“LOS DOBLECES DEL ESTADO”
¿Qué significó la cadena nacional del
presidente Fernández? ¿Acaso un desesperado intento de lavarle la cara a una
Cristina Fernández que se sabía condenada o una verdadera preocupación por el descontrol
interno?
Por Javier
B. Dal
Hasta antes de que terminara la guerra de
Malvinas en 1982, los servicios de inteligencia formaban parte del sistema de
seguridad nacional de la República Argentina. No solo estaba la archi conocida
y super corrupta “Secretaría de inteligencia” conocida como la SIDE (hoy AFI) a
cargo de la “inteligencia civil” sino que cada fuerza tenía a su cargo sus
propios organismos especializados.
La derrota en la guerra
contra los ingleses en 1982 fue solo el inicio del desguace de estas áreas. La
clase política favorecida por esta desgracia de la que Margaret Thatcher se
jactó sin inmutarse y apoyados por las nuevas políticas que se trazaban desde
Washington (prescindiendo de las dictaduras militares), llevó a que el gobierno
de Raúl Ricardo Alfonsín pintado como “el adalid de la democracia” diera inicio
(en beneficio de Londres) a una lenta y tortuosa tarea por destruir a las FFAA
y a sus ramas especiales como es la inteligencia. Sumado a esto, la cooptación ideológica
y la penetración clientelar en tan sensible área la volvieron con mucha más razón
en “verdaderas cloacas del estado”. El problema de esto último es que nadie
sabe hasta donde se extienden.
Las consecuencias de
todo ello llegan a nuestros días y claramente hoy se puede intuir que (a pesar
de la masividad de vías de información) nadie sabe nada de nada, la información
es una mercancía preciada que manejan algunos grupúsculos orgánicos e
inorgánicos que en teoría trabajan para el estado pero que en sus acciones
están al servicio del mejor postor avanzando groseramente sobre los derechos y
libertades de los ciudadanos.
La seguridad del estado
a cargo de las agencias de inteligencia, fue convertida en una herramienta de
“trabajos” para los gobiernos de turno llevándolas a su progresiva degradación.
Sin objetivos estratégicos y contaminadas por los partidismos pasaron a
escuchar y espiar a los ciudadanos y periodistas que pudieran molestar a los
intereses que transitoriamente sirvan. Así, las pinchaduras de teléfonos de
línea fija con pinzas cocodrilo o instalaciones falsas montadas en postes
adyacentes por tipos disfrazados de empleados de la vieja empresa estatal “Entel”
o la “Telefónica” de las épocas de Alfonsín y Menem son cosas del pasado.
Fue con el gobierno de
CFK y con la progresiva utilización de teléfonos digitales cada vez más
novedosos y el crecimiento de la red de internet, fue que se insertaron sofisticados
elementos y medios de espionaje provistos por agencias especializadas en
intrusar la intimidad de las personas. Uno de estos recursos fue la adquisición
de “SoftWare” que permiten interceptar y manipular un teléfono celular sin que
el usurario lo note. No es algo curioso, es un hecho que se vio muy claro con
las escuchas, las extorsiones y los “carpetazos” que la SIDE hacía contra los
opositores. Cuando CFK cayó en desgracia, esos mismos “servicios” proveyeron
escuchas que ni la misma ex presidente creía que estuvieran grabadas y fue así
como se expondrían las charlas con sus funcionarios y colaboradores cercanos derrumbando
todo su andamiaje de corruptela clientelar en la obra pública.
La llegada del
anglófilo gobierno de Macri en 2016 no cambio nada, solo profundizo la
penetración de las agencias de inteligencia externas en un muy podrido submundo
de lo que quedaba de la inteligencia nacional. Sin exagerar tal es la situación
que se puede deducir que no hay sector de las fuerzas de seguridad nacional que
no estén coladas por informantes del MI6, DGSE y como no, de la CIA y el Mossad
a quienes Néstor Kirchner (revolucionario de cartón pintado) y su gobierno de
setentistas trasnochados -por intermedio del fiscal Alberto Nisman- permitieron
involucrarse en la causa AMIA.
Precisamente fue el gobierno
de Mauricio Macri y mediante la gestión de su ministra de seguridad interior
Patricia Bullrich que (aunque hoy se haga la sorprendida) adquirió los SoftWare
“Pegasus” y “Saifan” provistos por la empresa israelí NOS (y que son usados por
Tel Aviv incluso dentro de EEUU), que bajo el rótulo de “Ciberseguridad”, están
destinados a interceptar toda clase de comunicación electrónica. El incidente
del submarino “ARA San Juan” en 2017 puso en evidencia la operatividad de estos
sofisticados recursos para espiar a los familiares de los submarinistas algo
que sigue siendo investigado por la justicia.
La cadena presidencial
del 5 de diciembre pasado además de inédita (por la cuestión que trató) vino
precisamente a denunciar el descubrimiento de charlas telefónicas y un sospechoso
encuentro entre empresarios de medios, funcionarios judiciales y políticos de
la oposición con el terrateniente británico Joe Lewis en su estancia en Lago
Escondido. La forma de cómo se consiguió esa información revela la intervención
de sofisticados medios como los adquiridos a Israel. De ser cierto esto, por un
lado reafirma el carácter anglófilo que tiene la oposición que de continuo y
por intermedio de los medios capitalinos tratan de ridículo y por el otro, que
el gobierno de Fernández también se sirve de los mismos medios.
La revelación de este
evento y más allá de lo que en el se halla hablado, deja bien en claro que solo
pudo ser conocido por el operar de “manos profesionales” y puestas en
conocimiento al gobierno de forma. Pero aunque el presidente Fernández se hizo
el sorprendido por la novedad y halla presumido un anonimato de las fuentes de
esta información, queda claro que aquello fue un trabajo de los servicios del
estado al cual él administra. Cualquiera que vive aquí sabe que eso tiene olor
raro y mucho más considerando las circunstancias.
A un día de que los
tribunales federales sentenciaran a seis años de prisión con inhabilitación
perpetua para ocupar cargos públicos contra la vicepresidente Cristina
Fernández, la divulgación de semejante evento (para algunos completamente
inventado), en el cual se ven involucrados jueces y sacado al conocimiento
público de forma masiva por cadena nacional por el mismo presidente Alberto
Fernández, es demasiado obvio para creerlo casual. Por más que el presidente haya querido darle
un carácter “casual” a estas supuestas revelaciones esta muy clara la mano
profesional y bien equipada de alguna agencia que aunque fuere gubernamental, evidentemente
el presidente no controla.
Va quedando claro que
los políticos argentinos (tanto en el gobierno como la oposición) se van
adaptando a la salvaje realidad política internacional marcada por la “moral de
situación” y como sucede en todos los países, tanto en EEUU como en Turquía o
Rusia como China, la tecnología invasiva utilizada por los servicios de
inteligencia y puesta al servicio de los propios intereses de esos gobiernos o
de ciertos partidos en una circunstancia determinada, es una realidad que hace
tiempo ha superado todo límite a la imaginación y que deja a todos ilegalmente expuestos
en su intimidad.