VETERANOS DE AYER
“PRECEDENTES
NAVALES DE CONTAMINACIÓN QUÍMICA”
Hasta dónde llego la contaminación química, biológica y radiactiva en las dotaciones navales destacadas en las aguas del Teatro de Operaciones del Golfo 1990-1991
Por Dany
Smith y Javier B. Dal
En la
serie de medulosos artículos que hemos publicado sobre uno de los capítulos más
borrosos de la guerra del Golfo en 1991
y que aún está pendiente de explicaciones (v. http://pensamientoestraegico.blogspot.com.ar/2015/10/veteranos-de-ayer-consecuencias-de-las.html ), con
cada paso que se ha ido dando en el camino por esclarecer lo que ocurrió con el
peligro “de la guerra química”, se ido
encontrando antecedentes y testimonios en primera persona de muchos veteranos
de aquella contienda y que han dejado de ser exclusivamente norteamericanos e
ingleses. Quizá –o más bien con seguridad- la notoriedad que adquirieron
los casos de estos dos países, fue por la simple cuestión de que al notar que
algo estaba mal con su salud individual, comenzaron a cuestionar la versión de
su gobierno.
Recordemos que apenas comenzaron
las denuncias de varios veteranos norteamericanos a mediados de los noventas,
tan solo un par de años después de “Tormenta del Desierto”, el gobierno en
Washington busco la forma de contrarestar los argumentos que referían a una
contaminación sufrida por sus hombres, producto por la “presumible” utilización
por parte de los iraquíes de armas químicas y biológicas. Para ello, puso en
marcha una serie de investigaciones a cargo de varias Agencias Federales del
gobierno y laboratorios especialistas en contaminación ambiental más dirigida a
tapar el asunto que a buscar soluciones para los hombres y mujeres que
enfermaban sin causas advertibles.
Se había determinado que una de
las posibles fuentes en el origen de los males que aquejaba y sigue aquejando a
miles de veteranos de esa guerra, era la
combinación de drogas aplicadas a cada hombre como antídoto contra las diversas
amenazas químicas que el arsenal de Saddam tenía por entonces. Para 1999 los estudios sobre las causas de
varias afecciones en veteranos
británicos y norteamericanos, se determinó que no existe un “síndrome del
Golfo” sino, varios síndromes relacionados
e interactuantes con aquel, que se plasman en sintomatologías como el
“estado de ánimo descorazonado”, el respiratorio con una “neumonitis de Al
Eskan” inducido a los pulmones por
“arena sucia” que se traslada por el viento tanto a tierra firme como al mar.
Por supuesto todos estos síntomas, son independientes del llamado “estrés
postraumático” que revelan los ex combatientes.
Las afecciones que sufren los
veteranos de la GGP, han degradado la calidad de vida de cada uno de los
afectados sin distinciones entre combatientes de primera o segunda línea, de
tierra, aire o destacados en las aguas del Golfo, algo que se ha ido
comprobando en forma progresiva con el paso de los años. Fue precisamente por esta degradación del
normal estado de salud que muchos han demandado ante las cortes, el rubro de
“pérdida de salud” que está trayendo a mal traer a los gobiernos estadounidense
y británico. A las infecciones agresivas
que se han registrado en muchos casos de estos afectados, también hubieron
problemas neurológicos agudos y casos de
fatiga (Fibromalgia) y debilidad muscular asociados a problemas
neurovegetativos que entre otras sintomatologías, se han reportado lumbalgias atípicas.
Las investigaciones
exhaustivamente orientadas a las causas biológicas y sus consecuencias sobre el
organismo humano, expuesto en aquel medio ambiente, dan una información bastante sustancial sobre
posibles implicancias de agentes tóxicos lanzados, utilizados o como bien
dijimos, inoculados por sus propias fuerzas pero se ha evitado continuamente
reconocer el uso de ojivas químicas lanzadas por los iraquíes.
