VETERANOS DE AYER
“ALIADOS EN LA MISMA LUCHA”
La casuística internacional de los reclamos de veteranos demuestra que no hay reconocimientos sin una lucha sostenida
Por
Charles H. Slim
Monumento a veteranos de Malvinas |
Cuando los gobiernos han necesitado emprender políticas riesgosas
más allá de los límites de sus fronteras que están entre la vida y la muerte,
echan manos a sus Fuerzas Armadas que son la herramienta para la cual los
políticos se valen para concretar planes en los cuales, sean necesarios
ejecutar con el uso de la fuerza. Más
allá de las consideraciones políticas, su movilización desata una serie de
consecuencias que hace a la condición de militares regulares. Desde el más alto
oficial de sus estados mayores hasta el último de los soldados rasos responden
a las órdenes impartidas por el gobierno
que a su vez y en teoría responde a la voluntad popular y que legaliza sus
actos mediante las deliberaciones de un parlamento el cual a su vez, ha
reglamentado la situación de las fuerzas de su nación.
En
este marco las fuerzas militares, sean del país que sea, se ajustan al mandato de su gobierno y sus
comandantes las transforman a su vez en órdenes y sin discusiones se llevan a
la práctica. Pero aunque el lema en el
servicio sea “obedecer sin cuestionamientos”, los precedentes de varios hechos
de la historia demuestran que ello ha sido utilizado con un amplio abuso por
los que se acomodan en los gobiernos “democráticos”, a tal punto que han
tratado de recortar derechos a esos mismos que usaron para sus propósitos
políticos que enmarcan en rótulos convenientes como “temas de estado”,
“seguridad nacional”, “paz internacional” y muchas otras argucias que no
significan nada. A lo largo de la
historia del siglo pasado y del que estamos transitando, los casos de falta de
reconocimiento de la calidad de veterano a miles de hombres y mujeres que
fueron enviados a campañas bélicas lejos de sus patrias, son más de lo que
muchos podrían imaginar.
Australianos del BCOF en Japón |
Pero
no solo eso. Muchos de esos hombres fueron hechos pasar como “invisibles” a sus
reclamaciones cuando se dieron cuenta que habían sido expuestos a situaciones
que sus respectivos gobiernos mantenían como “TOP SECRET” y para lo cual, no había la mínima
probabilidad de que se pudieran exponer a registraciones o expedientes que pudiesen
dejar rastros. De este modo desde los
soldados norteamericanos expuestos a las pruebas nucleares en el desierto de
Arizona que fueron muriendo prematuramente de cánceres, o los soldados
australianos, indios, y neozolandeses que tras conformar los batallones BCOF de
apoyo a la ocupación aliada del Japón al finalizar la II guerra mundial, a su
regreso comenzaron a enfermarse por las evidentes influencias de la radiación
de las bombas arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki. El gobierno australiano
nunca realizó algún estudio sobre la situación de estos hombres y apostó más
bien a que se fuesen muriendo poco a poco hasta que no quedase ninguno. Ni
hablar de los veteranos de Vietnam que además de las huellas psicológicas por
las aberraciones de la guerra, trajeron consigo y filtrados dentro de sus
organismos los daños genéticos por la exposición al “Agente naranja”, una
supuesta llovizna inofensiva que, según los comandantes solo afectaba a los
árboles, era rociada por los aviones de la Fuerza Aérea y que muchas veces les
pasaban por sus cabezas. Pasaron años
para atender los reclamos de aquellos hombres que morían dolorosa y lentamente,
recibieran la atención de su gobierno; pero fue necesario que hicieran mucho
esfuerzo legal para presionar a su gobierno para no caer en el olvido.
Monumento de Veteranos de Vietnam |
En
los casos de los veteranos australianos que regresaron del Japón, sus hijos
actualmente y hasta sus nietos sufren de deformaciones congénitas y canceres
diversos que, pese a los incansables reclamos, el gobierno de Sidney ha venido
haciendo la vista gorda olvidándoles en el laberinto burocrático. En el caso de los norteamericanos la presión
ha sido sostenida y creciente pudiendo obtener ayudas del gobierno que les
otorgó cuando menos el reconocimiento de la condición de veteranos y los
beneficios que como la pensión conlleva el reconocimiento.
