jueves, 29 de agosto de 2019



“COMO EN 1989”
Aunque la situación política y económica no es igual a la del 2001,  es muy similar a la crisis de 1989 ¿Retroceso o salto al vacío?

Por Pepe Beru
Suele decirse que la historia es cíclica y muchas situaciones pueden volver a repetirse solo que matizadas a la época y el contexto en que se producen. Pero también se dice que esto solo puede ocurrir cuando una situación o las personas que la experimentan no han cambiado sus actitudes o el sendero por el cual llegaron a esa situación reiterativa. Son estas situaciones en las que uno suele decir “ya he visto o vivido esto antes”.

La Argentina es un gran Dejá Vu existencial. Su historia político y social es un compilado de idas y venidas, acciones y contradicciones, zanjadillas y complots  que ha mantenido al país en un estado de letargo perpetuo que pareciera no tener fin.

Por estas horas el gobierno de Mauricio Macri se halla en una difícil encrucijada, sometido bajo la presión de sus propias torpezas y el aprovechamiento de una oposición política quien generó la matriz del actual descalabro económico- financiero, debe tomar una decisión sobre si continua hasta el final o cede a las presiones que buscan sacarlo y crear una transición adelantada pintando un escenario mucho peor a la crisis de 2001.

A diferencia de sus fracasados predecesores (Alfonsín y De La Rúa), Macri ha logrado obtener una sorpresiva demostración de apoyo popular que se vio el sábado pasado en una Plaza de Mayo copada por miles de manifestantes autoconvocados. Pero ello no significa que todos esos ciudadanos tengan una sincera simpatía por las políticas que su gobierno ha estado implementando; otra vez estaríamos viendo como las masas, movidas por su propia conveniencia, varían su opinión luego de ser ellos mismos –en gran parte- los creadores de la crisis.

Las últimas posturas del candidato del “Frente por Todos”  Alberto Fernández dejan en claro que juega duro y sucio, sin importarle cuanto pueda costarle al país su plan basado en el eslogan “mientras peor mejor”. 
La negativa a comprometerse con el desembolso de dólares que el FMI había acordado con el gobierno, acelera la crisis financiera y acerca rápidamente el riesgo de un default.

Los ciudadanos de a pie no necesitan de intérpretes mediáticos, especialistas en estadísticas, ni de periodistas supuestamente influyentes que venden una supuesta “pura verdad” para darse cuenta de que se trata todo esto. Sus padres y sus abuelos ya lo vivieron y por cómo van las cosas es posible sus nietos sigan viendo la misma película.

En 1989, justo treinta años antes, se estaba llevando a cabo un proceso similar que terminaría en una sucesión forzada y adelantada del poder. Las circunstancias político económicas –más allá de las diferencias técnicas- son semejantes. En aquel entonces el gobierno inoperante de Raúl Alfonsín había trastabillado una y otra vez, llevando a la economía del país a una hiperinflación que sus últimos meses de gobierno devoraría los sueldos y hundiría en la pobreza a miles de argentinos.

La dinámica de los eventos que llevaron a la presentación de la renuncia (o remisión) de Alfonsín, dieron comienzo desde el primer día de ese año y algunos de ellos fueron decisivos para acelerar su salida. El malestar social por el incremento incesante de los precios, la agitación  política y social en los distritos del cono urbano bonaerense (dirigida por punteros del PJ)  y los masivos paros sindicales encabezados por la CGT (controlada por el PJ) habían convertido al país en una olla a presión, las circunstancias propicias para que hicieran aparición de “los salvadores” de la patria encarnados en –obviamente- los candidatos peronistas, entre ellos el desconocido gobernador de la provincia de la Rioja Carlos S. Menem.

En las primeras horas de la mañana del 23 de enero de ese año, un comando de militantes marxistas asaltaba el cuartel militar de “La Tablada”, agregando otro –y muy conveniente- elemento desestabilzador al ya inestable gobierno radical. Más allá de la intensión política de los atacantes (lo que desato varias especulaciones sobre sus autores intelectuales y sus conexiones con el mismo gobierno radical ) nunca se hizo público quién había financiado esta operación.

Al parecer en las actuales circunstancias no pareciera que se estén urdiendo planes de operaciones sucias y cruentas como ésta, pero no hay que perder de vista que lejos está de obtener la cooperación de la oposición y del mismo Alberto Fernández para conformar un gobierno de “unidad” en estos complejos momentos que vive el país.

Lo ocurrido el 27 de agosto último lo deja en evidencia, “Fernández no aceptara comprometerse con el acuerdo que Macri y su gobierno firmo con el FMI”, algo que recibió una inmediata respuesta del mismo Fondo, de los mercados internos y externos, y obviamente de la gente. Pauta de esto es la subida del riesgo país superando los 2000 puntos, subida del dólar más de 62 $ pesos, declaraciones de algunos representantes del sector empresarial señalando un descreimiento a cualquier plan que pudiera presentar el gobierno y la movilización de organizaciones sociales que responden al Kirchnerismo.

Pese al perjuicio que esto puede acarrearle al país, el “Frente por Todos” parece apostar por empeorar las cosas y de esa manera, crear una situación de ingobernabilidad al borde del caos. Es más, el candidato “peronista” aprovechando esta oportunidad ha enviado un mensaje al organismo internacional alegando que existe “un vacío de poder” y que no le conviene hacer el desembolso. 

Es ahí donde radica la estrategia de la operación sucia para complicar y desestabilizar al gobierno. Con la clara ayuda de algunos periodistas y sectores mediáticos bien definidos, Alberto Fernández tratara de plantear una legitimidad en la anulación de las elecciones de octubre y de ese modo se haga necesario un traspaso directo del mando, apoyándose en los gobernadores peronistas que se han unido para presionar al gobierno federal.

Más allá de que no hay armas y tanques para obligar a la dimisión, la presión política que se aplica, está destinada para obtener los mismos resultados algo por lo cual y sin temor a errar puede calificarse sino del mismo modo, como un golpe blando.

El no desembolso del préstamo del FMI, complicaría al gobierno pero también a la Argentina como estado ante sus acreedores, algo que Alberto Fernández y a quienes lo sustentan tras bambalinas les convendría en grado sumo ya que, además de obtener la salida inmediata del gobierno macrista por una presión irresistible de la población, le posibilitara una vez en el poder, hacerse con la suma del poder público basado seguramente en una ley de emergencia económica. Con ello, imaginan que podrían plantearle unilateralmente una renegociación de la deuda algo que muchos consideran como ilusorio.

En última instancia los principales responsables en todo esto siguen siendo los mismos argentinos o, mejor dicho, los denominados “porteños” (que viven en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires) y en especial los habitantes del cono urbano la provincia de Buenos Aires, quienes representando el  caudal electoral más importante y decisivo en las elecciones, son quienes terminan por definir el resultado de un escrutiño.

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