viernes, 6 de septiembre de 2019



UN PAÍS FRAGMENTADO”
La crisis económico financiera de Argentina supone una profunda crisis político y social ¿Acaso también supone una crisis existencial?

Por Javier B. Dal
La actual situación político-económica y social de la Argentina pone en evidencia una atmosfera de inestabilidad que podría desembocar en varias situaciones alternativas, y lo peor de todo es que cada una de ellas es tan mala como la otra. Mientras los medios locales y globales muestran la cuestión meramente macro financiera del país, la situación político-social interna tiene aristas mucho más complejas e inextricables a las cuales el actual gobierno o el próximo puedan resolver.

Ante esto, habría que preguntarse ¿Cuáles pueden ser estas situaciones alternativas que podría encarar la Argentina de los próximos años? Si lo vemos desde el ángulo económico-financiero, la suerte de ésta nación ya hace tiempo que está echada. El involucramiento del FMI ha sido gravitante en ello y la deuda contraída lo mantendrá más que condicionado para tomar decisiones soberanas. La ausencia de una infraestructura de desarrollo industrial adaptada a los nuevos paradigmas tecnológicos (vinculados principalmente con la Inteligencia Artificial) es uno de los factores del retraso económico que sufre el país, que no fue encarado ni siquiera tenido en cuenta por el gobierno de Cristina Fernández. Pero esto no viene solamente de la era “Kirchner” sino que tiene un extendido origen, que se remonta allá lejos en el tiempo tras la derrota militar ante Gran Bretaña por la guerra de las Malvinas en 1982.  Lo que hicieron todos los gobiernos posteriores a este evento solo han sido parches que no durarían en el tiempo.

El desarrollo tecnológico-industrial argentino fue truncado a la sombra de las presiones de Londres y Washington, que tras gobiernos permisivos como el de Menem, le impidió avanzar en estos campos (especialmente del desarrollo nuclear) bajo los argumentos de las potenciales amenazas a la seguridad y estabilidad regional. Visto desde afuera esto no es ni más ni menos que las condiciones impuestas por una potencia vencedora sobre una nación derrotada.

Pero ¿Qué han hecho para revertir esta situación cada uno de los gobiernos democráticos sobrevinientes? Simplemente, nada. Las conversaciones, los diálogos, las reclamaciones diplomáticas o incluso las obsecuencias más deleznables (como la vista con el peronista Carlos Menem) no arrojaron ni arrojaran ningún resultado si no van acompañadas de un poder real, necesario para negociar con un adversario que amenaza la integridad misma y la sobrevivencia del estado.

Con un estado meramente burocrático y atrasado, convertido por décadas en un ente meramente clientelista mantenido por un cúmulo de impuestos inaudito, que a la sombra de gobiernos mediocres ha sido desprovisto de sus objetivos estratégicos (en lo económico, comercial, energético y militar), es imposible obtener desarrollo alguno. Consecuencia de esto, solo hay un estado bienestar débil y moribundo que no está en condiciones de negociar nada ni con nadie.

Esta disyuntiva que hace a la existencia misma del estado argentino, que involucra a la existencia soberana del país ha venido siendo por los gobernantes de turno y los medios de comunicación,  distraída del tratamiento público y político, llevando a cada gobierno y cada uno de los partidos que se han encaramando en el poder, a realizar políticas meramente demagógicas, contingentes, superficiales y populistas que solo se avocaron a temas internos y sectoriales que solo ayudaron a multiplicar –entre muchos otros- el negocio de los punteros pagados por dineros de fondos públicos (entre otros orígenes).

De esta manera, la industria pesada que alguna vez fue la más competitiva y avanzada del sur del continente (de fabricación de tanques, industria aeroespacial, automotores, etc), fue desmantelada reduciendo el área, a no ir más allá de la producción de lavarropas en serie.
En este sentido queda clara la ausencia del estado que ha sido reemplazado por actores secundarios y externos a su estructura que responden más a intereses sectoriales (de un gobierno determinado) que a políticas de estado.

Actualmente las organizaciones sociales las cuales responden a varias orientaciones ideológicas y partidarias, subsisten del dinero del estado y por el transcurso del tiempo se han convertido en sectores de presión política alquilable por las oposiciones de turno. Un ejemplo de esto se vio apenas 48 horas atrás, cuando el líder del “Frente Patria Grande” Juan Grabois, aliado del Kirchnerismo y cercano al Papa Francisco causó un terremoto político cuando públicamente aseguro que “hay que avanzar con una reforma agraria” demostrando un retroceso discursivo e ideológico que nos lleva al año 1917 en las postrimerías de la revolución Bolchevique en Rusia. Más allá que Grabois fue amonestado por el frente político de Alberto Fernández, éste comentario habría revelado parte de los planes de un futuro gobierno de “Fernández y Fernández”.