Para
finales del siglo XX, en las postrimerías de una circunstancialidad política
mundial cambiante, Washington convoca a una alianza multitudinaria para
remontar una campaña militar en el Golfo Pérsico sin advertir a sus propios
miembros y menos aún, a los que se plegaron
esta alianza que en aquel Teatro de Operaciones habían en poder de los
iraquíes y a su vez llevaban en sus propias bodegas de carga, todo tipo de
armas químicas y radiactivas que comprometerían a posterior a la salud los
pobladores y de cada uno de los miembros uniformados. La historia se repetía y aquellos que
prestaron servicio en la llamada Tormenta del Desierto de 1991, al poco tiempo
de regresar comenzaron a mostrar extrañas afecciones a la salud que fueron
encubiertas por el Pentágono y la Casa Blanca.
Uno
de los casos contemporáneos de la lucha por el reconocimiento de los derechos
de aquellos que habían combatido en una guerra de intensidad es sin dudas, el
caso de los argentinos tras la guerra de las Malvinas.
Para algunos analistas
Argentina es el paradigma difícil de entender. Único en todo el cono sur en su
experiencia en una guerra moderna nada menos que contra un miembro de la OTAN,
dejó en claro en la guerra de Malvinas de 1982 que sus hombres eran tan o más
valiosos que cualquier máquina de guerra que los británicos movieron a las
aguas australes, pero al regreso a sus hogares, fueron poco menos que
despreciados por sus gentes, una situación que se extendió desde el primer
gobierno democrático de posguerra hasta
hace unos años.
Alfonsin y Jaunarena |
Aunque
el entonces gobierno radical de Raúl Alfonsín allá por 1984 sancionó una ley
que reconocía la calidad de veteranos a los ex soldados conscriptos que habían
participado en el Teatro de operaciones del Atlántico Sur , su intensión era
meramente partidocratica dirigida a socavar las bases de las FFAA dejando de
lado a un grueso importante de quienes habían cumplido con el mismo mérito y
patriotismo con las acciones bélicas que se habían desarrollado en torno las
islas y sus aguas adyacentes. Se
pretendía legislar algo así como para “un ejército de conscriptos” que había llevado adelante aquellas operaciones en
el TOAS. En esta circunstancialidad irreal, ridícula e infantil se buscaba
castigar a suboficiales y oficiales por el solo hecho de haber sido “tropa
regular” de las FFAA argentinas, de su propio país, una característica típica
de las ambivalencias y miserias políticas de los argentinos.
La
irracionalidad de semejante elaboración legislativa debió ser reformada con el
paso de los años (ley 23848) ya que la misma vulneraba uno de los principios
constitucionales, como es el “Trato igualitario” (Art. 16 Const. Nac) que, entre otros, sostiene el sistema
republicano argentino. Pero incluso si no se hacía la debida justicia
legislativa con aquellos hombres, desde una mirada imparcial y más técnica,
nadie podría creerse que solamente “conscriptos” hubieran conducido las
acciones de aquella guerra. Dejar de
lado a pilotos, sargentos de tropa, mayores y marineros de carrera era
simplemente una incongruencia absoluta.
Pero debieron pasar años para que se hiciera justicia con estos sectores
que estuvieron –gustarse o no a los
políticos- junto con los conscriptos.
Un
caso emblemático de la arbitrariedad gubernamental, se pudo ver con el hundimiento
del Crucero ARA “Gral. Manuel Belgrano” que, más allá de la posición que
revestía en aquellos momentos, sufrió uno de los actos de guerra más arteros y
sangrientos de la guerra en la que se perdieron 323 tripulantes argentinos. En
el marco antes expuesto, signado por el rencor partidocratico del alfonsinismo
y su “Coordinadora” ni se les paso por su mente en considerar aquel hecho como
un factor para que se les reconociera la calidad de veteranos. Sobre esto hay
que recordar que ese gobierno fue un enconado precursor de la
“desmalvinización” y del desguace de las
FFAA, una gestión celebrada y aplaudida desde Londres.
