domingo, 15 de septiembre de 2019




MIL AÑOS DE PUTIN
Admiración y fastidio son los sentimientos que despierta el mandatario ruso alrededor del mundo, incluso dentro de los Estados Unidos las opiniones están polarizadas ¿Estamos ante un estadista formidable o un astuto líder con intensiones desconocidas?

Por Charles H. Slim
Cuando la URSS se desmoronó en 1991, los especialistas del Departamento de Estado que asesoraban a James Baker e incluso los analistas del Pentágono de aquel entonces coincidieron en que Rusia no se levantaría jamás de las ruinas de aquel estado soviético que había colapsado por la profunda corrupción burocrática y su ineficacia ante la crisis económica que amenazó con causar una hambruna en las puertas del siglo XXI.

El mismo James Baker estaba complacido con los esfuerzos políticos y los resultados obtenidos a instancias de un Mijail Gorbachev que tras desperdigar la llamada “Perestroika” para reformar una economía dirigista y colapsada, una vez logrado el objetivo de sacudir desde adentro las estructuras de un estado cimentado en barro,  dejaría de servir para el proceso de transición que estaría por venir. Sin dudas que Gorbachev se dejó seducir por los cantos de sirena de los burócratas norteamericanos y pronto cayo en cuentas de ello.

Pese a que por estas latitudes los medios, que no sin más que corporaciones al servicio de quien pague mejor, siguen cantando loas a ese proceso, en realidad todo aquello fue un gran embuste. La Perestroika resulto ser un desastre para la economía rusa y fue sin dudas el “virus” (o más bien el Caballo de Troya) inoculado para que se desarticulara la ya endeble infraestructura de aquel gigantesco estado soviético. El premio por ello para Gorbachev fue el otorgamiento del Premio Nobel, un apretón de manos y un entusiasta “Thank´s” telefónico de George H. Bush pero todo eso significaba, “Aquí tienes lo tuyo, así que córrete de nuestro camino”.

Más allá del relato naif y hasta infantil que por aquel entonces difundían los medios occidentales –y que cancinamente aún repiten los medios y académicos argentinos- que hablaban del fin de la era de las sospechas, la desconfianza y de la guerra fría que mantuvo al mundo en vilo durante casi todo el siglo XX, donde supuestamente “Rusia pasaba a ser aliada y amiga de EEUU”, Washington lejos de guardar sus planes de expansión geoestratégica sobre los territorios de aquella ex Unión de repúblicas soviéticas, los acelero con miras  de entrar por la puerta de Asia Central. Al mismo tiempo respiraron aliviados cuando vieron que Boris Yeltsin, aquel político advenedizo que supo aprovechar las revueltas dentro del PC, sería el interlocutor en el Kremlin. Con él en el poder, en Washington estaban seguros que Rusia no levantaría cabeza.

Pero la aparición y ascenso de un desconocido funcionario salido del mundo de la inteligencia del estado soviético (KGB), cambiaría esas expectativas y pasarían años hasta que los norteamericanos se dieran cuenta de que habían subestimado su capacidad e inteligencia. Aquel delgado y corto hombre de aspecto gris que acompañaba a Yeltsin durante su gobierno, sería la clave de una nueva era para Rusia.  Vladimir Vladimirovich Putin quien fue presidente del Comité de Relaciones Exteriores de San Petersburgo y Jefe de la FSB recibe el poder de un Boris Yeltsin enfermo y con serios problemas de bebida, que no había logrado controlar el caos interior (especialmente con Chechenia) y mucho menos, repensar las relaciones de la Federación rusa ante el mundo.

Putin se hizo cargo de la gobernanza de un estado calamitoso y a punto de implosionar, que requería decisiones firmes y duras.

Es el mismo que logro imponer el orden y la ley en una Rusia sumida en la anomia que estaba en manos de oligarcas y de mafias que explotaban las carencias sociales por la crisis interior que vivía el país. También logró controlar las actividades terroristas chechenas y retomar los valores rusos como parte de un nuevo estado, devolviéndoles a los ciudadanos aquel orgullo de pertenecer a una nación. Pero lo que más descolocó a los estadounidenses fue la reconstrucción de una geopolítica rusa propia con una ambiciosa agenda internacional que, apoyándose en el ejercicio del derecho de veto en el Consejo de Seguridad rivalizaría con el unilateralismo que George H. Bush anuncio en 1991 como el “Nuevo Orden Mundial” y que a la vista de lo ocurrido en el Golfo Pérsico (guerra contra Iraq) parecía imposible de contraponer.  Para el Establishment estadounidense eso fue fatal.

Putin fue cauto hasta mediados de 2006 y a partir de allí con paciencia, lento pero sin pausa fue trabajando en reconstruir y fortalecer sus fuerzas armadas (en especial el Ejército y la Armada acuciadas por la baja moral y el abandono material), necesarias y estratégicas para una diplomacia sustancial ante el unilateralismo de puño de hierro con guante de seda que al amparo de operaciones de engaño como son las “revoluciones de colores” ejecutaba Washington.

El ascenso en 2008 de Dimitri Medvedev no detuvo este progreso y fue por ello que desde occidente se especulaba de la independencia de criterio de éste mandatario.

