¿HAY FUTURO
GEOESTRATEGICO?
Sea cual fuere el próximo gobierno en Buenos Aires deberá definir una
geopolítica seria y sostenible ¿Cuál será su orientación?
Por
Charles H. Slim
Hablar de este aspecto de la realidad política de la Argentina es como hablar del agua potable en medio de un desierto. Así de importante ha sido para sus gobernantes y políticos en general, los temas de la macro política y su geopolítica en medio de una rampante evolución que se ha venido dando desde finales del siglo XX hasta estos días.
Mientras la
geopolítica de las naciones ha evolucionado de forma crítica en medio de un
mundo cada vez más complejo y agresivo, la Argentina se quedó parada como un
mero espectador mirando desde afuera y sin ninguna expectativa como el mundo
cambia por efecto de nuevas relaciones culturales, políticas, comerciales y
financieras no solo generadas pacíficamente sino también las nacidas de la
guerra y la agresión entre las naciones en medio de un tironeo entre el
decadente hegemonismo estadounidense y la propuesta de un multilateralismo con
apoyo en Oriente.
En
proximidades de elecciones para elegir un nuevo gobierno, no hay claridad sobre
cuál será el rumbo geopolítico para el país.
Esta
parálisis y consecuente degradación del estado argentino sin dudas tuvo origen
en 1983 con asenso del gobierno de Raúl Alfonsín que rodeado de pura mística y un
voluntarismo infantil, impulsado por mero revanchismo ideológico solo se aboco
a desestructurar las bases estratégicas del estado sin volver a montarlas con
renovadas y pulidas estructuras.
Así se
continuo con el devenir de las décadas para llegar al actual estado nación
deficitario, obsoleto, sobredimensionado y financieramente inviable que además,
se halla paralizado en todo lo referente a sus funciones estratégicas que como
cualquier ente de su categoría debe apuntar a desarrollar con el avance del
tiempo.
El problema
en Argentina siempre es el dinero. Nunca parecen alcanzar los presupuestos y
sus asignaciones terminan desviándose a cualquier otro lugar (o a las manos de
los vivos) pero nunca para los proyectos designados o estratégicamente
prioritarios. Es por ello que en este país a la ley presupuestaria que anualmente
sanciona el Congreso se la considera la más importante de todas. Bajo esta
dinámica durante los últimos veinte años y en especial en los últimos cuatro,
los dineros del PBI se han volcado a la subvención y subsidio para administrar la
pobreza y para financiar secretarías y direcciones tan innecesarias como
inútiles y que solo sirven para costear ampulosos sueldos de funcionarios nada
funcionales.
La
democracia argentina ha sido el muestrario más acabado de esta corruptela
institucionalizada. Los trajes y las corbatas de los burócratas políticos que
reemplazaron los uniformes militares en 1983, han pretendido ser una
justificación de este robo continuo que ha llevado a la situación actual. Tanto
unos como los otros (de izquierda a derecha y ni hablar de los centristas
liberales) han seguido cayendo bajo los engañosos influjos de Washington.
Por
supuesto que esto no pudo haber sucedido sin la anuencia y permisión de los
mismos ciudadanos que un tiempo después, despotrican contra lo que ellos
consagraron. Similar situación se ve los estamentos periféricos al poder
político y en especial con los allegados al llamado Peronismo como son los
sindicatos (en especial la CGT y Camioneros), convertidos en verdaderos Lobbies
oportunistas y grupos de presión contra los empresarios, los sectores y
gobiernos no-peronistas.
Precisamente
sobre la degeneración socio-político-económica e institucional en la que el país
actualmente se vive, ya comienza a mostrar sus inéditos efectos en el campo
geopolítico. Sin una moneda con valor sustancial, mucho menos soberana (que es
la demostración de ausencia de soberanía política), con una educación elemental
en crisis (por una deficiencia notoria de los educadores más dedicados a la
actividad sindical que a educar), sin estructura de seguridad interna y ni
hablemos de la aniquilación de la defensa exterior (en momentos que más que
nunca se hace necesaria), el país en cuanto a su política económica no solo es
inexistente sino que, ya se ha convertido en un polo de ventajosas operaciones
económicas no ya para Corporaciones extranjeras o incluso otros estados, sino para
los simples habitantes de los países vecinos que cruzan las fronteras para
llevarse toda clase de mercaderías y servicios por unos cientos de dólares.
De esta
manera toda la geografía fronteriza del país se ha convertido en un gigantesco
mercado de pulgas que sin estructura macro-económica coherente y solo dedicada
a la especulación financiera, con un sistema político archi corrupto que no
distingue entre oficialismo y oposición y un gobierno federal (con su sede en
la ciudad de Buenos Aires) meramente decorativo sin autoridad institucional, no
se puede esperar que el país o más bien, su estado desarrolle los altos temas
de una geopolítica propia. En resumidas cuentas, hay un vacío en este campo
altamente peligroso que desde hace tiempo (y en lo que se refiere a todas las
áreas estratégicas) buscan llenar otros estados imponiendo sus particulares
puntos de vista (especialmente el jurídico) que obviamente, atienden solamente
a sus intereses.
Para los
polos de poder en occidente y también de oriente, la Argentina es un país
quebrado e impotente en el cual todo esta por hacer y es allí donde radica su
valor como plaza estratégica para los intereses de cada uno de ellos. Sin dudas
que los británicos corren con ventaja no solo por la ocupación que mantienen en
el Atlántico sur sino, por la complacencia y anglofilia existente (que sueñan
con ser parte del Commonwealth) en un núcleo de la elite política y financiera
capitalina que bien se identifica con el PRO y otros exponentes políticos del
llamado Frente por el Cambio. Todos estos en lo referente a Ucrania se han
alineado detrás de la política atlantista que encabeza Washington demostrando
esa vocación por tratar de pertenecer a un club sin contar con los requisitos
(poder político, fuerza militar e importancia geopolítica) indispensables para
su membrecía.
Para peor,
hay sectores de la política argentina -del lado del oficialismo y de la
oposición- que desde hace tiempo coquetean con esos intereses sin
(aparentemente) darse cuenta los riesgos que ello implica máxime si tenemos en
cuenta como actores de gran peso geopolítico han violado no solo el derecho
internacional y toda la doctrina humanitaria que lo complementa sino incluso,
la letra de acuerdos que ellos mismos habían firmado un tiempo antes.
Con este
panorama en danza, es evidente la existencia de otra “grieta” que se proyecta
en los altos niveles de la política y la diplomacia que se dividiría entre un
posible gobierno de pro-atlantistas y otro favorable al multilateralismo que
impulsan China y Rusia. En cualquiera de estos escenarios la Argentina no se
halla preparada para ser un actor decisivo en cualquiera de estas tendencias
¿La razón? Décadas de degradación y falta de desarrollo lo imposibilita.
El
amateurismo de la clase política argentina es imperdonable, pero ello no excusa
la que les cabe a sus electores. El público argentino parece estar anestesiado
o tal vez más bien, metido en los problemas cotidianos y meramente contingentes
que no van más allá de sus propios bolsillos. En este año de elecciones, la oferta electoral
en danza no es nada brillante y en honor al realismo político, ninguno de los
candidatos tiene la fórmula ni la fuerza para resolver una situación altamente
compleja.
En este
trágico y abúlico escenario, los altos intereses del país se ven tironeados en
la actual compulsa por el control de la realidad global entre los partidarios
de una moribunda pretensión angloestadounidense de seguir sujetando a los
estados con el yugo hegemonista y las expectativas de las potencias orientales
con China a la cabeza para extender las relaciones comerciales con el resto del
mundo.
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