“UNA GEOPOLITICA
PARA ARGENTINA”
Un año muy complejo por delante con elecciones presidenciales para octubre
parece haber despertado las atrofiadas neuronas de algunos representantes de la
clase política argentina quienes bien tarde advierten de la necesidad de una
geopolítica ¿Por qué?, ¿Cuáles pueden ser los lineamientos que estarían en
pugna?
Por
Charles H. Slim
Como dijo San Agustín “todo cae por su peso” y eso se aplica a la obtusa
mentalidad de la elite política de Argentina que acostumbrada al chiquitaje y
la contingencia hoy se da cuenta que hay otra realidad fuera de sus fronteras.
Muchas veces he dicho que el sistema político que se nutre de políticos de
partidos anquilosados y vacíos de ideales, cuando se trata de pensar una
geopolítica para el país nunca han visto más allá de la punta de sus narices.
Hoy, la
inseguridad por el crimen organizado vinculada al narcotráfico, armas y de
otras mercancías ilegales a nivel internacional, el uso del terrorismo financiero
como táctica con fines geopolíticos, la polarización política transhemisférica
por efecto de la guerra en Ucrania involucrando con ello amenazas atípicas a la
soberanía por el accionar clandestino, inconsulto y malicioso -tanto físicas
como virtuales a través de ciberataques- de agencias las de inteligencia de
los polos de poder global quienes a través de terceros privados (reclutando
mercenarios y criminales) ejecutan operaciones agresivas (entre ellas de
terrorismo) en un país que no tiene parte en las hostilidades.
Durante
décadas la clase más pudiente y la clase media argentina, en parte formadoras
de los sectores de la política han mirado con sus anteojeras en una sola
dirección. Su admiración y ansias se han volcado con entusiasmo a los EEUU y la
Europa occidental (alimentada por una historia de colonialismo) como si de
modelos políticos y económicos se tratasen, ignorando cuáles fueron y siguen
siendo sus fórmulas para generar esa prosperidad a base del saqueo armado
(Iraq, Siria, Libia) que alimenta ese consumismo que hoy -por efecto de las
mismas tácticas de Washington- esta viniéndose al suelo. Esa fascinación
que los políticos suelen mostrar lo justifican por considerar al norte como “el
modelo democrático” a seguir, pero en realidad lo que les inspira es un mero interés
económico a costa de un mero y desvergonzado servilismo político.
El gobierno
peronista de Carlos Menem fue quien exploto con mayor olfato esta
tendencialidad colectiva, alineando al país bajo las políticas de este
occidente capitalista y consumista aunque sin prever los peligros que ello
conllevaría y las posibles consecuencias para el país.
El
oportunismo que el mismo George W. Bush olfateo con el pronto ofrecimiento de
Menem en la participación en el Golfo Pérsico y los dos subsiguientes atentados
terroristas en plena capital del país abrió las puertas a una turbia realidad
geopolítica en la que los intereses negociales, los enredos políticos y los
reclamos de justicia se entremezclarían de forma tóxica llevando a que (más
allá de las acusaciones tendenciosas y netamente islamófobas) nunca se haya
podido esclarecer el origen de esos ataques. Igualmente estos nefastos eventos
han sido útiles y la excusa perfecta para que Israel pudiera penetrar y operar no
solo en el país sino en toda la región.
En los
últimos tiempos, la influencia de los intereses israelíes, movidos por la
militancia sionista local han ido intercalándose en el ideario de muchos de
estos exponentes de la política nacional con la clara intención de influir
sobre una -y aún inexistente- geopolítica nacional. Algunos mezclan un
actuado misticismo religioso mientras que otros solo se suman a la fila de los
obsecuentes en expectativa de un interés. Estar del lado de Israel (que
significa mirar a otro lado por sus crímenes) puede traer beneficios y estos
arribistas lo saben aunque no están dispuestos a pagar el precio de esa relación.
Quede claro que esto no tiene nada que ver con lo religioso sino con una
estructura de pensamiento que con base en la ideología sionista, se acomoda con
las derechas liberales (y las ultraderechas), tal como sucede desde hace
décadas en EEUU, en Europa del este y que hoy se mimetizan en todos los
partidos políticos argentinos.
