domingo, 27 de junio de 2021

“RETIRADA ESTRATEGICA”

¿Qué es lo que realmente oculta la anunciada retirada de los EEUU de Afganistán? ¿Es el fin de la ocupación o el inicio de otra guerra sucia?

 

Por Charles H. Slim

Veinte años es demasiado tiempo para sostener una guerra, incluso para los EEUU y sus aliados de la OTAN. Eso fue lo que reflexionó Joe Biden y su actual gabinete sobre la situación en Afganistán mucho antes de asumir la presidencia. Era imposible ignorar la realidad. En Afganistán las tropas estaban retrocediendo cada vez más y sus colaboracionistas no podían sostener las posiciones en el interior del extenso territorio del país. En los últimos meses el Talibán ha ido capturando provincias y localidades muchas veces sin luchar, una situación que ya no escapa al conocimiento público, tal como lo dejan ver  algunas fuentes en las redes (https://www.facebook.com/Wofnon47/videos/4425429457476827). Sumado a ello, la región se está reconfigurando con un nuevo gobierno en Irán y las declaraciones públicas del premier pakistaní Imran Khan diciendo que no se volverán la base de EEUU para agredir o intervenir en Afganistán ponen a consideración el margen de maniobra de La Casa Blanca. También se agrega la impopularidad de una guerra (repleta de arbitrariedades, masacres y violaciones a los derechos humanos), nacida de aquel embuste fabricado por el sector neocon y sus aliados sionistas el 11 de septiembre de 2001, ha hecho que a la luz de las mentiras e inconsistencias que rodearon dicho evento y las acciones que (como la invasión a Afganistán) se justificaron a la sombra de aquello, era una cuestión de tiempo para que todo se viniera abajo.

Tanto republicanos como demócratas, incluso el actual presidente en su anterior gestión como vice de Barak Obama, han sido autores y partícipes de esta aventura belicista con trasfondos geopolíticos y financieros. A diferencia de Iraq, las corporaciones y las empresas que buscaban desplegar sus emprendimientos sobre los recursos gasíferos y carboníferos del país asiático (valiéndose del régimen títere que se los permitía) han visto muy complicada sus tareas por la persistente resistencia a su presencia. Aquí la guerra dejó de ser una ventaja (inversión financiera) para convertirse en una pesadilla, incluso para sus empresas de seguridad privada (mercenarios). Recordemos que Obama, pese a sus promesas de campaña (supuesto humanista y anti belicista) no hizo nada por detenerla, incluso la profundizó con la ampliación y crecimiento de número de ataques de la CIA mediante sus Drones ¿Cuáles fueron los motivos para ello? Además de que Obama no era lo que decía ser, era -como todos los mandatarios- un adorno, un fusible en La Casa Blanca. El estado norteamericano y sus basamentos detrás del poder que conocemos como el “estado profundo”, es desde donde se dictan los lineamientos de la Unión y no de lo que diga un mandatario pasajero.

Biden ha tomado una decisión que ya le esta causando fuertes cuestionamientos y presiones internas para que lo reconsidere. El “síndrome de Saigon” flota en Washington y eso es algo que los estadounidenses conocen y resienten como un síntoma y recordatorio de una guerra perdida. Pero más bien habría que hablar del “Síndrome de Bagdad” ya que, si bien no salieron huyendo en desbandada por una coordinada y sostenida presión de la resistencia iraquí, las consecuencias humanas (que tratan de ser investigadas ante la Corte Penal Internacional) y los costos materiales de esa ocupación hoy siguen siendo un tema que en Washington nadie quiere tocar.

Pero, aunque Joe Biden haya decidido que el 11 de septiembre próximo sea la fecha en que deben salir todas sus tropas del país asiático, hay sospechas de que ello solo es una estratagema (que implica un plan sucio) que ha sido planificado con mucha antelación, tal vez cinco años antes, por el Pentágono y la CIA. Entonces, si tomamos esta hipótesis como factible, toda la controversia pública que rodea a esta medida del presidente Biden solo es una cortina de humo que oculta una ofensiva sigilosa y encubierta y al mismo tiempo, pretende engañar a la ciudadanía estadounidense, a la opinión pública global y por supuesto, a los talibanes.

