“NI
UN CENTIMETRO AL ESTE”
A
la luz de la mala fe evidenciada por los infundios de Washington y sus aliados
de la OTAN las señales de Moscú son claras
Por Charles H. Slim
La
mejor palabra que describe al canciller ruso Sergüei Lavrov es sin dudas
“integridad” ya que solo basta verlo pasar por la puerta para darte cuenta que
es un tipo que no vas a poder pasarlo con infantilidades. Esto lo decimos tras
la presentación del informe estadounidense que se titula “Realidad vs ficción”
y en el cual, como bien lo sintetizo el mismo Lavrov “está plagado de
mentiras”.
Igualmente a él no le molesta (más allá de lo
engorroso de este informe) tener que desbancar una a una estas chapucerías y
ponerlas al conocimiento público.
Y así fue con su acostumbrada parsimonia y ese tono
grave en la voz, dijo ante los medios que lo que los norteamericanos habían
presentado no tenía pies no cabeza. No había más nada que agregar, la leve
sonrisa en su monolítico rostro lo decía todo. Pero ¿Qué dice ese informe
norteamericano?
Tal como lo fue desgajando punto por punto, a la vista
de quienes hemos venido siguiendo las políticas de Washington en Eurasia, son
un rosario de mentiras, falacias e invenciones que solo viene a ratificar como
se ha comportado EEUU en el uso del tan conocido “doble rasero” en su política
exterior.
La principal mentira que esbozan en este libelo habla
de que “Rusia invadió Crimea en 2014” cuando en realidad ello es falso. Quienes
crearon la desestabilización en Ucrania en aquel año y fomento el golpe de
estado de febrero fue la embajada de EEUU. Tras aquel sangriento episodio en el
que se emplearon elementos “proxies” (mercenarios de varias nacionalidades) que
se unieron a los ultranacionalistas ucranianos, establecieron un gobierno que comenzó
a perseguir a los ciudadanos ruso parlantes quienes ante esto, decidieron
organizarse y resistir a este gobierno que no consideraban legítimo. Fue así
como Crimea regresó a la Rusia histórica y en el este de Ucrania nacieron las
repúblicas de Donetsk y Lugansk en el Donbass.
A partir de ese entonces, Washington y la OTAN han
venido maniobrando de forma discontinua y por diferentes medios (la mayoría de
ellos sucios y clandestinos) para apoyar a Kiev para recuperar la región del
Donbass. Una de las tácticas que pretendieron implementar fue la de infiltrar
células de asesinos y terroristas dentro esta región para -mediante sus ya
conocidas tácticas- crear el caos y el terror entre los pobladores. Pero
para desgracia de sus planificadores en Bruselas estos grupos fueron paulatinamente
eliminados y varios de sus componentes capturados.
Para el Pentágono eso fracaso por la intervención del
GRU ruso y de su agencia de inteligencia pero ello no puede ser corroborado y
solo queda en la mera especulación.
De cara a la opinión pública, los medios anglosajones
han estado implementando una constante campaña de intoxicación informativa que
tiene como principal objetivo la demonización de Rusia y de su gobierno. En
esta campaña se adhieren los anglófilos argentinos y en particular los medios y
editoriales capitalinas acostumbradamente rusofobas que son la mímica de lo que
dicen en Washington y Londres.
Parte fundamental de esta campaña son sin dudas la
novela del “Russia-Gate” tejida por los demócratas (liderados por Hillary
Clinton) durante la administración de Donald Trump, las falsas acusaciones de
espionaje y ataques cibernéticos contra la infraestructura de los EEUU, las
falsas acusaciones de Londres en el caso del envenenamiento del doble agente
Skripal y en última instancia, las supuestas intenciones rusas de invadir
Ucrania.
Un detalle que sobresale en este documento es la
terminología con la que la OTAN se autodenomina para justificar su constante
avance. La pretensión de considerarse (hoy) como una “organización defensiva”,
es una falacia que no se condice con sus antecedentes más contemporáneos. Solo
para dar sustancia a este argumento recordemos que la organización atlántica
(además de asistir a Gran Bretaña en la guerra de 1982), intervino de forma
ilegal en acciones ofensivas de la ex Yugoslavia en 1999, intervino en la
invasión a Afganistán en 2001, en la de Iraq de 2003 y la de Libia de 2011. A
la vista de esto cualquiera puede preguntar ¿Qué clase de defensa es esa?
Una excusa similar se trata de emplear cuando se le
cuestiona sus intenciones en Ucrania con su constante aprovisionamiento de
sistemas de armas ofensivas y de tropas para instrucción ¿Qué clase de garantías
de no agresión pueden ver los rusos en semejantes movimientos?
Tampoco ha sorprendido al viejo Lavrov la poca memoria
de los estadounidenses. Esto a cuento de que según cita dicho informe,
“occidente (léase EEUU, Gran Bretaña y la UE) nunca hizo una promesa de no
extender la OTAN”. Al parecer los burócratas en Washington parecen sufrir de
amnesia o más bien, simulan sufrirla. En realidad, esto no es algo nuevo en la
historia política de los EEUU. En 1982 cuando Gran Bretaña cruzo el océano
atlántico para arrojar a los argentinos que habían recuperado las islas
Malvinas y todo el archipiélago del sur, Washington desconoció la vigencia del Tratado
de Asistencia Recíproca TIAR permitiendo que los británicos (asistidos por la
OTAN) agredieran a uno de sus contratantes hemisféricos.
Más cerca en el tiempo, el abandono en 2018 del
Tratado de no proliferación nuclear iraní firmado en 2015 entre Washington y
Teherán, demostró no solo la desprolijidad de Washington sino tal vez lo peor, lo
nada confiable que es como estado para establecer un acuerdo y en el ausente
respeto por la legalidad internacional.
Una vez más y como si pudieran seguir con estos juegos
de niños, el Departamento de Estado y en particular su Secretario, Anthony
Blinken pretende hacerse el desentendido de lo que su mismo departamento en
1990 acordó con Moscú. A pesar de que este informe señala de que ellos no
prometieron nada, el 9 de febrero de 1990 el por entonces Secretario de Estado
James Baker dejó expresado en documentos que tienen ambas partes “Garantías
férreas: la jurisdicción de la OTAN y sus fuerzas militares no se moverán ni un
centímetro hacia el este”.
Pero a pesar de las palabras de Baker, durante toda
esa década y aprovechando que Rusia estaba tambaleando tras la desintegración
de la URSS, Washington no tuvo reparos en comisionar a la CIA para que con sus
colegas del MI6 y con el seguro apoyo del MIT turco (parte de la OTAN) y la Mukhabarat
saudita, comenzaran a alimentar al fundamentalismo islámico que campeaba en
las ex repúblicas soviéticas a finde de que fueran elementos de
desestabilización permanente. El caso de Chechenia fue sin dudas paradigmático
de como occidente uso a los chechenos y sembró la semilla de la inseguridad
como táctica para que la OTAN, mientras Rusia se ocupaba de los separatistas,
avanzaba paso a paso.
Para Sergüei Lavrov, para el presidente Vladimir Putin
y una parte importante de la población rusa, los estadounidenses y la OTAN, el
mensaje es claro y el mismo se resume en que no deben avanzar un solo
centímetro más hacia el este.