La actual
crisis global y la previsibilidad de una profundización ha hecho caer en
cuentas a ciertos sectores de la política argentina que el país carece de una
geopolítica. Precisamente, desde 1983 esta misma clase política (de radicales,
peronistas, liberales y las izquierdas “caviar”) fue la que mediante un proceso
desmalvinizador (que aplaude el Foreign Office) le mutiló al estado la
proyección y el despliegue de una geopolítica con intereses estratégicos propios
y en ese contexto ha entregado la soberanía de vastas extensiones de tierras y
la explotación económica de sus aguas patagónicas a capitales extranjeros.
A pesar de
que el Kirchnerismo hizo una chapuza sobre esta área, al menos aparento tener una
intensión de generar una geopolítica nueva y diferente más ligada a tender
puentes con Eurasia y al mundo árabe-islámico que cualquiera de sus
predecesores. Actualmente el presidente Alberto Fernández ha seguido una línea
similar, aunque con muestras de una gran improvisación y falta de tacto, puesta
de manifiesto a comienzos de febrero de 2022 en su encuentro con el presidente
ruso Vladimir Putin, dejando en evidencia la ignorancia de la realidad que se
estaba desarrollando y al mismo tiempo la ausencia (por un estado ineficiente) de
una geopolítica adaptada a esas circunstancias. En realidad no es que carezca
de una sino, que el actual gobierno ha sido inconsecuente (tal como su
presidente), nada inteligente y hasta torpe en la concepción y demostración de
la existencia de una geopolítica presuntamente multilateralista que lo acerque con
seriedad a Rusia y China. Desde este punto de vista, la asimetría entre
Argentina y estos países es tan grande como la dos elefantes y una hormiga.
Por el lado
de la oposición, la orientación marcadamente anglófila y pro-Israel de sectores
de Juntos por el Cambio, el PRO y la Coalición Cívica los lleva irremisiblemente
a distanciarse paulatinamente de Eurasia y en particular de China para alinearse
con la geopolítica del occidente angloestadounidense. Al mismo tiempo esto significaría
mantener al país sujeto a los parámetros económicos-financieros trazados por
Washington y una decidida alineación con las políticas de “seguridad” de la
OTAN (incluyendo sus injerencias en Ucrania y todo el sudeste asiático) que consecuentemente
tienden a mantener la geopolítica unilateral y hegemonista de los EEUU.
Si
triunfara esta postura ¿Cuál sería la postura de Buenos Aires con Londres por
la soberanía sobre las islas Malvinas y todas las aguas circundantes?, ¿Podría
existir algo así?
En esta
misma línea de pensamiento aunque más exacerbada (o más exagerada) en sus
discursos se hallan los llamados “libertarios”, ciudadanos que han perdido toda
confianza en los partidos tradicionales liderados por personajes estridentes y
de discursos altisonantes sobre la libertad del individuo en su relación con el
estado, no son más que una mascarada aggiornada de aquellos liberales
económicos (cabalistas) de la década de los ochenta del siglo pasado y en lo
político, simpatizantes y ciegos seguidores del neoconservadurismo
estadounidense (menemistas) que agrupa entre otros sectores, a los grandes
conspiradores y partidarios de la guerra sin término como son los
“Straussianos”.
Pero estos
dos extremos de la política argentina siguen sin entender que la formación de
una geopolítica requiere de tiempo y de mucho trabajo en el campo exterior y
que no se reduce a colocar productos elaborados y materias primas para el
intercambio económico-comercial entre los países solamente. Se requiere una
doctrina, compromiso político y dedicación en seguir una planificación ajustada
a los intereses nacionales que lamentablemente hace tiempo fueron abandonados.
Como se
puede ver, la oferta política argentina es una redundancia que no lleva a
ningún lado. Así la elite política se trata del mismo producto inservible con
diferentes envoltorios. En este sentido, ni unos ni los otros pueden ser tomados
en serio por sus respectivos mentores geopolíticos ya que, además de advertir
estas inconsecuencias saben que el estado argentino carece de solidez
institucional (no burocrática) y esta con un atraso tecnológico de décadas para
participar en un nivel de igualdad en temas tan básicos pero trascendentes como
el comercio exterior, la defensa y la seguridad ante amenazas no convencionales
(nuclear, biológico y químico). Sin esto resuelto, se hace poco posible que se
pueda visualizar más allá de los papeles y de los encendidos discursos, una
estructura -cualquiera sea su orientación- que respalde esa pretendida
geopolítica.