“HORIZONTE NUCLEAR”
Los planteos de viejos temores de la Guerra
fría referidos a un conflicto nuclear y que podrían reaparecer en el teatro de
Ucrania ¿Son creíbles o solo buscan manipular a la opinión pública?
Por Charles
H. Slim
Durante los años que duro la guerra fría, la
amenaza de una destrucción mutua y masiva de alcance global estuvo en
danza. La solución a la supremacía de
cualquiera de aquellas dos superpotencias se definiría mediante un ataque
nuclear aplastante que sería respondido por otro y destructivo contraataque
nuclear que daría como resultado un holocausto total.
La caída del Muro de
Berlín en 1989 presumía que desaceleraría la carrera armamentística e incluso,
la implosión de la URSS en 1991 daba por seguro el fin de una amenaza nuclear.
Incluso más, cuando el PAC VAC (Pacto de Varsovia) se disolvió era esperable
que su contra parte occidental, la OTAN hiciera lo mismo, pero no fue así. Es
más, la organización atlántica no solo no detuvo su carrera armamentística sino
que, incumpliendo con su promesa[1]
continuo su expansión hacia el este.
En Washington nunca
hubo intensión de posponer las ambiciones políticas de fagocitar a quien había
sido su rival ya que ello implicaría una ventaja estratégica insuperable para
lograr su objetivo más ambicioso y previsto para el siglo XXI, cercar a China.
Nunca sabremos a
ciencia cierta si los cerebros del Departamento de Estado y la CIA previeron la
recuperación que tuvo Rusia y mucho menos que sería de la mano de un ex agente
del Servicio secreto o la KGB. Sin dudas que el ascenso de Vladimir Putin no
estuvo ni siquiera en la imaginación de los burócratas en Washington. Seguramente
ya hayan elaborado documentación que parche esos huecos en sus archivos y
completen el puzle que explique estos desatinos fabricando la historia a la
medida de los intereses de los EEUU. Amigos, no se asombren de eso. El escritor
lituano Daniel Estulin solía decir en un programa que tuvo en RT.com[2]
“bien venidos al mundo de humo y espejos” y es a eso a lo que se refiere
aquello.
Pero la actual realidad
en Ucrania es la consecución de un largo entramado de sucesos y acciones empujados
por los neocon desde Washington y sus colegas de la OTAN quienes tras fomentar
el golpe de estado en Maidan en febrero de 2014, inspiraron y sostuvieron el
ascenso al poder de un régimen ultranacionalista que tiene como base a la
doctrina nazi representada por Stepan Bandera ¿El por qué de esta alianza de
las “democracias” anglosajonas con los nazis eslavos? Por el simple motivo de
que son los encarnizados y patológicos enemigos de los rusos y como tales, los
idiotas útiles perfectos para ejecutar los planes de la OTAN.
Desde entonces, Kiev con
el apoyo de Washington y Reino Unido pretendió doblegar a las poblaciones del
Donbass quienes al no reconocer la legitimidad de ese nuevo orden de cosas,
fueron blanco de constantes y despiadadas acciones militares que les obligó
durante ocho años a tener que vivir bajo los sótanos de sus casas, algo que el
régimen de Petro Poroshenko festejaba públicamente. Desde entonces, todas las
gestiones diplomáticas impulsadas por Rusia y los acuerdos logrados han
naufragado por el constante sabotaje de Washington demostrando al mismo tiempo,
la subalternidad política de la UE.
Bajo estas
circunstancias, en los últimos meses del 2021, Washington y Bruselas dieron más
ínfulas al cómico Volodymyr Zelensky para que adoptara contra Rusia una
posición más desafiante asegurándole que ellos (la OTAN) le asistirían para dar
el golpe definitivo que aplastaría a las dos repúblicas independentistas de
Lugansk y Donetsk, un plan que estaba previsto para comienzos de año pero fue
desbaratado por la “Operación Especial Z”.
La OTAN buscaba la
guerra confiado en que Rusia no se atrevería a utilizar su sistema estratégico
nuclear pero, con la evolución de la situación y la demostrada funcionalidad
del mismo eso sería un error muy grave. El ingreso de Finlandia y Suecia a la
organización atlántica potencia aún más los riesgos de disparar esa escalada.
La caída de la URSS en 1991 supuso el fin de la carrera armamentística y la innecesaria posesión de arsenales nucleares. Fue así que mientras Moscú desconectaba el complejo de silos disperso en lo que abarcaba el bloque soviético, la OTAN lejos estuvo de eliminar o reducir sus existencias. Con ello queda claro que Washington nunca busco la estabilidad ni pondero potenciales riesgos.