Durante todos estos últimos 37 años hasta el presente, los dineros del presupuesto gubernamental lejos de invertirse en programas de desarrollo estratégico a mediano y largo plazo, han sido desviados para engordar los bolsillos de los funcionarios políticos corruptos (sin distinción de partidos), para financiar la industria de los pobres regenteadas por organizaciones sociales de dudosa preocupación altruista y acusadas conexiones partidistas, pagar sueldos de puestos burocráticos creados solamente para emplear parientes, amigos y amantes de toda clase que al final de cuentas terminan siendo pagadas por los contribuyentes.

Producto de ello, pueden verse la total entrega de las riquezas en los mares territoriales que son continuamente espoliados por la falta de acción estatal tendiente a guarnecerlas. Y es que sin Armada no es posible intimidar a las flotas que depredan impunemente las más variadas especies del Atlántico.

A la par de este interminable sangrado de activos públicos para subvencionar estos y muchos otros ítems nada estratégicos para el interés nacional del estado (por cierto, grande e ineficaz), hay que agregar las divisiones ideológicas extremas que azotan de derecha a izquierda a la partidocracia argentina. Tan anacrónicas como inútiles, posturas de rancio liberalismo económico y del igualmente vetusto marxismo económico se entremezclan con exponentes socialdemócratas, socialistas y admiradores de un fracasado eurocomunismo (todos estos agrupados bajo la denominación de “Progresistas”) que junto a los aduladores del neoconservadurismo anglosajón  (entre los que se cuentan los sionistas) que han descollado en la actual administración de Macri y que nada tienen que ver con la idiosincrasia nativa, dejan vislumbrar la falta de visión unificada y nacional para recrear un estado moderno, con sus propia geopolítica que le posibilite trazar sus propias relaciones para enfrentar las actuales y complejas circunstancias del mundo. 

De seguir así el estado de las cosas, habrá que preguntarse o más bien los argentinos debieran preguntarse ¿Sobrevivirá la Argentina como nación sin el peligro de una posible fragmentación político territorial?


martes, 3 de septiembre de 2019




“RETOMAR EL ENGAÑO”
Para los EEUU las políticas exteriores de sus últimas administraciones ha resultado ser un desastre que ha mellado la credibilidad del país ante los ojos del mundo. Afganistán se ha convertido en el paradigma de ello y la prueba latente de que las cosas nunca fueron como Bush, Obama y menos Trump han dicho

Por Charles H. Slim
Dieciocho años son demasiados para que una situación tan grave como aquellos ataques del 11 de septiembre de 2001 esté aún sumida en la nebulosa de las dudas muy bien fundadas sobre la verdad del relato oficial de lo que ocurrió ese día. La misma duda se extiende a todas las medidas y políticas que implemento por aquel entonces la administración republicana y neoconservadora de George W. Bush y Dick Cheney y que Barak Obama continuo, que pese a los beneficios que hubieron calculado obtener, dieron inicio al declive geopolítico de la nación ante el mundo.

El primer movimiento surgido de aquellas extrañas circunstancias fue, el conveniente y rápido hallazgo de un culpable a quien se le puso nombre y una cara: Osama Bin Ladem. En esos momentos muy pocos sabían quién era él, pero los medios corporativos estadounidenses  se encargarían de fabricar e intoxicar su historia y la supuesta relación de éste personaje con otro embuste histórico como lo es “Al Qaeda”.

Ambos actores fueron usados como la llave de ingreso al escenario Centro Asiático para inmediatamente, dar un zarpazo sobre la Mesopotamia del Creciente Fértil, es decir sobre Iraq. Esto ya había sido planificado y documentado varios años antes. Los cerebros de esta campaña de conquista, reunidos en sus sesiones a espaldas del conocimiento público, creyeron que sería pan comido y bajo el fundamento ante la opinión pública de haber sido atacados por una organización terrorista “fantasmal” –creada por la CIA en 1979-  EEUU saldría a una cruzada Sacro Santa contra la amenaza islamista, a la que eufemísticamente bautizaron “la lucha contra el terrorismo”.

