miércoles, 15 de junio de 2022

 

“HORIZONTE NUCLEAR”

Los planteos de viejos temores de la Guerra fría referidos a un conflicto nuclear y que podrían reaparecer en el teatro de Ucrania ¿Son creíbles o solo buscan manipular a la opinión pública?

 

Por Charles H. Slim

Durante los años que duro la guerra fría, la amenaza de una destrucción mutua y masiva de alcance global estuvo en danza.  La solución a la supremacía de cualquiera de aquellas dos superpotencias se definiría mediante un ataque nuclear aplastante que sería respondido por otro y destructivo contraataque nuclear que daría como resultado un holocausto total. 

La caída del Muro de Berlín en 1989 presumía que desaceleraría la carrera armamentística e incluso, la implosión de la URSS en 1991 daba por seguro el fin de una amenaza nuclear. Incluso más, cuando el PAC VAC (Pacto de Varsovia) se disolvió era esperable que su contra parte occidental, la OTAN hiciera lo mismo, pero no fue así. Es más, la organización atlántica no solo no detuvo su carrera armamentística sino que, incumpliendo con su promesa[1] continuo su expansión hacia el este.

En Washington nunca hubo intensión de posponer las ambiciones políticas de fagocitar a quien había sido su rival ya que ello implicaría una ventaja estratégica insuperable para lograr su objetivo más ambicioso y previsto para el siglo XXI, cercar a China.

Nunca sabremos a ciencia cierta si los cerebros del Departamento de Estado y la CIA previeron la recuperación que tuvo Rusia y mucho menos que sería de la mano de un ex agente del Servicio secreto o la KGB. Sin dudas que el ascenso de Vladimir Putin no estuvo ni siquiera en la imaginación de los burócratas en Washington. Seguramente ya hayan elaborado documentación que parche esos huecos en sus archivos y completen el puzle que explique estos desatinos fabricando la historia a la medida de los intereses de los EEUU. Amigos, no se asombren de eso. El escritor lituano Daniel Estulin solía decir en un programa que tuvo en RT.com[2] “bien venidos al mundo de humo y espejos” y es a eso a lo que se refiere aquello.

Pero la actual realidad en Ucrania es la consecución de un largo entramado de sucesos y acciones empujados por los neocon desde Washington y sus colegas de la OTAN quienes tras fomentar el golpe de estado en Maidan en febrero de 2014, inspiraron y sostuvieron el ascenso al poder de un régimen ultranacionalista que tiene como base a la doctrina nazi representada por Stepan Bandera ¿El por qué de esta alianza de las “democracias” anglosajonas con los nazis eslavos? Por el simple motivo de que son los encarnizados y patológicos enemigos de los rusos y como tales, los idiotas útiles perfectos para ejecutar los planes de la OTAN.

Desde entonces, Kiev con el apoyo de Washington y Reino Unido pretendió doblegar a las poblaciones del Donbass quienes al no reconocer la legitimidad de ese nuevo orden de cosas, fueron blanco de constantes y despiadadas acciones militares que les obligó durante ocho años a tener que vivir bajo los sótanos de sus casas, algo que el régimen de Petro Poroshenko festejaba públicamente. Desde entonces, todas las gestiones diplomáticas impulsadas por Rusia y los acuerdos logrados han naufragado por el constante sabotaje de Washington demostrando al mismo tiempo, la subalternidad política de la UE.

Bajo estas circunstancias, en los últimos meses del 2021, Washington y Bruselas dieron más ínfulas al cómico Volodymyr Zelensky para que adoptara contra Rusia una posición más desafiante asegurándole que ellos (la OTAN) le asistirían para dar el golpe definitivo que aplastaría a las dos repúblicas independentistas de Lugansk y Donetsk, un plan que estaba previsto para comienzos de año pero fue desbaratado por la “Operación Especial Z”.

La OTAN buscaba la guerra confiado en que Rusia no se atrevería a utilizar su sistema estratégico nuclear pero, con la evolución de la situación y la demostrada funcionalidad del mismo eso sería un error muy grave. El ingreso de Finlandia y Suecia a la organización atlántica potencia aún más los riesgos de disparar esa escalada.

