VETERANOS DE AYER
“EL
DÍA QUE MENEM DIJO SI”
La historia secreta de cómo el presidente Carlos Menem dijo “si¨ a la propuesta de Washington a involucrarse en la crisis que luego terminó con la Guerra del Golfo
Por Charles
H. Slim y Javier B. Dal
Han pasado largos 25 años desde que la Argentina se involucro en
“guerra” que sería el germen de la realidad geopolítica que hoy marca los
destinos del Medio Oriente y del mundo entero. En aquel entonces, el presidente argentino
Carlos Saúl Menem y el estadounidense George W. Bush, jamás imaginaron que tan
pronto asomaba la nueva década, tendrían tantos y profundos contactos que irían
más allá de lo protocolar y de los temas de estado.
Era
inimaginable, que un “peronista” le abriera las puertas de par en par a los
EEUU al país y mucho menos, que le sirviera como el gobierno menemista le
sirvió en sus planes geoestratégicos enmarcados en el proyecto de un “nuevo
orden mundial”, oficialmente declarado por el mismo George W. Bush el 11 de
septiembre de 1991 ante el Congreso estadounidense. Como olvidar aquellos
momentos en que el mundo se sacudía con la caída del muro de Berlín, el
derrumbamiento de la URSS y una crisis interna china sofocada a sangre y fuego
en “Tian An Min”, fueron los argumentos centrales para lanzar una política de
unilaterialismo intervencionista que ha causado estragos de notorio
conocimiento.
Sin
dudas que Menem fue consciente de que no había otra opción para poder
sobrevivir en el poder, que colgarse al poderoso de turno y en ese lugar, los
EEUU emergían como el poder único tras una larga mitad de siglo bajo la amenaza
de la llamada “Guerra fría”. Siendo
generosos, Menem podría ser calificado como un gran pragmático para no decir
que fue un detestable traidor que se paso los idearios del movimiento peronista
por las suelas de los zapatos.
Pero
más allá de estos escabrosos asuntos de estado y de la política
partidaria, documentos que se
encontraban como clasificados en los archivos de la NSA y del servicio secreto
de la Casa Blanca, demuestran que el presidente George W. Bush tenía una
sincera estimación por su par argentino e incluso podríamos interpretar, una
cierta consideración al momento de tratar de entender los esfuerzos que
realizaba la Casa Rosada por impresionarle a él y a los círculos del Stablishment
en Washington. Quién vivió aquellos años, no puede olvidar a un Menem casi
pueblerino que tras la visita de Bush en Diciembre de 1990 llevaba tímidamente
pero, con la típica picardía argentina., a un Bush que mascando chicle y
mirando para todos los lados, trataba de
impresionar al “Cowboy venido del norte”.
Pero
la relación entre Menem y Bush había comenzado tempranamente a comienzos de
1990 con llamados telefónicos entre La Rosada y La Casa Blanca, en momentos en que desde el
gobierno argentino, acorralado por los desaciertos económicos y una situación
social que parecía estallar en variadas expresiones, se buscaba captar la atención de Washington.
Según algunos de estos documentos, a Bush y su círculo de republicanos no les
agradaba y menos aún confiaban en un gobierno justicialista que históricamente
había sido una ideología hostil a los intereses norteamericanos en el país. Es
más, según algunos reportes de la CIA operando en Buenos Aires, señalaban que
Menem estaba conectado a varios sectores altamente peligrosos –especialmente
los nacionalistas- para los proyectos económicos y políticos que se
implementarían en la región, por lo cual, se hacía necesario trabajar sobre sus
planes y opciones de gobierno. Era indudable que Bush fue puesto al tanto de
estos pormenores y como viejo zorro del mundo de la inteligencia –porque fu
el jefe de la CIA- decidió encarar el objetivo “Menem” en persona y sacar
sus propias conclusiones.
A
comienzos de 1990 Washington seguía manteniendo muy buenas relaciones con Iraq
e incluso la CIA seguía operando con el mukhabarat
iraquí para obtener informes de inteligencia sobre cómo se re establecía
militarmente el Irán de Khomeini. A la par de ello, los roces entre Iraq con
sus vecinos del Golfo especialmente con Kuwait, no parecían atemperarse y
también entre medio, la CIA seguía de
cerca hasta donde llegaría Saddam para que Kuwait y Ryad cumplieran con sus
compromisos. Y según algunas fuentes, fue la misma CIA la que acercó a Bagdad,
las pruebas de que los kuwaitíes estaban robando crudo desde una perforación
inclinada en los campos petroleros de Rumailah del sur. Al mismo tiempo, la misma agencia comenzó a
sembrar dudas en la familia real de Kuwait sobre las intensiones de Bagdad y
las posibles acciones que “el malvado Saddam” podría encarar en su contra.
Según
se ha sabido, todas las llamadas que se hacen desde y hacia la Casa Blanca son
meticulosamente grabadas y archivadas en los bancos de información de la
National Security Agency, algo que el otrora George Bush sabía muy bien, como parte de un protocolo de
seguridad interna que tiene EEUU.
