“LA
HORA DEL DESARROLLO”
Mientras
la suerte de la Argentina pende de un acuerdo con el FMI y de profundos cambios
estructurales en su forma de gastar la puerta para el desarrollo se halla de
espalda de los argentinos
Por Javier B. Dal
Desde hace 39 años hasta esta parte que la Argentina solo es noticia por sus tras pies económicos y financieros que sus políticos y algunos psicópatas del mundo económico local pretenden dar como ejemplo del ingenio argento.
Durante todo este tiempo y remozado mediante debates y
discusiones estériles, la población, los ciudadanos de pie que se levantan
temprano para ganarse el mango e incluso los serviles empleados públicos de las
categorías más bajas, han visto como año a año su capacidad adquisitiva se
degrada, se degradan las instituciones (como ser el poder judicial), el estado
se vuelve más burocrático y cínico en su administración sin que esto pareciera
tener un final.
Para peor, quienes debieran explicar todo esto solo
aprovechan sus apariciones en los medios (empresas al servicio del poder de
turno) para hacer gala de sus conocimientos de finanzas y macro economía, como
si los ciudadanos que están en sus casas pudieran entender o les interesase
saber lo que sus amigos en Wall Street o en Londres piensan del país. En
resumen, lo que tenemos como resultado es una interminable discusión entre
charlatanes.
Argentina es un sinsentido con mucho potencial. Con
una superficie de 3.750.000 kilómetros cuadrados apenas tiene 44 millones de
habitantes que en su gran mayoría se arrinconan en la provincia de Buenos Aires
dejando un gran espacio territorial sin más desarrollo que lo que cada
provincia produce. Su capital en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (desde
donde se maneja al país), con 203 kilómetros cuadrados debe ser la jurisdicción
con más abogados y economistas por metro cuadrado, pero pese a ello la justicia
no mejora y la economía siguen sumida en un cataclismo. Algo que tienen en común es que una gran
parte de ellos siempre están mirando hacia el norte (con sus viajes a Miami y
New York) y más allá del océano (a Europa e Israel) embelesados por su forma de
vida creyendo que allí estaría la solución a problemas que han sido creados
dentro del país por los mismos argentinos.
¿Qué es lo que ha fallado y sigue fallando en la
mentalidad argenta? A diferencia de otras latitudes, el territorio argentino no
tiene los dilemas que poseen la mayoría de otros estados con grandes
extensiones de tierra donde hay diversidad étnica, religiosa y cultural que
suele chocar con las administraciones en sus capitales políticas. A pesar de
ello, estos ejemplos no detienen sus planificaciones de desarrollo interno con
proyección de impulsarlo en un futuro hacia afuera por el simple motivo de que
saben a dónde van y cuentan con una planificación para ello.
Claramente hay en la conducción política una falta de
decisión para generar una hoja de ruta para un progreso sostenido en el tiempo.
Y mientras los políticos y la elite argenta miran
hacia esos lugares e incluso donde llevan sus capitales, la Patagonia solo es
vista de reojo como una plaza meramente turística pero nada más.
Con un territorio patagónico inmenso con capacidades
de desarrollo propio inimaginables podemos intuir que hay en la clase
representante una falta de visión de futuro imposible de entender. Tal vez los
argentinos debieran recordar que ese territorio lo lograron conquistar (entre
1878 a 1885) gracias a visionarios como Julio Argentino Roca quien -a
diferencia de los políticos contemporáneos- no tuvo problemas en ponerse en
polvorosa y marchar con sus tropas a conquistar esas latitudes. Después de
aquello, el joven estado argentino (nacido en 1853) detuvo su política de
desarrollo y bajo una burguesía agro ganadera exportadora embelesada por los
buenos negocios con Gran Bretaña se contentó con su mera tenencia.
Cuantas veces hemos dicho que las clases gobernantes
en vez de realizar políticas de estado, se avocan más bien a políticas
partidarias poniendo a la infraestructura del estado como una cartelera de su
partido. Con ello, se van los recursos y el material que podría ser invertido
en el desarrollo de estas potencialidades siendo una de ellas la Patagonia.