Fue así que a instancias de actos de gobierno y decisiones claramente audaces, reactivo la industria armamentística nacional, el desarrollo tecnológico y científico encarado a mejorar el campo aeroespacial y del desarrollo de misiles estratégicos que mostraría sus frutos más categóricos en marzo de 2018. Impulso el saneamiento de un estado carcomido por la corrupción y puso reglas claras a la reconstrucción del sector empresarial dejando en claro que ya no haría lo que ellos querían.
Putin reconstruyo el tejido social y estableció un nuevo paradigma de autoridad como basamento del nuevo estado.

A la par de esto, se fue configurando una diplomacia exterior firme y coherente que representada por el canciller Sergei Lavrov fue cimentando una geopolítica revitalizada y decidida a darle a Rusia un papel protagónico en los temas centrales de la región Euroasiática y más allá. Mientras EEUU estaba absorta en sus guerras en Iraq y Afganistán creyendo que obteniendo victorias que nunca llegarían, entraría por la puerta trasera, Rusia cultivaba y estrechaba sus relaciones diplomáticas con sus vecinos del Centro de Asia. Las expectativas estadounidenses de penetrar por el centro asiático, como lo vemos hoy,  fue un mal cálculo (muy errado) que aún siguen lamentando.

Putin estableció importantes relaciones con China con quién (pese a la competencia que existe por un sitial de preponderancia en Eurasia) comparten objetivos regionales en común en pos de sus intereses, han firmado varios acuerdos bilaterales que van desde la cooperación comercial, seguridad, defensa y de desarrollo energético con importantes proyectos en desarrollo y otros aún por concretar en esta área.  

En 2002 Putin firma con Bush la reducción de sus arsenales nucleares estratégicos algo que no hace mucho –gracias a Trump a instancias del sector neocon- termino yéndose  por el inodoro. Pero en ese entonces, al mismo tiempo que se acordaba esta reducción de misiles de estas características, la administración de Bush-Cheney a instancia de Bruselas prosiguió con los planes de extender la influencia de la OTAN hasta las fronteras rusas pero sin considerar las capacidades de reacción de la nueva Rusia y mucho menos de adelantar las capacidades políticas de las administraciones de Putin y Medvedev. Henry Kissinger ya lo había advertido tras una entrevista al referirse al mandatario ruso, como un mandatario con una personalidad poco común.

Entre tanto Putin extendió sus lazos más allá del atlántico constituyendo ello una movida revolucionaria en el campo diplomático y la apuesta a tejer una nueva geopolítica, estableciendo nuevos y duraderos lazos con América Latina y en particular con Venezuela que pese a los avatares y los cambios que se están dando en la región, aún perviven y se siguen desarrollando a la sombra de las continuas amenazas de EEUU y la OTAN. La ayuda naval remitida en 2017 para rescatar al submarino argentino hundido en el Atlántico sur fue muy reconocida y valorada por las familias de los tripulantes, pero desdeñada por un gobierno argentino subordinado a Londres.

En lo referente al Medio Oriente su agenda fue sin dudas la que más fastidio a Washington y a sus socios, entre ellos Israel y Arabia Saudita quienes prefieren (por costumbre y conveniencias) seguir ligados a la geopolítica de EEUU. Mientras éstos últimos conspiraban junto a Francia y Gran Bretaña para destruir a la república árabe de Siria y convertirla en un estado fallido como lo hicieron con Libia en 2011, Putin estrecho las relaciones con Damasco y cuando intentaron amedrentarlo con la utilización de armas químicas intentando culpar a Bashar Al Assad -en ataques de Falsa Bandera- e incluso  atacando a legaciones y funcionarios consulares rusos en Damasco, profundizó su apoyo con el involucramiento en la lucha por expulsar a las milicias de mercenarios (reclutados por la CIA y el MIT turco) que estaban siendo remitidas desde bases de adiestramiento en Turquía y Jordania.

También maniobro con prudencia y sagacidad ante las provocaciones (planificadas por la Casa Blanca) para involucrar a Rusia en un enfrentamiento directo con Turquía y distraerlo de las acciones en Siria. El derribo del avión “SU-24” en noviembre de 2015 fue en ese sentido, la carnada para provocar a Moscú. Pero Putin entendió la señal y lejos de reaccionar logro que el mismo mandatario turco tuviera que pedir disculpas públicas por ese ataque, llevando a que los planes de Obama se vinieran al suelo. Aquello supuso un error estratégico que Washington quiso cobrarle a Erdogan tratando de quitarlo del medio con el intento de golpe de estado de julio de 2016.

Incluso, la actual estabilidad lograda en la mayor parte de Siria es debida a Vladimir Putin y las fuerzas rusas que lograron desalojar de las ciudades más importantes a grupos armados como “Jabbat Al Nusra”, “Al Qaeda” y “Estado Islámico” para empujarlos hacia el desierto.

Ello implicó desbaratar las redes secretas y células que las agencias de inteligencia occidentales (con la complicidad de otras regionales como las sauditas, turcas e israelíes) habían montado para sostener la operatividad de éstas bandas armadas. Sin dudas, fue la muestra de una firme decisión y determinación política por cortar de raíz el origen de ésta agresión que ponía en riesgo un interés estratégico como es la presencia y permanencia de la base naval en Latakia.

