EN LA MIRA
“LA RIDICULIZACIÓN
DE UCRANIA”
El triunfo de un cómico televisivo como próximo presidente de Ucrania pone el acento de a dónde puede estarse dirigiendo el país eslavo. Entonces los mismos ucranianos se preguntan ¿Y ahora qué haremos?
Por Charles H. Slim
Cuando no hay alternativas, cualquier cosa es viable
cabría decirse. Esto es lo que podría sin dudas decirse sobre lo que está
ocurriendo en la vida política de Ucrania. Con unos 45 millones de habitantes,
éste país eslavo sigue sin salir de ser el limbo geopolítico en la relación
este-oeste que pese al final de la guerra fría, sigue sin resolverse. Desde el
golpe de estado en 2014 que –a la zaga de
Washington- instauro el gobierno títere de Ptior Poroshenko que además de
inepto, demostró ser funcional a los intereses expansivos de las OTAN. Sin
dudas que la era Poroshenko fue una tragedia para los ucranianos todos, en
especial para los habitantes de la región del Dombass quienes desde el inicio y
con la conciencia de la naturaleza de ese cambio de Status Quo, se negaron a
quedar bajo la autoridad de semejante gobierno y por ello fueron sometidos a
brutales acciones militares dirigidas desde Kiev.
La posición adoptada por los pobladores del este del
país (Dombass) les valió que desde occidente fueran catalogados como
“separatistas rusos”, algo que además de erróneo o más bien malicioso, se trata
de un discurso elaborado dentro del Departamento de Estado norteamericano bajo
la regencia de Victoria Nuland y que desde entonces –como lo ha sido habitualmente- fue adoptado a pie juntillas por la
Corporación de medios como el relato oficial.
Si algo caracterizaba al gobierno de Poroshenko fue,
además de la entronizada corrupción, la baja calidad de sus funcionarios,
caracterizados por (haciendo una somera
generalidad) el uso impune de la violencia física contra cualquiera de sus
propios ciudadanos que se atreviera a salirse de las directivas y de los
lineamientos ideológicos de este gobierno pro occidental. Desde 2014, los
matones ultraderechistas con y sin uniforme patrullaban las calles haciendo
algo así como una especie de control de la ideología propinando golpizas y
atemorizando a quienes se atrevieran a exponer cintillos con los colores de la
Federación rusa o hicieran alegaciones de simpatía por la autonomía de la
región del Dombass.
Altamente reaccionario y propiciadores del
reflorecimiento de una rusofobia caustica apoyada por sectores de la más
ultramontana ultraderecha nazi y de la oligarquía judía local, muy aplaudida
desde los sectores neoconservadores estadounidenses y sionistas internacionales, el gobierno de Poroshenko entabló estrechas y
teóricamente imposibles relaciones con Tel Aviv quien desde muchos sectores se
señaló como un participe –junto a
Washington- de la operación de golpe en Maidán. Y es que, desde el
imaginario creado y difundido por la propaganda mediática occidental, no sería
posible –al menos aún por estos lares- entender
por qué Israel, que ha hecho de su tragedia a manos de los Nazis una carta de
presentación, tuviera relaciones con
sectores neonazis sea en el lugar que fuera. Ello no es ningún infundio ya que se ha estado
viendo como Tel Aviv traba estrecha y muy buenas relaciones con gobiernos
conservadores y ultraderechistas de la Europa del este como lo son el húngaro
de Viktor Orban y el de Andrzej Duda en
Polonia para nombrar algunos ejemplos.
Por supuesto que no se hace necesario, tener que nombrar a Donald Trump
como un ejemplo destacable de los populismos reaccionarios de extrema derecha,
racista y de inocultable sintonía con el Apartheid, que tan buenos réditos le ha dado al estado de
Israel.
Pero en la política (y en particular la del gobierno
de Netanyahu) no hay escrúpulos cuando las conveniencias priman. Igualmente, un
gobierno derechista como el de Benjamín Netanyahu -con una
lista interminable de crímenes contra la población palestina- no puede
sentirse cómodo y entendido, si no lo es entre chacales. A nadie dentro de la
comunidad internacional le quedan dudas de dichas brutalidades y pese a que
hacen un titánico esfuerzo por aparentar buenas relaciones –por conveniencia política y económica-,
pocos son quienes quieren toparse con aquel.
Con estas relaciones y su innegable apoyo, Kiev
intento crear cruentos incidentes con la intensión de endilgárselo a Rusia
tratando de recrear ante la opinión pública internacional una imagen amenazante
de Moscú a los fines de justificar presiones diplomáticas por intermedio de
Naciones Unidas y al mismo tiempo el desembarco de la OTAN en Ucrania. Para
pesar de Poroshenko y su sector todo esto fracaso ante la firme determinación
de Moscú de no dejarse arrastrar por las provocaciones, el último de ellos el
ocurrido en el estrecho de “Kerch”.
La crisis de Ucrania no solo siguió con Poroshenko
sino que además de desatar una guerra interna que aún no tiene resolución, se
profundizó hasta crear una verdadera crisis de representación política que ha
llevado a la actual situación de estar bajo la presidencia de un cómico
televisivo. El descredito y la impopularidad del presidente ucraniano y todos
los representantes de la Rada (Parlamento) es tan galopante que ha desembocado en la elección por más del 70% del
electorado ucraniano a un cómico como Volodymyr
Zelensky, quien con solo 41 años y sin experiencia alguna de gestión, se hará
cargo del país.
Igualmente y pese a la exigua experiencia del cómico
satírico, Zelensky quien él mismo se ha calificado como “un payaso”, ya ha recibido
las primeras y ardorosas salutaciones, algunas de ellas con notorios visos de
interés. Sin dudas ejemplo de ello ha sido la llamada telefónica del premier
israelí Benjamín Netanyahu quien
conociendo la condición de judío del presidente electo, tratara sin dudas de
acercarlo a su política exterior tendiente a tratar de contra restar la pésima
imagen de Israel que se ha granjeado alrededor del mundo por los cruentos
crímenes que se vienen cometiendo contra la población palestina en general y la
de Gaza en particular.
En razón de verdad, si el personaje de “Krusty” el
payaso judío de la serie animada de los “Simpson” fuera electo como alcalde de
Springfield, “Bibi” sin importarle que se trata de una ficción animada, lo
llamaría para tratar de reclutarlo a su política estadual de militancia
sionista.
Como sea, el cómico Zelensky deberá ese papel para
ponerse en el de estadista dado que tendrá demasiado que atender dentro de sus
propias fronteras como para prestar oído a cantos de sirenas externos que solo
buscan beneficios propios y si llega a ser bien asesorado, podrá tan solo
comenzar a paliar la profunda crisis que asola a su país que se enmarca en una
guerra fratricida que desatada por las pésimas medidas de Poroshenko, fue
alentada desde occidente. En síntesis, si Zelensky obra con inteligencia y
busca terminar rápidamente con esta situación preferirá sentarse a charlar con
Vladimir Putin antes que con Netanyahu.