LA LENTA MUERTE DE LA PAZ
Sin el respeto a las leyes internacionales y en especial al derecho
internacional humanitario no hay esperanzas de estabilidad geopolítica ¿Cómo
resolver este dilema?
Por
Charles H. Slim
La situación humanitaria en Gaza es simplemente insoportable. Las cruentas arremetidas de las FDI sobre el hospital “Al Shifa”, agravando la situación de los heridos, los neonatos y las mujeres en estado de parir, no ha sido suficiente sufrimiento para la venganza israelí. Y aunque se halla a la vista de los organismos internacionales, todos han demostrado su debilidad, su complicidad y sus cabezas inclinadas a complacer al carnicero que está haciendo un horroroso festín.
Es seguro
que “Bibi” Netanyahu, Itamar Ben Gvir y Bezalel Smotrich y toda esta piara de criminales
que niegan la humanidad a los palestinos estén muy seguros de salirse con la
suya en la creencia que nadie les pedirá cuentas por todos estos crímenes no ya
de guerra sino de genocidio y lesa humanidad.
Las últimas
revelaciones que refieren a un conocimiento que tenían varios periodistas de agencias internacionales
sobre el ataque que la resistencia estaba por lanzar el 7 de octubre ha puesto
en muy mala posición a Washington y claro, también a Tel Aviv que no cabe dudas
con esta revelación, no puede argumentar que ellos no lo sabían.
Más allá
del cuestionamiento parcial y decididamente dirigido a castigarlos por haber
mostrado situaciones que Israel nunca habría mostrado y a las cuales somete a
su bien conocida “censura militar” , esto plantea una pregunta mucho más
importante y trascedente que a ciertos sectores de la misma sociedad israelí
como “Honest Reporting” poco le interesa hacer y es ¿Y qué sabía de esto el
Shin Bet, el Mossad o el AMAN?
“Honest
Reporting” imposta una aparente exaltación por la violación de la ética y la
moral de estos periodistas extranjeros, pero no ha dicho una sola palabra o una
muestra de consternación por la treintena de periodistas palestinos y libaneses
asesinados por Israel y, ni hablemos de los ya más de 10.000 civiles palestinos
(un bebe palestino muerto cada 10 minutos) que hasta ahora se han contabilizado
¿Qué sucede con esa “honestidad” de su cartel?
Como dicen
esas sabias palabras “por los frutos los conocereís”.
Pero las
consecuencias de lo que ocurre y de cómo termine la población en Gaza después
de esta campaña de exterminio sin dudas tendrán alcance internacional. Ahí
veremos cómo quedan las relaciones de todos los estados y especialmente los
árabes-islámicos con Tel Aviv.
La cifra de
muertos y heridos ya es un escándalo humanitario que Israel pretenderá
relativizar con los manejos aviesos del relato de los hechos. Pero a pesar de
contar con el apoyo de EEUU y la UE para esa tarea psicológica, el tamaño y
dimensión de sus crímenes es muy difícil de esconder.
Lo único
que a Israel le da impunidad para haberse mantenido al margen de la ley
internacional es la protección del decadente imperio occidental ya que ha
quedado claro que de haber tenido que hacer frente solo a una fuerza irregular
como son las organizaciones de la resistencia palestina hoy estaríamos viendo
un gobierno de Netanyahu en problemas muy serios y hasta sucesos bizarros como
sería la masiva fuga en pánico de miles de ciudadanos israelíes a sus países de
origen.
La
intervención estadounidense ha servido para sostener al régimen que además del
genocidio de Gaza, está llevando adelante una furiosa campaña de represión y
arrestos sobre toda la población palestina en Cizjordania y Jerusalen como una
medida de castigo colectivo y terror por el apoyo que ha manifestado a la
resistencia de sus hermanos en Gaza.
