DISTORCIONES GEOPOLITICAS
Argentina y Chile entran en controversia por una instalación militar en
la Patagonia ¿Cuál es la situación de fuerzas en ambas partes?
Más allá de las declaraciones y las sonrisas para las fotos, las relaciones limítrofes entre Argentina y Chile siempre han estado signadas por la desconfianza y las especulaciones. Y aunque los políticos pusilánimes argentinos vinieron escondiendo bajo la alfombra estos temas, hoy ante las evidencias de lo que significa la realidad política, no les queda otra que atender lo que ellos mismos dejaron estar durante décadas.
La instalación por la parte de la Armada Argentina de un puesto con
paneles solares en la boca oriental del Estrecho de Magallanes, en supuesto
territorio chileno, hizo reaccionar a Santiago de Chile exigiendo su pronto
retiro.
La reacción incluso se hizo oír públicamente de la voz del mismo
presidente chileno Gabriel Boric quien le exigió a su par argentino a proceder
en consecuencia o serían ellos quienes desmantelarían las instalaciones de la
Armada Argentina.
Más allá de la veracidad o no de la pretensión chilena lo cierto es
que, desde hace tiempo que Chile ha tratado de ganar espacio vital argentino a
costa de toda clase de argucias y trapisondas. No hay que olvidar que esta
república trasandina ha quedado marcada por hechos y acciones que redundaron
contra su vecino en especial (prestar inteligencia y paso al continente a
comandos SAS británicos), en momentos que una potencia europea como el Reino
Unido en 1982 llegó hasta el atlántico sur desatando la llamada guerra de las
Malvinas.
A pesar de tan despreciable traición, los gobiernos argentinos desde
1983 hasta el presente han ido relajando sus defensas hasta límites peligrosos.
Tampoco habría que olvidar las sospechas muy bien fundadas que existen
sobre la participación de la Armada chilena en complicidad con la Royal Navy en
el seguimiento y marcación contra el submarino “ARA San Juan” que fue hundido
matando a sus 44 tripulantes. Que el tiempo halla pasado y la justicia argentina
(nada confiable y sujeta a los vaivenes políticos) se halla negado a desandar
esta hipótesis no quita estas sospechas y mucho menos, cuando se sabe de la cercana
cooperación militar y de inteligencia que existe entre Santiago de Chile y
Londres.
En la realidad de los hechos, el atlántico sur es un espacio marítimo
fuera del control de Argentina y es un escenario (guste o no) de conflicto sin
resolver.
Lo cierto es que Chile desde que Naciones Unidas le reconoció a su
vecino la incorporación de 1.782.500 kilómetros cuadrados a su plataforma
continental en la zona austral, ha estado renuente a aceptar esa decisión no
quedándole otra estrategia que la de intensificar su presencia militar en la
zona y al mismo tiempo protestar sobre la base de un discutido acuerdo como lo
es el de “Paz y Amistad de 1984” en el cual durante el gobierno de Raúl Alfonsín,
Argentina cedió a las pretensiones chilenas.
Este reconocimiento de Naciones Unidas a la Argentina implica un
crecimiento de potencialidades en recursos para extraer (además de la pesca) del
subsuelo, en especial hidrocarburos y minerales, con lo cual vienen por
añadidura las expectativas de inversiones extranjeras y crecimiento económico.
Esto es lo que mantiene irritado a los chilenos quienes a pesar de esta
desventaja jurídica si cuentan con algo que Argentina ha dejado estar hace
décadas: Su potencialidad militar. Si bien ocho fragatas, dos destructores modernos
de origen británico y dos submarinos no representa una fuerza de amenaza potencial
para una Armada, si lo es para la situación argentina.
También y eso es algo que no hay que desdeñar, su estrecha cooperación
con Gran Bretaña en especial en las operaciones aeronavales en torno al Cabo de
Hornos e incluso dentro de las aguas usurpadas que rodean a las islas del
archipiélago Malvinas factor que representa una constante amenaza a la
seguridad y la integridad de la soberanía económica, política y estratégica de
la nación argentina que sus políticos nunca ha querido atender y que a lo largo
de estas cuatro décadas han renunciado a defender.
A pesar de que los intereses que Argentina tiene en esta zona son
innegables, más allá de los derechos que tiene reconocidos y los peligros que
preexisten, no cuenta con la fuerza suficientemente moderna para protegerlos
demostrando una gran falta de tacto y previsibilidad en la defensa de los
mismos. Esta debilidad salta a relucir una vez más con esta disputa en
Magallanes con lo cual y atendiendo al carácter pusilánime de su cancillería y
la realidad de su área en defensa, Buenos Aires terminará cediendo a las
demandas de su vecino.
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