martes, 24 de mayo de 2022

 

“LA HORA DE LOS ESTADISTAS”

En las horas aciagas de un país sin rumbo a la falta de ideas y planificaciones se agrega la ausencia de gobierno y de alternativos administradores sensatos de la cosa pública

Por Javier B. Dal

La Argentina siempre pareciera estar desubicada de los contextos geopolíticos en los que se desatan sus crisis. Para los mismos argentinos que diagnostican los males de su país ponen el centro de todos los males al peronismo y su nacionalismo populista. Especialmente los que se denominan la oposición de corte liberal. Pero sin dudas eso es una falacia ya que ellos también han sido los grandes responsables de la debacle de un estado sobredimensionado y corrupto.

Para otros este derrumbe viene paulatinamente desde 1983. Igualmente eso ya no importa y lo que actualmente urge es una conducción política coherente, responsable y seria que aborde con decisión política la crítica situación socio-económica del país. Durante gran parte de su existencia, la Argentina se ha mantenido al margen de los acontecimientos internacionales participando tan solo como un simple espectador y solo en algunos casos puntuales intentando ser parte mediante decisiones bastante discutidas. Para peor, sus propios gobiernos y en particular su clase política (sin distinción de partidos) ha canibalizado al estado para satisfacer sus intereses sectoriales y personales.

En las actuales circunstancias el gobierno de Alberto Fernández o cualquiera que lo suceda no puede darse el lujo de obviar el contexto global. No hay forma de mantener ese pensamiento aislacionista que de continuo sirvió para que el país no se comprometiera en asuntos complejos y muchas veces escabrosos como son las crisis y las guerras. Ello no solo por la actual guerra en Ucrania sino de cualquier conflicto que se produzca en el mundo.

El país forma parte (le guste o no) de la realidad global, aunque debiera encararla desde una perspectiva equilibrada y con su propia visión algo de para lo cual, debe producir sus propias doctrinas y planificaciones. No hay lugar para aventurerismos ni amateurismos como lo han evidenciado tanto los anglófilos de CAMBIEMOS (compuesto por radicales, PRO y otras yerbas) y los hoy denominados TODOS POR EL CAMBIO o los seudo comunistas, maoístas y mutantes del progresismo del KIRCHNERISMO o FRENTE DE TODOS (un rejunte de toda clase de interpretaciones del peronismo). Ambos y por igual han sido parte en el desmantelamiento del estado y de sus propósitos estratégicos que han redundado en el actual atraso y pérdidas que hunde al país en un atraso estructural.

La necesidad de emprender el camino de un desarrollo de cara al mundo se impone de forma inmediata.

Obviamente que ello no significa que el país pase a ser un simple anexo de las políticas anglosajonas (Washington y Londres) como lo pretende una parte de la oposición política alineada en una presuntuosa postura republicana y liberal. Tampoco que sea un satélite de China o de la Federación Rusa como lo sostienen algunos sectores en el actual gobierno. El país por su constitución geológica y humana cuenta con los recursos suficientes para sacar de poco al país hacia la luz del desarrollo pero, antes debe resolver un serio y crucial problema como es la autoridad moral de la cual carece toda la clase política nacional. No se trata de preguntarse ¿Quiénes podrán llevar adelante esta empresa? Sino más bien cómo.

Actualmente hay una crisis global financiera y de alimentos que puede empeorar. Las causas radican en la inmovilidad de los cargamentos de granos de Ucrania por efecto de la guerra. Sumado a ello, el incremento de los costos del flete por el aumento del precio de los combustibles y la falta de servicios de flete para un transporte ágil esta complicando el abastecimiento a nivel global. En síntesis, el mundo podría encarar una hambruna en los próximos meses.

A la par de todo esto y desde hace décadas que el país pierde miles de millones de dólares con la pesca ilegal de flotas extranjeras en sus aguas territoriales producto del abandono por parte del estado ante una crónica debilidad y falta de material naval para custodiar su litoral marítimo. Si existiera un sector que realmente bregara por los intereses estratégicos debería planificar y reconstruir la seguridad de los mares aunque ello le demandaría al menos una década.

Así mismo la importancia que reviste el área para la economía de un país acuciado por una deuda externa crónica causada por sucesivas y pésimas administraciones, hace tiempo que debió haber sido motivo de atención lo que demuestra a su vez, la falta de previsión y la total ignorancia en considerar y estudiar la importancia de la realidad geopolítica.

Con este panorama la Argentina tiene la oportunidad de oro de captar este vacío y llenarlo con su propia producción de trigo y otras materias primas cuya demanda seguirán en alza. Pero hay un pequeño problema y es que durante las últimas cuatro décadas el país ha desmembrado su infraestructura entre las que se encuentran la industria naviera, carece de una política estratégica para la exportación y lo peor aún es que no existe una dirigencia inteligente para reestructurar la administración. Dentras del proclamado federalismo se esconde un estado atomizado y desorganizado que no puede operar con la coherencia necesaria como estado.  Y si eso les parece mucho, hay que añadir la inflación y la pérdida del valor del peso que está descalabrando la economía que ha llevado voluntariamente al sometimiento de políticas económico-financieras bajo auditoría y control del FMI.

Más allá de las torpezas en la política exterior del gobierno nacional y en especial del mismo presidente Alberto Fernández, sus políticas internas para tratar de remontar una difícil situación socio económica circunscripta a una fluctuante inflación, han demostrado ineficacia y carencia de decisión por abordar el fondo del problema.

Para dar la impresión de que algo están haciendo, se han implementado medidas que no cambian nada e incluso, solo maquillan el problema. En este sentido, el control de precios y los cambios decorativos en los billetes (colocando próceres mujeres) son un claro ejemplo de esta gestión anodina. Ante esto muchos se preguntan ¿Quiénes son una alternativa para generar los cambios profundamente estructurales en el país? La respuesta no es para nada clara.

La oposición que se declara “republicana” (compuesta por liberales anglófilos y tímidos sionistas) ha sido parte de anteriores gobiernos generadores de estos problemas, en especial aquellos que formaron parte del gobierno de Mauricio Macri y tampoco demuestran nuevas ideas que puedan implementar en la realidad. Los medios con claro interés presentan a una “novedosa” criatura como es Javier Milei, un tecnócrata de la economía quien como Donald Trump y bajo la apariencia de un alienado político que se autodenomina “libertario” (apoyado por los hermanos Koch) trata de hacer creer que es posible una revolución sistémica siendo parte del sistema.

Tanto los “republicanos” como los “libertarios” lo único que podrían llevar adelante sería volver abrir las puertas del país de par en par y dejar entrar a sus respectivos benefactores ideológicos que (tal como sucedió en la gestión Macri) no significaría beneficios tangibles para el país sino para sus propios intereses. Con esto a la vista se puede advertir que no hay posibilidades de un cambio sustancial y profundo en la situación de la Argentina ya que hay una notable escasez de estadistas.

Sumado a esto, hay una gran desconfianza y eclecticismo en los ciudadanos de a pie que se extiende sobre toda la clase política e incluso, sobre el mismo sistema de cosas al cual ellos son funcionales, incluyendo en esto a los medios de comunicación que son empresas que en el mejor de los casos, simulan atender a los problemas estructurales del país.

Por fortuna, su influencia sobre la opinión pública ha ido mermando y hoy por hoy la gente de a pie mide con cuidado sus productos ya que conoce esa simbiosis entre clase política y periodistas que se retroalimenta para cubrirse mutuamente cuando la situación lo amerite.

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