A la par de esto, la fluida relación con Irán y el establecimiento de varios acuerdos bilaterales en el campo de la defensa, alivio la presión que EEUU desde hace décadas –y por presiones del Lobbie por israelí- viene imprimiendo sobre el país islámico al cual Moscú, además de apoyar la decisión iraní de suspender parcialmente el cumplimiento del acuerdo por la cuestión nuclear –abandonado por Donald Trump-, en una muestra de confianza mutua le proveyó sistemas de misiles antiaéreos S-300, algo que fastidio a Tel Aviv.

Otro logro fue la decisión de resolver de un golpe el “nudo gordiano” que representaba la situación de Crimea, un acierto estratégico y político magistral de Putin. En Ucrania tras el golpe de 2014 (urdido a la sombra del Departamento de Estado y la embajada norteamericana en Kiev), los esfuerzos de la OTAN por infiltrar la inestabilidad social en el este del país mediante agitadores, células de mercenarios y asesinos para crear confusión entre la población del Donbass fue conjurado por la incondicional asistencia de Rusia que no dejaría que a la zaga de estas operaciones negras y fomento del terror, la OTAN entrara en Ucrania.

También ha tenido y viene teniendo un papel decisivo en conflictos regionales en el sur de Asia en particular entre la India y Pakistán con quienes Rusia ha entablado relaciones simultáneas de variada índole  llegando a poder jugar en algún momento el papel de mediador en la crisis conflictiva por la región de Cachemira. Incluso más, el gobierno de la India trató de usar ésta relación –especialmente motivada por acuerdos multimillonarios- para que Moscú juegue a favor de la posición de Nueva Delhi en dicho conflicto algo que Moscú ha dejado en claro que no aceptara.

En definitiva,  pese a las tiranteces internas entre “tradicionalistas” y “progresistas” y las presiones que recibe de occidente, Putin demuestra que ha sido y sigue siendo exitoso en gobernar un país tan extenso como Rusia y claramente ambicioso por convertirse en el líder de los países que tratan de ser presionados por el unilateralismo estadounidense, dándoles la alternativa de unirse a una geopolítica de un multilateralismo más flexible, multifacético y participativo que aquella otra que el tiempo ha demostrado con creces que es una versión moderna de la metáfora del “garrote y la zanahoria”.

miércoles, 11 de septiembre de 2019



DOS MINUTOS PARA EL DESASTRE”
¿Tiene conciencia la clase política argentina y en especial los posibles candidatos a ejercer el próximo gobierno de cuáles serían las consecuencias de una posible dolarización de la economía?

Por Charles H. Slim
Mientras el mundo estudia seriamente sacudirse de la dependencia del dólar como moneda de cambio comercial a nivel internacional, en la Argentina ocurre todo lo contrario. Ir contra la corriente aun cuando ello es perjudicial para los intereses del mismo estado argentino, es un deporte nacional algo de lo cual a la altura de las actuales circunstancias, no cabe ninguna duda. Las señales que por estos últimos días se han visto en el país sudamericano lo dejan en claro. A las declaraciones anacrónicas de algunos representantes sociales ligados al candidato “K” Alberto Fernández, pasando por la severa crisis económica social y financiera (que involucra la participación del FMI), que amenaza con tragarse al gobierno macrista y a sus sucesores, se suman por estas horas los rumores de una posible dolarización de la economía lo significaría el definitivo abandono de su moneda soberana.

La misma sociedad que voto a Cristina Fernández de Kirchner, fue la que le dio su voto a Mauricio Macri en 2015 y hoy estos mismos son quienes tras derribarlo lo están pateándolo en el suelo.

Será esta sociedad ambigua e hipócrita la que enterrara a su moneda sin tomar dimensión de lo que ello acarreará. El refugio en el dólar como la moneda de ahorro consuetudinario, ha llevado a muchos economistas a señalar la conveniencia de una dolarización como solución ante la escalada hacia una Hiperinflación. Pero los cerebros detrás de estas hipótesis pareciera que no ven lo que está sucediendo dentro de la economía doméstica estadounidense (acuciada según Max Kaiser por un “Vandalismo financiero”) y con su moneda alrededor del globo y los próximos pasos de Donald Trump en referencia a tratar de complicar a la economía china con una posible recesión.

Algunos analistas ya lo venían vaticinando desde hace unos años. Trump es un hombre de negocios y conoce muy bien cómo se manejan los intrincados hilos de la banca financiera y es por ello que conoce cuales son los alcances y las consecuencias que tiene ello en el comercio internacional. Con una política netamente proteccionista que ha cerrado las importaciones a productos de otros países –en particular a los chinos- Washington intenta que otros países (en especial los de la UE) adopten esta postura sin importarle que ello produzca una crisis económico-financiera en cada uno de estos países que puedan adoptarla.

