ILM-MIDDLE EAST
“PROCESO DE RECOMPOSICIÓN
POLITICA EN IRAQ”
La interminable espiral de desestabilidad y corrupción en Iraq ha llevado a que los antes opuestos hoy se atraigan en la compleja y peligrosa empresa por reunificar al país para que se reestablezca la arrebatada unidad nacional
Por Horace Husseini
No importa
cuántas veces haya que recordarlo, pero se hace necesario para entender lo que
ocurre en Iraq, que desde la invasión de 2003 y su brutal ocupación por parte
de EEUU y sus aliados, cambiaron para siempre el carácter de la nación árabe
arrastrándola a los abismos más oscuros de la corrupción y la muerte. Para un
iraquí (sin distinciones confesionales) esto no es una novedad pero sí lo suele
ser para los desinformados lectores occidentales que han sido bombardeados con
informaciones tergiversadas y deliberadamente intoxicadas que claramente
pretenden esconder aquella historia negra de la cual Washington quiere olvidar a toda costa.
Tras
despedazar a la infraestructura política, económica y financiera, los
estadounidenses –con el entusiasta apoyo y solapada participación de Israel-
pretendieron hacerlo con el mismo espíritu de los iraquíes usando los más
tenebrosos métodos de terror y dolor sobre la carne de aquellos, llegando a
congregarse en torno a las interminables sesiones de torturas llevadas a cabo en
los diversos campos de detención, médicos, psicólogos y psiquiatras estadounidenses
para colaborar con la eficacia de tales aberraciones inhumanas.
Pero
como dijimos, pese a semejante ingeniería de la exterminación, no pudieron doblegar
la milenaria idiosincrasia árabe y mucho menos,
borrar de sus mentes, las arbitrariedades más infames que superaron por
muy lejos en número y formas de práctica represiva, al mismo aparato de
seguridad de Saddam Hussein.
Mucha
sangre ha corrido por la tierra que vio nacer a la humanidad; los ríos Tigris y
el Éufrates se han teñido de rojo por la barbarie occidental y en apariencias
sin que hubiera esperanzas de justicia para un pueblo tan castigado, parece que
el curso normal de los acontecimientos demuestran que los que causaron todo
esto y pretendieron salir impunes, están perdiendo el poco control que les
quedaba sobre las ruinas del país.
Ocho
años de brutal ocupación, combatida por una resistencia heroica y sin pausa que
dejo exhaustas a las expectativas de los invasores quienes pretendieron
convertir a los iraquíes en simples esclavos serviles, hoy parecen haber
reencontrado su destino. Obviamente que a contra partida de no someterse –salvo
el caso de los políticos advenedizos y traidores- vieron demoler a su país,
vieron morir a sus familiares, los vieron ser arrastrados por las patrullas
norteamericanas y británicas a los patíbulos de los cuales miles no volvieron
jamás; y lo peor de todo, sintieron el rigor de un régimen “títere” y brutal que
denominado como “Consejo de gobierno iraquí”-supuestamente para implantar la
democracia-, continuo con las tareas sucias de sus empleadores en
Washington y Londres.
Ese
régimen conformado por traidores y criminales como Nouri Al Maliki, Yalad Alawi, Ahmed Chalabi y el mafioso del
clan kurdo Jalal Talabani entre otros muchos más, fue inmisericorde con sus
propios hermanos del centro norte del país. En el marco del plan diseñado por
EEUU para “desbaatizar” y desarticular al país,
se realizaron las atrocidades más indescriptibles contra los iraquíes.
Las prácticas de las SS nazi y la CHEKA soviética de la era de Stalin, se
quedaron a mitad de camino con las bestialidades quirúrgicas que los esbirros
de la CIA –incluidos sus socios del Mossad- y los militares norteamericanos realizaron.
Entre
sus políticas represivas, llevo adelante el desplazamiento forzado de miles de
iraquíes que por ser considerados sospechosos de simpatizar con Saddam Hussein
y el proscrito partido “Baas”, fueron desalojados de sus casas y barrios en
Bagdad para apropiárselos y hacer negocios exclusivamente rentables a sus
bolsillos o del infame partido pro- iraní “Dawa”.