Cuando llego el gobierno neoliberal de Carlos
Saúl Menem, lejos estuvo de rectificar este camino ominoso para con éste sector
y llegó incluso, a negar expresamente el
reconocimiento a los tripulantes sobrevivientes bajo argumentos comprobadamente
arbitrarios. A su vez y
contradictoriamente a esa posición, Menem envía un grupo naval para participar
en las operaciones que desembocaran en la guerra del Golfo Pérsico.
Con
el paso de los años, los reclamos administrativos se fueron acumulando y los
combatientes de todas las fuerzas se fueron uniendo a los mismos y organizados
en sociedades civiles, direccionaron las peticiones para asistirse
recíprocamente ante las necesidades que surgían de propio reclamo. Este reclamo
remonto vuelo y logro sus propósitos con una modesta celeridad y en pocos años
obtuvieron respuestas. Sin dudas de que ello fue posible por una voluntad
política del gobierno de Néstor Kirchner que, tras décadas de ignominia,
propicio éste reconocimiento legislativo desde el PE.
Al
final la racionalidad prevaleció y el reconocimiento integral llego en 2005 con
la sanción de Decreto 886/05 que dejaba
de lado las distinciones odiosas y reconocía a todos los que habían participado
en las acciones bélicas sus debidos derechos.
Pero
la casuística argentina sobre el reconocimiento de sus veteranos no se acaba
con este caso. Cuando sube el gobierno de Carlos Saúl Menem, la Argentina toma
un rumbo geopolítico inesperado y sin escrúpulos –e incluso
inconscientemente- se acomoda a los lineamientos de la Casa Blanca que se
aprontaba a llenar los vacíos que dejaría el derrumbe de la URSS. Una de las fases de esos planes se concretaría
el 2 de agosto de 1990 cuando Iraq “invade” Kuwait, lo que sirvió de excusa
para construir una de las fuerzas militares más grandes de finales del siglo
XX. El gobierno argentino se apresuró a ofrecer su participación y sin evaluar
contingencias de la magnitud de su decisión o las posibles consecuencias
políticas-militares y sociales que podrían devenir.
Tal
como temieron algunos, la guerra se desató –tomando por sorpresa al gobierno
argentino- y no hubo límites para su desarrollo. Las ciudades con civiles
fueron blancos indiscriminados de los aviones de la coalición. Misiles crucero
“TomaHawk” disparados desde los buques en el Golfo y los lanzados desde aviones
enriquecidos con Uranio, devastaron barrios enteros. A todo esto, la voladura de plataformas
petroleras y el incendio de los pozos en Kuwait genero un medio ambiente
venenoso que entre otras, causaba una lluvia negra producto del aceite que se
quemaba en los desiertos a más de 50ª C. Como contra parte, los iraquíes
lanzaron todo lo que tenían en sus arsenales y entre sus más temibles armas, estaban
proyectiles con cabezas químicas (vgr. Gas Sarín, Tabún, Cloro e incluso gas Mostaza)
que fueron vehiculizadas –según testimonio de oficiales y documentos
iraquíes- desde morteros pesados hasta en cabezas de los misiles balísticos
más poderosos.
Sin
dudas, ésta guerra no reviste el mismo carácter que la de Malvinas, pero eso no
influye en lo que hace al fondo del reclamo de cada miembro remitido al golfo.
La legislación internacional agrupada en los Convenios y Protocolos no dejan
lugar dudas y ello solo deja en evidencia que se los está estafando.
Hoy
por hoy y a diferencia de los anteriores casos, el de los argentinos que
estuvieron en las operaciones “Escudo del Desierto” y “Tormenta del Desierto” aún
ni siquiera se les reconoció la condición de veteranos y sin eso, es muy difícil
que puedan luchar por que reconozcan la potencialidad a las afecciones producto
de aquel medio ambiente venenoso al que fueron expuestos.
Sin
dudas, los argentinos que operaron en el Golfo Pérsico están respaldados por la
casuística de sus propios camaradas y por incoherencias tales como es, el
reconocimiento de VTG de Malvinas a un ciudadano ingles que argucias mediante, hoy cobra su pensión de 13.000$ que no cobra un
argentino que si prestó servicio para su país.