EN LA MIRA
“SIGNOS DE
PODER”
La crisis de representación, los dobles raseros y las reiteradas políticas descarnadas que hoy muestran sus consecuencias están pariendo nuevas formas de hacer política que molesta al sistema del Establishment anglosajón ¿Son las señales de un cambio de poder?
Por Charles H. Slim
El tan vendido refrán del politólogo y estadounidense
de ascendencia japonesa FrancisFukuyama ref-erente al “fin de las ideologías”
no solo fue un rotundo desacierto en lo que respecta a su predicción sobre el
futuro en las relaciones políticas entre
las naciones y del hombre mismo con su prójimo, sino también fue una mera
ilusión producto del fervor embriagante de la sorpresiva caída del Muro de
Berlín en 1989 y el inexorable colapso de la URSS tan solo dos años después. Ni
el mundo “libre” liderado por EEUU tuvo algo que ver con eso ni ello
significaría el final de las contiendas a nivel global.
Hemos visto con bastante continuidad como occidente
aprovecho la hegemonía surgida de aquella debacle, para extender sus fronteras
tratando de absorber a gran parte de Europa del este, Asia y claro, el Medio
Oriente; todo claro, muy democráticamente. De ello nos hemos extendido antes y
lo seguiremos haciendo en otros artículos, pero lo que nos importa ahora es ver,
como ha evolucionado aquel conflicto ideológico y en se ha transformado ese
mismo, que ayer lo fue entre dos doctrinas filosófico económico y políticas
creadas por europeos (Marxismo y Capitalismo) y que hoy están completamente
desacreditadas.
En realidad actualmente no existen las derechas y
las izquierdas, solo son maniqueísmos elaborados por doctrinarios de otras
épocas que realmente desde hace varias décadas carecen de aplicación y solo son
artículos de museo pero nada más. La labor intelectual del hombre evoluciona
con cada paso que da y actualmente ya podemos decir con seguridad, que hace
bastante que esas ideologías engañosas y su aplicabilidad quedaron relegadas en
la noche de los tiempos.
Para quienes vivieron de estas ideologías, es una
pésima noticia, pero así son las cosas y la historia enseña que más allá de
esas coloridas banderas partidarias y de sus encendidos discursos, solo hay
hombres que decían muchas cosas pero que en realidad pensaban y hacían otras
muy diferentes. Visto a la distancia podemos decir a quién le importa
personajes como Javier Solana, José Luis Zapatero, Romano Prodi y todo el arco
socialista europeo que vociferaban contra las injusticias del imperialismo en
manifestaciones y reuniones de sus partidos radicales en las décadas de los
setentas, para luego pasar a ocupar cargos políticos y estructuras globalistas que
secundaban aquellas injusticias que tanto condenaban.
De politiquillos de partidos de izquierda pasaron a
ser parte de organizaciones supranacionales y de organizaciones
multiculturalistas –que encubren un
Marxismo cultural- que son financiadas por fondos de origen confuso, con el
objetivo de disgregar los valores de las sociedades de naciones enteras. Con
ello, vienen importantísimos negocios financieros y comerciales que no
benefician a las poblaciones sino, a los emporios que se encargan de
manufacturar para satisfacer las necesidades creadas por ellos mismos. Así
nació la UE, como un supuesto de colaboración transnacional que hoy se encuentra en una severa crisis por
los intentos de Gran Bretaña por salirse con el Brexit.
Como vemos el nuevo mileno trajo consigo
revelaciones paradigmáticas y con ellas, nuevos aires para abordar las
relaciones políticas y sus reales fines. Si los políticos continuaban con los
mismos formulismos encasillados a esas vetustas estructuras partidarias que ya
nadie respeta, el próximo paso era su extinción como profesionales de la
política. La crisis de representatividad ha llegado y solo los más capaces
sobrevivirán. Las ideologías serán
reemplazadas por hombres de carácter y sus gestos serán la doctrina con la cual
se irán construyendo nuevas bases partidarias desgajadas de doctrinas
anquilosadas que ya pasaron a la historia.
Es en este punto que desde los sectores del
liberalismo político y económico, especialmente de los medios que se sustentan
del pulpo anglosajón (sustentador de los fraudes electorales si los hay),
intentan boicotear esta nueva realidad tratando de desacreditar la aparición de
estos fenómenos políticos que ponen en jaque a las políticas de relaciones
exteriores y de aquellas dudosas inversiones que se entablan desde épocas
pasadas con los sectores influyentes de los países del globo. Ellos que hablan
por los intereses que –entre otras cosas-
sostienen los medios en los que trabajan, hacen cuanto pueden para tratar
de desacreditar a quienes demuestran que sus liderazgos sobresalen por sobre
las prerrogativas del Establishment globalista que brega por un mundo unipolar.