Probablemente
Israel se apropie de toda la Franja, radique asentamientos para otra oleada de
colonos importados y establezca las plataformas para la explotación de las
reservas gasíferas que se hallan frente a sus costas. Para eso hacía falta el
evento suficientemente grave que justificara lo que hoy estamos viendo. No era
necesario esperar que ocurriera lo del 7 de octubre para saber que Israel
necesitaba su “Pearl Harbor” o “11/S” para victimizarse y justificar una
arremetida como vemos con estupor sobre la población de Gaza.
Los
intentos de causar ese “shock” colectivo sobre la psicología de su población y
ante los ojos del mundo tienen una larga historia. Desde 2006 los israelíes han
venido causando horribles situaciones humanitarias con ataques indiscriminados
y un sitio que sumió a los palestinos a una vida de miseria indecible. Pero si
bien hay lamentables exponentes de estas políticas criminales como fue Ariel
Sharon, el artífice por 2001 de la llamada doctrina de la “venganza
justificada”, toda esta maquinación sanguinaria es más antigua. Hay que
remontarse hasta las tratativas secretas en Oslo por mediados de 1992 para
comenzar a rastrear los primeros sabotajes a una solución consensuada de dos
estados.
Tal como
sucede en todos los estados, las cloacas del sistema identificadas con sus
agencias de inteligencia no están sometidas a un control real sobre sus
actividades y no es ninguna novedad que muchos de sus componentes organizan y
ponen a rodar sus propias agendas conforme a sus intereses. Como toda
organización de personas, estas “agencias” se hallan permeadas por sujetos con simpatías
ideológicas, odios y revanchismos que están más allá de los objetivos políticos
del gobernante de turno.
El Shin
Bet, el Mossad ni sus colegas militares de AMAN escapan a esta siniestra dinámica
inhumana.
A pesar de
la histórica posibilidad de terminar con el conflicto, la extrema derecha israelí
no estaba -y aún persisten en no estarlo- dispuestos a aceptarlo. Los
asesinatos, los atentados e incluso el magnicidio de Yitzak Rabin en noviembre
1995 son prueba de ello. Para imponer esa voluntad contaron con el apoyo de
sectores de la inteligencia, sea de manera oficial, o tercerizando sus tareas o
valiéndose de facciones ligadas a la extrema derecha para poner en práctica la llamada
doctrina de la “venganza justificada” mediante el impulso, financiamiento y
respaldo de acciones terroristas que asesinaran ciudadanos israelíes y con
ello, tras culpar a los palestinos trabar cualquier negociación.
Pese a las
posturas públicas de los exponentes de Tel Aviv, el dinero que llegaba como
ayuda para los palestinos debía ir a manos de “Hamas” ya que es el actor
necesario y el argumento central para justificar en su retórica las cruentas
políticas de esa “venganza justificada” que busca exterminar a todo un pueblo.
El diseño y
desarrollo de las “banderas falsas” ha sido la punta de lanza de esta
planificación, tal como lo expuso en una de sus obras la hoy fallecida
linguísta profesora Tanya Reinhart. Orquestar ataques suicidas contra civiles
serviría para ir modelando un relato victimista ante la opinión pública. Todos
los recursos del Shin Bet y de sus colegas militares eran de fácil
reclutamiento en los territorios ocupados donde los aspirantes para este juego sucio
sobraban por la pobreza, el uso de la tortura (que incluye técnicas médicas y
psiquiátricas muy siniestras) y el
chantaje. Todo eso sirvió y mucho para crear a esos atacantes con cinturones
explosivos que tras Oslo pondrían en marcha esa dinámica diseñada de ante mano
por la inteligencia israelí.
Si tomamos
en consideración estos antecedentes de la resistencia palestina y su hoy
expuesta relación simbiótica con la inteligencia israelí, queda muy claro que
la paz está muy lejos salvo que haya nuevos lineamientos de justicia y nuevos
actores que busquen implementarla dentro de la llamada Comunidad internacional.