EN DEBATE
“CRIMEN (IM)PERFECTO”
Cuál ha sido el papel de Naciones Unidas ante la dantesca realidad que se vive en el Medio Oriente en la que EEUU y sus aliados son grandes responsables ?
Por
Charles H. Slim
Si hay algo que
la historia contemporánea no podrá explicar será sin lugar a dudas, los
genocidios silenciosos que amparados por supuestos actos “legales” de dudosa
imparcialidad y una estructura mediática apoyada en intereses financieros
occidentales, han desatado una cadena de consecuencias que no se detendrán con
artificiosos documentales de historia o incluso, amenazando con la cárcel a los
que buscan la revisión minuciosa de los hechos que los poderes centrales tratan
de esconder bajo el tapete de la historia.
¿Qué
hay de la justicia si las medidas legales o las resoluciones que aplican
órganos dependientes de un actor poderoso, están hechas a medida de y solo de
los intereses de éste? Obviamente el
valor justicia no solo no estará presente sino que será despreciado por una
estructura semejante, que solo expedirá como una copiadora automática,
resoluciones predeterminadas y en las cuales solo hay lugar para la firma de
los responsables de refrendarlas; y obviamente, ni se les ocurra que ese órgano
pueda denunciar y menos aún sancionar a dicho actor. ¿A qué les hacer recordar
este mecanismo corrupto? Sin más rodeos, nos referimos a Naciones Unidas que
hace tiempo han dejado sus funciones o más bien abandonado los objetivos
iniciales –si es que realmente los tuvo- que propendía a la resolución de los problemas
internacionales en un marco de respeto y de un trato de igualdad.
A la
vista de los acontecimientos de estos últimos 25 años para acá, la
funcionalidad del foro de Naciones Unidas está repleta de contrasentidos,
incongruencias y lo peor de todo, de complicidades que han causado grandes
tragedias humanas que siguen estando en la primera fila de la lista de
vigencia. El escándalo que inauguró con un descaro casi obsceno este cuesta
abajo del órgano internacional fue sin lugar a dudas la aplicación de las
sanciones contra Iraq en 1990, que pese al repliegue de sus fuerzas desde
Kuwait, siguieron con absoluta crudeza y comprobada saña hasta que EEUU y sus
aliados decidieron que tomarían la ley por su cuenta invadiendo al país árabe
en 2003.
Aquella
acción representó para Tel Aviv una epopeya para el recuerdo dado que el Iraq
bajo el gobierno nacionalista árabe de Saddam Hussein había sido una de las
preocupaciones más causticas dentro del mundo árabe, especialmente en lo referente a poder desplegar con relativa impunidad –entre
otras- sus políticas segregacionistas y de latrocinio continuado contra los
territorios de la jurisdicción palestina. Iraq era el centro del mundo árabe y
pese a la mala prensa que comenzó a recibir desde 1990, era una potencia
cultural y política que (además de tener el tema palestino dentro de sus
cátedras de enseñanza) se equiparaba en su potencialidad militar. Ante esto, sabían muy bien que Iraq no sería
derrotada con una guerra convencional y para ello comenzaron a instigar planes
y fórmulas que debilitaran primero a la población con la intensión de crear el
colapso interior; fue allí que nacen las sanciones económicas como arma.
Para
llevar esos planes adelante, se comenzaron a gestionar la aplicación de las sanciones
económicas no ya para castigar a un estado por las violaciones a la ley
internacional sino más bien, como una forma de presión constante e insoportable
contra los países que se negaban al diseño de poder geopolítico unipolar que –como
en el caso de Iraq- combinado con una agresión militar discrecional, podría
haber resultado en la disolución del país en apenas unos meses. Pero a pesar
del sufrimiento causado y tras bambalinas haber alimentado una insurrección
promovida por la CIA y sus socios desde Turquía para que los kurdos encabezaran
las tareas insurgentes por tratar de desbancar a Saddam Hussein, no solo
fracasaron sino que también Iraq se mantuvo integro.