Consciente de esto,
Vladimir Putin desde su ascenso a la presidencia en 1999 puso manos a la obra
para reconstruir el complejo nuclear. Pese a que en Washington sospechaban
esto, no dieron crédito a que Rusia pudiera recuperarse de la calamitosa
situación socio-económica en la que se habían hundido con Boris Yeltsin. Confiados
de ello, tras la salida de Bill Clinton de la Casa Blanca los recursos se
centraron en la aventura neoconservadora para allanar el camino para poner en
marcha el “Proyecto del Nuevo Siglo Americano”[3],
un plan de intervenciones militares sobre siete estados árabes-islámicos para
el cual hacía falta un shock colectivo al estilo de Pearl Harbor como justificativo
ante la opinión pública que convenientemente se materializaría el 11 de
septiembre 2001.
Todo esto cambió cuando
a comienzos de 2019, Vladimir Putin anuncia públicamente que Rusia logró
desarrollar nuevos sistemas de misiles hipersónicos intercontinentales[4]
con alcance ilimitado y capaces de saltar los costosos escudos anti misiles de
la OTAN. Una vez más, las agencias de inteligencia no previeron esto y en
Washington esto cayó como un baldazo de agua helada. Recién allí y en medio del
pánico por el anuncio de Putin, los asesores estadounidenses desempolvaron sus
archivos de la “guerra fría” en la Agencia Nuclear de Defensa referidos al
“invierno nuclear” y trabajos de autores que escribían en la revista Science
como Richard P. Turco, Owen Brian Toon, Thomas P. Ackerman, el difunto
James B. Pollack y el difunto Carl Sagan quienes formaban parte del grupo TTAPS.
Pero recientemente tras
los claros fracasos de las fuerzas leales a Zelensky y el inocultable fracaso
por alinear al mundo contra Rusia (en parte por el descredito de la ONU)[5],
los asesores del Pentágono y productores de información de inteligencia tratan
de revalidar aquellas investigaciones y ponerlas sobre el actual tablero en Ucrania
y los nocivos efectos medio ambientales[6]
con intenciones de fomentar una presión psicológica y política direccionada a
culpar a Rusia de cualquier detonación que bien podría ser fabricada mediante
una “falsa bandera”.
Los trabajos de estos
autores reflejan una visión apocalíptica (y ciertamente realista) y que hoy
Washington mediante actualizados informes de la Corporación RAND y el
Departamento de Defensa trata de usar como un comodín para contener a Moscú
ante una probable escalada.
[1]
Según las fuentes de la época, Washington había prometido a Mihail Gorbachev no
extender la OTAN hacia el este y que incluso el entonces Ministro de Relaciones
Exteriores alemán Hans-Dietrich Gensche le habría sugerido a su par británico Douglas
Hurd garantizar por escrito la promesa.
[2] Daniel
Estulin en su programa “Desde la Sombra”, https://actualidad.rt.com/actualidad/view/85300-RT-Estulin-desde-la-sombra
[3]
Las siglas en ingles PNCA fue fundado por un grupo de neoconservadores y
sionistas estadounidenses, tuvo como objetivos operativos crear las condiciones
para justificar la invasión de Iraq y de otros países del Oriente Medio para
apropiarse de sus recursos petroliferos https://www.nodo50.org/csca/agenda2003/con_iraq/move-on_12-05-03.html
[4]Agencia
Canadiense, publicación del 26 de diciembre 2018, https://www.rcinet.ca/es/2018/12/26/rusia-desplegara-en-2019-nuevos-misiles-nucleares-hipersonicos/
[5]
Naciones Unidas ha perdido gran parte de su capital político tras las
escandalosas actuaciones en desatender las ilegales intervenciones de EEUU y
Gran Bretaña en Iraq en 2003 y las consecuencias humanitarias que ello
conllevo, en Libia mediante la OTAN en 2010 y su nula eficacia por limitar las
injerencias de estos mismos actores occidentales en Siria. Quienes argumentan
sobre las llamadas “amenazas globales” han los causantes de las calamidades
humanitarias más brutales de lo que val del siglo.
[6]
Michael MacCracken, Nuclear War: preliminary Estimates of the climatic effects
of a nuclear exchange, October 1983, desclasificado últimamente por los
archivos gubernamentales a pedido de investigadores particulares mediante peticiones
FOIA.
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