El objetivo real y escondido de todo esto era sin duda, acceder a objetivos económicos-estratégicos y políticos en dos golpes: Primero invadir Afganistán para deshacerse del “Talibán” (viejos socios de la CIA), desarrollar importantísimas inversiones en el área de energía (Gas y Carbón) y establecer un punto de apoyo para operaciones profundas en Asia con miras a Irán, Rusia y China. Segundo, justificar un nexo entre “Al Qaeda” y Saddam Hussein para justificar la invasión a Iraq y de ese modo (entre los objetivos económicos y geoestratégicos para Washington), destruir al único rival árabe de Israel.

Ambos escenarios siguen siendo al día presente, dos calamidades para sus poblaciones y para Washington. En el caso de Iraq, pese a la férrea resistencia EEUU ha podido controlar a sus títeres con bastante fortuna a quienes, como el caso de Nouri Al Maliki, sacrifico con otro de los embustes de la inteligencia llamado “ISIS”. En lo que respecta al caso afgano, las cosas no han salido para nada bien. Pese a que los títeres colocados en Kabul son leales a Washington y Bruselas, estos no pueden salirse del radio de la ciudad sin el temor a ser asesinados. Son los primeros en rogar que no se vayan las fuerzas de la ISOF, salvo que se los lleven con ellos. Son como se dice “prisioneros en jaulas de oro”.

Y como las cosas no han ido nada bien y el Talibán ha demostrado que está un paso delante de las operaciones militares convencionales e incluso de los embustes colocados en el terreno por la CIA y sus colegas israelíes, Washington ha estado tratando durante años de llegar a un arreglo, a un acuerdo que les permita salvar el honor en una guerra que saben muy bien –los estadounidenses- nunca podrán ganar.

Ahora deben explicar esto y ello se ha vuelto muy embarazoso.  
Curiosamente hoy las editoriales que fabrican relatos  e historias que tratan de mantener en el tiempo la línea del discurso del estado profundo norteamericano, que tratan de mantener en pie el relato oficial de la “lucha contra el terror” y los esfuerzos por lograr obtener una victoria decisiva, vemos como los villanos de ese momento en realidad no lo eran tanto y viceversa. Las inconvenientes revelaciones sobre la relación entre Osama y la CIA y el uso que hizo ésta última de su imagen –falsificando videos- para justificar la discutida intervención en Afganistán fueron parte del disparador de aquella farsa montada en mayo de 2011 denominada “Operación Gerónimo” en donde se hizo creer que Osama Bin Ladem había sido asesinado. Curiosamente, la mayoría de quienes participaron en esta “Black Op.”, han muerto.

Con éste supuesto “ajusticiamiento”, Obama creyó que con aquello se acabarían las preguntas sobre la incoherente historia tejida desde el 11/S de 2001 que comprometía la credibilidad de sus agencias federales y de la nación. Por el contrario, las investigaciones revisionistas no han cesado llevando a que el gobierno federal se vea constantemente presionado por demandas de desclasificación de información clasificada. Ello ha llevado a que se revelen en documentos fechados entre 1990 y 1999 esas conexiones sucias que venían desde décadas entre la CIA y los que hoy Washington acusa como terroristas.

En estas nuevas “desclasificaciones”, que seguramente están compuestas por documentos arreglados para que encajen en el discurso oficial de las actuales circunstancias en las que se enmarca la situación afgana, se habla de pasados “esfuerzos” y de “contactos” entre representantes de EEUU y del Talibán para que “mantengan controlado o entreguen a Osama Bin Ladem”. Supuestamente, uno de estos documentos revela que en 1999 un representante norteamericano reunido con un homólogo del Talibán le habría pedido que entreguen a Osama para ponerlo a disposición de la justicia.

Como supuestamente el Talibán no cumplió con este reclamo, dos años después (2001) Osama Bin Ladem organizó y ejecuto el ataque a EEUU. A simple vista, esto último surge tan fantástico como inverosímil. He aquí donde se puede advertir la conveniencia de sacar de la escena al “agente” Osama Bin Ladem ¿Cuál habría su declaración ante un jurado o ante la Comisión de Inteligencia del Senado? Eso no debía suceder nunca y se encargaron de que así fuese.  Como sea, en los últimos meses los esfuerzos negociadores de Washington para una salida de Afganistán, concertada con el Talibán no parecen marchar y es por ello que estas editoriales anglosajonas tratan de reforzar los argumentos cansinos de la era Bush como una forma de decirle a su público, “han visto, lo hemos intentado pero ellos no quisieron”.

