domingo, 1 de septiembre de 2019



“EL INFORME TAGUBA”
A quince años de una de las “investigaciones” que trataron de encubrir las filtraciones de Abu-Graib que revelo la siniestra infraestructura destinada a la tortura y la muerte en Iraq  


Por Charles H. Slim
Cuáles son las cosas que desmitifican los relatos de una propaganda gubernamental? Pues son los hechos puros y duros. Para que ello sea posible se requiere de un tercero imparcial que haga una trasmisión fidedigna de los acontecimientos. No hay como la mirada objetiva de la realidad para ponderar con sentido crítico,  que es bueno y que es malo. Quiénes sino, los estadounidenses o mejor dicho, la elite política del Establishment que maneja ese país, los cultores de la desinformación y la deformación de la realidad.

Quienes sino los grandes medios occidentales de comunicación (EEUU y de Europa) han sido los históricos cómplices en estas faenas encubridoras gubernamentales de realidades políticas inconvenientes. Los tabloides más influyentes en la opinión pública de estas regiones extendieron desde finales de la segunda guerra en 1945 hasta el fin de la guerra fría en 1991, sus visiones más convenientes de las realidades políticas de otras latitudes sin  fijarse que es lo que sucede puertas adentro de sus latitudes.

La crisis en rededor de la Plaza de Tiananmen en China en abril de 1989, fue uno de esos casos. Explotada por los medios occidentales hasta el escarnio intentando descreditar la legitimidad de los actos del gobierno chino, no ahorraron en espacios para escribir largas historias sobre la inhumanidad del gobierno chino. En ningún momento se expusieron ni se hizo mención a las bajas de soldados asesinados por algunos de estos estudiantes ni de los daños que causaron al estado. Algunos de los titulares de esa época evidenciaba ésta tendenciosidad El mensaje era alto y claro: “Comunistas malos aplastan a indefensos estudiantes”. Igualmente, las expectativas del Departamento de Estado norteamericano de un colapso rápido nunca se cumplieron.

La primera crisis del Golfo Pérsico en 1990 que termino con una calamitosa guerra en 1991 arrojo como resultados un desastre ambiental y humanitario sin parangón (incluyendo a sus propios soldados) no visto desde finales de la guerra de Vietnam. Pero en los medios anglosajones de la época, nada se dijo de las consecuencias reales de aquella intervención bélica y todo quedo escondido tras el telón de un colorido show de imágenes y atrapantes reportes vía satélite, vendido en vivo y exclusivamente por la cadena CNN.

A quién le importarían los miles de civiles muertos y los heridos bajo los escombros de Bagdad o de otras ciudades importantes de Iraq o, la contaminación a la que se vieron expuestos todos los participantes de esa contienda. Para tapar esto, CNN y el resto de los tabloides de la época enfocaban sus lentes hacia la convulsionada URSS mientras se desmoronaba desde el Báltico hasta el  Ártico. Aquella cruenta guerra fue una bisagra histórica en la desmitificación del discurso político y la naturaleza “democrática” de la política exterior norteamericana y el comienzo del fin para la hegemonía global.

Los bombardeos que el Pentágono calificaba como “quirúrgicos”, más bien fueron una gran carnicería indiscriminada sobre puntos urbanos que dejó miles de muertos anónimos al conocimiento de la opinión global.  La férrea censura militar de ese momento era más para cubrir estos menesteres que esconder las bajas propias. Mostrarlos sería moral y políticamente molesto para los puritanos de la elite política estadounidense que al amparo de una Corporación de medios tendenciosa, se preparaba para dar el zarpazo intervencionista a nivel global. El Establishment sabe bien que no basta con tanques y aviones para imponerse sobre otras naciones y es allí donde los medios juegan el papel crucial por convencer de las ventajas o la necesidad de “invadir” o de “justificar la tortura y la muerte” de miles de personas.

La invasión de 2003 fue el paradigma revelador de lo que EEUU considera “democracia” y cuáles son sus métodos para propagarla. A pesar de la masiva cobertura para justificar aquella acción ilegal y tapar las que se cometían en las sombras, ello fue insuficiente para calmar la indignación mundial ante semejante atropello y las arbitrariedades que se cometerían contra la población. Las empresas de medios intentaron ocultar sin éxito la masiva aversión de los iraquíes hacia su presencia y lo peor, no pudieron maquillar las aberrantes filtraciones de Abu-Graib en 2004 que expusieron esa horrorosa realidad.

Pero, cuando las cortinas de humo de los medios no alcanzaban para callar aquella realidad ¿Qué hacer si los liberados no querían esta “liberación? ¿Qué hacer para que lo iraquíes amen a sus verdugos o al menos hacerlos parecer tolerables? La metodología era inconfesable y la finalidad estaba lejos de las bondades proclamadas desde esos mismos medios. Los abusos y torturas en Abu-Graib eran solo una minúscula muestra de las intenciones y su idea de democratización que los anglosajones traían ocultas bajo sus mangas.