Si bien hay una creciente conflictividad con grupos
que se autodenominan “Mapuches” (Araucanos originarios de Chile), la intensidad
y el alcance de estos no puede compararse con las diversidades y complejidades
que por ejemplo deben enfrentar países como China (con 56 grupos étnicos) o
Rusia (con 193 grupos étnicos) que mantienen amplios espacios territoriales con
una multiplicidad de realidades culturales y religiosos que muchas veces chocan
con las políticas estatales pero que no detienen el progreso de la nación. En
Argentina eso no pasa ¿Qué falla entonces?
La respuesta a esto pareciera ser, una total falta de
aptitud política y desinterés estratégico que (además de desmontar áreas estratégicas
del estado nacional como las líneas férreas y la defensa) llevó entre otras
cuestiones a una total desindustrialización que se consolidaría tras la derrota
de la guerra de 1982 y que perpetuada por el gobierno radical de Raúl Ricardo
Alfonsín, fue rubricada en los humillantes
Tratados de Madrid I y II de 1990 firmados con Gran Bretaña por la
administración peronista de Carlos Menem.
Con esto, el dinero proveniente de las plazas
anglosajonas se fue inyectando a las cuentas de políticos y representantes
corruptos del sistema quienes fueron y siguen siendo los encargados de mantener
este Status Quo que solo aspira a una república provisora de servicios y
materias primas. Para ello, solo basta una elite de políticos serviles que (con
medios adeptos al poder global) no vean más allá de sus narices y que (con la
cooperación de los medios) mantengan a la población sumida en la contingencia
cotidiana.
En esto no hay distinciones ideológicas ya que el hoy
por hoy llamado “peronismo” y la oposición (de liberales anglófilos,
advenedizos y falsos libertarios) son contestes en no salirse del marco que
limita al progreso del país.
A esto hay que agregar, la vieja costumbre de esperar
que “otros” (empresas extranjeras o incluso gobiernos) vengan a invertir y que
ellos lo hagan. Para cualquier estadista o un estado con representantes serios que
tiene una planificación estratégica con visión de progreso para sus habitantes
eso es un cuchillo de doble filo y que a pesar de que en Argentina ya se han
cortado varias veces, no parecen entenderlo. Pero el incentivo que mueve a esta
forma de pensar es la industria de la tercerización en la que los políticos han
convertido en un fabuloso negocio para que cualquiera sin importar que es lo
que pretenda, se instale en el país bajo el argumento de la inversión y el
desarrollo. De esta forma, emprendimientos mineros han logrado hacerse con
enormes extensiones de territorio (que abarcan a más de una provincia) que
además de explotarlos sin control del estado y de causar severos daños en el
medio ambiente, se rigen por sus propias leyes desconociendo a las del anfitrión
(un estado dentro de otro estado).
La Patagonia es un espacio vacío vital que debe
desarrollarse y que el gobierno federal debiera tener como política estratégica
para un futuro inmediato. Todo está para hacerse allí (acueductos, centrales eléctricas,
carreteras, vías férreas, nuevas ciudades, aeropuertos etc) , hay un ejército
de desocupados tan solo en la provincia de Buenos Aires posible de movilizar,
si los recursos se administran de forma concienzuda y honesta puede llevarse
adelante una gran obra de infraestructura tendiente a colonizarla y a resolver
los problemas que aún subyacen para las poblaciones existentes.
El momento no podría ser más oportuno, aunque es
cierto que el gobierno federal debería tener un activo político y la decisión
que en realidad carece. Ante todo debería deshacerse de los condicionamientos
externos de los que sufre no tanto por imposición sino por acostumbramiento. Pero
para que ello pudiese llevarse adelante la pregunta sería ¿Habrá en manos del gobierno
alguna planificación o al menos bosquejos de un emprendimiento semejante?