domingo, 1 de septiembre de 2019



“EL INFORME TAGUBA”
A quince años de una de las “investigaciones” que trataron de encubrir las filtraciones de Abu-Graib que revelo la siniestra infraestructura destinada a la tortura y la muerte en Iraq  


Por Charles H. Slim
Cuáles son las cosas que desmitifican los relatos de una propaganda gubernamental? Pues son los hechos puros y duros. Para que ello sea posible se requiere de un tercero imparcial que haga una trasmisión fidedigna de los acontecimientos. No hay como la mirada objetiva de la realidad para ponderar con sentido crítico,  que es bueno y que es malo. Quiénes sino, los estadounidenses o mejor dicho, la elite política del Establishment que maneja ese país, los cultores de la desinformación y la deformación de la realidad.

Quienes sino los grandes medios occidentales de comunicación (EEUU y de Europa) han sido los históricos cómplices en estas faenas encubridoras gubernamentales de realidades políticas inconvenientes. Los tabloides más influyentes en la opinión pública de estas regiones extendieron desde finales de la segunda guerra en 1945 hasta el fin de la guerra fría en 1991, sus visiones más convenientes de las realidades políticas de otras latitudes sin  fijarse que es lo que sucede puertas adentro de sus latitudes.

La crisis en rededor de la Plaza de Tiananmen en China en abril de 1989, fue uno de esos casos. Explotada por los medios occidentales hasta el escarnio intentando descreditar la legitimidad de los actos del gobierno chino, no ahorraron en espacios para escribir largas historias sobre la inhumanidad del gobierno chino. En ningún momento se expusieron ni se hizo mención a las bajas de soldados asesinados por algunos de estos estudiantes ni de los daños que causaron al estado. Algunos de los titulares de esa época evidenciaba ésta tendenciosidad El mensaje era alto y claro: “Comunistas malos aplastan a indefensos estudiantes”. Igualmente, las expectativas del Departamento de Estado norteamericano de un colapso rápido nunca se cumplieron.

La primera crisis del Golfo Pérsico en 1990 que termino con una calamitosa guerra en 1991 arrojo como resultados un desastre ambiental y humanitario sin parangón (incluyendo a sus propios soldados) no visto desde finales de la guerra de Vietnam. Pero en los medios anglosajones de la época, nada se dijo de las consecuencias reales de aquella intervención bélica y todo quedo escondido tras el telón de un colorido show de imágenes y atrapantes reportes vía satélite, vendido en vivo y exclusivamente por la cadena CNN.

A quién le importarían los miles de civiles muertos y los heridos bajo los escombros de Bagdad o de otras ciudades importantes de Iraq o, la contaminación a la que se vieron expuestos todos los participantes de esa contienda. Para tapar esto, CNN y el resto de los tabloides de la época enfocaban sus lentes hacia la convulsionada URSS mientras se desmoronaba desde el Báltico hasta el  Ártico. Aquella cruenta guerra fue una bisagra histórica en la desmitificación del discurso político y la naturaleza “democrática” de la política exterior norteamericana y el comienzo del fin para la hegemonía global.

Los bombardeos que el Pentágono calificaba como “quirúrgicos”, más bien fueron una gran carnicería indiscriminada sobre puntos urbanos que dejó miles de muertos anónimos al conocimiento de la opinión global.  La férrea censura militar de ese momento era más para cubrir estos menesteres que esconder las bajas propias. Mostrarlos sería moral y políticamente molesto para los puritanos de la elite política estadounidense que al amparo de una Corporación de medios tendenciosa, se preparaba para dar el zarpazo intervencionista a nivel global. El Establishment sabe bien que no basta con tanques y aviones para imponerse sobre otras naciones y es allí donde los medios juegan el papel crucial por convencer de las ventajas o la necesidad de “invadir” o de “justificar la tortura y la muerte” de miles de personas.

La invasión de 2003 fue el paradigma revelador de lo que EEUU considera “democracia” y cuáles son sus métodos para propagarla. A pesar de la masiva cobertura para justificar aquella acción ilegal y tapar las que se cometían en las sombras, ello fue insuficiente para calmar la indignación mundial ante semejante atropello y las arbitrariedades que se cometerían contra la población. Las empresas de medios intentaron ocultar sin éxito la masiva aversión de los iraquíes hacia su presencia y lo peor, no pudieron maquillar las aberrantes filtraciones de Abu-Graib en 2004 que expusieron esa horrorosa realidad.

