lunes, 24 de junio de 2019




“UNA PROPUESTA INCONVENIENTE”

La propuesta de erigir un Tribunal Internacional para juzgar a combatientes occidentales por los crímenes del ISIS en Siria e Iraq puede causar más problemas que ventajas. El problema de ser juez y parte.


Por Charles H. Slim
Han pasado ya cinco años desde que sorpresivamente y sin explicaciones, hizo aparición en el escenario del “Levante” (una región desértica entre Iraq y Siria) una fuerza armada altamente preparada y pertrechada con moderno armamento. Acompañado de una sofisticada plataforma de propaganda digital e impostando una predica islámica seudo suní se presentaba ante el mundo el “ISIS”, una versión mejorada del “Islamic State of Iraq” insertado en Iraq en 2006 tras la eliminación de Abu Muzab Al Zarqawi. Ello se dio en momentos muy oportunos para los intereses de quienes estaban intentando derrocar al legitimo gobierno sirio y al mismo tiempo desbancar al incomodo régimen iraquí del títere de extracción chií Nouri Al Maliki.

La supuesta intención de instalar un “Califato”, es decir un estado islámico bajo argumentos escatológicos falsos y nacidos al amparo de los cerebros del engaño de las administraciones republicanas de Bush padre y que se perfeccionaron bajo la administración George W. Bush y Cia, se creó el tan necesitado “enemigo islámico” para explicar el funcional relato de la “lucha contra el terrorismo” que entre otras cosas, justificaba las operaciones secretas de la CIA para facilitar secuestros y las torturas en cualquier parte del mundo. Y aunque a simple vista las hordas de milicianos vestidos de negro desplazándose en esas costosas camionetas artilladas marca “Toyota” emulaban a combatientes árabes de épocas pasadas (especialmente de la resistencia iraquí), en realidad ocultaban sus verdaderos orígenes e intenciones.

En los detalles está la diferencia suele decirse; y así con el paso de los meses y de los años, se pudo constatar  lo que realmente represento el accionar de ese grupo presumidamente árabe-islámico que había llegado supuestamente para liberar a los iraquíes de la opresión “Safávida” y pro-iraní. El “ISIS” o “Daesh” (acrónimo árabe) fue claramente un oxímoron, símbolo vistoso de un engaño orquestado y puesto en marcha por las agencias de inteligencia occidentales y obviamente con la ineludible participación Israelí. Nada fue al azar e incluso la situación creada en la región tras la invasión y ocupación de Iraq fue deliberadamente propicia para favorecer la aparición y justificación de este pretendido “fenómeno”.

Pero no duró mucho. Tras su derrota en 2017, ha surgido un nuevo dilema para los gobiernos occidentales  y es el referente a los ciudadanos que se unieron a las filas del “Daesh” y que tras haber sido capturados, fueron en primera instancia encarcelados en Siria e Iraq para más tarde algunos de ellos, ser repatriados a sus respectivos países de origen.

Aquí las preocupaciones de Washington, Londres, Francia y Berlín trasuntan no porque estos elementos traigan consigo planes de llevar adelante ataques terroristas o cosas similares, no nada de eso; las preocupaciones son por las probables revelaciones de elementos comprometedores que podrían salir a la luz de los testimonios de cada uno de estos  “yihadistas” que en su mayoría no serían más que un montón de maniacos y aventureros, pero hay otros que participaban en sitios, junto a personajes centrales  y actividades clave de la organización. Algunas áreas que podrían llegar a comprometer a los gobiernos involucrados (entre ellos EEUU) están el robo y tráfico de petróleo sirio sacado por Turquía, la compra y traslado de armas y la ruta de financiamiento bancario para sustentar la operatividad de la organización. Sin dudas que muchos ya fueron eliminados tras haber caído en manos de los iraquíes o de los mismos estadounidenses que se cercioraran de no dejar rastros que puedan complicar a su gobierno.

Está claro que no todos estos mercenarios occidentales ocupaban una misma categoría e importancia dentro de esta organización. La mayoría era mera carne de cañón reclutados por agencias fantasma que respondían en última instancia a la CIA mientras que otros además de combatir, aportaron conocimientos específicos y muy importantes en áreas tan variadas como ser el conocimiento en explosivos y armas, manipulación de armas químicas, informática, inteligencia, contrainteligencia etcetc. Otro de los inconvenientes que podrían suscitarse se refieren a las comprobadas injerencias de la CIA en la triangulación de armas adquiridas a Bulgaria para destinarlas a “ISIS” en Siria y otros países en guerra, una investigación que le costó el trabajo a la investigadora y periodista búlgara Dilyana Gaytandzhieva.

Es por ello que instarse un proceso como el pretendido, podría revelarse estos negocios y asuntos sucios lo cual es algo demasiado embarazoso para los gobiernos implicados.

Este largo prefacio viene a colación de la reunión que se llevó a cabo el 3 de junio pasado en la ciudad de Estocolmo, donde una docena de países enviaron a sus representantes para tratar con el primer ministro sueco Mikael Damberg la posibilidad de constituir un tribunal internacional para juzgar los crímenes del ISIS. El proyecto habría sido ideado por el Reino Unido, Francia y Holanda justamente los países más comprometidos con el regreso de combatientes del Daesh que está complicando la agenda política de cada uno de estos países.

El año pasado, Donald Trump haciendo gala de su frontalidad llamó a los países europeos a “retirar sus mercenarios que combatían con ISIS” sin decir nada claro, sobre la participación de sus propios elementos militares y de inteligencia que desde el inicio apoyaban a las bandas armadas tales como “Al Nusrah” y “Al Qaeda”, este último un reconocido y antiguo activo de la inteligencia anglosajona.

Esta intensión no persigue precisamente indagar en los hechos y las causas que originaron al “Daesh” o cómo pudieron financiarse, abastecerse o determinar quién y cómo les facilitó todo el sofisticado equipamiento con el que contaron o simplemente hacer justicia por los crímenes cometidos,  sino hacer un show meramente escenificado y preparado de antemano para condenar a simples mercenarios europeos y norteamericanos sin profundizar en cuestiones complejas como las antecedentemente mencionadas.

Otro motivo real que empuja a los países interesados en llevar adelante esta charada, es la búsqueda de una legitimación pública a nivel internacional del embuste denominado “Lucha contra el terrorismo” y de toda la legislación –en particular la estadounidense- claramente estigmatizante y discriminatoria direccionada contra los musulmanes. Pero sin dudas otro de los motivos son las presiones provenientes de Bagdad donde la administración de justicia iraquí viene reclamando precisamente a estos países, la subvención por los gastos que causan los prisioneros occidentales en sus temibles cárceles, algo de lo cual los europeos no quieren colaborar.

Por lo pronto, los suecos han planteado varios obstáculos para concretar este plan. En primera instancia han dicho que no es oportuno realizarlo; es poco o nada factible llevarlo a cabo dado que tanto Damasco como Bagdad por cuestiones político legales se niegan a reconocer otra jurisdicción extraña a sus propias legislaciones; su costo podría llegar a cientos de millones de dólares, dineros que desde hace tiempo reclama Bagdad por el procesamiento y encarcelamiento de varios de estos mercenarios; y por último un problema de competencias que se ve por la participación de estos estados en la provisión de apoyo financiero, político y militar para que el “ISIS” pudiera operar. 


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