Según informes la situación en el terreno es como se ve en este mapa en donde todo lo verde representa las posiciones territoriales ganadas hasta el presente por el Talibán siendo las rojas, naranjas y amarillas las que aún responden al gobierno de Kabul.

En este sentido, el engaño podría consistir en que misteriosos ataques contra sitios públicos e incluso contra puestos militares se multipliquen de forma alarmante en momentos previos a la fecha de salida o bien, que una vez que las tropas salgan del territorio al poco tiempo comiencen a operar nuevos actores que rivalicen con el Talibán.

Estas especulaciones tienen fuertes fundamentos y creemos que los mismos talibanes como las agencias de inteligencia de la región (en especial de Irán y Rusia) sospechan de la veracidad estos anuncios. No hay que perder de vista que la denominada “lucha contra el terrorismo” en realidad enmascara una compleja planificación establecida sobre las bases de la llamada doctrina “Rumsfeld/Cebrowski” -puesta a rodar desde 2001- y que ha sido el eje central e invisible de la política exterior de intervención estadounidense. Mediante ella y manipulando los conflictos políticos, étnicos y religiosos se busca establecer el caos en ciertas regiones del globo para instaurar gobiernos débiles, con funcionarios manejables y dependientes de la ayuda de Washington. Iraq es el ejemplo de ello argumentando como eje central de su permanencia, una falsa “guerra sectaria”.

Y es precisamente la experiencia de Iraq la que hace nacer estas sospechas. Cuando Obama anunció el retiro de las tropas en agosto de 2011 se produjeron las mismas controversias internas y discusiones en el seno del Pentágono que, mostrada por los medios como compulsas de la vida democrática, en realidad solo maquillaba una incontrolable situación en el terreno imposible de manejar y la necesidad de aplicar una nueva estrategia valiéndose de nuevos elementos tácticos que harían lo que las tropas regulares no pudieron lograr. Fue así que sorpresivamente hizo su aparición el “Estado Islámico” (ISIS). No solo la resistencia era un problema que no podía ser erradicado sino incluso, la brutalidad y corrupción de sus títeres en Bagdad era tan evidente que estaba justificando las rebeliones populares en en centro norte del país que cada día ganaban más apoyo de los iraquíes. Para febrero de 2011 la situación era insostenible y en ese marco es que se producen los masivos levantamientos como una extensión de lo que estaba sucediendo en el norte de África y que los iraquíes denominaron como “La Revolución Iraquí”.

Para finales del 2011 precisamente tras la salida de los estadounidenses las poblaciones de la provincia de “Al Anbar” aumentaron sus manifestaciones reclamando el fin de la brutal opresión que ejercía el régimen colaboracionista de Nouri Al Maliki. Aquello se conoció como la “Primavera Iraquí” (“Iraqi Spring”) que fue acallada en los medios angloestadounidenses teniendo como única vía de difusión las redes sociales de Youtube y Facebook las cuales (son funcionales a la CIA y la NSA) curiosamente, permitieron por un tiempo su actividad política hasta que ello dejo de ser conveniente para el Departamento de Estado y del Pentágono. Señalamos esta curiosidad ya que durante la ocupación angloestadounidense (2003-2011), dichas plataformas (controladas desde Silicon Valley por las agencias de inteligencia) censuraban y borraban todos los videos que la resistencia iraquí subía a la red.

Pero la brutal represión del régimen colaboracionista (Dawa) no se detuvo e incluso, la profundizó causando más encono y resentimiento entre los iraquíes suníes quienes dispuestos a ponerle fin a ese estado de cosas, se organizaron en una resistencia política y militar que para 2013 ya se extendía a todo Iraq.

Esto estaba incomodando a Washington pero no por razones humanitarias o de respeto a la legalidad internacional. Al Maliki y sus acólitos acostumbrados a la impunidad que los mismos estadounidenses le habían garantizado durante la ocupación, creyeron que podían aplastar a la disidencia sin ayuda, aún a costa de los planes estadounidenses. Aquello fue un error de juicio que los estadounidenses explotarían. Para La Casa Blanca Al Maliki y su régimen se había convertido en un inconveniente que estorbaba los planes que se estaban implementando en Siria y fue allí donde surgió la pregunta ¿Qué hacemos con Al Maliki y toda su estructura política? Y la respuesta se vió con lo sucedido a posterior.

