha cesado su apoyo a la causa palestina y eso no agrada a Israel y a sus seguidores. Para peor y con el paso de los años (y tras la destrucción de Iraq) la república islámica se ha convertido en un actor regional con peso propio y eso representa un serio obstáculo para las ambiciones geopolíticas israelíes.

Fue así como la presencia del canciller iraní Mohsen Rezai en la ceremonia de asunción de mando de Ortega ambas tribus volvieron a coincidir en su discurso distorsivo y claramente odioso alegando (con una impostada seguridad de verdad) que dicho funcionario es uno de los “autores” del atentado de la AMIA de 1994 cuando aún al día de hoy (y salvo por los nada creíbles informes de inteligencia a los que el fiscal Alberto Nisman se aferraba) no hay pruebas concretas y verificables que conecten ese ataque con la pista iraní. Igualmente, la presión que ejerce este sector de lobistas mediáticos que utiliza seguido el artificioso latiguillo del “antisemitismo” para bloquear críticas y condenas por los crímenes del estado al que defienden, no pasa inadvertido.

En el país su activismo es muy fuerte y aunque la acusación contra Irán no sea real, repetir hasta el hartazgo algo que no es veraz es una de las tácticas más comunes en la política de relaciones públicas con las que Israel siempre ha tratado de justificarse ante el mundo. Para ellos, la culpa la tienen los otros y parece paradójico que sean tan estrictos y esmerados en ejecutar las tácticas de propaganda que ideo Goebbels[2].

En este marco, el gobierno de Alberto Fernández no brilla por su poder o determinación política ni mucho menos por su cohesión ideológica ante los asuntos exteriores y ello lo hace visiblemente débil ante estas presiones por lo cual, ante la oleada de cuestionamientos de aquellos sectores debió sacar en forma presurosa un comunicado oficial repudiando la presencia del funcionario iraní en Nicaragua.

Según los vehementes voceros mediáticos (empleados) de estos sectores racistas, el funcionario Mohsen Rezai es uno de los “autores del atentado”, uno de los funcionarios que cuenta con una “alerta roja” de la Interpol para ser arrestado si se halla fuera de Irán. A pesar de la vehemencia con la que estos periodistas claman esta versión hay cuestiones en este relato que no se explican. Las actuales notificaciones rojas no contemplan a ningún funcionario iraní[3]. Pero si ello fuera realmente así ¿Por qué la interpol que tiene informantes y fuentes de agencias de inteligencia de todas partes (incluidos a los israelíes), no lo siguió y monto un operativo para arrestarlo?

Como se dice por acá “esto huele a pescado podrido” y huele peor por la antigüedad de su podredumbre que ya lleva 27 años. Es por ello que las descaradas afirmaciones que tratan de reforzar la hipotesis del fallecido fiscal federal Alberto Nisman (leáse Mossad y CIA) es tan inconsistente como la de una supuesta camioneta “Renault Traffic” cargada con explosivos. Y aunque la Corte Suprema avaló esta teoría insustancial cargándosela sin pruebas a la república Islámica de Irán, ello no es un aval de veracidad y solo deja de relieve y confirma la extendida desconfianza que existe en la población hacia una administración de justicia federal históricamente sensible a las presiones de los servicios de inteligencia (SIDE, hoy AFI) y con jueces obsecuentes a los gobiernos de turno.

Desde los medios de la capital federal que se enfilan en una decidida y caustica postura contraria al gobierno, la presencia del hermano del gobernador del Chaco en la asunción del presidente Ortega fue suficiente para lanzar sus críticas. Para ello y aprovechado para matar dos pájaros de un tiro y usando una dialéctica plagada de falsedades, lanzaron su ponzoña contra el gobierno nicaragüense y contra su invitado de la república Islámica de Irán (al que despectivamente nombraban como “el iraní”) arengando con argumentos insustanciales que esto suponía una afrenta a las víctimas de la AMIA o incluso a la Argentina.

Varios de los familiares de este crimen saben muy bien que hay detrás de ese discurso anti iraní (que en el fondo es anti islámico) y que nada tiene que ver con perseguir la verdad y justicia para sus muertos. No confían en los directivos políticos de instituciones como la DAIA y de muchas otras que se encolumnan detrás acusándolas sin medias tintas de perseguir intereses geopolíticos del estado de Israel. No hay que olvidar las promiscuas relaciones de contubernio entre Carlos Menem y directivos de la DAIA como Rubén Beraja dirigido a encubrir a los verdaderos perpetradores que estos ávidos desinformadores obstan recordar.

Incluso hoy ya no es un secreto que horas después del bombazo de julio de 1994, Tel Aviv (en medio de una fuerte presión interna con la ultraderecha sionista -entre ellos los colonos- por las conversaciones de paz con los palestinos) presionó al gobierno argentino para “unificar las versiones” debiéndose acusar a Irán[4]. Si la orden bajo así, ¿Quiere decir que los israelíes estaban al tanto de quiénes fueron los verdaderos ejecutores? Y de haber sido así ¿Por qué tanto interés en encubrirlos?

Este pequeño detalle ausente del relato de estos sectores no lo está para los familiares que siguen buscando la verdad real y no una excusa política. Todo esto fue denunciado varias veces ante la opinión pública y fue motivo de una causa por encubrimiento, pero por supuesto, pareciera pesar más la influencia de la embajada de Israel que este clamor.

Más allá de la inexistencia de evidencias palpables en las mega causas por los atentados, la mera acusación contra los “iraníes” (como despectivamente se suele hablar por los medios capitalinos) carece de asidero no solo a la vista de muchos investigadores no judíos sino incluso de judíos como el polítologo Carlos Escude quien lo dejo por escrito en su artículo “¡Y Luis D’Elía tenía razón! El triángulo Argentina-Estados Unidos- Irán”[5] que además de desenmascarar toda esta charada, causó retorcijones y dolores de cabeza entre judíos sionistas como sionistas no judíos (que son los más) de la Argentina.

Agredir de forma verbal y despectiva a los “iraníes” sigue siendo en estos lugares la táctica para que estos sectores que responden a una política de un estado que no es el argentino y que tiene finalidades geopoliticas ya nada ocultables, hacen entrever que además de obvios, estos sectores están desesperados por no lograr sus propósitos como ha sido y siguen aún intentando, aislar a Irán del concierto internacional, en particular en sus relaciones con Latinoamérica. El fin último es debilitarlo en el escenario regional del Oriente Medio ya que es el un obstáculo para Tel Aviv en su carrera por expandirse territorialmente.



[1] DW.com. HRW acusa a Israel por "crimen de apartheid" contra palestinos, 27 de abril 2021, https://www.dw.com/es/hrw-acusa-a-israel-por-crimen-de-apartheid-contra-palestinos/a-57345462

[2] “Si dices una mentira suficientemente grande y la sigues repitiendo, la gente eventualmente llegará a creerla. La mentira sólo puede mantenerse durante el tiempo que el Estado puede proteger a las personas de las consecuencias políticas, económicas y/o militares de la mentira. Así, resulta de vital importancia para el Estado utilizar todos sus poderes para reprimir la disidencia, porque la verdad es el enemigo mortal de la mentira, y por extensión, la verdad es el mayor enemigo del Estado”.

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