“DETRÁS
DE LA CRISIS”
¿Cuáles
son los estratos de interés que subyacen en el asunto de Ucrania?
Por Charles H. Slim
Se
suele decir que los chinos interpretan a la palabra crisis como una
“oportunidad” y eso no debiera ser una mala forma de ver las cosas, pero como
siempre, todo es relativo y debe verse cuál es la situación, quiénes y cuáles
son las intensiones para aprovechar esa oportunidad.
La crisis que se vive en torno a Ucrania supone algo
así. Desde hace un mes la situación en esta región se ha estancado en un
diálogo de sordos que conlleva a una guerra de nervios y eso es muy peligroso.
Washington y sus socios británicos bregan por entrar en Ucrania para que sea
parte de la OTAN pero sus intensiones van más allá del interés de Kiev y
claramente amenazan a la integridad y la seguridad de Rusia quien pese a
reclamar garantías de frenar estas ambiciones de expansión, aún no hay
respuestas.
Sacando el folklore y la mera propaganda política de
Washington sobre su interés por Ucrania que los medios de occidente se encargan
de amplificar, hay cuestiones reales y bien disimuladas que son las que mueven
a los anglosajones para apostar a riesgo de causar un holocausto nuclear. Esto
es en apariencias, pero ¿Acaso cree que EEUU y sus socios de la OTAN asumirían
la responsabilidad por una guerra?
Dice un dicho “el interés es la medida de la acción” y
este sin dudas se aplica perfectamente a lo que Washington y sus colegas
británicos pretenden llevar a cabo sobre Eurasia y en particular sobre Ucrania.
Aquí no está en juego ni la democracia ni la libertad
de los ucranianos ni mucho menos, la amenaza de una posible invasión rusa. Hay
que separar la paja del trigo y ver con frialdad cuáles son los factores que se
mueven por detrás. Este despliegue tiene dos motivaciones que se explican por
un factor en común: el dinero. Los negocios de las armas y el gas licuado
parecen la clave en todo esto.
El presidente ucraniano Volodymir Zelensky parece
haberse dado cuenta de esto y fue por ello que llamó a su pueblo para que no
entre en pánico y a su vez, a sus “amigos occidentales” para que bajen el tono
alarmista con el que estaban preocupando a toda la población. Sin dudas que
esta posición de Zelensky cayó muy mal en Washington y en particular entre los
“halcones” del neocon quienes ante semejante desaire no dudarían en sacarlo del
medio a la primera de cambio.
No es una exageración. Se trata de gente muy peligrosa
que no duda en orquestar una componenda creando enemigos (reales o imaginarios)
en la que sin importar que muera gente inocente, logren cumplir con sus
objetivos (como fue PNAC). Son conocidos como los partidarios de la guerra y en
esa militancia, son precisamente los lobistas más influyentes de la portentosa industria
armamentística estadounidense (Lockheed Martin, Raytheon, Northrop y General
Dynamics) que logran facturar con cada guerra que se genera, ganancias
billonarias de uno y otro lado.
Desde los últimos 30 años hasta esta parte la guerra
ha sido una de las fuentes de ingresos nada despreciables para EEUU.
No hay secreto en esto y hoy por hoy, tras las
calamidades que ellos han desatado en el mundo, EEUU se ve seriamente cuestionado
como una nación con los valores que alguna vez representó. Y sino pregúntese
¿Puede una nación que dice respetar los derechos humanos y la democracia,
invadir otros países y causar todo tipo de crímenes de guerra y lesa humanidad?
Y en lo que respecta a Ucrania ¿Puede hablar de legalidad cuándo en febrero de
2014 su entonces sub Secretaria de Estado Victoria Nuland fue pillada en una
conversación telefónica con el embajador en Kiev Geoffrey Pyatt refiriéndose a
los principales involucrados del golpe (entre ellos Jeff Feltman operando
dentro de la ONU) que se produciría en Maidan?
Tampoco hay que olvidar que en aquella conversación telefónica,
Nuland mencionó al actual Asesor de Seguridad Nacional Jake Sullivan y al mismo
Joe Biden diciendo que este último “el estaba dispuesto” ¿a llevar adelante el
golpe? Estos son hechos incontrastables que no pueden pasarse por alto para
entender lo que realmente ocurre allí.
Actualmente estamos viendo como este sector oscurantista
de la política norteamericana trata de imponer su agenda con una dinámica
ganancial similar a la que usaron para impulsar y justificar la “lucha contra
el terror”, las invasiones sobre Afganistán, Iraq y las intervenciones sobre
Libia, Yemen y Siria. Dentro de esta dinámica siniestra, juegan actores de
negocios multimillonarios quienes al mismo tiempo benefician a los bolsillos de
muchos políticos en Washington y Londres.
Las contratistas de la defensa se restriegan las manos con las
potenciales ganancias que surgirían de una guerra con Rusia o incluso, de una
potencial segunda guerra fría.
También las empresas de seguridad privada (mercenarios
de BLACKWATER; Triple Canopy, GS4 entre otras) esperan sacar buenos réditos de
todo esto. Aunque ya se sabe, estas empresas ya venían operando desde tiempo
atrás, el agravamiento de la situación les redundara en beneficios ya que
suelen ser empleados para acciones negras en las que los gobiernos no deben
aparecer involucrados.
El segundo motivo, es cortar el flujo del gasoducto “North
Stream 2” que atraviesa el Mar Báltico y con ello arruinar el ingreso que Rusia
obtiene por su provisión de gas a la UE y suplantarlo con la venta de gas
licuado estadounidense. Queda claro que algún intento de sabotaje o incidente -simulado
como un accidente- que corte este suministro causaría una guerra.
Suena insano y hasta ilógico pero es real. Lo dijo el
senador republicano Mark Dankoff en un diario iraní el 22 de enero pasado
cuando afirmó que sería una estupidez entrar en guerra con Rusia.
A la vista de cualquiera surge estúpido. Pero los
últimos 27 años hasta esta parte dan muestra de lo que la política exterior de
Washington ha causado para millones de personas. Incluso el mismo jefe del
Pentágono Lloyd Austin salió a poner paños fríos al decir que el conflicto no
es inevitable tratando de explicar que todavía hay lugar para un arreglo
diplomático. Pero esto no sirve a los propósitos de los neoconservadores. Solo
queda por esperar que no se produzca algún extraño evento que dispare un
enfrentamiento.