lunes, 8 de mayo de 2023

 

¿HAY FUTURO

GEOESTRATEGICO?

Sea cual fuere el próximo gobierno en Buenos Aires deberá definir una geopolítica seria y sostenible ¿Cuál será su orientación?

 

Por Charles H. Slim

Hablar de este aspecto de la realidad política de la Argentina es como hablar del agua potable en medio de un desierto. Así de importante ha sido para sus gobernantes y políticos en general, los temas de la macro política y su geopolítica en medio de una rampante evolución que se ha venido dando desde finales del siglo XX hasta estos días.

Mientras la geopolítica de las naciones ha evolucionado de forma crítica en medio de un mundo cada vez más complejo y agresivo, la Argentina se quedó parada como un mero espectador mirando desde afuera y sin ninguna expectativa como el mundo cambia por efecto de nuevas relaciones culturales, políticas, comerciales y financieras no solo generadas pacíficamente sino también las nacidas de la guerra y la agresión entre las naciones en medio de un tironeo entre el decadente hegemonismo estadounidense y la propuesta de un multilateralismo con apoyo en Oriente.

En proximidades de elecciones para elegir un nuevo gobierno, no hay claridad sobre cuál será el rumbo geopolítico para el país.

Esta parálisis y consecuente degradación del estado argentino sin dudas tuvo origen en 1983 con asenso del gobierno de Raúl Alfonsín que rodeado de pura mística y un voluntarismo infantil, impulsado por mero revanchismo ideológico solo se aboco a desestructurar las bases estratégicas del estado sin volver a montarlas con renovadas y pulidas estructuras.

Así se continuo con el devenir de las décadas para llegar al actual estado nación deficitario, obsoleto, sobredimensionado y financieramente inviable que además, se halla paralizado en todo lo referente a sus funciones estratégicas que como cualquier ente de su categoría debe apuntar a desarrollar con el avance del tiempo.

El problema en Argentina siempre es el dinero. Nunca parecen alcanzar los presupuestos y sus asignaciones terminan desviándose a cualquier otro lugar (o a las manos de los vivos) pero nunca para los proyectos designados o estratégicamente prioritarios. Es por ello que en este país a la ley presupuestaria que anualmente sanciona el Congreso se la considera la más importante de todas. Bajo esta dinámica durante los últimos veinte años y en especial en los últimos cuatro, los dineros del PBI se han volcado a la subvención y subsidio para administrar la pobreza y para financiar secretarías y direcciones tan innecesarias como inútiles y que solo sirven para costear ampulosos sueldos de funcionarios nada funcionales.

La democracia argentina ha sido el muestrario más acabado de esta corruptela institucionalizada. Los trajes y las corbatas de los burócratas políticos que reemplazaron los uniformes militares en 1983, han pretendido ser una justificación de este robo continuo que ha llevado a la situación actual. Tanto unos como los otros (de izquierda a derecha y ni hablar de los centristas liberales) han seguido cayendo bajo los engañosos influjos de Washington.

Por supuesto que esto no pudo haber sucedido sin la anuencia y permisión de los mismos ciudadanos que un tiempo después, despotrican contra lo que ellos consagraron. Similar situación se ve los estamentos periféricos al poder político y en especial con los allegados al llamado Peronismo como son los sindicatos (en especial la CGT y Camioneros), convertidos en verdaderos Lobbies oportunistas y grupos de presión contra los empresarios, los sectores y gobiernos no-peronistas.

Precisamente sobre la degeneración socio-político-económica e institucional en la que el país actualmente se vive, ya comienza a mostrar sus inéditos efectos en el campo geopolítico. Sin una moneda con valor sustancial, mucho menos soberana (que es la demostración de ausencia de soberanía política), con una educación elemental en crisis (por una deficiencia notoria de los educadores más dedicados a la actividad sindical que a educar), sin estructura de seguridad interna y ni hablemos de la aniquilación de la defensa exterior (en momentos que más que nunca se hace necesaria), el país en cuanto a su política económica no solo es inexistente sino que, ya se ha convertido en un polo de ventajosas operaciones económicas no ya para Corporaciones extranjeras o incluso otros estados, sino para los simples habitantes de los países vecinos que cruzan las fronteras para llevarse toda clase de mercaderías y servicios por unos cientos de dólares.

De esta manera toda la geografía fronteriza del país se ha convertido en un gigantesco mercado de pulgas que sin estructura macro-económica coherente y solo dedicada a la especulación financiera, con un sistema político archi corrupto que no distingue entre oficialismo y oposición y un gobierno federal (con su sede en la ciudad de Buenos Aires) meramente decorativo sin autoridad institucional, no se puede esperar que el país o más bien, su estado desarrolle los altos temas de una geopolítica propia. En resumidas cuentas, hay un vacío en este campo altamente peligroso que desde hace tiempo (y en lo que se refiere a todas las áreas estratégicas) buscan llenar otros estados imponiendo sus particulares puntos de vista (especialmente el jurídico) que obviamente, atienden solamente a sus intereses.

Para los polos de poder en occidente y también de oriente, la Argentina es un país quebrado e impotente en el cual todo esta por hacer y es allí donde radica su valor como plaza estratégica para los intereses de cada uno de ellos. Sin dudas que los británicos corren con ventaja no solo por la ocupación que mantienen en el Atlántico sur sino, por la complacencia y anglofilia existente (que sueñan con ser parte del Commonwealth) en un núcleo de la elite política y financiera capitalina que bien se identifica con el PRO y otros exponentes políticos del llamado Frente por el Cambio. Todos estos en lo referente a Ucrania se han alineado detrás de la política atlantista que encabeza Washington demostrando esa vocación por tratar de pertenecer a un club sin contar con los requisitos (poder político, fuerza militar e importancia geopolítica) indispensables para su membrecía.

Para peor, hay sectores de la política argentina -del lado del oficialismo y de la oposición- que desde hace tiempo coquetean con esos intereses sin (aparentemente) darse cuenta los riesgos que ello implica máxime si tenemos en cuenta como actores de gran peso geopolítico han violado no solo el derecho internacional y toda la doctrina humanitaria que lo complementa sino incluso, la letra de acuerdos que ellos mismos habían firmado un tiempo antes.

Con este panorama en danza, es evidente la existencia de otra “grieta” que se proyecta en los altos niveles de la política y la diplomacia que se dividiría entre un posible gobierno de pro-atlantistas y otro favorable al multilateralismo que impulsan China y Rusia. En cualquiera de estos escenarios la Argentina no se halla preparada para ser un actor decisivo en cualquiera de estas tendencias ¿La razón? Décadas de degradación y falta de desarrollo lo imposibilita.

El amateurismo de la clase política argentina es imperdonable, pero ello no excusa la que les cabe a sus electores. El público argentino parece estar anestesiado o tal vez más bien, metido en los problemas cotidianos y meramente contingentes que no van más allá de sus propios bolsillos.  En este año de elecciones, la oferta electoral en danza no es nada brillante y en honor al realismo político, ninguno de los candidatos tiene la fórmula ni la fuerza para resolver una situación altamente compleja.

En este trágico y abúlico escenario, los altos intereses del país se ven tironeados en la actual compulsa por el control de la realidad global entre los partidarios de una moribunda pretensión angloestadounidense de seguir sujetando a los estados con el yugo hegemonista y las expectativas de las potencias orientales con China a la cabeza para extender las relaciones comerciales con el resto del mundo.

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