“ESTUDIANDO MOVIMIENTOS”
Qué papel
adoptara la Argentina ante la nueva crisis que EEUU ha provocado en el Golfo Pérsico?
Por Charles H. Slim
Mientras escala la crisis en el Golfo Pérsico, en las
capitales de los principales actores occidentales involucrados en el asunto,
discuten junto a Tel Aviv, los pasos a seguir y cuáles pueden ser las ganancias
de una nueva aventura bélica contra otra nación islámica. A diferencia de
ocurrido con la crisis de Iraq de 1990 y los prolegómenos de la invasión del
año 2003 EEUU no cuentan actualmente con la impunidad política y operacional como
para actuar sin consecuencias.
El envío del grupo de tareas a cargo del
portaaviones “Abraham Lincoln” a las aguas del golfo es un nuevo mensaje
agresivo que vuelve a violar los principios sobre los que se apoya la Carta de
las Naciones Unidas y la legislación internacional toda. Es una demostración
acabada del desprecio por el respeto no solo a la soberanía política de un país
soberano como lo es Irán sino, una afrenta contra la decisión mayoritaria de
los estados y pueblos del mundo que quieren vivir en paz sin aceptar más intervencionismos basados en
mentiras y subterfugios que solo traen a larga y solo para los pobladores, catástrofes
humanitarias indescriptibles.
En Argentina el gobierno para estadounidense y
veladamente anglófilo de Mauricio Macri desde su inicio se alineó en esta
peligrosa política, estableciendo estrechos vínculos institucionales en el área
de la defensa y de inteligencia con el estado de Israel y de los EEUU, claramente
impulsado y apoyado por los sectores sionistas locales que componen su gobierno
y de aquellos de que desde los medios de (des) información han venido tratando
de pintar a Irán como un “promotor del terrorismo” acusando sin bases ni
pruebas materiales la autoría de los dos atentados acaecidos en 1992 y 1994 en
Buenos Aires.
Como era de esperar, los “especialistas” de aquellos
momentos –y que aún algunos siguen
opinando-, sin pruebas objetivas ni indagaciones serias sobre posibles autores
alternativos, no dudaron en señalar a la “conexión árabe” (orientada en primera
instancia a los árabes palestinos) como
los culpables de estos crímenes para ir luego –y ante la evidente conveniencia y falta de evidencias- evolucionando
a un espectro más general e insidioso hablando de la “conexión islámica”.
Por ese entonces los enemigos mediáticos de moda
eran Saddam Hussein que tras haber invadido Kuwait en agosto de 1990 se
convirtió, gracias a la profusa propaganda mediática occidental, en el villano central de la política exterior
anglosajona y por supuesto de Israel. Otro fue Yasser Arafat, el líder la OLP
quien tras años de lucha y un manejo astuto de la política para hacer visible
la causa de su pueblo, pudo conseguir que los sectores moderados de la política
israelí, aceptaran sentarse a conversar llegando justamente en momentos que se
produce la voladura de la embajada de Israel en Buenos Aires, a unos acuerdos
de paz que desagradaron a los ultraderechistas y a los sionistas más
recalcitrantes dentro y fuera del estado sionista. Como se puede ver, fueron dos
referentes árabes insignes que
fastidiaban los intereses norteamericanos e israelíes en la región y sin dudas
no había mejores chivos expiatorios –mejor
aún que Irán- que ellos.
Ese fastidio que era una posición política del
entonces gobierno de Tel Aviv, se replicó desde los órganos políticos de la
comunidad judía local con especial centro de irradiación a la DAIA y a
organizaciones sionistas como la OSA orientando desde sus visiones claramente
parciales y teñidas de intereses geopolíticos, la culpa sobre el “maldito
Hesbolla” libanés, una organización política y de la resistencia armada árabe-islámica
que por su pertenencia a la rama islámica chiita (como es la mayoría en Irán),
ha sido continuamente calumniada con la imputación de ambos atentados.
Durante los ochentas la islamofobia mediática se vio
más ligada a la estigmatización de Irán y los iraníes en particular que a los
árabes en general, siendo así los chiitas, una corriente del Islam, los
“fanáticos locos terroristas” de moda en aquellos momentos.
El odio de los sionistas a “Hesbolla” viene desde
1982 cuando tras invadir el Líbano, son ferozmente repelidos y empujados hasta
la frontera sur y ese encono se potenció con la definitiva expulsión del sur
del Líbano en mayo del año 2000 y sin dudas termino por profundizarse con la
humillante derrota del 2006 que además de causar un terremoto dentro de los
cuadros de oficiales de las FDI, le costó la cabeza política de Olmert y todo
su gabinete. Después de esto, no hay otro argumento con elementos objetivos que
compliquen al partido líbanes o a su gran inspirador, Irán.
Ha sido una irresponsabilidad aceptar en los
círculos políticos argentinos y en sus formadores de opinión, estos infundios
claramente islamofobos que solo buscaban y aún singuen buscando, dividir para luego,
atacar. En los comienzos de la década de los noventas, el gobierno
justicialista de Carlos Saúl Menem giró sin el mínimo pudor desde un actuado
nacionalismo peronista al alineamiento desvergonzado con Washington lo que le
valió un sinfín de críticas. Creyendo que con exponer a dos navíos de guerra y
a su país en un conflicto absolutamente injustificado y ajeno a los intereses
del estado argentino, iba a lograr que Argentina trepara posiciones en las
relaciones con lo que por ese entonces se llamaba “primer mundo”, demostró una
candidez que nadie perdona en la alta política internacional.
Ingresar al país a jugar en los sucios esquemas de
la geopolítica norteamericana trajo sus consecuencias. Con un estado aún
afectado por casi una década de desmonte y desbarajustes en las áreas
estratégicas de la seguridad y defensa (y en particular de la inteligencia),
fue aprovechado para que las manos negras que actúan detrás de máscaras de
conveniencia, golpearan al país. Allí Argentina supo sin saberlo por ese
entonces que era una operación de Falsa Bandera y pago el precio de la falta de
preparación e irresponsabilidad política de sus gobernantes.
A partir de entonces ingresaron al país todo tipo de
pájaros extraños que anidaron en los puntos estratégicos del estado y desde la
llegada del gobierno de CAMBIEMOS sin dudas su presencia se ha consolidado. Tras ciertos episodios (asesinato del fiscal
Nisman) y rumores sin fundamento (acusación de terroristas a los hermanos
Salomon), algunos sectores de los medios que sutilmente militan en favor de
esas ideologías venenosas, se encargan de siempre poner como sospechosos a “Irán”,
“Hesbolla” y a los “musulmanes”, quedando en claro, para quienes en realidad
están trabajando. No hay que olvidar el
mismo Netanyahu en febrero de 2015 ante el Congreso norteamericano, buscando un
apoyo desesperado a sus planes, arengo a
los presentes a atacar a Irán porque, según él, “había bombardeado la embajada
de Israel en Buenos Aires en 1992”. Cuando se sucedieron aquellos atentados la
migración de estos elementos se hizo mayor aún, profundizando sus propósitos
con miras a controlar la región.
Hoy por hoy, copan los órganos de decisión
estratégica y aprovechan de las cíclicas crisis del país para profundizar su
extensión. Washington y Tel Aviv necesitan de una resolución de Naciones Unidas
que de algún modo legalice una intervención y hoy más que en 1990, necesitan de
una coalición que los cubra política y militarmente. Atendiendo a esto y lo que
hoy está sucediendo en el Golfo Pérsico, los argentinos debieran preguntarse
¿Seremos usados nuevamente para jugar los juegos sucios de Washington y Tel Aviv?
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