El
asesinato y la desaparición forzada de personas fue algo con lo que los
iraquíes debieron convivir sin distinguir entre sus víctimas a chiitas o
sunitas (Iraqsolidaridad. Informe del Alto Comisionado para los Derechos
Humanos de Naciones Unidas. http://www.iraqsolidaridad.org/2012/docs/United_Nations_DERECHOS_HUMANOS_03_12-1.pdf )
Con
dicho régimen usurpador, la descomposición política de Iraq comenzó y sin pausa, fue corrompiendo todos los
estamentos de una otrora estructura nacional apoyada en el laicismo y el
desarrollo propio en todos los campos de la educación sin distinciones fragmentarias
entre sunitas, chiitas y cristianos e incluso, sin las discriminaciones
sexistas que fueron a la llegada de los invasores, intensionalmente insertadas
por ese agente disgregador llamado “Al Qaeda” que tras ser plantado ex post como
un factor “contrainsurgente” (remozado por el programa “Islamic State of Iraq” de
David Petraeus y John Negroponte) curiosamente, fue creado dos décadas antes en
los laboratorios de la CIA.
Cuando
se marcharon el grueso de las tropas invasoras en 2011, el régimen
colaboracionista de Al Maliki, pendía de un hilo. Su impunidad y la de sus
cuerpos de “seguridad” comenzaron a verse seriamente cuestionados y las
poblaciones del centro norte declararon la “revolución” contra dicho estado de
cosas que conmovería los cimientos de un régimen podrido (Iraqsolidaridad.
“Revolución bajo ocupación: el levantamiento popular iraquí 2011”. http://www.iraqsolidaridad.org/2011/docs/revolucion_bajo_ocupacion.html ).
La resistencia nacional (tanto del “Baas” como de grupos
chiitas) que combatió hasta la salida del último tanque norteamericano, ahora
se enfocaba en desbancar al régimen de un lugar que había llegado por el mérito
de ser un odioso “colaborador” de los invasores traicionando a su propio país. De
ese modo, poco a poco Al Maliki se fue quedando solo y la estructura mafiosa
del partido Dawa también se vio afectada; para peor, con la aparición (nada
casual) del “ISIS” recargado, causó aun mayor inestabilidad en su ya frágil
poder.
Muchos
iraquíes comenzaron a vivar a un Saddam Hussein que años antes había pasado al
martirio y la fuerza de los baasistas resurgía nuevamente, mientras EEUU dejaba
hacer y pasar a ese embuste llamado “Estado Islámico” que tras cruzar plácidamente
por el norte de Siria en 2014 (y no
precisamente para tomar Bagdad), terminó con los últimos créditos del
archicorrupto y brutal régimen de Al Maliki pero no con los planes de EEUU e
Irán.
El
año pasado y tras multitudinarias manifestaciones que culminaron con la
irrupción en la Zona Verde, los iraquíes mostraron su hartazgo a este sistema y
a su insoportable régimen de traidores. Detrás de esto estuvo el líder chiita
Moqtada Al Sadr, un viejo enemigo de la ocupación angloestadounidense y de la intervención
de Irán en los asuntos internos de su país. Esto tira por tierra con esa
maniquea imagen del sectarismo e Iraq y de una lucha entre sunitas y chiitas. Desde
su visión como un líder ante todo iraquí, volver a unificar a Iraq es la meta
política imprescindible para salir del pozo donde se hallan.
Al
Sadr ha llegado a tal punto con el fin de concretar esta empresa, que habría
establecido contactos más estrechos con los sectores nacionalistas baasistas y
otros grupos de la resistencia aliados a dicha postura.
Como
en el pasado, una gran parte de los iraquíes conducidos por Al Sadr demuestran
que no están dispuestos a permitir que Iraq continúe con esta desintegración en
la cual el “Daesh” es un actor que claramente –y tras las abundantes pruebas
recabadas- trabaja para EEUU y es por ello que ha comenzado a gestionar
intensos contactos con influyentes personajes del gobierno saudita y los
Emiratos Árabes Unidos, buscando un respaldo a las continuas injerencias de
Teherán, Turquía y de Israel, éste último que apoya desde hace décadas a los
kurdos para que se separen definitivamente de Iraq (Red Voltaire.org. “El líder
chiitas Moqatada Al Sadr visita Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos”. http://www.voltairenet.org/article197533.html )
Un
nuevo Iraq puede llegar a ser posible, la cuestión es ¿Lo dejarán nacer?