En ese contexto y aprovechando el caos imperante, la CIA con la cooperación de sus socios saudíes y jordanos -que ya venían trabajando con las bandas de mercenarios proxies en Siria- apoyó este movimiento revolucionario contra Al Maliki y su régimen (además de proveer armamento y equipo) permitiendo que poco a poco se fueran estableciendo contactos entre los lideres de esta revolución (algunos de ellos miembros de la inteligencia del Partido Baas) y los organizadores del “ISIS” que aún estaban en fase de entrenamiento en la frontera sirio-iraqui del desierto del “Sham”. Todo esto obviamente se venía gestando clandestinamente y a espaldas no solo de Al Maliki y su gobierno sino del pueblo estadounidense. Fue así como Washington mientras por un lado mostraba el grueso de sus tropas regulares salir hacia Kuwait, continuaría sus planes por perpetuar la ocupación sin usar a sus militares.

Creemos que la misma táctica se intentará recrear en Afganistán, la cual tiene precedentes cercanos en el tiempo. Uno de ellos precisamente fue el fracasado intento de instaurar una subsidiaria del ISIS con elementos traídos de Iraq y Siria que bajo la denominación “Jorasán” (sacado de la escatología islámica), operarían como supuestos “muyahedines” bajo la dirección de militares estadounidenses e israelíes con el fin de rivalizar y sembrar las divisiones entre las filas del Taliban.  Pese a ello, los intentos por lograr esos resultados han fallado e incluso muchos de estos mercenarios árabes y extranjeros cayeron prisioneros del Talibán descubriéndose una parte sensible de toda esta maniobra.

Al poco tiempo el jefe de operaciones de la CIA en la región Michael D´ Andrea era eliminado por el Talibán al derribar el avión en el que viajaba. D´Andrea era uno de los responsables de varias masacres de civiles afganos y pakistaníes y con participación en sesiones de torturas y ejecuciones sumarias contra prisioneros. Su muerte fue un poco de justicia por tantas aberraciones pero más bien significó un mensaje político claro para Washington. Pese a la deliberada superficialidad en el tratamiento mediático de este evento, en el Departamento de Estado y la Agencia de inteligencia cundió la consternación ante semejante golpe y muchos creyeron en ese momento que “alguien” ayudo a los talibanes para ubicar con precisión la ruta del avión de la CIA centrando sus sospechas en la inteligencia iraní e incluso el GRU ruso.

Pero la realidad es que los estadounidenses creyeron que no caerían en la desgracia que sus predecesores soviéticos y se equivocaron. Cuando las ISOF comenzaron a sufrir bajas sin solución de continuidad, a perder el control de la situación en el terreno y tratando de recrear las experiencias en Iraq, la CIA y otras agencias aliadas (entre ellas el Mossad israelí) comenzaron a montar engaños como el ISIS solo que adaptados a la idiosincrasia afgana. Pese a ello, los talibanes siempre demostraron estar un paso delante de estos embustes, desarmándolos en varias ocasiones.

Ante esta realidad, el anuncio de Biden parece conteste y creíble, máxime si tenemos en cuenta la cumbre que tuvo con Vladimir Putin donde entre otros temas se trató la situación de Afganistán. Pero si tenemos en cuenta los antecedentes intervencionistas y en base a lo que devino en Iraq tras aquel supuesto retiro de tropas del 2011, nadie puede dejar de sospechar que Washington dejará preparada alguna sorpresa oculta para que genere esa estrategia que tanto se ha empeñado en desplegar durante todos estos veinte años y que no es otra que la del caos y la destrucción. Si bien todavía no se han retirado todas las tropas y la cobertura aérea sigue operativa, aún así el Talibán avanza desde todas las direcciones sin que nada lo detenga. Las predicciones de los informes de inteligencia no son de lo más prometedores y auguran que el régimen títere de Asharaf Ghani colapsaría en menos de seis meses de que los estadounidenses se hubieran retirado. Por si las dudas, el helipuerto de la embajada en Kabul ya esta siendo acondicionado para contener una posible marea humana de afganos colaboracionistas quienes aterrados por su suerte querrán huir del país.

  

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