Ante
este panorama los intereses que empujaban estas sanciones económicas bregaron
por aumentarlas y para ello no escatimaron recursos para difundir por todos los
medios, la necesidad de mantener el embargo económico si ello era conducente
para derrocar a Saddam Hussein usando pretextos varios que en la realidad de
los hechos nunca fueron comprobados. Desde los funcionarios estables de la
administración de George H. Bush (entre ellos a la detestable Madeleine
Albrigth) pasando por los lobistas pro-israelíes
del Congreso todos empujaron con tesón y sin pausa para que las sanciones que
habían sido impuestas en el marco de aquella invasión de agosto de 1990
continuaran en el tiempo sin importarles las consecuencias.
niña iraquí a los pies de su padre asesinado por tropas de EEUU |
Como
olvidar sino, las insidias de Netanyahu y el Partido Likud que secundado por
los sionistas de la ultraderecha laica y religiosa israelí y sus nexos en
Washington y la Unión Europea vaticinaban con gran entusiasmo las bondades de
derrocar a Saddam Hussein (1).
En
aquellas jornadas se vio como los representantes de las potencias interesadas
en “castigar” al país árabe, además de comprar las voluntades de otros miembros
de la sala demostraban que no tenían las mismas ínfulas para tratar y menos aún
la misma voluntad para condenar con la misma severidad, las masacres que
llevaba adelante el estado de Israel contra los pobladores palestinos. Las miradas a otro lado no estaban fundadas
en las simpatías de aquellos que por los mediatizados argumentos que presentan de continuo -y hoy ya sin tanto impacto- como los “pobres judíos que tenían tan
pesada carga histórica en sus espaldas” y a los cuales no se les podía reclamar
nada; lejos de eso. El dinero compra cualquier voluntad y solo así Tel Aviv –y
con el ineludible apoyo del sionismo intelectual- ha venido esquivando con
soltura el tratamiento y sanción de sus más espantosos crímenes contra la
humanidad que dicho sea de paso, continúan sin que tiemble ningún medio.
Y
allí no terminaron las señales de ese desprecio por lo árabe y lo islámico; por
el contrario, era el comienzo de lo que vendría. Tras la comprobación de la
muerte de más de 500.000 niños iraquíes (2) por efecto de aquel insufrible
embargo apoyado por miembros obsecuentes al poder unilateral de Washington y
que vieron refrendado por una batería de resoluciones diseñadas para los
intereses de Washington, vino una etapa tan o más infame que aquella larga
jornada de trece años seguidos de angustias, hambrunas y carestía de
medicamentos por el cerco de occidente; era necesario rematar al pueblo iraquí
y para ello había que meter los pies en las arenas de su territorio sin pedir
ningún tipo de permiso y pasando por alto todas las normas del derecho
internacional, implementar una verdadera guerra sucia, demostrando que eran nada
más ni nada menos que los dueños del circo llamado ONU.
Durante
trece años de embargo (1990 a 2003) y una alternada campaña de bombardeos aéreos
sin que las defensas antiaéreas iraquíes pudieran hacer algo, los “aliados” causaron
estragos en amplias zonas urbanas que
fue propiciado por el establecimiento de aquella artificiosa herramienta
llamada “zona de exclusión aérea”, una maquinación administrativa diseñada por
EEUU e implementada por el Consejo de Seguridad para poder hostigar impunemente
tanto a Iraq como a Bosnia Herzegovina en 1993 y que veríamos con escandalosa
impunidad repetir en Libia en 2010 (Cf. Res. UN 1973)
Aquella
invasión en 2003 fue uno de los crímenes internacionales que encerró a una
mixtura de otros crímenes que fueron cometidos por los invasores
estadounidenses y británicos (3) puertas adentro de aquel pueblo y que fue vergonzosamente
raleado por Naciones Unidas.
