LA NECESIDAD DE UN NUEVO SISTEMA DEMOCRATICO
Si la Argentina busca realmente cambiar de rumbo y levantarse de las
cenizas, deberá morir para volver a renacer con los dolores de un parto
Por Pepe
Beru
Para quienes vivimos en la Argentina, las subidas y bajadas en la vida
institucional no es algo que sorprenda. El gran tema de nuestra existencia ha
sido, sigue siendo y lo seguirá hasta que cambiemos, la economía. Pero quienes
administran las arcas del estado al cual financiamos con nuestros impuestos
suelen ser recurrentes ladrones quienes bajo formas muy elegantes y blandiendo
títulos adquiridos en Londres y New York, embaucan a toda la nación.
No han
llegado de otro planeta o han sido enviados por alguna potencia, surgen de
nuestra propia sociedad.
Obviamente
que debemos preguntarnos ¿Cómo llegaron allí? La gran puerta para llegar al
botín es el llamado sistema democrático por el cual, los ciudadanos por medio
de la “democracia representativa”, eligen en comicios libres a sus gobernantes.
Todo muy lindo y épico, pero ¿Por qué pueden estafar y robar con tanta
impunidad e incluso, volver (como el actual ministro de economía Luís Caputo) como
si no hubiera pasado nada?
Leyendo un
interesante artículo de un libertario estadounidense llamado Sheldon Richman,
editor del sitio The
Libertarian Institute[1],
pude darme cuenta que nuestro problema no es tan nuestro después de todo. Por
supuesto que no tenemos nada que ver con la idiosincrasia estadounidense
(aunque por aquí los anglófilos que viajan a Miami crean lo contrario), pero el
punto de vista de donde proviene esta tara de los pueblos, es interesante.
Según él,
esta democracia representativa lleva a que una mayoría ignorante de cuales son
los temas del estado y sus implicancias, termine consolidando gobiernos que no
les representan sino que además obligan a quienes si saben y están informados que
los representantes son unos estafadores. Según Sheldon, los ciudadanos informados
pueden prescindir de los gobiernos, pero se ven atrapados por este sistema a no
poder hacerlo.
Como saben
acá en la Argentina desde hace ocho meses gobierna un supuesto” gobierno
libertario” o más bien, se halla a cargo de un sujeto que dice serlo. Bajo ese
argumento y otras promesas de cambio llego al poder pero ¿Fue realmente votado
por esa postura ideológica tan estrambótica?
Esto es
Argentina y por más que haya citado a un libertario estadounidense, no quiere
decir que sus puntos de vista se ajusten a nuestra realidad. Aunque mal que les
pese a mis compatriotas, una ínfima parte de los votantes que eligieron a
Javier Milei tenía en mente al libertarismo como móvil para elegirlo, el resto
(una gran mayoría) lo hizo por espanto a los que habían gobernado por casi 20
años. Hasta podría decir que casi nadie, sabía que carajos era eso del
“libertarismo”. Incluso más. Muchos de esos ciudadanos, fueron fervorosos
votantes de aquellos mismos populistas de los que hoy reniegan.
Al ver
esto, alguien quizá se pregunte ¿Tal vez hayan visto en Milei, el redentor de
la nueva Argentina? Para nada. La situación económica del país se estaba yendo
por el desfiladero y aunque al día de hoy la situación de la economía doméstica
de las familias argentinas sigue siendo precaria y agravada por los brutales
aumentos de precios, impuestos a los servicios y una política financiera muy
opaca (con la entrega de reservas de oro a Londres), por primera vez en mucho
tiempo los argentinos prefieren arriesgar por algo novedoso.
Igualmente,
aunque Milei se ha presentado como el libertario, se ha coligado con muchos actores
de la antigua política e incluso, ha realizado pactos en las sombras con los
antiguos administradores y caucus de la política argentina con lo cual ¿Dónde
estaría el cambio? Esto no puede sino, ser un alivio para los conservadores que
hoy circunstancialmente se disfrazan de libertarios para (como el zorro en un
corral de ovejas) pasar inadvertidos en esta nueva etapa.
Los
componentes funcionales que Milei ha colocado en su gobierno son tan rancios en
algunos casos, que apestan a la vieja política, haciendo ver a la masa de
votantes como un rebaño de ovejas que solo balan cuando hay elecciones.
Los
partidos tradicionales del país prácticamente son piezas de museo y todos han
traicionado los ideales con lo que se fundaron. El sistema democrático no es lo
mismo que la democracia. Este es un truco semántico constantemente esgrimido
desde las tribunas en Washington cuando hay que justificar alguna trapisonda de
sus políticos y que en Argentina desde 1983 los políticos han copiado como
buenos alumnos que son.
Esta
enseñanza se resume en el siguiente axioma que es “el sistema no se toca”, que
no significa proteger la libertad, la verdadera democracia y los valores que la
sostienen sino, el negocio electoralista que sustenta a la casta política y a
todo el aparato de medios que sirve como difusor de los relatos necesarios para
controlar al sujeto. Cuestionar la corruptela, el accionar mafioso de
organizaciones criminales que se han encubado y crecido al calor de la
impunidad política y que conviven con ella, es tomado como un atentado contra
ese axioma.
La
perversidad que oculta esa maquinaria queda en última instancia ejemplificada
en el caso “Loan” de Corrientes, un niño de 5 años que no aparecerá seguramente,
por las intrincadas conexiones parentales-sociales-político e institucionales
existentes que encumbren siniestros negocios que se vienen llevando a cabo
desde hace décadas. Si fuera real una de las versiones que habla de que el niño
pudo haber sido entregado por solo 50 mil pesos (que es nada) por uno de sus
parientes, vemos el grado de miseria moral existente. Pero más allá de la
miseria moral que esto representa ¿Puede considerarse libre a una persona
semejante?, ¿Qué clase de libertad o democracia puede verse en este pequeño
ejemplo de como funciona la institucionalidad argentina?
La
verdadera democracia solo provendrá de los hombres y mujeres del común
verdaderamente libre pensantes y no de aparatos y sistemas que solo apuntan a
ser, una caja de recaudación.