miércoles, 26 de agosto de 2020

 

“DEMOBUROCRACIA”

Cuando la burocracia de un estado pasa de ser un medio a ser un fin para una facción política

 

Por Javier B. Dal

Pese a que nos hallamos en un nuevo milenio, hay realidades que parecieran no escapar para algunos estados nación. Cuando pensamos en una burocracia asfixiante y febril podríamos señalar como ejemplos del siglo XX al mega estado soviético y a los de algunos estados tercermundistas de la segunda mitad del siglo. Pero a pesar del tiempo transcurrido y de los experimentos políticos ensayados (en especial por los liberales anglos) para recrear estados más pequeños (librados a la ley del mercado) y supuestamente más eficientes, la experiencia terminó confirmando que una burocracia razonable es necesaria.

Si no atenemos a la definición de burocracia[1] veremos que ella se refiere a “un conjunto de actividades y trámites a seguir para resolver un asunto de carácter administrativo” que será gestionado por una administración determinada. Traspolado a la política pública y más puntualmente a la vida de un estado, la burocarcia es sin más la organización para la administración de los altos asuntos del país. En la Argentina se ha abusado a tal grado de este formulismo y su práctica, que la estructura burocrática ha pasado de ser un medio para la organización del estado para a ser un fin en si misma.

Con cada año que ha ido pasando, esta burocracia pública ha ido tomando un cariz tal, que se ha vuelto asfixiante y para colmo ineficiente. Su grado de complejidad ha llevado también a que los ciudadanos de a pie se vean muchas veces obligados a tener que requerir de la asistencia de un abogado para realizar un mero trámite administrativo lo que de por si, deja a la vista un alto riesgo para la seguridad jurídica. Esto último podría deducirse de la prolífica población de este tipo de profesionales reflejando una realidad que podría traducirse en el dicho “a mayor cantidad de abogados, mayor inseguridad jurídica”.

Por estas horas la revitalización de esa burocracia brutal e ineficiente, parece florecer a la sombra y bajo la excusa de la “pandemia” aunque, como puede verse, pocos son los recursos materiales disponibles para anhelar ese control total. A la eminente desorganización reinante y la ausencia de recursos materiales para administrar, el gobierno de Fernández & Fernández busca moldear políticamente (según las aspiraciones de CFK) la estructura del estado lo que de por sí, representa una aberración a los principios constitucionales que fundan las instituciones del país.

Sin dudas que la ambición de reformar la justicia federal, es parte de este plan, el cual esconde una finalidad eminentemente partidaria (de tener jueces adictos) lo que al mismo tiempo deja en claro una manifiesta arbitrariedad que lejos está de mejorar el valor justicia y que para peor, es atentatoria de los principios en los que se sustenta la Constitución nacional.

Esto no significa para nada que la gestión de Mauricio Macri fue mejor o que se empeño por sanear los vicios de un estado super poblado de empleados. Para nada. Sabía que el costo político de una medida tal era imposible de aguantar demostrando que no había llegado al poder para mejorar la situación del país sino, para concretar objetivos estrictamente partidarios.

En una magnitud diferente y con otros intereses, los partidarios de CAMBIEMOS sacaron ventajas para sí y para la agenda globalista a la que adhieren de ésta estructura burocrática del caos que además de ineficiente, alberga desde hace décadas un micro cosmos de mafias que viven –manipulando las partidas presupuestaria de cada áreas- del estado.

Hay un gran bulo detrás de la versión que dice que el gobierno va “camino a Venezuela” o sandeces similares. Nada de eso. Quienes se hallan en el poder y ello incluye a CFK, lejos están de ideas tan arriesgadas o llevar adelante medidas extremas. El gobierno actual sigue los mismos patrones de la administración Macri y también se halla en camino a concretar los mismos planes globalistas a los que su precedesor y su staff respondían. Los encuentros de Fernández con los principales referentes de está tendencia y los compromisos contraídos con algunos de ellos así lo reflejan. En ese sentido, lo que a Fernández y su gente le interesa es lograr establecer un control administrativo total de la situación que logre apaciguar las protestas y las reclamaciones de una parte de la población que hasta no hace mucho supo ser abulica y cómoda a ser hoy cada vez más rebelde y contestataria.

Pero hasta el momento, sus intentos de establecer una burocracia inflamada apoyada en la excusa de la pandemia, ha fracasado por el simple motivo de que la población no le obedece y aunque quisiera imponer su voluntad mediante sus fuerzas de seguridad como se ha visto en el "Amba", el señor presidente y sus ministros han comprobado que ellas son inexistentes (Propiciado por el desguace presupuestario de las FFAA).

El gasto público es uno de los problemas cruciales que afecta de forma congénita al estado argentino vinculado a la burocracia, producto de la pésima administración financiera, una distribución de recursos más destinada a crear empleos públicos y financiar el asistencialismo y por supuesto la que se pierde por una enraizada corrupción estructural que ha llegado a dar ejemplos harto obsenos de hasta donde existe la podredumbre en el estado. Es aquí donde comienza a evidenciarse el sobredimensionamiento del estado que ya no sirve a los propósitos del común de sus habitantes sino, a los fines de quienes se sirven de él. Y es allí donde se explica, el “por qué” los políticos de carrera se lanzan con todas sus fuerzas a tratar de conquistar un pedacito de ese pastel.

Para peor, su conformación político-territorial se ve circunscripta por un extenso territorio con 24 realidades políticas (provincias y sus respectivos municipios) propias y cada una de ellas con sus propias administraciones y por ende su propia burocracia estatal (y por ende con su propio microclima de impunidad) que símil a su modelo nación, también sirve como “fondo de empleo” para colocar familiares, amigos y amantes sin interesar detalles como son la eficiencia y la celeridad en la resolución de los asuntos traídos a su conocimiento.  Es de este modo que lo que realmente se vive en la Argentina es una “demoburocracia”  que en realidad no se identifica con ninguna ideología ya que y cabe dejarlo bien en claro, en la Argentina hace mucho tiempo que las ideologías partidarias han muerto para ser reemplazadas por el arribismo y el oportunismo rentado.

 

 



[1] Definición y diversas acepciones de la Real Academia Española: 1. f. Organización regulada por normas que establecen un orden racional para distribuir y gestionar los asuntos que le son propios. 2. f. Conjunto de los servidores públicos.3. f. Influencia excesiva de los funcionarios en los asuntos públicos.  4. f. Administración ineficiente a causa del papeleo, la rigidez y las formalidades superfluas.

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