Tomando
todo ese contexto y la clara visión sesgada con la que aquel organismo
internacional demostró reglar situaciones con una detestable discriminación, a
la distancia y con tantas arbitrariedades constatadas en los últimos 25 años
podemos asegurar que dicho foro transformo a las resoluciones del Consejo de
Seguridad y a las sanciones que de ellas se desprenden, en verdaderas armas de
destrucción masiva que a diferencia de las que matan en forma instantánea, los
embargos, el bloqueo y las restricciones económicas lo hacen lenta y
dolorosamente.
Si
nos ponemos a estudiar la etimología de la palabra sanción veremos que ella es ni
más ni menos que una “pena” establecida y aplicada por alguien que ha
infringido la ley. Ahora bien, si vemos
lo que en su significado es la pena, veremos que se trata de una medida
represiva que impone un “estado” como reacción frente a la comisión de un
delito. Desde el ángulo estrictamente jurídico-político estas definiciones nos revelan una gran
incongruencia y ella es que, Naciones Unidas o la ONU no es un “estado” por el
cual pueda arrogarse la facultad de sancionar y aplicar medidas represivas y
menos aún cuando ellas han demostrado ser arbitrariamente desmedidas, sesgadas
e ilógicas.
Siguiendo
con estas disquisiciones veremos que una misma entidad (ONU) legisla, sanciona
y en cierta medida aplica las llamadas sanciones económicas que curiosamente nunca tocan a los
miembros que ocupan los sillones de ese “juez ejecutor” como es el Consejo de
Seguridad. En esto denotamos un gran
falencia y es que, claramente no existe lo que en los órganos de la justicia de
cualquier país se conoce como el principio de impartialidad o de
neutralidad. A la vista de la realidad ello no denota ninguna novedad –y
menos aún para quienes sufren por estas iniquidades- pero es necesario que
se lo remarque para que esta funcionalidad disfuncional (para la justicia
real) no sea normalizada por las nuevas
generaciones que comienzan a tomar interés y protagonismo en el campo de la
política.
Se
supone que la aplicación de la Carta de Naciones Unidas es para todos los
estados adherentes por igual y no con matices o diferentes criterios según
convenga a los actores o intereses en danza. Sin dudas la organización hace tiempo que se
ha corrompido y solo es una gran estructura elefantoide que sirve para cubrir
puestos con muy buenos sueldos, pagar favores políticos (no pregunten cómo),
actuar como que sirve para algo, en fin, solo sirve para “legalizar” las troperías
de los miembros influyentes del “concierto internacional”, tapando sus
suciedades con otros crímenes (que por supuesto ocurren) cometidos por pequeños
e insignificantes países que si se escarba un poco, encontraremos los rastros
del involucramiento de algún que otro de éstos “amigos influyentes”. El uso y
abuso de las sanciones económicas como
un arma silenciosa para eliminar la disidencia internacional ha dejado
demasiadas consecuencias como para que puedan considerarse como el crimen
perfecto. A la pregunta de “por
qué” existen crímenes como los que se
cometen en Palestina, Iraq, Siria, Libia, Afganistán –y la lista sigue- sin
que se haga nada por detenerlos solo hay que entender el dicho que dice: Dime
quién te paga y te diré a quién sirves.
Fuentes:
1-
“Cuando
Netanyahu elogiaba las ventajas de la invasión a Irak”. http://www.guerraeterna.com/cuando-netanyahu-elogiaba-las-ventajas-de-la-invasion-de-irak/
2-
“Las
víctimas del embargo”. http://elpais.com/diario/1996/01/26/internacional/822610823_850215.html
3-
“La
campaña para revocar el premio del criminal de guerra Tony Blair..”. http://www.globalresearch.ca/the-campaign-to-revoke-war-criminal-tony-blairs-global-legacy-award-save-the-children-stc-responds-and-apologizes/5428784