CON EL CULO VENDIDO
¿Por qué el batacazo electoral de Javier Milei es una demostración de
la caducidad de la partidocracia argentina y todo el sistema que lo sustenta?
Igualmente eso no significa independencia geopolítica
Por
Javier B. Dal
No debe haber mejor frase que la del título, para describir cómo se halla el gobierno y toda la clase política argentina. Tras la brutal devaluación implementada el lunes pasado, el gobierno de Alberto Fernández comenzó un rápido descenso a los infiernos (en especial al de 1989) que hoy se graficaría con una simple pregunta ¿Dónde está el presidente? En realidad, poco o nada importa eso.
La
Argentina es un país completamente condicionado, sin horizontes de desarrollo y
por ello sin una libertad real para poder trazar una verdadera reestructuración
atendiendo a sus propios intereses, que lo lleve a un paulatino mejoramiento
macroeconómico y así a la tan mencionada potencialidad. La deuda con el FMI no
es la única causa de esta desgracia. El descalabro ya venía de antes y mucho
tuvo que ver -especialmente en los últimos veinte años- el denominado
“Kirchnerismo” que a propósito muchos también se preguntan ¿Dónde está Cristina
Fernández?
El tiempo
parece haberse detenido y los mismos argentinos aún no han caído en cuentas de
la situación en la que se encuentran. Con un ministro de economía artífice del
caos económico y pese a ello con ambiciones presidenciales alimentadas por una parte
de la ciudadanía, pone de relieve las inconsistencias que perviven en su
sociedad. Es la hora de una cruda verdad
que reviste a su realidad y para peor, una que no tiene soluciones inmediatas
como las que prometen los políticos.
El “verso”
al que acostumbran los políticos para persuadir a los electores en búsqueda de
su voto o también el artilugio discursivo conocido como “saraza” para rellenar
con un montón de argumentos sin sentido un discurso que no dice nada, ha sido
posible por la pasmosa tolerancia de los argentinos. Y así han ido pasando
estos 40 años de gobiernos que bajo la chapa de “democracia” han expoliado, desarmado
y destartalado al estado nación.
Tema
central en este desmonte del estado-nación es haber matado al nacionalismo bien
entendido (Tarea que los medios y los “liberaloides” intelectuales se hicieron
cargo), aclarando que el Kirchnerismo y el mismo peronismo que se reconvirtió
en eso no son nacionalistas. Su real denominación es “Cuentapropistas”, que
hicieron sus dineros a costa del estado que si lo vemos a la luz de su
verdadero sentido de este término parece una contradicción. Y si no pregúntense
¿Quiénes manejan los asuntos estratégicos del país? O más bien, tal como están
las cosas lo que habría de preguntarse es ¿Existen estos asuntos?
La
respuesta es clara y las explicaciones sobran. El país navega a la deriva en medio
del choque entre el moribundo unilateralismo angloestadounidense y el
multilateralismo chino-ruso que se materializa en una cruenta guerra en Ucrania.
Si esos asuntos existieran en la esfera gubernamental el presidente tendría una
agenda ocupada tratando temas trascendentales para la nación (energía, defensa
y seguridad, relaciones internacionales) y no estaría en nimiedades como
inauguraciones de alguna calle en el Cono urbano bonaerense, universidades o
colegios.
Todas esas
promesas se han ido acumulando año tras año, década tras década, elección tras
elección y el tiempo para hacer un país viable ya se acabó. A partir de ahora
comienza una era de sacrificios y de obligaciones que los argentinos no podrán
eludir si quieren vivir con dignidad y ajustada a la cambiante realidad
geopolítica.
El futuro
ya está aquí, esto a cuento de ese dicho de Juan Perón que los políticos
argentinos suelen citar dos por tres y que reza “el 2000 no hallará unidos o
dominados” sin necesidad de tener que aclarar en qué estado se hallan hoy los
argentinos. En este contexto las preguntas se vuelven inevitables: ¿Qué tan
atrasado y descontextualizado de la realidad global se halla el país? y ¿Quiénes
son los responsables de este atraso y de la actual crisis?
