jueves, 19 de octubre de 2023

HAY QUE HACER

Quien ocupe el gobierno después de diciembre solo tiene un objetivo ¿Podrá lograrlo sin fracasar en el proceso?


Por Charles H. Slim

Mas allá del resultado que surja de las elecciones del próximo 22 de octubre, habrá un gran cambio de época para la Argentina pero no como la gente espera. Las cosas están peor de lo que el gobierno y la oposición se atreven a contarle a la población, pero ambos tienen una preocupación por encima de las necesidades de sus votantes: Sus propias necesidades.

El contexto global que rodea a la actual situación del país es muy inestable. La guerra en Europa, la que se está gestando en Transcaucasia entre Armenia y Azerbaiyán y la que se ha desatado en Oriente Medio entre Palestina e Israel que llevará a consecuencias inesperadas, pone una advertencia a la dirigencia política argentina para tomar las responsabilidades que desde hace más de 40 años se han ido abandonando.

Como verán en el título, no es una pregunta sino una breve respuesta abarcativa a todas las problemáticas estructurales y focalizadas dentro del mismo estado convertido por la picardía de sus dirigencias políticas en caucus de amigos y besamanos. 

Hay mucho para hacer, pero también muchas cosas más para deshacer. Y es que cada uno de los gobiernos que han ido pasando a lo largo de estos últimos cuarenta años -sin distinciones partidarias- han aportado su cuota de clientelismo, favoritismos y venalidad que prácticamente han convertido al estado en una bolsa de trabajo y oportunidades para un árbol familiar de funcionarios.

Para ello se presenta otro gran dilema y que tocara sin dudas la fibra más íntima de la idiosincrasia argenta y es que, hay mucho para hacer con muy poco. Sea quien sea el nuevo gobierno, la devaluación y la desaceleración de la economía serán consecuencias imposibles de eludir salvo, que se establezca desde cada uno de los funcionarios en los altos puestos gubernamentales hasta el último escalafón de la administración pública, una disciplina ejemplificadora en el gasto y el comportamiento funcional. En realidad, se debería administrar con racionalidad y disciplina, algo que deberá traducirse en reducir verdaderamente el gasto público y en especial el político para redireccionarlo a donde siempre debió haber estado: El desarrollo a mediano y largo plazo planificado.

Cuando se establezca este paradigma, será muy diferente la visión  de cada uno de quienes pretendan ejercer cargos electivos. Meterse en política dejará de ser un negocio para los vivos. Las expectativas que tenían los que aspiraban a cargos políticos, ilusionados por exorbitantes sueldos, privilegios y prebendas deberían ser cosa del pasado. En una nueva Argentina eso debería desaparecer ya que caso contrario, se hará imposible reestablecer una normalidad durable.

Este hacer deberá ser rápido y pese a ello, no dará resultados inmediatos. La podredumbre existente en las estructuras del estado y en especial en todo lo que hace a la burocracia parasitaria (Ministerios, secretarías, direcciones, delegaciones, comisiones y etcetc) en cada uno de los poderes del estado- es profunda y será cuestión de mucho carácter en los dirigentes que asuman la administración de gobierno y de un real compromiso político y personal el perseverar en el tiempo para despegar esa costra.

En resumen de cuentas, el sistema político corrupto que ha imperado debería desaparecer si en realidad se busca crear cambios.

Como se dice por aquí, “somos hijos del rigor” y no hay otra manera para que los argentinos caminen erguidos es que se les está constantemente controlando. Pero aquí es donde surge otro problema ¿Quiénes van a ejercer ese control? Para eliminar este cuestionamiento y hallar una solución descartemos de plano, a una casta de políticos iluminados o bendecidos por alguna pertenencia religiosa y mucho menos, a solucionadores externos que han demostrado más arrogancia que sabiduría.

Tomando en consideración que todos los espacios políticos que se presentan para pretender gobernar el país están compuestos por elementos de esa vieja política, la tarea se vuelve bastante difícil de concretar. Incluso si cada uno de los políticos que vayan a ocupar los puestos del nuevo gobierno se sacrificaran en sus ganancias personales y estuvieran prestos a (como dice el dicho) arremangarse las mangas y agachar el lomo, recién allí comienza la lucha.

Claramente, cualquiera de las tres opciones más cercanas a acceder al poder (Massa, Bullrich o Milei), serán funcionales a la agenda globalista 2030 que nada tiene que ver con las expectativas de mejoras nacionales, ni con las necesidades del pueblo y mucho menos de los más desafortunados. Es decir, son funcionales a la corrupción global angloestadounidense.

Reconstruir un estado moderno e inteligente, independiente y soberano implica la necesaria construcción de un área de defensa e inteligencia verdaderamente propio y avocado a un estudio, seguimiento y planificación sin las influencias de agencias externas (en especial del Departamento de Estado norteamericano y de asesores y otros organismos como la CIA) que solo dan la información que y cuando a sus gobiernos les convenga. De no apartarse de esto, el país seguirá sometido a los juegos y las intrigas de las geopolíticas ajenas.

Para peor y con lo que venimos viendo en Ucrania y lo que se ha desatado en Oriente Medio, habrá mucho interés por parte de EEUU,  sus aliados atlantistas (incluido Israel) por imponer más restricciones basadas en la paranoia y nuevos programas antiterroristas ya que a no dudarlo, se producirán atentados que Washington y Tel Aviv, instalaran la paranoia acusando con decidida seguridad a los “terroristas islámicos” (usando la odiosa comparación entre Hamas e ISIS) y sus aliados rusos.

En esta nueva era, más que administraciones obsecuentes a las políticas externas, la Argentina necesita reconstruir un estado enfermo y a partir de allí, establecer un camino de desarrollo que no podrá ser puesto en marcha sin un amplio plan que contemple a todos los sectores sociales en donde cada uno de ellos -y en la individualidad de cada ciudadano- se comprometan a trabajar en una sola dirección y por el bien común. Caso contrario, seguiremos viendo gobiernos que no respetan la constitución (y por ende los derechos del pueblo), fofos, influenciables por la necesidad de dinero y por ende manipulables por agendas externas de representaciones interesadas en insertar y desplegar sus geopolíticas que no beneficiaran al país y con el peligro adicional de una guerra global en proceso.

 

  

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