“ALBERTO
¿QUIERE SER
PRESIDENTE?
La zozobra del
país no da pausa y al parecer quién se creyó automáticamente ungido como el
próximo presidente e incluso sus partidarios lo han consagrado anticipadamente como
tal, estaría recapacitando su decisión
Por Pepe Beru
La euforia de la “victoria” obtenida en las PASO del
11 de agosto pasado en la Argentina parece haberse esfumado con rapidez.
Incluso el discurso del candidato del reciclado y atomizado partido justicialista Alberto
Fernández ha empezado a resquebrajarse si lo comparamos con sus primeras
promesas antes de las elecciones. La alternativa para revertir la actual
situación no parece ser tal y sus exabruptos con algunos periodistas serían
algunas señales de descontrol. Esto a su vez refleja una muy compleja situación
político-económica que pone en evidencia la engañosa alternativa que
representaría el regreso del Kirchnerismo al poder.
Las dudas no solo recalan en los llamados “mercados”
que observan atentos desde sus caras y muy bien ubicadas oficinas en New York,
sino también en los mismos argentinos de a pie que por el motivo que haya sido,
le dieron su voto al redimido candidato peronista. Como siempre, los argentinos
se ven atrapados ante las opciones más inextricables y ello parece repetirse
mecánicamente con la actual alternativa de seguir con lo “malo” o pasar a ser
gobernados por lo “peor”.
Apenas se conoció la abrumadora derrota del
gobierno, confirmada por un Mauricio Macri claramente afectado por los
resultados, sus rivales políticos del antiguo sistema de cosas y varios
periodistas conocidos por sus acostumbrados dobleces y maleabilidad subjetiva,
no dudaron en comenzar a usufructuar de esta situación demostrando una gran
miseria ética y humana que solo reafirma que en Argentina nada ha cambiado.
Los datos de la realidad inmediata a esa elección
fueron catastróficos. Caída de los papeles de comercio argentinos en el
exterior que cotizan en el Merval (caída de un 54%), subida repentina del
riesgo país (rozando los 2000 puntos) y una escalada en el precio del dólar (alza
de un 33%) que propicio el aumento irreverente de los precios de los alimentos
y el combustible, parecían ser la traducción obscena de ese mercado financiero
invisible a los ojos pero perceptible en la realidad de los hechos.
A la par de esto, los medios y varios periodistas
con la intensión de despegarse del gobierno y congraciarse con el aparente
triunfador de las elecciones de Octubre comenzaron a patear a Macri en el
suelo. Pero no paso mucho hasta que las cosas se pusieran peor.
Fue allí cuando el “candidato” opositor comenzó a
balbucear. Pese a que se presenta como la cara conciliadora del Kirchnerismo o
una versión moderada del Peronismo, no falto mucho para que se cayera la careta
que mostró esa intolerancia a quienes fastidian con sus preguntas a su juicio,
impertinentes. Ante los hechos, Alberto Fernández comenzó a cuestionarse si
realmente quiere agarrar esta sartén con aceite hirviente. Cuando se conoció
que estaba de acuerdo con que el dólar ideal era uno que cotizara a “60 pesos”,
estaba dejando en claro que no había diferencias con los Keynesianos que tanto
critican los Cristinistas y que incluso los liberales económicos no apoyan. Un
dólar en ese precio hunde a la economía y termina por destruir la poca soberanía
de la moneda nacional.
Mucho menos esperanzador han sido otros comentarios
sobre el tema como aquel que reza “no sé qué hacer si no hay con que” o “no va
a ser fácil bajar la inflación”, como un prólogo para ir atajándose con el
argumento de la “pesada herencia” ante un posible ascenso al gobierno.
Y no solo eso. Cuando Alberto reconoció que “será
muy difícil controlar la inflación” a muchos les quedo en claro que el país se
dirige sin prisa ni pausa hacia un Default técnico, lo que significa que el
país no podría cumplir con sus obligaciones externas en término, entonces
quienes aún le creen al candidato K se han preguntado y se preguntan por estas
horas ¿De dónde sacara el dinero para solventar las promesas ridículas de
“poner dinero en los bolsillos de los argentinos” o “aumentar las jubilaciones”
si el dinero del FMI no se puede tocar?
La respuesta es, simple demagogia y nada más. Después
de eso, la estructura del anterior régimen político pocas ideas puede aportar
para arrojar soluciones reales a la situación.
¿Y qué se puede esperar en el área de la justicia?
Los comentarios del candidato al respecto son preocupantes. Aquel comentario en
el que sentenció que los jueces que habían procesado a los partidarios K “deberían
rendir cuentas”, algo que en un primer momento se desdijo pero que apenas unas
horas atrás, redoblo uniéndose a la arenga intimidatoria de las Madres de Plaza
de Mayo, un apéndice rancio del Kirchnerismo.
Algunos han señalado que Alberto en realidad no
quiere ser presidente y que su misión estaría limitada a que retorne la
“señora” a la Casa Rosada y una vez allí, podría delegar su puesto y el poder
de la lapicera con algún subterfugio que le permita abandonar disimuladamente
el sillón de Rivadavia y recibir una posible y abultada recompensa por sus servicios
¿Qué quién la
pagaría? Bueno, la pregunta se responde sola si se ve quien pasa a tomar el
poder.
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