Pero, cuando las cortinas de humo de los medios no alcanzaban para callar aquella realidad ¿Qué hacer si los liberados no querían esta “liberación? ¿Qué hacer para que lo iraquíes amen a sus verdugos o al menos hacerlos parecer tolerables? La metodología era inconfesable y la finalidad estaba lejos de las bondades proclamadas desde esos mismos medios. Los abusos y torturas en Abu-Graib eran solo una minúscula muestra de las intenciones y su idea de democratización que los anglosajones traían ocultas bajo sus mangas.

Esa deleznable realidad no solo ocurría en Abu-Graib. Una docena de otras prisiones –muchas secretas- bajo el control de los invasores se habían convertido en gigantescas mazmorras para la tortura, la experimentación médica y la desaparición de prisioneros en donde y por medio de estas atrocidades se violaron todas las Convenciones y Protocolos sobre el trato a prisioneros y seres humanos en general.

Aquello abrió las puertas del infierno para los políticos en Washington y cambio para siempre la imagen de los EEUU. Además de una agresión gratuita, los norteamericanos estaban llevando adelante una planificada limpieza sobre la población iraquí mediante métodos que nada envidiarían los nazis o los soviéticos de la era de Stalin.
General Mayor Antonio Taguba

Había que hacer control de daños y para ello, trataron de limitar las responsabilidades en algunos cuadros de oficiales y suboficiales de una rama especifica del ejército, la policía militar. Fue así como la “800° Brigada de la MP” fue el elegido y puesta como el chivo expiatorio de este escándalo. Para ello en mayo de 2004 convocan al General Mayor Antonio Taguba quien tras reunirse con el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld y sus asesores militares, le encargaron la confección de un informe en el cual supuestamente se develaría el alcance de las responsabilidades en las violaciones a los derechos humanos de los prisioneros iraquíes.

Hombres y mujeres iraquíes fueron sometidos a todo tipo de aberraciones, muchas de ellas dejadas deliberadamente fuera de éste informe. Tan deleznables fueron muchos de aquellos casos que fueron deliberadamente borrados durante la administración de Barak Obama. Igualmente, las técnicas de “interrogación” basadas en golpizas, sodomía (a hombres y mujeres), el submarino (seco y mojado), vejaciones  forzadas entre hijos y padres, introducción de alimentos por el recto, ataques con perros, cortes con navajas y ejecuciones sumarias después de estos “interrogatorios”, fueron algunas de las tantas técnicas utilizadas no solo por los estadounidenses (inteligencia militar y la CIA) sino también, por los asesores británicos (en Basora) e israelíes presentes en los recintos de varias de estas prisiones.

También parte de este siniestro proceso, fue el secuestro y la violación sistemática de mujeres iraquíes para muchas de ellas ser desaparecidas en las redes de prostitución y que algunas de ellas aparecerán en producciones pornográficas realizadas y controladas, adivinen por quienes…si, los estadounidenses. Ello será tratado en otro artículo.

Algunas fuentes en Washington calificaban al Mayor Taguba como un militar profesional y un hombre honesto que no se dejaría influenciar por intereses encontrados, aunque no se podía obviar las presiones políticas provenientes de funcionarios de la administración Bush.

Pese a que Taguba intento informar todos los casos que pudo hallar, su investigación se habría visto obstaculizada y hasta en algunos casos arbitrariamente deshecha, cuando se acercaba a altos rangos de las Fuerzas Armadas estadounidenses involucrados ¿Quiénes serían los principales interesados en impedir estas pesquisas? El primero de todos, sin dudas sería Donald Rumsfeld y continuaría su socio Paul Wolfowitz, y de ahí para abajo una larga cadena funcionarios gubernamentales como el Secretario para la Defensa e Inteligencia Stephen Cambone y todo el Comando Central en Tampa, y desde allí otra larga cadena de la oficialidad militar que se extendería desde el encargado de la Inteligencia Militar en el Pentágono hasta la oficialidad en el Comando de Operaciones en la “Zona Verde” en Bagdad.
Nadie olvida en Iraq estas brutalidades

Tras su elaboración y conclusión, pese al tiempo transcurrido, el Departamento de Defensa se ha visto reacio a liberar la identidad de los oficiales y suboficiales involucrados en estos crímenes, apareciendo todos ellos pintados con tinta negra. Los argumentos secretistas alegados por la administración federal con los cuales fundan esta práctica administrativa, son cuando menos ridículos. Como señalo el director del Archivo de Seguridad Nacional Thomas Blanton “bajo el pretexto de  proteger la privacidad de los involucrados, no se han dado cuenta que exponen al principal responsable de ese entonces quien era nada menos que el comandante de las operaciones militares en Iraq, el General Ricardo Sánchez.