La deuda contraída
con el FMI no es solo culpa del gobierno de los CEOs de Macri. El mismo
Mauricio Macri reconoció su error aunque ello sea un mero consuelo que no lo
excusa de su responsabilidad, pero los actuales sucesores (con 20 años de
Kirchnerismo a sus espaldas) no hicieron nada para atender y mejorar la
situación, solo encontraron excusas para no hacer nada y en algunos casos, la
empeoraron.
Pero
tampoco estos últimos son los únicos culpables de la actual situación. Los
radicales con Alfonsín a la cabeza inauguraron esta era calamitosa de ineficiencias,
negociados y corruptelas que Carlos Menem remozará con un poco de maquillaje
neoliberal y que se caerá definitivamente en su segundo periodo. Los 20 años de
Kirchnerismo, como nueva versión del peronismo progresista, terminaron siendo
los clavos del ataúd de la Argentina.
De aquí en
adelante todo esta para cambiar. Si lo vemos desde el llano, es una oportunidad
histórica para los argentinos de ser protagonistas de una renovación dirigencial
que a su vez, propongan nuevas ideas y el ímpetu para el trabajo que llevara
levantar un nuevo país con todo lo que ello significa. El tema es ¿Será con
Milei, con Massa o Bullrich?
Adelanto
que con cualquiera de ellos y esperando soluciones a temas económicos y
seguridad, implicarán el involucramiento (cada uno con diferentes grados) de Washington,
Londres y Tel Aviv que vienen con agendas para beneficio propio dejando en
evidencia que no han aprendido nada.
Pero el nudo
gordiano del problema argentino pasa por un sobredimensionamiento en el empleo
público, controles ineficientes (o más bien corrompidos) en el gasto asignado a
este propósito que obliga a una ingeniería impositiva asfixiante lo que a su
vez aplasta las iniciativas de quienes no viven a la sombra de un estado que se
convirtió en una bolsa de trabajo. Así se crearon ministerios, direcciones,
secretarías y plantas de funcionarios que no tienen propósitos reales y que
simplemente están para cobrar sueldos. Los ejemplos de esta burocracia inútil
se pueden ver en cualquier municipio de la provincia de Buenos Aires y eso se
traduce en otra dimensión en la nación. Cambiar esta situación es algo que no
se discute por fuera del Kirchnerismo, el problema es cómo hacerlo.
Si
atendemos al “batacazo” electivo del 13 de agosto pasado, la respuesta a esa
pregunta la tendría el libertario Javier Milei aunque eso es muy temprano para
evaluar como algo certero. Más allá de las poses, los gritos, las nebulosas
inspiraciones teológicas de dudosa espiritualidad (que encubren en parte
intereses de otros estados), hay un gran asunto político-jurídico que Milei y
su gente no pueden omitir y eso se refiere a un estado colonizado por organismos
superpoblados (CONICET, Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad,
Consejos de la Magistratura, etcetc) con empleados ideologizados y cargos que
no tienen propósito.
Estos
despilfarros han sido en desmedro de la infraestructura y de los sectores estratégicos
con los cuales el país podría haber contra restado la actual crisis de
alimentos y energía surgida de una lucha geopolítica.
Cortar esa
canilla de recursos implicará la reasignación inmediata a objetivos
prioritarios del estado para que funcione. Antes deberán allanar el camino
legal ya que (como dice Milei) “con una podadora” no alcanzará.
Si se trata
de desanudar esta maraña legal que se entremezcla con aspectos laborales y la
inamovilidad que caracteriza al empleo público hará falta imaginación, audacia
y un valor político que como ya quedo comprobado, no se encuentra entre las
fuerzas políticas y los dirigentes que desde hace 40 años se han alternado en
el poder.
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