Es por eso que Trump y su Departamento de Estado  -con Mike Pompeo a la cabeza- ha adoptado esta política económica como una nueva estrategia para continuar con la agenda del Establishment norteamericano, por medio de la cual prescinde de los costosos despliegues y las impopulares intervenciones militares que devoran recursos económicos del Tesoro federal sin resultados ciertos. El control de las finanzas internacionales lleva a controlar el comercio y las economías de los países, pudiendo presionar a aquellos gobiernos que se opongan a estas políticas o simplemente no sean del agrado de Washington.

Los ejemplos de cómo se articula esta política ilícita y sucia de coerción económica y comercial internacional vienen desde hace tiempo pero se fueron perfeccionando en su amplitud y profundidad tras la guerra contra Iraq en 1991 con –al amparo de las resoluciones de Naciones Unidas- la imposición de sanciones de todo tipo contra la nación árabe que se extendieron por trece terribles años en los cuales, se le privó a Bagdad la posibilidad de manejar su dinero producto de la explotación y  producción petrolera y mucho menos, recuperar los activos de las cuentas bancarias en el exterior. El daño causado por esto fue indescriptible y millones de iraquíes –y en particular los más de 500.000  niños que murieron por falta de alimentos y medicinas-  lo padecieron en forma lenta y progresiva.

De esta manera los subsecuentes asesores del Departamento de Estado, fueron dándole un mayor protagonismo a estas medidas como un arma de presión central que no se queda en lo financiero y económico sino que tiene una poderosa incidencia sobre la psiquis de los gobernantes presionados y en especial, sobre toda su población.

Aunque ello ha sido muy útil y eficaz para ahorcar a las economías de países pequeños (Iraq, Siria, Cuba y Corea del Norte) no lo ha sido para presionar a países con una mayor extensión geográfica y mucho menos contra países emergentes como Rusia que, además de haber venido creciendo en su economía interna a un ritmo aceptable ha reforzado su diplomacia con expectativas de ampliar su política exterior mediante la impulsión de un multilateralismo que ya venía siendo implementado por la Venezuela Bolivariana de Hugo César Chávez.

Ante esto, Rusia debió y sigue teniendo que tolerar las políticas agresivas de Washington. Para contra restar la batería de sanciones impuestas por EEUU, Moscú ha impulsado una política de relaciones comerciales regionales llevando a que se firmen importantes convenios que rompen con las vallas financieras y comerciales que, como el dólar como única moneda de intercambio, condicionan especialmente el intercambio en el mercado del petróleo.

Otros aspectos de esta proyección rusa pueden verse en su profundización en las relaciones bilaterales con China, Turquía, Irán, Pakistán y la India llevando a que, cada uno en sus áreas específicas, vean satisfechas con un socio regional sus necesidades comerciales y financieras pudiéndose ver en breve la posibilidad de un reemplazo definitivo del dólar por el Yuan y/o el Rublo.

Los actuales entuertos que EEUU viene teniendo con China están tratando de ser llevados a este escenario financiero como una forma de tratar de desestabilizar la economía del gigante asiático desde adentro. Así como la intervención militar directa fue una herramienta medianamente útil para doblegar a los países árabes islámicos en el comienzo del siglo (Afganistán e Iraq), hoy lo es la coerción y el chantaje financiero.

Pero pese a ello, hay una severa crisis en torno a la moneda estadounidense que como lo señaló el jefe del Banco de Inglaterra Mark Carney, puede ser aprovechado por los banqueros y financistas europeos para reemplazarla por una nueva moneda, posiblemente virtual.  También señala que si bien China es un serio candidato a desplazar la hegemonía del dólar en el comercio de Asia central y más allá, todavía no se encuentra preparada para ocupar ese lugar.

Carney también señala que el papel del FMI es fundamental para el establecimiento de una moneda global que reemplace al dólar, siendo las opciones más avanzadas las criptodivisas para sustentar una economía netamente digital.

Pero en Argentina ninguno de sus políticos del oficialismo ni de la oposición ni de sus expertos en política económica y financiera ha reparado en estas actuales circunstancias y los debates que se están dando en este tema, con lo cual reina la incertidumbre sobre cómo se posicionara el país ante estas circunstancias y la posible dolarización de su economía. Hay una guerra comercial entre EEUU y China y en breve se especula con la posible creación de una recesión global impulsada por Trump que de producirse, sacudirá a todos los países con particulares consecuencias en cada una de sus economías y se sabe, que esto traería la caída del empleo, detención de la producción, falta de alimentos y con seguridad la provocación de una o varias guerras regionales incentivadas por este marco y los fabulosos negocios que la misma trae para la industria armamentística. Entonces algunos se preguntan ¿Cuáles son las herramientas del próximo gobierno argentino para protegerse de esto? 

lunes, 9 de septiembre de 2019



GIRO GEOESTRATEGICO”
Cómo ha evolucionado el Plan de dominación imperial estadounidense desde el 11/ S de 2001 hasta el presente

Por Charles H. Slim

Hace 18 años el mundo cambiaría para siempre y a partir de allí, comenzaría una larga y tortuosa historia de terror, intrigas y guerras que por estos días pareciera que comienza a cambiar su dinámica poniendo en evidencia que pese a que no se detienen los objetivos originales que tuvieron aquellos impulsores de esos ataques, variaran en la forma de conseguirlos.