Fue
en medio de esta oscura y secreta circunstancialidad que el presidente Menem y
su par, George Bush, fueron tejiendo una amistad que llevaría a que -seguramente ganado por el entusiasmo- Menem
comprometiera al país más allá de lo que cualquier otro estadista argentino lo
había hecho en beneficio de los intereses de otra potencia extranjera. Fue sin dudas una llamada que partió de la Casa Rosada a la
Casa Blanca efectuada a finales del mes de agosto de 1990 en tempranas horas de
la madrugada, la que definió la lealtad del gobierno menemista con el proyecto
que Washington llamaba “Una Argentina democratizada y con una economía líder”.
Eran
momentos en los que Washington estaba limpiando los vestigios de los gobiernos
que en las décadas de los setentas y ochentas había apoyado con entusiasmo para
contrarestar las influencias de la Cuba Castrista aliada a la URSS. Recordemos
lo que sucedió con Panamá y el gobierno de Manuel Noriega en 1989, que pese a
la cercanía que hubo con la Casa Blanca y con la CIA, George Bush ordenó sin
miramientos la invasión y el derrocamiento del gobierno militar liderado por
aquel viejo amigo. Sin dudas que ello fue una advertencia para el resto. Fue
por ello, que Bush comenzó una agitada agenda de visitas a los países de la
región para que, los nuevos gobiernos, se plegaran a las nuevas directivas que
perseguían como principales objetivos, instalar “democracias y economías neoliberales”
descaradamente adictas a EEUU.
En
Argentina la clase política poco o ningún interés tenía en resistir la oleada y
Menem no dudo en montarse en la cresta. Fue de ese modo que en aquella llamada
realizada desde la Quinta de Olivos y que fue recibida por el mismo Bush, el
mandatario argentino –obviamente con traducción simultánea- le comunicó
su intensión de querer participar en la crisis que se había desatado en el
Golfo Pérsico a comienzos de mes, por lo cual comenzó diciendo: “Hola, señor
presidente! Espero no haberte importunado con esta llamada.
Se habrá enterado
de que la comitiva de defensa estuvo por ahí justo en momentos que estalló la
crisis de Kuwait y como usted tuvo que salir inmediatamente del país, tuvieron
una charla con Dan Quayle y quería saber qué le ha parecido nuestra propuesta”.
Sobre la marcha Bush repuso: “Hola mi amigo! He estado al tanto de dicha
visita y debo decirte que ha causado muy buena impresión en mí y en mis colaboradores; debo decirte que
personalmente me ha congratulado porque has sido el único representante de tu
región que ha expresado un ferviente y abierto deseo de colaborar con el serio
problema que ha surgido en aquella región”. A esto, Menem respondió: “George,
es un compromiso que he decidido encarar para acompañar en el proceso para
instaurar el desarrollo y la paz mundial y del cual como presidente de la
república Argentina, no voy a eludir”. A lo que Bush repuso: “Mira mi
amigo, tengo aquí en mi despacho las notas que se tomaron de la entrevista de
tu comitiva con el vicepresidente y ….(pausa) ahora mismo las hare revisar y yo mismo
enviare un despacho al Departamento de la Defensa y al Pentágono para que tomen
en consideración las propuestas que figuran en el memo”. A lo que Menem
respondió: “George, no dudes ni por un momento que mi gobierno pondrá a
disposición de la causa de la paz y la seguridad internacional, los medios que
sean posibles para estar lado a lado en este desafío”. Para lo cual entre
sonrisas Bush, repuso: “Muy bien colega, tómalo como un hecho. Mañana me
reuniré con el Jefe del Estado Mayor y todo su Staff para comunicarle que
tenemos un aliado confiable en el sur y que por los canales correspondientes
comiencen los contactos con tu Estado mayor para que evalúen tus propuestas y
las que hagan tus comandantes, ok?” A lo que Menem respondió: “Ok George, ahora
inmediatamente informare al Estado Mayor Conjunto para que se pongan a trabajar
en el tema y estén pendientes de ustedes. Desde ya te mando un abrazo George”, y Bush le respondió: “Muy bien colega, no
te preocupes seguiremos en contacto, adiós”.
Según
algunas fuentes contemporáneas, hasta ese momento George W. Bush no tenía mucha
idea –más allá de los informes de la CIA- de quién era Carlos Menem ni
de cuáles eran sus orientaciones políticas, pero fue ésta llamada la que
impresiono muy positivamente al mandatario norteamericano quien en una
reunión en el salón Oval con el entonces jefe del USSOUTHCOM y el presidente
del Estado Mayor Conjunto el general Collin Powell quién dijo “I like this
guy!” mientras entre comentarios y algunas chanzas, analizaban la
credibilidad de Menem y su gente. Esta llamada movió a Bush a que realmente
pidiera informes sobre lo que se había charlado tras la visita del Ministro de
defensa argentino y su comitiva que justo habían estado, en momentos que él y
su equipo partía hacia Arabia Saudita. Incluso
ésta fuente agrego que Bush repuso categóricamente: “me gusta este tipo y
quiero que tomen enserio su propuesta para conformar la fuerza de tareas”,
algo que Collin Powell asintió con una
leve morisqueta en su rostro.
Sin
dudas, el paso del tiempo y todo lo que ha pasado tras aquellas decisiones, han
convertido a estas situaciones en meras anécdotas políticas que, pueden o no
pueden ser creíbles pero algo es cierto; y que George W. Bush hizo mucho por
proteger al gobierno de Carlos Menem por el simple hecho de que le caía muy
bien.
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