Asimismo, una investigación realizada (más allá de la honestidad de Taguba) por quien (como fuerza) resulto ser parte de las violaciones y crímenes cometidos, es ciertamente una broma sádica y siniestra. La finalidad de este informe sin dudas fue más para encubrir que revelar dado que no hubo forma de que Naciones Unidas o la Cruz Roja realizara una investigación inmediata e imparcial de hasta donde había llegado todo esto y si se  detendría.

Concluyendo, se puede asegurar que el “Informe Taguba” solo busco reducir el campo de responsabilidades a las tropas de ocupación y obviamente de las políticas en Washington,  pretendiendo argumentar la producción de actos aislados por sujetos indisciplinados y alejados de las ordenes de sus superiores, tendiendo a dirigir sus conclusiones a problemas de disciplina dentro de la 800° Brigada de Policía Militar, algo que en razón de verdad es una tomadura de pelo que insulta a las miles de familias iraquíes que han sufrido la pérdida de alguno o todos sus seres queridos. En resumen, éste líbelo no es más que una verdadera tapadera que no convencería ni a un ciego.  

jueves, 29 de agosto de 2019



“COMO EN 1989”
Aunque la situación política y económica no es igual a la del 2001,  es muy similar a la crisis de 1989 ¿Retroceso o salto al vacío?

Por Pepe Beru
Suele decirse que la historia es cíclica y muchas situaciones pueden volver a repetirse solo que matizadas a la época y el contexto en que se producen. Pero también se dice que esto solo puede ocurrir cuando una situación o las personas que la experimentan no han cambiado sus actitudes o el sendero por el cual llegaron a esa situación reiterativa. Son estas situaciones en las que uno suele decir “ya he visto o vivido esto antes”.

La Argentina es un gran Dejá Vu existencial. Su historia político y social es un compilado de idas y venidas, acciones y contradicciones, zanjadillas y complots  que ha mantenido al país en un estado de letargo perpetuo que pareciera no tener fin.

Por estas horas el gobierno de Mauricio Macri se halla en una difícil encrucijada, sometido bajo la presión de sus propias torpezas y el aprovechamiento de una oposición política quien generó la matriz del actual descalabro económico- financiero, debe tomar una decisión sobre si continua hasta el final o cede a las presiones que buscan sacarlo y crear una transición adelantada pintando un escenario mucho peor a la crisis de 2001.

A diferencia de sus fracasados predecesores (Alfonsín y De La Rúa), Macri ha logrado obtener una sorpresiva demostración de apoyo popular que se vio el sábado pasado en una Plaza de Mayo copada por miles de manifestantes autoconvocados. Pero ello no significa que todos esos ciudadanos tengan una sincera simpatía por las políticas que su gobierno ha estado implementando; otra vez estaríamos viendo como las masas, movidas por su propia conveniencia, varían su opinión luego de ser ellos mismos –en gran parte- los creadores de la crisis.

Las últimas posturas del candidato del “Frente por Todos”  Alberto Fernández dejan en claro que juega duro y sucio, sin importarle cuanto pueda costarle al país su plan basado en el eslogan “mientras peor mejor”. 
La negativa a comprometerse con el desembolso de dólares que el FMI había acordado con el gobierno, acelera la crisis financiera y acerca rápidamente el riesgo de un default.

Los ciudadanos de a pie no necesitan de intérpretes mediáticos, especialistas en estadísticas, ni de periodistas supuestamente influyentes que venden una supuesta “pura verdad” para darse cuenta de que se trata todo esto. Sus padres y sus abuelos ya lo vivieron y por cómo van las cosas es posible sus nietos sigan viendo la misma película.

En 1989, justo treinta años antes, se estaba llevando a cabo un proceso similar que terminaría en una sucesión forzada y adelantada del poder. Las circunstancias político económicas –más allá de las diferencias técnicas- son semejantes. En aquel entonces el gobierno inoperante de Raúl Alfonsín había trastabillado una y otra vez, llevando a la economía del país a una hiperinflación que sus últimos meses de gobierno devoraría los sueldos y hundiría en la pobreza a miles de argentinos.