Desde el 2001 la administración Bush-Cheney con el apoyo incondicional del Departamento de Defensa controlado por ese entonces por Donald Rumsfeld y Paul Wolfowitz, pusieron en marcha un plan geoestratégico denominado “Proyecto para el Nuevo Siglo Estadounidense” (PNAC) que había sido fundado en 1997 por un selecto grupo de neoconservadores y sionistas donde algunos de ellos en el año 2000 pasarán a ser funcionarios de gobierno de la administración Bush.  Entre ellos estuvieron Dick Cheney, Jeb Bush, Robert Perle, Lewis Scooter Libi, Donald Rumsfeld y Paul Wolfowitz entre muchos otros.

Aunque la idea y el planeamiento que allí se desarrolla fue sin dudas pergeñado desde el final de la primera guerra del Golfo en 1991,  es decir antes de que George W. Bush (hijo) lograse llegar al poder, sus mentores (entre ellos los israelíes) desarrollaron un esquema operativo detallado para que dicho plan fuera viable al corto plazo.

Así nacería la doctrina por la cual se justificaría la restricción de los derechos y libertades constitucionales de los mismos ciudadanos estadounidenses (con especial ponzoña sobre los musulmanes) y el avasallamiento de la ley internacional y de la soberanía de otras naciones. 
En esos momentos pocos se preguntaron ¿Dónde entra el respeto a los derechos humanos en todo esto? Obviamente, la respuesta sorda fue “en ninguna parte” y la prueba más tangible de ello está en las ilegales intervenciones sobre Iraq, Afganistán y Siria en cada una de las cuales se han verificado todo tipo de abusos, torturas, desapariciones, ejecuciones sumarias y masacres colectivas que han pretendido ser morigeradas ante la opinión pública bajo el amparo de una supuesta “lucha contra el terror” que como se ve actualmente en Afganistán, no ha llegado a ninguna parte.  

Su implementación fue posible atendiendo a la falta de un rival militar a nivel internacional y del obsceno y subalterno papel de Naciones Unidas para reglar estas intervenciones bélicas y mucho menos condenar las aberraciones que Washington pondría en marcha en cada una de ellas.

Los desarrolladores de esta planificación serían Donald Rumsfeld quien representaría la pata política del plan mientras que el Almirante Arthur K. Cebrowsky  -con la participación de Thomas P. M. Barnet- desarrollaría la faz operativa y de ejecución del despliegue militar para concretar los objetivos del proyecto el cual hay que señalar, era funcional a los intereses de Tel Aviv.

Con el control absoluto del Departamento de Defensa (al cual tras los ataques del 11/S se le incremento el presupuesto a niveles impresionantes), la Administración Bush-Cheney solo debía esperar el momento oportuno para dar inicio a la acción con el fin de lanzarse sobre los recursos estratégicos –lícitos e ilícitos- de Asia Central. Y esa señal estruendosa se dio aquella mañana del 11 de septiembre de 2001.

Lograr la dominación global a base de la llamada “doctrina Rumsfeld-Cebrowsky”, exitosa en parte, actualmente parece estar siendo reemplazada por un ángulo diferente que aunque  sigue buscando el mismo objetivo, difiere en la materia que quiere utilizar para ejercer ese control.

Pese a que nadie esperaba eso, desde 2009 Barak Obama continuó con esta política aunque llevando adelante otras vías, aliándose directa y secretamente con organismos político religiosos islámicos como la organización “Hermanos Musulmanes” –de orientación Takfir- que vehiculizarían las operaciones de agitación y violencia disfrazando así las intenciones estadounidenses de continuar con la misma agenda. Para ello la CIA estrecho lazos con los servicios de inteligencia británicos (MI-5 y MI-6) quienes son los autores intelectuales de la operación denominada “Primavera Árabe” que entre otros logros sirvió para derrocar a Mohammar Al Gadafy en Libia. Se trató de un cambio de estrategia y de tácticas, pero los objetivos del PNAC tendientes a crear el caos en los estados intervenidos para –bajo la supuesta ayuda- mantenerlos bajo control, seguían en pie.

Desde la asunción de Donald Trump a la Casa Blanca en 2016, se siguió implementando en política exterior aquella doctrina en la cual a base del uso de la fuerza y de las operaciones de engaño se intervino en la soberanía de países estratégicamente valiosos y se destruyó sus infraestructuras para ponerlos de rodillas y dependientes a sus intereses –algo que Trump denunció durante su campaña electoral-..

Pero al paso de dos años de esta gestión, Trump en una muestra de buscar imponer su propia marca y cumpliendo con parte de sus promesas de campaña, puso a rodar en forma paralela otra nueva doctrina tan siniestra como invasiva de aquella, que se la conoce como la doctrina “Pompeo-Trump”. Esta se basa ya no en el uso avasallante de la maquinaria y el poderío militar sino más bien en el control y monopolio de los recursos energéticos del planeta pudiendo de esa manera doblegar la voluntad de cualquier gobierno o región que no quiera someterse a las decisiones de Washington. En síntesis lo que se persigue aún es la hegemonía económica y financiera de EEUU por sobre el resto de los países.