A pesar de que hay casos en los que se ha intentado
salirse de este esquema, hoy puede verse cuál fue la suerte de aquellos. Quién
pusiera en duda los pilares de la hegemonía anglosajona implemente perecería.
La fórmula seguía siendo la misma: crear el caos,
derrumbarlo todo y luego ofrecer la reconstrucción. Tan simple como cínico.
Destruyen los países y atrás de los tanques y las tropas de ocupación vienen
los empresarios e inversores para ofrecer a gobiernos títeres elegidos a dedo, sus
suculentos préstamos para reconstruirlo todo. Desde la impulsión lobista en el
Congreso norteamericano para apoyar guerra de intervención a países soberanos,
hasta la inversión en ejércitos privados (mercenarios) armas, transporte y todo
lo necesario –incluidas las mujeres y
niños para su recreación- para su operatividad, abarca la incumbencias de
estos intereses ocultos ras las sombras del poder. La participación del sector
privado de inversión (la banca e inversores de Wall Street y La City de
Londres) fue y sigue siendo de capital importancia para que se emprendieran
operaciones de desestabilización y subversión en los países más débiles de las
regiones con interés.
Hoy la región de Hispanoamérica sufre el embate de
estos sectores y se centran en la creación de la crisis migratoria en rededor
de Venezuela y Nicaragua que ha dado nacimiento a una serie de tratados
bilaterales para tratar de paliar y controlar esta situación. Se sabe que
existe detrás de esta tragedia humana, el desarrollo de claras maniobras
planificadas y dirigidas por estos sectores que escudados detrás de máscaras de
fundaciones, ONGs y supuestos grupos de voluntarios sin fines de lucro, están
orientados a alterar la estabilidad política de la región.
Uno de los involucrados que financian estos
movimientos seudo humanistas está la Fundación Soros que tras insertarse dentro
de un país, tras una tarea de reclutamiento preparan grupos de activistas que montan
el caos en los países para luego, comprarse todo a un precio muy bajo. Nada
nuevo bajo el sol. Ante la creación de estas crisis, como sucede desde hace
años en Haití, el tráfico de niños y niñas para prostitución, armas, drogas y
órganos se hallan fomentados y sostenidos por la corrupción de los políticos de
los países de la región.
La operatividad de estas agencias es posible por el
descalabro de los gobiernos y de sus estructuras estatales producto de la
inoperancia de la clase política, abúlica y corrupta que solo brega por acomodarse
a las circunstancias externas y sobrevivir.
Es en este sentido, que la aparición de liderazgos carismáticos que denuncian
estas complicidades criminales y que ponen en marcha planes para enfrentarles,
son inmediatamente atacados desde los subordinados medios de prensa. En casos
puntuales, cuando la oposición es inquebrantable no han dudado en asesinar a
los líderes que representaran un obstáculo para sus planes. Fue el caso de
Saddam Hussein en Iraq en 2006 y de Mohammar Al Gadaffy en Libia en 2011. Para
otros casos, era más conveniente la erosión mediática y la propaganda matizada
con sanciones comerciales y financieras.
Recordemos sino a Chávez cuando tomo una posición
clara en su política exterior, a Evo Morales cuando nacionalizó el petróleo y
el gas boliviano o (al odiado por el Establishment anglosajón) Vladimir
Vladimirovich Putin quien tras tomar el poder en 1999 desde ese entonces lanzó
a la cárcel a miles de funcionarios corruptos y sin dudarlo, desbanco a los
oligarcas que eran sostenidos desde occidente. También mencionemos que por su
habilidad política, logro desbaratar poderosos intentos de desestabilización
creados ex profeso especialmente por Gran Bretaña.
Lo mismo se ha venido orquestando contra Caracas. Aunque
Maduro no tenga el carisma de Chávez y lejos este de los principios de la
auténtica revolución bolivariana, o tenga la sagacidad del mandatario ruso, una
cosa es cierta, y ella es que se aferra con tenacidad al poder y aunque los
títeres de Washington vociferen como si estuvieran a la altura de las
circunstancias, los venezolanos saben en el fondo que una intervención militar estadounidense
además de brutal, será contraproducente y reinstalaría aquella fábula
“demócrata” al estilo de Carlos Andrés Pérez llevándolos a una posición aun
peor en la que actualmente se encuentran.
En este contexto, Maduro no es peor ni mejor que
cualquiera de sus homólogos regionales pero, si demuestra que no dejara que
progresen los mismos artificios que Washington y sus socios, impusieron en el
norte de África y el Medio Oriente.