martes, 25 de junio de 2019




AGITANDO  EURASIA”

La actual situación de convulsión social en las calles de Tiblisi capital de Georgia, tienen un olor raro ¿Quiénes podrían estar instigando las violentas protestas contra el gobierno?


Por Dany Smith
Algunas cuestiones de la política son como  reza una conocida canción “aunque no lo veamos, el sol siempre está”. Esto podríamos decir en referencia a las actividades de las agencias occidentales operando en Europa del este, que pese a haberse mantenido quietas y en silencio desde el golpe de estado instigado desde la embajada estadounidense en Kiev en febrero de 2014, parecen haber rebrotado en una de las repúblicas euroasiáticas más importantes. Georgia se había mantenido estable desde aquella demencial campaña militar lanzada contra su vecina Osetia del Sur ordenada por el presidente Mikeil Shaakasvili, un político pro occidental que trataba de abrirle la puerta a la OTAN a cambio de un estatus de privilegio.

La rápida reacción del entonces gobierno ruso de Vladimir Putin llevó a que aquella aventura fracasara y Shaakasvili cayera en desgracia.

Hoy por hoy las calles de Tiblisi se sacuden por las manifestaciones impulsadas por varias organizaciones políticas que reclaman ante el parlamento la dimisión de varios funcionarios del gobierno entre ellos al mismo ministro del interior. También piden la liberación de más de 300 manifestantes detenidos en las primeras manifestaciones. Según algunas fuentes esto se produce por la participación de una delegación rusa en una asamblea interparlamentaria. Desde la mirada del ciudadano común georgiano, ello representa una clara interferencia de Moscú en los asuntos internos del país, algo que se ve agravado por los recuerdos de la guerra de 2008 cuando Rusia detuvo el avance georgiano obligando a sus tropas a volver a su territorio.

Obviamente que ello es aprovechado por las agencias que operan en el país, buscando distanciar a los georgianos de cualquier tipo de contacto con Rusia. Esta es una táctica ampliamente utilizada por el Departamento de Estado norteamericano tal como puede verse en sus operaciones subversivas contra el legítimo gobierno de Venezuela (mediante la USAID) o como  las que vienen apoyando desde hace tiempo (2009) dentro de Irán con el llamado “movimiento verde”.

Hay recelo hacía Rusia y ello ha venido siendo explotado por Washington y Bruselas quienes operan dentro de la región a través de sus embajadas y por supuesto, organizaciones civiles sin fines de lucro. Para estos actores, Georgia es un estado estratégico en Eurasia y es por ello que organizaciones como el Instituto Nacional Democrático y el Instituto Internacional Republicano vienen trabajando sin descanso por lograr penetrar y promover  en los círculos sociales y políticos locales, su propia idea de “democracia” sin respetar las idiosincrasias y tradiciones de los lugares donde operan. Y decimos “propia idea” porque como ya se ha visto en otros escenarios, ese concepto ha sido interpretado y usado como la excusa más común para subvertir gobiernos los cuales una vez derribados por las convulsiones internas, tras asegurarse de deshacerse de los opositores, colocan administraciones títere que se apartan por completo de lo que significa la palabra “democracia”. 

Esto a su vez ha sido considerado por Moscú como una intolerable injerencia en los asuntos internos de Rusia, algo de lo cual la misma prensa estadounidense se hizo eco en su momento. Y si dudas que el Kremlin tiene motivo suficiente para preocuparse por estas actividades clandestinas que terminan a la larga en consecuencias nefastas para las poblaciones de la región. A nadie le quedan dudas los extendidos y múltiples esfuerzos de Washington por tratar de desestabilizar a la Federación rusa echando mano a la operatividad de organizaciones internacionales tanto públicas como privadas.

Es por ello que los analistas rusos y euroasiáticos que observan las actuales manifestaciones callejeras en Tiblisi, especulan (y no se equivocarían en ese caso) de que podrían estar presenciando  un nuevo intento de provocar una “revolución de color”, una fórmula de la ingeniería de la inteligencia anglosajona que ha sido ensayada en la región con su más cercana experiencia en Ucrania.

Todo comenzó a complicarse cuando el actual presidente georgiano acuso a Moscú de promover protestas dentro del país, algo que fue negado por el Kremlin. Estas acusaciones presumían la operatividad de la SVR rusa (Servicio de Inteligencia Extranjera), rumor que habría sido creado y puesto a rodar por las agencias atlantistas. A partir de allí los rumores y las inquinas fueron creciendo hasta que se produce la visita de esta representación rusa, detonador de las manifestaciones violentas que terminaron en una verdadera batalla campal.

Por supuesto y más allá de las antipatías de la mayoría de los georgianos hacía Rusia, hay alguien que se beneficia con todo esto y claramente, observan atentos desde las sombras la evolución de los acontecimientos. 

Para algunos, estas provocaciones sirven o más bien  buscan derrocar al actual gobierno del partido “Sueño Georgiano” que a pesar de su tendencia por-occidente y “euro-atlantista”, ha establecido nexos imperdonables con Rusia que desagradan en grado sumo a Washington y Bruselas. Como antecedente de ello, se supo que cuando hace poco el Asesor Joe Biden visito Georgia, le quedo una impresión no buena sobre las relaciones de Tiblisi con Moscú, siendo Michael Carpenter, el director del Centro Penn Biden para la Diplomacia y el Compromiso Global quien dejo entrever una impresión  aún más cruda al confesar directamente que eso le desagradaba ¿Podrá el gobierno georgiano sacudirse estás influencias?

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