A la par de esto, todos los frentes bélicos abiertos por EEUU serían paulatinamente abandonados, dejando a su suerte a esos recursos de los cuales las administraciones anteriores (Bush y Obama) solventaron y apoyaron para hacer el trabajo sucio (creando milicias proxies). En este sentido, se ha determinado que Siria y su gobierno sobrevivirán. Para ello Washington ha llegado a un acuerdo con Rusia, Irán y Turquía de que no se crearan nuevos estados ni se desmembrara a la región en parcelas confesionales como fue la intensión de hacer con la implantación del ISIS (con el Estado Islámico) y Al Qaeda en Siria para generar un “Sunistán” y forzar a los chiitas a abroquelarse en una región exclusiva para ellos. Los actuales bombardeos de EEUU sobre las posiciones de “Al Qaeda” en Idlib,  Siria son una prueba de que Washington quiere deshacerse de estos recursos.

Otra prueba de esto, es la retirada forzada de las brigadas de mercenarios estadounidenses y europeos que fueron empleados por los kurdos sirios para intentar fundar una entidad autonómica llamada “Rojava” en el norte. A pesar de la oposición  de los jefes del PKK, no les queda otra opción que desarmar sus fortificaciones y replegarse silenciosamente.

Igualmente y aunque EEUU no tiene planeado retirar su base de fuerzas especiales ilegalmente colocada en Hasaka al noroeste de Siria, no estaría avocada a llevar adelante operaciones de apoyo a grupos de mercenarios para crear desestabilización contra el gobierno de Damasco.

En el ámbito económico, Siria estará condicionada. Cualquier programa de reconstrucción y mejoramiento de la infraestructura deberá pasar por el tamiz u la injerencia internacional. En este sentido, no podrá desarrollar ni gestionar obras de infraestructura energética propia que involucren la construcción y el paso de oleoductos qataríes o iraníes quedando obligado a aceptar únicamente la explotación de hidrocarburos a cargo de empresas rusas (GAZPROM) quienes a su vez, deberán aceptar la sociedad de empresas estadounidenses. Como se puede deducir de todo esto, una alternativa típicamente mafiosa. 

viernes, 6 de septiembre de 2019



UN PAÍS FRAGMENTADO”
La crisis económico financiera de Argentina supone una profunda crisis político y social ¿Acaso también supone una crisis existencial?

Por Javier B. Dal
La actual situación político-económica y social de la Argentina pone en evidencia una atmosfera de inestabilidad que podría desembocar en varias situaciones alternativas, y lo peor de todo es que cada una de ellas es tan mala como la otra. Mientras los medios locales y globales muestran la cuestión meramente macro financiera del país, la situación político-social interna tiene aristas mucho más complejas e inextricables a las cuales el actual gobierno o el próximo puedan resolver.

Ante esto, habría que preguntarse ¿Cuáles pueden ser estas situaciones alternativas que podría encarar la Argentina de los próximos años? Si lo vemos desde el ángulo económico-financiero, la suerte de ésta nación ya hace tiempo que está echada. El involucramiento del FMI ha sido gravitante en ello y la deuda contraída lo mantendrá más que condicionado para tomar decisiones soberanas. La ausencia de una infraestructura de desarrollo industrial adaptada a los nuevos paradigmas tecnológicos (vinculados principalmente con la Inteligencia Artificial) es uno de los factores del retraso económico que sufre el país, que no fue encarado ni siquiera tenido en cuenta por el gobierno de Cristina Fernández. Pero esto no viene solamente de la era “Kirchner” sino que tiene un extendido origen, que se remonta allá lejos en el tiempo tras la derrota militar ante Gran Bretaña por la guerra de las Malvinas en 1982.  Lo que hicieron todos los gobiernos posteriores a este evento solo han sido parches que no durarían en el tiempo.

El desarrollo tecnológico-industrial argentino fue truncado a la sombra de las presiones de Londres y Washington, que tras gobiernos permisivos como el de Menem, le impidió avanzar en estos campos (especialmente del desarrollo nuclear) bajo los argumentos de las potenciales amenazas a la seguridad y estabilidad regional. Visto desde afuera esto no es ni más ni menos que las condiciones impuestas por una potencia vencedora sobre una nación derrotada.

Pero ¿Qué han hecho para revertir esta situación cada uno de los gobiernos democráticos sobrevinientes? Simplemente, nada. Las conversaciones, los diálogos, las reclamaciones diplomáticas o incluso las obsecuencias más deleznables (como la vista con el peronista Carlos Menem) no arrojaron ni arrojaran ningún resultado si no van acompañadas de un poder real, necesario para negociar con un adversario que amenaza la integridad misma y la sobrevivencia del estado.

Con un estado meramente burocrático y atrasado, convertido por décadas en un ente meramente clientelista mantenido por un cúmulo de impuestos inaudito, que a la sombra de gobiernos mediocres ha sido desprovisto de sus objetivos estratégicos (en lo económico, comercial, energético y militar), es imposible obtener desarrollo alguno. Consecuencia de esto, solo hay un estado bienestar débil y moribundo que no está en condiciones de negociar nada ni con nadie.