Desde el punto de vista
científico, estos estudios son exhaustivamente notables (v. Revista cubana de
medicina Militar, http://scielo.sld.cu/scielo.php?pid=S0138-65572010000300009&script=sci_arttext ) pero, obviamente no se involucran en las
vías militares que pudieron haber causado este coctel de síndromes que
la prensa estadounidense en especial, bautizó como el síndrome de la guerra del
Golfo. Se trata de un terreno espinoso
que relaciona varias inconsistencias y desatinos que Washington no está
dispuesto a reconocer. Es allí donde se
han complicado las cosas para explicar coherentemente, situaciones de hombres
que no estaban en las operaciones terrestres y a cientos de kilómetros
adentrados en las aguas del golfo, han mostrado una variante de síntomas tan
agresivos como los advertidos a hombres que estuvieron en Kuwait.
Estos elementos han puesto de manifiesto,
que la sola exposición a agentes químicos que habrían sido originados por un
medio ambiente contaminado por una mezcla de fármacos, la toxicidad del
petróleo ardiendo y los residuos invisibles del “polvo de uranio” originados
por las municiones de Uranio empobrecido de los proyectiles de tanques, bombas
y misiles de aviones y de sus respectivas municiones en buques de la coalición,
no pudieron ser suficientes para enfermar los organismos de propios y ajenos. Los
expertos han señalado que para que actúe con eficacia un agente químico como el
“Tabun”, “Sarín” o el “Gas mostaza” debe ser esparcido en forma de
microparticulas que como un finísimo rocío, regaría un área determinada del
enemigo dejando además, una situación de contaminación latente sobre el terreno
que se extenderá con el viento.
Y solo nombramos algunos de los
agentes nerviosos y biológicos de los que disponía el arsenal de las FFAA iraquíes,
que según algunos informes de inteligencia en plena época de la guerra con
Irán, estaban el desarrollo de la cepa de llamada “fiebre de conejo” que podía
incapacitar a una población de miles con el volumen de un terrón de azúcar.
Los testimonios indiscretos de
varios combatientes que estuvieron en Kuwait y en el suroeste de Iraq se
toparon con pruebas irremisibles de que los iraquíes habían estado lanzando
municiones con cargas químicas e incluso biológicas, lo que al ser reportado a
los superiores fue inmediatamente tapado con amenazas de consecuencias para sus
carreras y su futuro al volver a casa. Había varios motivos para que Washington se
encargara de que sus muchachos mantuvieran la boca cerrada; algunos de carácter
político y otros militar.
Uno de aquellos motivos y que se
mantuvo escondido bajo la alfombra del Pentágono, fue que laboratorios
estadounidenses como el Centro de Control de Enfermedades (CDC) ubicado en
Atlanta, Georgia, en 1985 había
realizado una serie de envíos a Iraq del “Virus del Nilo Occidental” que se justificaron para propósitos de
investigación científica a cargo de un experto de éste centro que más tarde se
corroboro su inexistencia. Era por ello y por muchos otros secretos, que había
que negar el uso de estas armas y hacer desaparecer del campo de batalla, los
restos –y ello incluía a los soldados muertos que estaban contaminados- para enterrarlos con bulldosers en sitios desérticos.
Según algunos estudios de
detalles militares ocurridos durante el conflicto, Iraq lanzó unos 40 misiles
“SCUD” sobre Israel y 46 sobre Arabia Saudita, sin precisar qué tipo de cabeza
de guerra llevaban en esos ataques.
Tanto los israelíes como los sauditas mantuvieron absoluto silencio
sobre posibles detecciones de agentes químicos o biológicos, cooperando así con
la postura del Pentágono de no “alarmar” a las tropas y a sus familias en sus
casas. Pero los indicios salidos de los
testimonios de varios efectivos que vieron los restos de evidencia que hablaba
de el uso de ojivas con cabezas químicas y sumado a la masividad de casos de
veteranos enfermos, podría estimarse que en realidad se lanzaron más de cien misiles alternados con cabezas
convencionales y químicas. Y no solo eso, los vectores utilizados para estos
agentes no solo fueron los misiles “Scud” sino también una gama de otros
misiles en poder de Iraq e incluso en sus municiones de artillería.
Frog-7 missile abandoned in Kuwait |
Cuando se ha planteado esto, los
expertos del Pentágono y del Ministerio de Defensa británico simplemente lo
desestimaron sin haber presentando argumentos científicos que pudieran rebatir estos
hechos. Cuando se abrió el frente oeste
de Kuwait y comenzaron a avanzar, los marines y sus colegas de las brigadas
mecanizadas pudieron ver a grupos de soldados iraquíes muertos provistos con
los equipos y máscaras “NBC” (Nuclear-Biological- Chemical) de origen soviético que habían reconocido en
los entrenamientos sobre el equipamiento enemigo. Pero eso no era todo; cajas
con morteros de 120mm y obuses de artillería con cabezas pintadas de amarillo
aún descansaban en sus cajas detrás de las piezas de los 155mm e incluso, en
los cohetes del sistema “Astros II”, que saturaban un terreno con resultados
muy dañinos para una avanzada terrestre.