Esa deleznable realidad no solo ocurría en Abu-Graib. Una docena de otras prisiones –muchas secretas- bajo el control de los invasores se habían convertido en gigantescas mazmorras para la tortura, la experimentación médica y la desaparición de prisioneros en donde y por medio de estas atrocidades se violaron todas las Convenciones y Protocolos sobre el trato a prisioneros y seres humanos en general.

Aquello abrió las puertas del infierno para los políticos en Washington y cambio para siempre la imagen de los EEUU. Además de una agresión gratuita, los norteamericanos estaban llevando adelante una planificada limpieza sobre la población iraquí mediante métodos que nada envidiarían los nazis o los soviéticos de la era de Stalin.
General Mayor Antonio Taguba

Había que hacer control de daños y para ello, trataron de limitar las responsabilidades en algunos cuadros de oficiales y suboficiales de una rama especifica del ejército, la policía militar. Fue así como la “800° Brigada de la MP” fue el elegido y puesta como el chivo expiatorio de este escándalo. Para ello en mayo de 2004 convocan al General Mayor Antonio Taguba quien tras reunirse con el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld y sus asesores militares, le encargaron la confección de un informe en el cual supuestamente se develaría el alcance de las responsabilidades en las violaciones a los derechos humanos de los prisioneros iraquíes.

Hombres y mujeres iraquíes fueron sometidos a todo tipo de aberraciones, muchas de ellas dejadas deliberadamente fuera de éste informe. Tan deleznables fueron muchos de aquellos casos que fueron deliberadamente borrados durante la administración de Barak Obama. Igualmente, las técnicas de “interrogación” basadas en golpizas, sodomía (a hombres y mujeres), el submarino (seco y mojado), vejaciones  forzadas entre hijos y padres, introducción de alimentos por el recto, ataques con perros, cortes con navajas y ejecuciones sumarias después de estos “interrogatorios”, fueron algunas de las tantas técnicas utilizadas no solo por los estadounidenses (inteligencia militar y la CIA) sino también, por los asesores británicos (en Basora) e israelíes presentes en los recintos de varias de estas prisiones.

También parte de este siniestro proceso, fue el secuestro y la violación sistemática de mujeres iraquíes para muchas de ellas ser desaparecidas en las redes de prostitución y que algunas de ellas aparecerán en producciones pornográficas realizadas y controladas, adivinen por quienes…si, los estadounidenses. Ello será tratado en otro artículo.

Algunas fuentes en Washington calificaban al Mayor Taguba como un militar profesional y un hombre honesto que no se dejaría influenciar por intereses encontrados, aunque no se podía obviar las presiones políticas provenientes de funcionarios de la administración Bush.

Pese a que Taguba intento informar todos los casos que pudo hallar, su investigación se habría visto obstaculizada y hasta en algunos casos arbitrariamente deshecha, cuando se acercaba a altos rangos de las Fuerzas Armadas estadounidenses involucrados ¿Quiénes serían los principales interesados en impedir estas pesquisas? El primero de todos, sin dudas sería Donald Rumsfeld y continuaría su socio Paul Wolfowitz, y de ahí para abajo una larga cadena funcionarios gubernamentales como el Secretario para la Defensa e Inteligencia Stephen Cambone y todo el Comando Central en Tampa, y desde allí otra larga cadena de la oficialidad militar que se extendería desde el encargado de la Inteligencia Militar en el Pentágono hasta la oficialidad en el Comando de Operaciones en la “Zona Verde” en Bagdad.
Nadie olvida en Iraq estas brutalidades

Tras su elaboración y conclusión, pese al tiempo transcurrido, el Departamento de Defensa se ha visto reacio a liberar la identidad de los oficiales y suboficiales involucrados en estos crímenes, apareciendo todos ellos pintados con tinta negra. Los argumentos secretistas alegados por la administración federal con los cuales fundan esta práctica administrativa, son cuando menos ridículos. Como señalo el director del Archivo de Seguridad Nacional Thomas Blanton “bajo el pretexto de  proteger la privacidad de los involucrados, no se han dado cuenta que exponen al principal responsable de ese entonces quien era nada menos que el comandante de las operaciones militares en Iraq, el General Ricardo Sánchez.

Asimismo, una investigación realizada (más allá de la honestidad de Taguba) por quien (como fuerza) resulto ser parte de las violaciones y crímenes cometidos, es ciertamente una broma sádica y siniestra. La finalidad de este informe sin dudas fue más para encubrir que revelar dado que no hubo forma de que Naciones Unidas o la Cruz Roja realizara una investigación inmediata e imparcial de hasta donde había llegado todo esto y si se  detendría.

Concluyendo, se puede asegurar que el “Informe Taguba” solo busco reducir el campo de responsabilidades a las tropas de ocupación y obviamente de las políticas en Washington,  pretendiendo argumentar la producción de actos aislados por sujetos indisciplinados y alejados de las ordenes de sus superiores, tendiendo a dirigir sus conclusiones a problemas de disciplina dentro de la 800° Brigada de Policía Militar, algo que en razón de verdad es una tomadura de pelo que insulta a las miles de familias iraquíes que han sufrido la pérdida de alguno o todos sus seres queridos. En resumen, éste líbelo no es más que una verdadera tapadera que no convencería ni a un ciego.  

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