Esta disyuntiva que hace a la existencia misma del estado argentino, que involucra a la existencia soberana del país ha venido siendo por los gobernantes de turno y los medios de comunicación,  distraída del tratamiento público y político, llevando a cada gobierno y cada uno de los partidos que se han encaramando en el poder, a realizar políticas meramente demagógicas, contingentes, superficiales y populistas que solo se avocaron a temas internos y sectoriales que solo ayudaron a multiplicar –entre muchos otros- el negocio de los punteros pagados por dineros de fondos públicos (entre otros orígenes).

De esta manera, la industria pesada que alguna vez fue la más competitiva y avanzada del sur del continente (de fabricación de tanques, industria aeroespacial, automotores, etc), fue desmantelada reduciendo el área, a no ir más allá de la producción de lavarropas en serie.
En este sentido queda clara la ausencia del estado que ha sido reemplazado por actores secundarios y externos a su estructura que responden más a intereses sectoriales (de un gobierno determinado) que a políticas de estado.

Actualmente las organizaciones sociales las cuales responden a varias orientaciones ideológicas y partidarias, subsisten del dinero del estado y por el transcurso del tiempo se han convertido en sectores de presión política alquilable por las oposiciones de turno. Un ejemplo de esto se vio apenas 48 horas atrás, cuando el líder del “Frente Patria Grande” Juan Grabois, aliado del Kirchnerismo y cercano al Papa Francisco causó un terremoto político cuando públicamente aseguro que “hay que avanzar con una reforma agraria” demostrando un retroceso discursivo e ideológico que nos lleva al año 1917 en las postrimerías de la revolución Bolchevique en Rusia. Más allá que Grabois fue amonestado por el frente político de Alberto Fernández, éste comentario habría revelado parte de los planes de un futuro gobierno de “Fernández y Fernández”.

Durante todos estos últimos 37 años hasta el presente, los dineros del presupuesto gubernamental lejos de invertirse en programas de desarrollo estratégico a mediano y largo plazo, han sido desviados para engordar los bolsillos de los funcionarios políticos corruptos (sin distinción de partidos), para financiar la industria de los pobres regenteadas por organizaciones sociales de dudosa preocupación altruista y acusadas conexiones partidistas, pagar sueldos de puestos burocráticos creados solamente para emplear parientes, amigos y amantes de toda clase que al final de cuentas terminan siendo pagadas por los contribuyentes.

Producto de ello, pueden verse la total entrega de las riquezas en los mares territoriales que son continuamente espoliados por la falta de acción estatal tendiente a guarnecerlas. Y es que sin Armada no es posible intimidar a las flotas que depredan impunemente las más variadas especies del Atlántico.

A la par de este interminable sangrado de activos públicos para subvencionar estos y muchos otros ítems nada estratégicos para el interés nacional del estado (por cierto, grande e ineficaz), hay que agregar las divisiones ideológicas extremas que azotan de derecha a izquierda a la partidocracia argentina. Tan anacrónicas como inútiles, posturas de rancio liberalismo económico y del igualmente vetusto marxismo económico se entremezclan con exponentes socialdemócratas, socialistas y admiradores de un fracasado eurocomunismo (todos estos agrupados bajo la denominación de “Progresistas”) que junto a los aduladores del neoconservadurismo anglosajón  (entre los que se cuentan los sionistas) que han descollado en la actual administración de Macri y que nada tienen que ver con la idiosincrasia nativa, dejan vislumbrar la falta de visión unificada y nacional para recrear un estado moderno, con sus propia geopolítica que le posibilite trazar sus propias relaciones para enfrentar las actuales y complejas circunstancias del mundo. 

De seguir así el estado de las cosas, habrá que preguntarse o más bien los argentinos debieran preguntarse ¿Sobrevivirá la Argentina como nación sin el peligro de una posible fragmentación político territorial?


martes, 3 de septiembre de 2019




“RETOMAR EL ENGAÑO”
Para los EEUU las políticas exteriores de sus últimas administraciones ha resultado ser un desastre que ha mellado la credibilidad del país ante los ojos del mundo. Afganistán se ha convertido en el paradigma de ello y la prueba latente de que las cosas nunca fueron como Bush, Obama y menos Trump han dicho

Por Charles H. Slim
Dieciocho años son demasiados para que una situación tan grave como aquellos ataques del 11 de septiembre de 2001 esté aún sumida en la nebulosa de las dudas muy bien fundadas sobre la verdad del relato oficial de lo que ocurrió ese día. La misma duda se extiende a todas las medidas y políticas que implemento por aquel entonces la administración republicana y neoconservadora de George W. Bush y Dick Cheney y que Barak Obama continuo, que pese a los beneficios que hubieron calculado obtener, dieron inicio al declive geopolítico de la nación ante el mundo.

El primer movimiento surgido de aquellas extrañas circunstancias fue, el conveniente y rápido hallazgo de un culpable a quien se le puso nombre y una cara: Osama Bin Ladem. En esos momentos muy pocos sabían quién era él, pero los medios corporativos estadounidenses  se encargarían de fabricar e intoxicar su historia y la supuesta relación de éste personaje con otro embuste histórico como lo es “Al Qaeda”.

