jueves, 26 de diciembre de 2019




“TRUMP NO MORE?”
¿Ha llegado el momento de una salida oprobiosa de Trump o de pactar un arreglo que no permita que la sangre llegue al río?

Por Charles H. Slim
Al parecer pocos en Washington son quienes toleran un día más del gobierno de Donald Trump. 

Sus excentricidades, su desparpajo ante los medios, su neopotismo que se ve con la participación de su familia dentro de áreas sensibles de la administración, le han dado más argumentos a la oposición demócrata que ya venía insistiendo con  los ya previamente planteados sobre las supuestas conexiones con el Kremlin y su despreciable misoginia.

Y aunque aquel “Russia-Gate” haya sido una novela de espías y misterio tejida por la resentida senadora Hillary Clinton y su equipo de asesores, lo cierto es que Trump ha hecho mucho para que su impopularidad, tanto dentro como fuera de los EEUU haya crecido ha niveles impensados. Si bien varias de sus políticas son del agrado y simpatía del Establishment (como el bloqueo a Venezuela), otras parecieran apuntar a crear corrosivas controversias en estos círculos poniendo en tela de juicio los frentes bélicos que aún persisten y sabotenado con ello la industria de la muerte de la cual desde casi dos décadas han venido sacando multimillonarias ganancias.

Su política inmigratoria de Apartheid  calificando y tratando a los inmigrantes como “animales”, “criminales” y “mala gente” que se materializaron en las inhumanas condiciones de persecución y detención, ayudo a ensuciar aún más la percudida imagen de EEUU. Para colmo, su arrebatada personalidad ha confundido la amistad que lo une con Benjamín Nentayahu con las políticas de un estado de Israel cada día más inviable. 

Ello ha causado controversias y rechazos dentro del espectro de la influyente comunidad judía estadounidense que se siente políticamente  representada por AIPAC (acusada de haber pagado a funcionarios para apoyar a Israel) y sus políticos cabilderos, que por las inconsecuencias de Trump los ha separado entre sionistas de derecha y de izquierda. Mientras que para algunos Trump es “la figura del Cristo” (para los neosionistas), para otros sionistas es “el Rey de Israel” demostrando con ello, el grado de mesianismo y locura que afecta a la política norteamericana.
Igualmente ello no significaría un fracaso en las elecciones presidenciales 2020, y ello por el hecho de que él es el menos peor entre los demás candidatos.

En lo referente a sus políticas exteriores, Trump ha sido tan sorpresivo como contradictorio. Pese a reforzar los lazos de EEUU con Israel concediéndole un reconocimiento ilegal sobre Jerusalen, al mismo tiempo, tras ordenar la retirada parcial de las fuerzas especiales de Siria –retirando su apoyo a los kurdos sionistas-, ha cortado las expectativas de los necon y sus aliados sionistas en el Congreso por extender sus incumbencias sobre  Iraq, de cara a proseguir con los planes por lanzar una campaña belica a mediano plazo sobre Irán.  
Misil tactico Chino de última generación

Al  mismo tiempo, la repentina salida del tratado de misiles estratégicos de alcance medio “START”, retrogrado la relación con Rusia a épocas pretéritas desatando el miedo a una nueva carrera armamentística. Sumado a ello, su empecinamiento por desatar una guerra comercial con China que pone en riesgo al mundo de una profunda recesión, se le agrega el crecimiento y modernización que Beijin viene teniendo en el área estratégica militar.

Asimismo, ha roto varias lanzas con sus aliados europeos y en especial con la OTAN a la que sigue considerando como un “gasto innecesario” que EEUU no debe solventar.

Pero a pesar de estas cuestiones, el actual desarrollo del Impeachment contra su investidura, no ha estado excento de contra marchas, contrariedades y peleas entre sus opositores.  Pareciera que la aversión que estos tienen por Trump los lleva a competir para ver quien puede desbancarlo antes que el otro. Las discusiones que se ven entre la presidente de la Cámara de representantes Nancy Pelosi y el líder de la minoría demócrata Chuck Schumer han puesto en tela de juicio la capacidad de la oposición por presentar un caso sólido y coordinado contra el presidente.

Pero los desacuerdos y las contradicciones sobre la personalidad y las controversias del presidente afectan también a los republicanos causando discusiones y controversias que asemeja a los debates  políticos dentro de la Cámara y los recintos de los bloques que refleja una verdadera “torre de Babel”.