La caída de la URSS en 1991 supuso el fin de la carrera armamentística y la innecesaria posesión de arsenales nucleares. Fue así que mientras Moscú desconectaba el complejo de silos disperso en lo que abarcaba el bloque soviético, la OTAN lejos estuvo de eliminar o reducir sus existencias. Con ello queda claro que Washington nunca busco la estabilidad ni pondero potenciales riesgos.

Consciente de esto, Vladimir Putin desde su ascenso a la presidencia en 1999 puso manos a la obra para reconstruir el complejo nuclear. Pese a que en Washington sospechaban esto, no dieron crédito a que Rusia pudiera recuperarse de la calamitosa situación socio-económica en la que se habían hundido con Boris Yeltsin. Confiados de ello, tras la salida de Bill Clinton de la Casa Blanca los recursos se centraron en la aventura neoconservadora para allanar el camino para poner en marcha el “Proyecto del Nuevo Siglo Americano”[3], un plan de intervenciones militares sobre siete estados árabes-islámicos para el cual hacía falta un shock colectivo al estilo de Pearl Harbor como justificativo ante la opinión pública que convenientemente se materializaría el 11 de septiembre 2001.

Todo esto cambió cuando a comienzos de 2019, Vladimir Putin anuncia públicamente que Rusia logró desarrollar nuevos sistemas de misiles hipersónicos intercontinentales[4] con alcance ilimitado y capaces de saltar los costosos escudos anti misiles de la OTAN. Una vez más, las agencias de inteligencia no previeron esto y en Washington esto cayó como un baldazo de agua helada. Recién allí y en medio del pánico por el anuncio de Putin, los asesores estadounidenses desempolvaron sus archivos de la “guerra fría” en la Agencia Nuclear de Defensa referidos al “invierno nuclear” y trabajos de autores que escribían en la revista Science como Richard P. Turco, Owen Brian Toon, Thomas P. Ackerman, el difunto James B. Pollack y el difunto Carl Sagan quienes formaban parte del grupo TTAPS.

Pero recientemente tras los claros fracasos de las fuerzas leales a Zelensky y el inocultable fracaso por alinear al mundo contra Rusia (en parte por el descredito de la ONU)[5], los asesores del Pentágono y productores de información de inteligencia tratan de revalidar aquellas investigaciones y ponerlas sobre el actual tablero en Ucrania y los nocivos efectos medio ambientales[6] con intenciones de fomentar una presión psicológica y política direccionada a culpar a Rusia de cualquier detonación que bien podría ser fabricada mediante una “falsa bandera”.

Los trabajos de estos autores reflejan una visión apocalíptica (y ciertamente realista) y que hoy Washington mediante actualizados informes de la Corporación RAND y el Departamento de Defensa trata de usar como un comodín para contener a Moscú ante una probable escalada. 



[1] Según las fuentes de la época, Washington había prometido a Mihail Gorbachev no extender la OTAN hacia el este y que incluso el entonces Ministro de Relaciones Exteriores alemán Hans-Dietrich Gensche le habría sugerido a su par británico Douglas Hurd garantizar por escrito la promesa.

[2] Daniel Estulin en su programa “Desde la Sombra”, https://actualidad.rt.com/actualidad/view/85300-RT-Estulin-desde-la-sombra

[3] Las siglas en ingles PNCA fue fundado por un grupo de neoconservadores y sionistas estadounidenses, tuvo como objetivos operativos crear las condiciones para justificar la invasión de Iraq y de otros países del Oriente Medio para apropiarse de sus recursos petroliferos https://www.nodo50.org/csca/agenda2003/con_iraq/move-on_12-05-03.html

[5] Naciones Unidas ha perdido gran parte de su capital político tras las escandalosas actuaciones en desatender las ilegales intervenciones de EEUU y Gran Bretaña en Iraq en 2003 y las consecuencias humanitarias que ello conllevo, en Libia mediante la OTAN en 2010 y su nula eficacia por limitar las injerencias de estos mismos actores occidentales en Siria. Quienes argumentan sobre las llamadas “amenazas globales” han los causantes de las calamidades humanitarias más brutales de lo que val del siglo.

[6] Michael MacCracken, Nuclear War: preliminary Estimates of the climatic effects of a nuclear exchange, October 1983, desclasificado últimamente por los archivos gubernamentales a pedido de investigadores particulares mediante peticiones FOIA.

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