Ambos actores fueron usados como la llave de ingreso al escenario Centro Asiático para inmediatamente, dar un zarpazo sobre la Mesopotamia del Creciente Fértil, es decir sobre Iraq. Esto ya había sido planificado y documentado varios años antes. Los cerebros de esta campaña de conquista, reunidos en sus sesiones a espaldas del conocimiento público, creyeron que sería pan comido y bajo el fundamento ante la opinión pública de haber sido atacados por una organización terrorista “fantasmal” –creada por la CIA en 1979-  EEUU saldría a una cruzada Sacro Santa contra la amenaza islamista, a la que eufemísticamente bautizaron “la lucha contra el terrorismo”.

El objetivo real y escondido de todo esto era sin duda, acceder a objetivos económicos-estratégicos y políticos en dos golpes: Primero invadir Afganistán para deshacerse del “Talibán” (viejos socios de la CIA), desarrollar importantísimas inversiones en el área de energía (Gas y Carbón) y establecer un punto de apoyo para operaciones profundas en Asia con miras a Irán, Rusia y China. Segundo, justificar un nexo entre “Al Qaeda” y Saddam Hussein para justificar la invasión a Iraq y de ese modo (entre los objetivos económicos y geoestratégicos para Washington), destruir al único rival árabe de Israel.

Ambos escenarios siguen siendo al día presente, dos calamidades para sus poblaciones y para Washington. En el caso de Iraq, pese a la férrea resistencia EEUU ha podido controlar a sus títeres con bastante fortuna a quienes, como el caso de Nouri Al Maliki, sacrifico con otro de los embustes de la inteligencia llamado “ISIS”. En lo que respecta al caso afgano, las cosas no han salido para nada bien. Pese a que los títeres colocados en Kabul son leales a Washington y Bruselas, estos no pueden salirse del radio de la ciudad sin el temor a ser asesinados. Son los primeros en rogar que no se vayan las fuerzas de la ISOF, salvo que se los lleven con ellos. Son como se dice “prisioneros en jaulas de oro”.

Y como las cosas no han ido nada bien y el Talibán ha demostrado que está un paso delante de las operaciones militares convencionales e incluso de los embustes colocados en el terreno por la CIA y sus colegas israelíes, Washington ha estado tratando durante años de llegar a un arreglo, a un acuerdo que les permita salvar el honor en una guerra que saben muy bien –los estadounidenses- nunca podrán ganar.

Ahora deben explicar esto y ello se ha vuelto muy embarazoso.  
Curiosamente hoy las editoriales que fabrican relatos  e historias que tratan de mantener en el tiempo la línea del discurso del estado profundo norteamericano, que tratan de mantener en pie el relato oficial de la “lucha contra el terror” y los esfuerzos por lograr obtener una victoria decisiva, vemos como los villanos de ese momento en realidad no lo eran tanto y viceversa. Las inconvenientes revelaciones sobre la relación entre Osama y la CIA y el uso que hizo ésta última de su imagen –falsificando videos- para justificar la discutida intervención en Afganistán fueron parte del disparador de aquella farsa montada en mayo de 2011 denominada “Operación Gerónimo” en donde se hizo creer que Osama Bin Ladem había sido asesinado. Curiosamente, la mayoría de quienes participaron en esta “Black Op.”, han muerto.

Con éste supuesto “ajusticiamiento”, Obama creyó que con aquello se acabarían las preguntas sobre la incoherente historia tejida desde el 11/S de 2001 que comprometía la credibilidad de sus agencias federales y de la nación. Por el contrario, las investigaciones revisionistas no han cesado llevando a que el gobierno federal se vea constantemente presionado por demandas de desclasificación de información clasificada. Ello ha llevado a que se revelen en documentos fechados entre 1990 y 1999 esas conexiones sucias que venían desde décadas entre la CIA y los que hoy Washington acusa como terroristas.

En estas nuevas “desclasificaciones”, que seguramente están compuestas por documentos arreglados para que encajen en el discurso oficial de las actuales circunstancias en las que se enmarca la situación afgana, se habla de pasados “esfuerzos” y de “contactos” entre representantes de EEUU y del Talibán para que “mantengan controlado o entreguen a Osama Bin Ladem”. Supuestamente, uno de estos documentos revela que en 1999 un representante norteamericano reunido con un homólogo del Talibán le habría pedido que entreguen a Osama para ponerlo a disposición de la justicia.

Como supuestamente el Talibán no cumplió con este reclamo, dos años después (2001) Osama Bin Ladem organizó y ejecuto el ataque a EEUU. A simple vista, esto último surge tan fantástico como inverosímil. He aquí donde se puede advertir la conveniencia de sacar de la escena al “agente” Osama Bin Ladem ¿Cuál habría su declaración ante un jurado o ante la Comisión de Inteligencia del Senado? Eso no debía suceder nunca y se encargaron de que así fuese.  Como sea, en los últimos meses los esfuerzos negociadores de Washington para una salida de Afganistán, concertada con el Talibán no parecen marchar y es por ello que estas editoriales anglosajonas tratan de reforzar los argumentos cansinos de la era Bush como una forma de decirle a su público, “han visto, lo hemos intentado pero ellos no quisieron”.