Pero lo peor estaba por verse.
Algunos efectivos estadounidenses afirmaron que habían encontrado lanzadores móviles
e incluso algunos fijos de misiles navales “Frog-7” que apuntaban al Golfo y
entre zafarrancho de combate que se halló, habían cajas con los garrafones
marcados con el símbolo de material “Biológico-Químico” que se usa para
identificar estos elementos. Lo mismo
fue con algunas baterías de misiles “Silkworm” que los iraquíes les confiscaron
a la marina kuwaití y le montaron reformas para adaptar ojivas con “Gas Sarín”
y “Cloro”. No era necesario que cualquiera de estos vectores diera de lleno
contra un buque; al ser interceptados por los sistemas como los “Sea Dart” o
incluso algunos “Sea Cat” –que rara vez demostraron servir para algo- en
los buques británicos, con solo explotar
a la velocidad que se desplazaban y si a ello le agregamos el viento a favor de
los misiles atacantes, “BINGO!, se tiene una fumigación invisible sobre los
buques y las aguas adyacentes que, hizo sonar en varias ocasiones las alarmas
de ataque químico montadas en las unidades navales.
Para peor y según algunas fuentes
de la inteligencia militar israelí por 1987 le soplaron a sus aliados estadounidenses,
que Iraq había adquirido misiles SS-21 “Scarab” que mejoraba notablemente el
rendimiento de las tareas a las que se empleaba a los “Frog-7” y estaba capacitado para albergar cargas
químicas y biológicas. Para la CIA la información era errónea y allí se
terminaron las discusiones. Es que en esos años e incluso una semana antes del
2 de agosto de 1990, “la agencia” y la mujabarat
iraquí trabajaron a la par contra Irán
y cualquier cosa que pudiera molestar a
los esfuerzos de Bagdad por acabar con la revolución de Jomeini, era tapado.
Pero ni bien cambiaron las cosas,
los iraquíes enterados de los intentos estadounidenses de manipular la
situación, se propusieron hacerles frente sin mezquinar recursos.
Según lo han corroborado los
documentos de la inteligencia de “Saddam” que pululan por el internet –robados
del Ministerio de Inteligencia en Bagdad- especialmente referidos sobre el aspecto de la estrategia que los iraquíes
tenían previsto para cortar las líneas de suministro de la coalición, uno de
los medios implementados –es decir que se utilizaron- fueron los misiles
con cabezas contaminadas. Allí y con esos detalles, se podían comprender
algunos reportes de la época que daban cuenta de que “misiles Scud caían al
mar” o información similar. Bastaba que los mismos llegaran a un área
determinada y de ser interceptados o al caer al mar, igualmente tras estallar diseminarían
la carga que llevaban dentro.
En conclusión, a los ojos de los
jefes del USCENTCOM la realidad era demasiado mala como para que incluso sus
subordinados, estuvieran al tanto de todas estas circunstancias. Si se hubiese
conocido semejante situación, pudieron haberse visto verdaderos estragos entre
los grupos de tareas. Con solo pensar el grado de tensión al que estaba
sometida cada tripulación en operaciones, que se hubiera filtrado un comunicado
que simplemente acusara que uno de cada cuatro proyectiles que caían en los
puertos y en las aguas cercanas, tenía cargas “químicas o biológicas”,
simplemente hubieran desatado el pánico y con ello, el fracaso de las
operaciones.
Con seguridad se puede afirmar,
que por los datos metereológicos de la época en los que se registraron los
vientos y tormentas que agitaron las
candentes aguas del Golfo Pérsico, en solo unos días y con –tan solo- una media docena de misiles con una carga de
500kg como las que transportaba el “SS-Scud-B”
o el misil “Al Abbas” de material “químico o biológico” impactados en territorio saudita, habrían
contaminado las aguas y los buques que operaban más allá del paralelo 26 y
hasta las costas iraníes.
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