La dinámica de los eventos que llevaron a la presentación de la renuncia (o remisión) de Alfonsín, dieron comienzo desde el primer día de ese año y algunos de ellos fueron decisivos para acelerar su salida. El malestar social por el incremento incesante de los precios, la agitación  política y social en los distritos del cono urbano bonaerense (dirigida por punteros del PJ)  y los masivos paros sindicales encabezados por la CGT (controlada por el PJ) habían convertido al país en una olla a presión, las circunstancias propicias para que hicieran aparición de “los salvadores” de la patria encarnados en –obviamente- los candidatos peronistas, entre ellos el desconocido gobernador de la provincia de la Rioja Carlos S. Menem.

En las primeras horas de la mañana del 23 de enero de ese año, un comando de militantes marxistas asaltaba el cuartel militar de “La Tablada”, agregando otro –y muy conveniente- elemento desestabilzador al ya inestable gobierno radical. Más allá de la intensión política de los atacantes (lo que desato varias especulaciones sobre sus autores intelectuales y sus conexiones con el mismo gobierno radical ) nunca se hizo público quién había financiado esta operación.

Al parecer en las actuales circunstancias no pareciera que se estén urdiendo planes de operaciones sucias y cruentas como ésta, pero no hay que perder de vista que lejos está de obtener la cooperación de la oposición y del mismo Alberto Fernández para conformar un gobierno de “unidad” en estos complejos momentos que vive el país.

Lo ocurrido el 27 de agosto último lo deja en evidencia, “Fernández no aceptara comprometerse con el acuerdo que Macri y su gobierno firmo con el FMI”, algo que recibió una inmediata respuesta del mismo Fondo, de los mercados internos y externos, y obviamente de la gente. Pauta de esto es la subida del riesgo país superando los 2000 puntos, subida del dólar más de 62 $ pesos, declaraciones de algunos representantes del sector empresarial señalando un descreimiento a cualquier plan que pudiera presentar el gobierno y la movilización de organizaciones sociales que responden al Kirchnerismo.

Pese al perjuicio que esto puede acarrearle al país, el “Frente por Todos” parece apostar por empeorar las cosas y de esa manera, crear una situación de ingobernabilidad al borde del caos. Es más, el candidato “peronista” aprovechando esta oportunidad ha enviado un mensaje al organismo internacional alegando que existe “un vacío de poder” y que no le conviene hacer el desembolso. 

Es ahí donde radica la estrategia de la operación sucia para complicar y desestabilizar al gobierno. Con la clara ayuda de algunos periodistas y sectores mediáticos bien definidos, Alberto Fernández tratara de plantear una legitimidad en la anulación de las elecciones de octubre y de ese modo se haga necesario un traspaso directo del mando, apoyándose en los gobernadores peronistas que se han unido para presionar al gobierno federal.

Más allá de que no hay armas y tanques para obligar a la dimisión, la presión política que se aplica, está destinada para obtener los mismos resultados algo por lo cual y sin temor a errar puede calificarse sino del mismo modo, como un golpe blando.

El no desembolso del préstamo del FMI, complicaría al gobierno pero también a la Argentina como estado ante sus acreedores, algo que Alberto Fernández y a quienes lo sustentan tras bambalinas les convendría en grado sumo ya que, además de obtener la salida inmediata del gobierno macrista por una presión irresistible de la población, le posibilitara una vez en el poder, hacerse con la suma del poder público basado seguramente en una ley de emergencia económica. Con ello, imaginan que podrían plantearle unilateralmente una renegociación de la deuda algo que muchos consideran como ilusorio.

En última instancia los principales responsables en todo esto siguen siendo los mismos argentinos o, mejor dicho, los denominados “porteños” (que viven en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires) y en especial los habitantes del cono urbano la provincia de Buenos Aires, quienes representando el  caudal electoral más importante y decisivo en las elecciones, son quienes terminan por definir el resultado de un escrutiño.

lunes, 26 de agosto de 2019



“ALBERTO 
¿QUIERE SER PRESIDENTE?
La zozobra del país no da pausa y al parecer quién se creyó automáticamente ungido como el próximo presidente e incluso sus partidarios lo han consagrado anticipadamente como tal, estaría recapacitando su decisión


Por Pepe Beru
La euforia de la “victoria” obtenida en las PASO del 11 de agosto pasado en la Argentina parece haberse esfumado con rapidez. Incluso el discurso del candidato del reciclado y atomizado partido justicialista Alberto Fernández ha empezado a resquebrajarse si lo comparamos con sus primeras promesas antes de las elecciones. La alternativa para revertir la actual situación no parece ser tal y sus exabruptos con algunos periodistas serían algunas señales de descontrol. Esto a su vez refleja una muy compleja situación político-económica que pone en evidencia la engañosa alternativa que representaría el regreso del Kirchnerismo al poder.

