miércoles, 13 de julio de 2022

 

“ARGENTINA SE VENDE ¿QUIÉN PODRIA COMPRARLA?”

Una vez más la Argentina se halla al borde del abismo solo que en esta oportunidad las circunstancias globales empeoran su situación y como sucede cíclicamente, no hay dinero ni asistencia que pueda llegar de afuera  ¿Sobrevivirá el actual gobierno a esta tempestad?

 

Por Charles H. Slim

La crisis económico financiera de alcance global también afecta a la Argentina y aunque parezca una redundancia, su caso tiene matices propios que la agravan. Antes de la pandemia y la guerra en Eurasia la Argentina ya venía soportando una crisis económica y política de índole estructural. Para peor, su situación se agrava por el coma político de su clase dirigencial sospechada de izquierda a derecha de corrupción e ineptitud.

El mundo esta cambiando de forma vertiginosa pero la Argentina permanece bajo los mismos parámetros del quietismo político de una clase política acomodaticia y demagógica alimentado por la abulia y esquizofrenia de su pueblo. Pero eso no es una virtud claramente, es una pésima señal de que las cosas pueden ir de mal en peor si su clase política no atiende a las señales externas.

Los levantamientos en Sri Lanka podrán verse lejos en la distancia pero para nada en lo conceptual referido al hartazgo de los pueblos que se han cansado de soportar gobiernos y a sus funcionarios viviendo en una dimensión paralela lejos de las vicisitudes del común de los mortales. Ese hartazgo se huele en el aire y la paciencia de los simples ciudadanos de a pie parece haberse agotado. La salida de Boris Johnson por la puerta de servicio de Downing Street solo ha sido el fusible que protegió a un sistema político corrupto y criminal como el británico ¿Cuánto podrá durar este sistema? Los límites ente la tolerancia y el respeto a la ley se han difuminado y los medios de cómo expresar el descontento y llevar adelante esas iniciativas alcanzan sitiales nada deseados. El asesinato del ex mandatario japones Shinzo Abe a plena luz del día y ante miles de testigos -más allá de los verdaderos intereses que se ocultan detrás- pone el acento sobre esto y viene a mostrar a los políticos que no están seguros en ninguna parte.

El mismo mensaje esta dirigido a Joe Biden y la pléyade de neoconservadores (instigadores de la guerra perpetua) que lo secundan en la estupidez sobre Ucrania quienes por intermedio de la corporación de medios siguen hablando de democracia, libertades y humanidad cuando en sus propias calles hay policías que violan los derechos civiles y al mismo tiempo rondan psicópatas armados que cometerán masacres sin sentido alguno ¿Democracia?

Argentina no se escapa a esta dinámica. A la inseguridad política se le suma la jurídica que es una constante que perpetua las desigualdades sociales que ya no se toleran. El presidente argentino Alberto Fernández ya no soporta la presión del imperio de la realidad y para ello, su propia vice Cristina Fernández (procesada en varias causas judiciales) parece decidida a sacrificarlo para salvar su propia cabeza si todo se desmorona. El desmanejo uqe se vine viendo de la economía que lleva al país a una posible hiperinflación augura este final.

Sin el menor peso político y sin la más mínima entidad del gobierno, el estado argentino simplemente se halla a la deriva en el mar picado de la geopolítica internacional. Con un gobierno ineficiente y desorganizado que administra un estado canibalizado dirigido por un presidente sin poder, el país ha desperdiciado la oportunidad de capitalizar la falta de fertilizantes, materias primas y de energía que escasean en Europa tras las locas y contraproducentes sanciones emitidas por los EEUU (y seguidas por la UE) contra Rusia.

Una vez más, la oportunidad histórica toco a la puerta de Buenos Aires pero los burócratas de turno la han vuelto a desperdiciar. Y las razones de ello se deben a varias décadas de dejadez, corrupción y clientelismo que ha podrido a las ramas del estado entre ellas, su sistema productivo y logístico comercial. La falta de planes estratégicos para el desarrollo, explotación y exportación de sus propios recursos (ganaderos, agrarios, petrolíferos y gasíferos) es una parte importante de esta situación. Recién hoy los funcionarios ministeriales -en el marco de escases internacional- caen en cuentas de la urgente necesidad y conveniencia de contar con una flota mercante tecnológicamente acondicionada para poder competir en las actuales circunstancias y de la indefensión de sus mares del sur (por la destrucción de las FFAA), depredados impunemente por flotas extranjeras que pagan tributo a los isleños británicos en Malvinas.

El problema con esta repentina preocupación es que es solo una actuación demagógica pero nada más. Además, llega tarde y siendo muy optimistas, el país podría resolver estas falencias estructurales cuando menos en veinte años y ello, si (además de desligarse del lazo británico) se mantiene la constancia y una política de estado coherente.

Su administración política gobernante es tan inconsecuente y patética como su oposición. Los denominados partidarios del campo “nacional y popular” no son diferentes a los anglófilos y los sionistas de la oposición estos últimos buscando emular a sus tétricos correligionarios del norte (AIPAC; IAF; CUFI). En teoría los primeros se alinean con Rusia, China y el mundo islámico aunque solo de forma retórica, mientras que los segundos, con estrechas vinculaciones -ideológicas, culturales y económicas- con EEUU, Gran Bretaña e Israel les facilita los planes a esos estados para desplegar en el país y la región sus intereses.

Ambos han vendido al país, aunque a diferentes intereses, ambos se han servido de las cajas y de las instituciones del estado para fines que no beneficiaron al país. Los primeros, aunque se los pretenda asociar a Rusia y a los sectores de la resistencia global, no califican ni en sueños para esa relación ya que solo son meros estafadores y charlatanes que han depredado el estado bajo el argumento pobrista de una igualdad social que nivela hacia abajo y los segundos, que se presentan como “demócratas” y “civilizados”, los “liberales”, llenan sus bolsillos gracias a los servicios que prestan a los usureros y especuladores de la banca en Wall Street y La City londinense.

En resumen de cuentas, por un lado tenemos una troupe de aventureros populistas (de izquierda y derecha) y a chacales atlantistas por el otro disputándose los despojos del estado de un país con mucho potencial.

Son claramente extremos de una realidad política que no es ajena a la Argentina, pero que aquí se manifiesta de forma clara y grosera. Una pequeña metrópoli como Buenos Aires en manos de estas tendencias anglófilas manejando un enorme territorio de 23 provincias con diversidades, potencialidades y riquezas es algo que no llevó ni llevará a ninguna parte y si la frágil unidad política quiere mantenerse, habría que comenzar a descentralizar ese poder omnímodo que tiene una urbe parcialmente cosmopolita -con algunas embajadas influyentes- que tiene sus ojos y sus intereses puestos  afuera.

 

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