UN FALSO ESTADO DE CALMA
¿Cómo podría interpretarse las amenazas de Yoav Gallant al Líbano y a
la resistencia árabe libanesa Hesbolá?
Por Charles
H. Slim
Mientras en la Cizjordania ocupada, los colonos judíos siguen atacando e incendiando casas palestinas mientras los grupos especiales israelíes y los militares irrumpen en los campamentos de refugiados y asesinan impunemente a militantes de la resistencia palestina y llevan adelante toda clase d atropellos contra los civiles, en el borde norte fronterizo con el Líbano, esos mismos militares de la FDI mantienen muy bien escondidas sus cabezas detrás de las fortificaciones y sus vehículos blindados porque saben muy bien que Hezbolá vigila y responderá a la mínima provocación.
Tras
cumplirse un nuevo aniversario de la guerra del 2006 y en la cual Israel salió
magullado militar y políticamente, el actual régimen sionista de ultraderecha
religiosa ha estado tratando de crear provocaciones en el sur del Líbano en
especial sobre la llamada línea verde que se halla bajo supervisión de Naciones
Unidas.
En 17 años
de aquella guerra, ha pasado de todo en la zona neutral. Durante todo ese
tiempo los intentos de equipos especiales israelíes para infiltrarse en la zona
han fracasado gracias a las contramedidas de Hesbolá y es de allí donde nace la
impotencia de la elite sionista en Tel Aviv que se repotencia por la
humillación en 2006.
La última
de estas provocaciones salieron de la boca del ministro de defensa israelí el
ex general Yoav Gallant quien tras una visita la frontera norte de la Palestina
ocupada sintéticamente amenazó al movimiento de resistencia libanesa de “volver
al Líbano a la era de piedra” en alusión al poder destructivo con que cuenta el
estado sionista y que sin dudas lo utilizaría, recordando que una expresión similar
que el presidente estadounidense George H. Bush en 1990 se jactó de que “regresaría
a la era de las piedras a Iraq” -en realidad fue el Secretario de Estado
James Baker amenazando a su homólogo iraquí Tarik Asis en la cumbre del 8 de
enero de 1991- algo que su hijo (George W. Bush) concretaría en parte en
2003.
Como era de
esperar, los Bush conocidos sionistas dentro del espectro político
estadounidense no era de extrañar que los israelíes usufructuaran con
entusiasmo esta trágica frase. Cuatro años después de la guerra, un ministro
israelí afirmaba que si un solo misil de Hesbolá tocaba a Israel destruirían la
infraestructura de Siria y la “devolvería a la edad de piedra”.
En noviembre de 2012 en medio de una desmedida y brutal ofensiva de las FDI sobre Gaza el entonces ministro del interior israelí Eli Yishai comentó que “esperaba devolver a la Franja a la edad Media”. Esta clase de comentarios (además de las intenciones que revelan) son parte de un prejuicio muy común entre los sionistas basado en un claro racismo muy instalado en la sociedad israelí y que los jerarcas israelíes sintetizan con la creencia de que la vida de los árabes y en particular la de los palestinos es “barata”.
Ese
relativismo en el valor de la humanidad se ha visto hasta el hartazgo, quedando
patente en como los medios occidentales han estado ponderando con detestable y
clara desigualdad la muerte de israelíes de la de los árabes.
Pero como
lo señalan varias fuentes israelíes, las amenazas de Gallant no son creíbles y
justifican las risas del líder Sayed Hassan Nasrallah al escuchar las bravatas.
Además, los libaneses y en particular los chiitas de Hesbolá no tienen miedo al
enfrentamiento.
El experto
en asuntos de seguridad nacional Kobi Marom ha dejado entrever que las amenazas
de Gallant no se ajustan a la realidad. Como señaló para un medio israelí “son
amenazas vacías” ya que según este asesor “cuando se amenaza militarmente a la
otra parte, debe ser creíble” y en las actuales circunstancias eso no es así.
En igual sentido se expresaron otros funcionarios israelíes señalando que una
guerra con la actual situación de potencialidad de la resistencia
árabe-islámica y las consecuencias que conllevaría sería para los israelíes
simplemente intolerable.
Y este
último señalamiento se centra en la población israelí que no estaría a salvo de
una respuesta aplastante de los variados tipos de misiles con los que cuenta
Hezbolá que cobraría un precio en vidas que terminaría con el gobierno de
Netanyahu y sus extremistas supremacistas.
Pero más
allá de las opiniones israelíes, la situación del Líbano y de Hesbolá en
particular no permiten tomar enserio estas amenazas incluso, si incluso Israel
solo se contentara con un ataque masivo con la esperanza de destruir a la
resistencia chiita para que no responda, ello es improbable y por ello no
podría detener las consecuencias de los misiles que no puedan ser interceptados
y de la flota de Drones kamikaze con los que contaría.
Incluso si
Israel realizara un golpe sorpresivo y artero contra el Líbano, la respuesta
táctica de Hesbolá podría ser más dañina y costosa para la infraestructura
estratégica israelí que la masacre que los israelíes cometerían contra la
civilidad libanesa. Los jefes militares pero en especial de la inteligencia
militar y del Mossad saben que el reactor nuclear de “Dimona” está a tiro de
los misiles y que no hay garantías que la “cúpula de hierro” los pueda detener
a todos.
Pero ese
solo sería una de las consideraciones para preocuparse. No solo sería el
reactor lo que volaría sino los silos y los arsenales con ojivas nucleares bajo
tierra que Israel almacena y que la Organización Internacional de Energía
Atómica hace la vista gorda.
Las
especulaciones sobre el “por qué” Gallant y los sionistas de la extrema derecha
buscan excusas para provocar al Líbano y en especial a Hesbolá podrían estar
asentadas en la crisis política interna que esta arrinconando a Netanyahu y a
su gabinete supremacista judío. También hay algunas sospechas de que se este
buscando complicar la situación de Rusia en Siria, visto que Israel es un
aliado de EEUU.
Pero si nos
quedamos con la primera especulación y aunque una guerra podría ser la excusa perfecta
para distraer y unir a una sociedad israelí fragmentada, también podría ser el
comienzo del fin para un estado que se está desmoronando lentamente.