Las dudas no solo recalan en los llamados “mercados” que observan atentos desde sus caras y muy bien ubicadas oficinas en New York, sino también en los mismos argentinos de a pie que por el motivo que haya sido, le dieron su voto al redimido candidato peronista. Como siempre, los argentinos se ven atrapados ante las opciones más inextricables y ello parece repetirse mecánicamente con la actual alternativa de seguir con lo “malo” o pasar a ser gobernados por lo “peor”.  

Apenas se conoció la abrumadora derrota del gobierno, confirmada por un Mauricio Macri claramente afectado por los resultados, sus rivales políticos del antiguo sistema de cosas y varios periodistas conocidos por sus acostumbrados dobleces y maleabilidad subjetiva, no dudaron en comenzar a usufructuar de esta situación demostrando una gran miseria ética y humana que solo reafirma que en Argentina nada ha cambiado.

Los datos de la realidad inmediata a esa elección fueron catastróficos. Caída de los papeles de comercio argentinos en el exterior que cotizan en el Merval (caída de un 54%), subida repentina del riesgo país (rozando los 2000 puntos) y una escalada en el precio del dólar (alza de un 33%) que propicio el aumento irreverente de los precios de los alimentos y el combustible, parecían ser la traducción obscena de ese mercado financiero invisible a los ojos pero perceptible en la realidad de los hechos.

A la par de esto, los medios y varios periodistas con la intensión de despegarse del gobierno y congraciarse con el aparente triunfador de las elecciones de Octubre comenzaron a patear a Macri en el suelo. Pero no paso mucho hasta que las cosas se pusieran peor.

Fue allí cuando el “candidato” opositor comenzó a balbucear. Pese a que se presenta como la cara conciliadora del Kirchnerismo o una versión moderada del Peronismo, no falto mucho para que se cayera la careta que mostró esa intolerancia a quienes fastidian con sus preguntas a su juicio, impertinentes. Ante los hechos, Alberto Fernández comenzó a cuestionarse si realmente quiere agarrar esta sartén con aceite hirviente. Cuando se conoció que estaba de acuerdo con que el dólar ideal era uno que cotizara a “60 pesos”, estaba dejando en claro que no había diferencias con los Keynesianos que tanto critican los Cristinistas y que incluso los liberales económicos no apoyan. Un dólar en ese precio hunde a la economía y termina por destruir la poca soberanía de la moneda nacional.

Mucho menos esperanzador han sido otros comentarios sobre el tema como aquel que reza “no sé qué hacer si no hay con que” o “no va a ser fácil bajar la inflación”, como un prólogo para ir atajándose con el argumento de la “pesada herencia” ante un posible ascenso al gobierno.

Y no solo eso. Cuando Alberto reconoció que “será muy difícil controlar la inflación” a muchos les quedo en claro que el país se dirige sin prisa ni pausa hacia un Default técnico, lo que significa que el país no podría cumplir con sus obligaciones externas en término, entonces quienes aún le creen al candidato K se han preguntado y se preguntan por estas horas ¿De dónde sacara el dinero para solventar las promesas ridículas de “poner dinero en los bolsillos de los argentinos” o “aumentar las jubilaciones” si el dinero del FMI no se puede tocar?

La respuesta es, simple demagogia y nada más. Después de eso, la estructura del anterior régimen político pocas ideas puede aportar para arrojar soluciones reales a la situación.

¿Y qué se puede esperar en el área de la justicia? Los comentarios del candidato al respecto son preocupantes. Aquel comentario en el que sentenció que los jueces que habían procesado a los partidarios K “deberían rendir cuentas”, algo que en un primer momento se desdijo pero que apenas unas horas atrás, redoblo uniéndose a la arenga intimidatoria de las Madres de Plaza de Mayo, un apéndice rancio del Kirchnerismo.  

Algunos han señalado que Alberto en realidad no quiere ser presidente y que su misión estaría limitada a que retorne la “señora” a la Casa Rosada y una vez allí, podría delegar su puesto y el poder de la lapicera con algún subterfugio que le permita abandonar disimuladamente el sillón de Rivadavia y recibir una posible y abultada  recompensa por sus servicios 

¿Qué quién la pagaría? Bueno, la pregunta se responde sola si se ve quien pasa a tomar el poder.