EN LA MIRA
“¿INTRIGA EN WASHINGTON?”
Tras la cumbre de Helsinki algunos comentarios posteriores de Trump han renovado la ira de los sectores neocon que se alinean por la derecha con Hillary Clinton y el “Deep State” estadounidense
Por Charles H. Slim
A nadie le
quedan dudas de que Donald Trump es un sujeto desagradable y muy inconveniente
para el pragmático negocio de la política estadounidense que desde hace décadas
manejan alternadamente los sectores del estabishment político, económico
y militar de la Unión. Más allá de sus posiciones aislacionistas que revivieron
a la “Doctrina Monroe”, hay que señalar que todo lo que ha venido implementando
bajo el sello de la Casa Blanca no es de su exclusiva autoría demostrando que
más que un sujeto volátil e impredecible el presidente más bien es un tipo
caprichoso y maleable, útil hasta el momento para un sector del “estado profundo”.
Hay en la conducta de Trump algo que desconcierta y en cierta
medida ilusiona a quienes lo ven como el germen del fin de un imperio basado en
poderosas trasnacionales que –lobbies mediante- se vinieron apoyando en
el estado federal para concretar sus metas económico financieras, en especial,
usando el aparato militar y de inteligencia para hacerse con recursos de otros
países (Iraq, Afganistán y Libia). En
torno a ello el Pentágono ha elaborado sus propios doctrinarios para evaluar y
resolver las situaciones que se han venido creando alrededor del globo. Uno de
ellos fue el Almirante Arthur Cebrowski quien para comienzos del siglo expuso
que el mundo estaba y actualmente está dividido en dos: en los países
desarrollados y estables, y los no integrados e inestables. En este marco, las
fuerzas armadas de EEUU tienen por misión destruir a estos últimos tal como lo
hemos estado viendo con su agenda lanzada desde 2001. Para ello, el presupuesto militar debe
aumentar en forma exponencial para cubrir estas expectativas, aún a costa de
las necesidades internas de la población estadounidense.
Como apéndices de esta hoja de ruta, la ONU ha proporcionado sus
servicios mediante la pervertida actuación de sus instituciones como son las
“Operaciones de mantenimiento de paz” y el “Consejo de Derechos Humanos” que han servido para justificar las llamadas
“guerras humanitarias” apoyadas por la OTAN, un verdadero despropósito que ha
sido usufructuado también por Tel Aviv. Ello ha sido motivo señalamientos por
parte de Trump quien ha clamado que detendría el intervencionismo sobre otros
países. Pero ¿Acaso Trump es un superhéroe que trata de reencauzar esta
situación por el solo beneficio de la humanidad? Oh no!, para nada que no. Hay
en juego una cuestión de innegable narcisismo con expectativas de obtener incalculables
ganancias.
Según estos análisis, Trump trata de reencauzar las actividades del
Pentágono y la CIA para que vuelvan a sus misiones originales de la defensa
nacional alejándolas de los objetivos de la OTAN algo que ha desatado una
catarata de discusiones entre Bruselas y Washington. En apariencias, las posturas de Trump parecen
escandalosamente revolucionarias pero en realidad son inviables. El problema
para ello es que sus predecesores (en especial los Bush) construyeron un tejido
intergubernamental de secretarías y agencias federales, funcional a todo ese
sistema imperial y exógeno a los intereses nacionales que puede ser muy
peligroso de desactivar. Un ejemplo de ello, son la más de una docena de agencias
de inteligencia (muchas de ellas desconocidas) operando en el exterior que ha
reclutado a miles de agentes foráneos con las más diversas funciones.
Con respecto a esto último, el abandono de la “lucha” contra el
Estado Islámico tanto en Siria como en Iraq además de causar un profundo
malestar en las estructuras militares y de inteligencia, puede llevar a que
rebrote el “fenómeno del terrorismo” como una señal de presión para volver a
involucrar a EEUU en esa farsa.
Por otra parte Trump no puede negar la realidad geopolítica
imperante que se ve impactada por el despliegue de una Rusia potente y con
miras a seguir creciendo en su influencia política, económica y militar, algo
de lo cual los sectores rusofobos recalcitrantes estadounidenses (entre los que
se encuentran los medios) intentan frenar a toda costa. En este punto, Trump ha
desatado continuas controversias cuando por sus “Twits” ha expresado sus
intensiones de acercamiento a Moscú para inmediatamente a posterior decretar la
imposición de sanciones comerciales contra empresas y ciudadanos rusos. Desde cierto punto de vista ello podría ser el
resultado de una gran influenciabilidad producto de constantes asesoramientos
contradictorios de su círculo más íntimo, pero también por irresistibles
presiones de los sectores del partido de la guerra que amenazan su estabilidad.
Por el lado comercial, Trump debe deshacer los acuerdos
internacionales firmados por Obama que no son rentables para los intereses del
estado de la Unión. Como primera movida saco a los EEUU del Acuerdo Transpacífico
mientras que no pudiendo deshacer del Tratado de Libre Comercio de América del
Norte TLCAN ha estado tratando de sabotearlo desde adentro. La repatriación de
empresas y de industrias para que se radiquen en su país ha generado la
reactivación del empleo domestico y con ello una leve merma en la situación
social pero también crisis en los países donde esas industrias usufructuaban sin
límite y sin pagar impuestos gracias a lo barato de la mano de obra local. Ello no ha dejado de causar chispazos y
cortocircuitos con China a quien con el arancelamiento a sus importaciones ha
declarado una guerra comercial que no se sabe a dónde llegara, aunque también
es cierto decir que la misma para algunos es solo un embuste mediático.
Lo último por una cuestión fundamental y es que, China es el principal
tenedor de bonos del tesoro de los EEUU por lo cual si quisiera ganar esa
guerra, la misma la tendría resuelta desde el primer momento. Desde este punto
de vista las presiones de Trump sobre el mercado chino parecieran ser una
provocación desafiante a esta posición de los EEUU algo que pone muy nerviosos
a quienes realmente desde Wall Street manejan al país.
Trump no es ajeno a los tiempos confusos que vivimos. Sus medidas
son tan odiadas como apoyadas y ello ha dividido incluso a los poderosos
sectores de los lobbies que operan en el Congreso desatando una tensión interna
que suscita temblores en los círculos políticos y financieros neoconservadores de Washington. Mientras ha
desatado una poderosa ovación de los influyentes lobbies sionistas americanos
por la declaración de Jerusalén como capital de Israel, a su vez enferma a
estos mismos sectores al ventilar su admiración por Vladimir Putin quien está
fastidiando las acciones de Israel en Siria. En este mismo sentido, vemos como
funcionarios insignes de su administración bregan con mayor esfuerzo por los
intereses de Tel Aviv que los de Washington, causando roces internos entre
quienes militan en la doctrina de “América para los americanos” y los siempre presentes intereses que bregan
por la política de expansión internacional de la cual son fervientes impulsores
los intereses sionistas estadounidenses.
Para algunos Trump es demasiado díscolo y para otros es demasiado
inestable para que pueda seguir conduciendo los destinos de la Unión; para ese
sector siniestro de la industria militar y de inteligencia “un traidor”; ello
nos lleva a preguntarnos ¿Traman algo sucio en contra de su presidente?
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