En este sentido el presidente de la mayoría republicana el senador por Kentuky Mitch McConnel ha dejado entrever sus objeciones en cuanto al llamado a testificar de los asesores de Trump tan insistentemente pedido por los demócratas en especial, por la presidente de la Cámara de Representantes a quien Trump le dedico no hace mucho una dura reprimenda verbal en medio de una charla en el Salón Oval de la Casa Blanca.

Para McConnell hay en muchos de los senadores democratas que buscan entablar un juicio político duro y profundo, un calculado interés político claro en especial en varios de ellos como Bernie Sanders y Elisabeth Warren quienes-cada uno por su lado-  aspiran a la candidatura presidencial 2020. 
Tan claro fue en su señalamiento McConnel que llamo a sus pares en el senado y en particular a estos dos a “terminar la farsa”.

Igualmente y desde otra perspectiva, puede advertirse que las trabas existentes y los rodeos en poner a rodar un proceso irrestricto, existen miedos de los demócratas a que muchos de sus asuntos sucios, particularmente aquellos que involucran a los Clinton y Obama, queden aún más al descubierto perjudicando con ello no solo al partido, sino al mismo sistema que ya viene acusando u
n severo cuestionamiento desde la opinión pública estadounidense.
Nancy Pelosi antes de anunciar el Impeachment

¿Pero como se ve esta realidad desde Argentina? Pues directamente ni se advierte. Y es que por estos lados los problemas que tiene el país, supera cualquier interés por saber como le va a lo que alguna vez fue la potencia política más influyente de la región. Lo que si es cierto es que sea Trump o sea quien fuere el ocupante de la Casa Blanca, la elite política y financiera argenta estará incondicional con lo que Washington “guste mandar”.

Con respecto a la Argentina, Trump no ha hecho nada trascendente salvo, el ayudar a Mauricio Macri y su gobierno a que el FMI le otorgara aquel escandaloso e impagable préstamo que ha hipotecado a la nación para los próximos cien años. Lo que Macri y su gente vieron como un auspicioso apoyo, no fue sino más que un eslabon más de la cadena que sujeta a la Argentina a la dependencia externa. Incluso a Trump nunca le intereso Argentina en sí, caso contrario con Brasil –y más allá de sus simpatías por Bolsonaro- con el cual vio –como sus predecesores- un interés estratégico para la inversión en diversas áreas de la producción.

Tanto Macri como Bolsonaro –y más allá de las obsecuencias de cada uno de ellos- advirtieron cada uno por su lado y en diverso grado, que Donald Trump era y sigue siendo bastante reticente a insertar sus economías nacionales –o incluso la del bloque MERCOSUR- como socios participes de la ya de por sí cerrada y proteccionista economía estadounidense. La imposición de aranceles a varios productos y la discriminación de otros provenientes desde ambos países han reafirmado esa política.

Esto se ve enmarcado en una guerra comercial abierta con China que ya lleva varias batallas y que amenaza con causar más pérdidas económicas a los socios europeos y por supuesto, a todos aquellos países que se hallan de alguna manera sujetos a la economía y las finanzas que digita Washington. Esto ha propiciado que tanto la UE como muchos países latinoamericanos estén mirando a Rusia y China para establecer acuerdos en varias áreas especialmente, para la provisión de gas.

Pero sin lugar a dudas, lo que permitió a la oposición demócrata y dio lugar al juicio político fue la arrogancia de un empresario acostumbrado a sus caprichos y mañas en el mundo de los negocios, quien creyéndose invencible tras salir airoso de las investigaciones del fiscal Mueller por el asunto “Russian-Gate”, metio la pata con el “asunto ucraniano” al realizar gestiones impertinentes e ilegales con el gobierno de Kiev no solo por pedir que investiguen a un rival político como Biden sino porque esto, al ser descubierto y puesto a la vista de la opinión pública compromete la tan invocada “Seguridad Nacional” y atenta contra la Constitución.

Es por ello que Donald Trump es un dolor de cabeza, un inconveniente para el sistema político bipartidista norteamericano que debe ser erradicado tan pronto como sea posible si la elite en Washington quiere proteger sus negocios e intereses.

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