EN DEBATE
“PUNTO DE EQUILIBRIO”
Cómo Rusia y en particular el presidente Putin han logrado frenar la expansión del caos
Por Charles H. Slim
Sin lugar a
dudas que el mundo no fue el mismo desde la caída de la URSS en 1991 y mucho
menos desde aquellos extraños atentados del 11 de septiembre de 2001, cuando
EEUU aprovechando estas muy convenientes circunstancias se arrogó a base de
golpes y guerras, el liderazgo de un mundo que comenzaba a ser impredecible.
Desde aquellos momentos todo podía pasar y lo peor de todo, era que así sucedió.
Las agresiones a otros estados, las descalificaciones a los mandatarios, las
mentiras, las causas armadas para fabricar casus belli contra los
selectos enemigos de la elite que manejaban Washington, fue solo el inicio de
lo que vendría.
Fue un festival de la arbitrariedad. El mundo se dio vuelta patas
para arriba y los crápulas más impresentables de los estamentos políticos
dirigían las naciones más poderosas del momento, especialmente a los EEUU,
donde los más infames representantes de la colectividad política –tanto
republicanos como demócratas- pusieron su grano de arena para volver al
mundo un lugar mucho más inseguro. Fue una conjunción maléfica en la que los
ignorantes, los criminales oportunistas y los sádicos tuvieron su momento de
gloria en los más altos puestos de la política internacional. Sin dudas, la era
de los Bush y en especial del “orate” George W. Bush y Cia, fue providencial
para crear todo ese siniestro ambiente de terror.
El mundo vio con asombro y estupor como la “democracia más importante
del mundo”, llevaba adelante invasiones arbitrarias, masacres colectivas y la
práctica comprobada de torturas, vejámenes y ejecuciones extrajudiciales para
hacer desaparecer a miles de sus opositores en nombre de la democracia. Iraq y Afganistán aún dan testimonio de todo
esto. Nadie podía sin riesgo de ser
enviado a los campos de torturas secretos de la CIA o al mismo campo de
concentración de “Guantánamo”, criticar todo este sórdido proceder sin ser
tildado de ser “amigo de los terroristas”. Tan lejos llegaron con esto, que el
mundo parecía ir camino a sumirse bajo ese unilateralismo cínico y brutal que
adornado con formalidades legales y bajo la vergonzante pasividad de los
gobiernos del hemisferio –salvo las honrosas excepciones de Venezuela y Bolivia-
ya tenía preparada la sentencia.
La llegada de Obama no cambio nada, solo maquillo las intensiones
de EEUU y de la OTAN, las cuales quedaron reveladas en la última de las
aventuras registradas contra la soberanía de un estado como fue en Libia en 2010.
Sin dudas que aquello fue demasiado bizarro para que aún a la distancia, pueda
tratar de justificárselo con algún tipo de argumento político medianamente
creíble. Sin lugar a dudas que todo aquello fue el producto de esa ebriedad de
impunidad con la que contaban hasta ese momento, los EEUU y sus aliados regionales
y de la alianza atlántica, tanta era, que allí se comenzó a ver como todo el
tema del “terrorismo islamista de Al Qaeda” había sido una farsa montada por
ellos mismos ¿Acaso alguien podrá olvidar el oscuro papel de la secretario de
estado Hillary Clinton en todo esto y en particular, con el asesinato del
embajador en Bengasi?
A pesar de lograr destruir a Libia, las cosas comenzaban a cambiar
y ello se vería inmediatamente cuando estos mismos cerebros trasladaron sus
planes a Siria y a Iraq con aquel embuste de las agrupaciones mercenarias
disfrazadas de “yihadistas” y en especial con aquel monigote llamado “Daesh”
puesto en escena en 2014, con el fin último de remodelar geopolíticamente la
región. Y fue allí que reacciono Rusia, comenzando a tomar un papel paulatino y
firme en toda la situación. O tal vez debamos decir, fue Vladimir Putin quien
reaccionó con prudencia y una notable inteligencia ante un contexto altamente
peligroso para su propia estabilidad y la de la misma Rusia. En ese último
sentido no podemos dejar de poner en evidencia, la gran ventaja con la que
cuenta el país asiático ya que, su mandatario ha demostrado con creces que su
liderazgo está sentado en algo más que el simple carisma de un político.
Si Vladimir Putin se hubiera quedado en las meras palabras y no
hubiera ordenado la participación gradual de sus fuerzas en Siria, hoy
estaríamos hablando de otro desastre como el iraquí o el libio.
Fue sin dudas la intervención de Moscú, lo que pudo frenar un
resultado como el libio. Si hoy podemos ver como el gobierno legitimo de Bashar
Al Assad sigue en pie y con él la misma república árabe, ha sido por la astuta
e inteligente posición del gobierno de Putin que a la par de estos logros
estratégicos, pudo darle impulso a sus propios intereses y los de su país. No
por casualidad arraso en las últimas elecciones ni tiene una alta estima entre
las filas de las Fuerzas Armadas. Ello, aunque para las mediocres mentes de
políticos que solo ven hasta donde les llega la nariz (especialmente en
Argentina), es fundamental para sostener la integridad y la estabilidad de un
estado soberano.
Igualmente y por estos logros, los popes occidentales,
especialmente Gran Bretaña trato de arruinar la estabilidad y la reputación rusa
con operaciones sucias como fue sin lugar a dudas la montada con el caso “Skripal
y su hija” a comienzos de año, un fiasco que mando al ostracismo al gobierno de
Theresa May y a su gabinete.
A la par de esta combinación de sesudo liderazgo, olfato político y
determinación para usar el musculo militar cuando la ocasión lo demande, ha
reflotado a Rusia de su letargo y ha conseguido a su vez contrabalancear el
poder regional que desde los años noventas estaba siendo infestado por las
injerencias de EEUU en principio y de la OTAN en general, tratando de crear
bolsones de insurrección independentista bajo los auspicios de programas de supuestas
ONG que dicen bregar por la “igualdad y la democracia” pero que ya han quedado
en evidencia, de que no son más que una extensión del Departamento de Estado y
la CIA norteamericana.
Actualmente, Rusia tiene una voz potente tanto en la región
euroasiática como a nivel internacional y gracias a ella, se puede decir que ha
logrado establecer un punto de equilibrio ante tantas arbitrariedades cometidas
a lo largo de estos últimos 25 años que para peor, fueron realizadas –y aun continúan
algunas- cometiéndose a la luz de la ley internacional y de la Carta de
Naciones Unidas.