“LAS MADRES DE RUSIA”
El escándalo de la retención indebida de seis mujeres embarazadas de
origen ruso en el aeropuerto de Ezeiza por supuestas irregularidades en su
visado, parece haber sido una opereta montada por intereses foráneos y ello nos
obliga a preguntarnos ¿Quiénes instigaron a tomar estas medidas ilegales e
inhumanas?
Por
Javier B. Dal
No, no se trata de un error de redacción. El tema no se refiere a “La
madre Rusia” como lema patriótico de las épocas de la multiétnica Unión
Soviética, aunque en cierto sentido sí. En la última semana salto a la luz una
situación que ya se venía dando y que tienen como principales protagonistas a
jóvenes mujeres rusas embarazadas que llegan al país para parir a sus hijos. Al
parecer a alguien eso le ha parecido muy sospechoso y puso a rodar un supuesto
complot de espionaje internacional…eso pasa cuando 007 está de vacaciones en
Buenos Aires.
Desde el
punto de vista constitucional esto no debería ser un problema ya que nuestros
artículos 14 y 20 de la Carta magna consagra la libertad para todas las
personas de buena voluntad de cualquier parte del mundo poder entrar,
transitar, permanecer y salir del país cuando quieran siempre y cuando no sea
para cometer ilícitos.
La noticia
de que seis mujeres embarazadas de origen ruso estaban detenidas en Ezeiza y
que por privarles salir del aeropuerto estaban durmiendo en el piso, desato la
indignación y al mismo tiempo disparó las alarmas sobre las reales causas de
este trato discriminatorio e inhumano. Esto tenía que ver con algo muy opaco y
que va más allá de la propaganda atlantista que ciertos medios capitalinos están
difundiendo.
Durante
décadas miles y miles de mujeres y familias de los países fronterizos se han
beneficiado del servicio de salud pública argentino sin que les costase un
peso. Incluso se ha comprobado (y para desilusión de muchos) como esos mismos
países no son recíprocos cuando un connacional necesita ser atendido por un
médico. Los turs de salud desde Bolivia, Paraguay e incluso Chile era algo que
no conmovió jamás a los burócratas de Migraciones y mucho menos a los flexibles
medios de la ciudad autónoma.
Estuvo
claro que algo más que la simple irregularidad administrativa en los papeles de
las ingresantes rusas había motivado esta medida. Alguien estaba tomando nota
de los movimientos de estas mujeres rusas que llegaban al país y no
precisamente eran funcionarios del gobierno argentino. Sin dudas estos les soplaron
seguramente una historia sobre una imaginaria infiltración de espías rusos y
fue así que los atolondrados funcionarios picaron y cometieron una torpeza que -deliberadamente
prevista- se hizo mediática. De alguna manera debían justificar semejante
accionar pero ¿Cuál era la causal para detener a estas mujeres? La única
imputación que rumiaron algunos fue la calificación de “falsas turistas” y de
“aprovecharse de los beneficios documentales que otorga el país” ¿Dónde estaba
el delito? Desde el punto de vista legal no existen estas calificaciones como
tipos penales en nuestro código penal. El
olor a la rusofobia que Washington ha estado difuminando mediante su propaganda
informativa y toda clase de medidas restrictivas parece apestar en este caso.
Al parecer
alguien dentro del gobierno federal se puso legalista con el cumplimiento de
los visados y el control para la entrada de ciertas personas al país. Sin dudas
algo muy raro. En este caso puntal no se puede dejar pasar el origen de las
demoradas por lo cual torna muy sospechoso todo este movimiento que bien podría
haber sido instigado por alguna influencia salida de los edificios en Avenida
Colombia al 4000 y/o Luis Agote al 2000.
No es la primera
vez que EEUU influye dentro de las decisiones de otros gobiernos y el argentino
no va a ser la excepción. Ya hemos visto lo que ocurre con los que realmente se
resisten.
El planteo
de una supuesta ilegalidad en la llegada al país de éstas mujeres denota ese
sesgado y prejuicioso punto de vista que EEUU y Gran Bretaña han instalado en
el relato mediático de lo que hoy sucede en Ucrania. La demonización como parte
de la propaganda y la guerra psicológica es un arte continuamente empleado por
Washington y sus laderos. Bajo esta premisa tóxica y maliciosa todo lo ruso y
los rusos en particular, son sospechosos por su nacionalidad ¿Acaso olvidan las
censuras y las prohibiciones de ingreso a ciertos países europeos sobre
jugadores, deportistas e intelectuales por el solo hecho de ser rusos? Nada
nuevo en el proceder de los gobiernos y medios occidentales cuando de los
estereotipos hacen todo un relato.
Tampoco nos
debe sorprender que los medios argentinos y sus adláteres, descarados
partidarios del relato atlantista se estén haciendo su agosto a costa de esta
situación. Su forma de operar es la misma que la creada en torno al avión
venezolano, un gran bulo que escondía los intereses geopolíticos de un estado
determinado. Los musulmanes quienes desde 2001 fueron blanco de todo tipo de
acusaciones y sospechas, muchos de ellos enviados a campos de concentración
como Guantánamo, Abu Graib, Bucca, Bagram y otra veintena de cárceles secretas alrededor
del globo de la “democracia” estadounidense, debieron pasar por ese mismo
calvario estigmatizante nacido de una propaganda islamófoba y tendenciosa a
justificar objetivos geopolíticos de EEUU e Israel en todo el Medio
Oriente.
No hay que
olvidar el contexto geopolítico y las draconianas medidas estadounidenses para
sancionar el contacto con todo lo ruso. Se sabe muy bien que en la Argentina
hay una buena parte de la sociedad que no tiene ningún problema con Rusia ni
los rusos, pese al ponzoñoso y constante radiar de la diatriba rusofoba de
ciertos sectores y personajes políticos casualmente anglófilos y de medios
capitalinos que sintonizan con ese pensamiento tóxico.
Como una
forma de tapar semejante injerencia y disfrazar las presiones que seguramente
recibe, el gobierno nacional salió a la palestra a intentar justificar estas
retenciones y las medidas judiciales puestas en marcha bajo la supuesta
existencia de una mafia que se aprovecha de las ventajas del país. Pese a la
estridencia de las acusaciones de la responsable de Migraciones ello hasta el
momento -y en las dimensiones pretendidas- no se ha comprobado.
La
intervención de la jueza federal Servini cerró el moño de esta demostración de
un actuar estigmatizante y discriminatorio que más que investigar la existencia
de una supuesta red de contrabando de personas (que bien podría existir en
algún caso puntual), más bien y en el fondo responde a una política externa a
Buenos Aires.
Por lo
pronto y más allá de que hoy por hoy y de sobremanera les preocupe a los
sectores rusofobos de la política y los medios argentinos, que no es otra cosa
que la preocupación de sus mentores en el Departamento de Estado y en el
Foreign Office, las mujeres rusas que vienen al país para obtener una atención
médica por la cual pagan (como no sucede en los otros casos mencionados) no entra
en ninguna irregularidad administrativa y mucho menos legal salvo las que la
CIA y el MI6 puedan estar fabricando.
Es por eso
que los argentinos en este asunto tienen que atender al dicho que reza “que la
rama no les tape el bosque”.
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