UNA NECESARIA Y NUEVA ESTRATEGIA COMERCIAL
En las actuales y complejas circunstancias internacionales la Argentina
puede sacar ventajosos réditos para favorecer su comercio exterior, pero ¿Están
dispuestos al sacrificio que ello conllevaría?
Por
Charles H. Slim
Muchas veces se ha culpado a la insularidad de la Argentina por sus infortunios en el comercio internacional, como si por estar muy lejos de todo y todos, ello obstaculizaba la competencia con otras rutas y potenciales clientes para sus productos. Tal vez eso tuvo algún viso de verdad hasta comienzos del siglo XX pero hace mucho tiempo y especialmente hoy en medio de un avanzado desarrollo tecnológico y el progresivo uso de la inteligencia artificial, no sirve como excusa.
Las excusas
y la queja son parte de la idiosincrasia argentina y eso no ha sido nada bueno
para el desarrollo del país. Si bien son los gobiernos quienes llevan adelante
las regulaciones y disponen del aparato estatal para aplicar políticas que los
particulares deben acatar para comerciar con el exterior, esos gobernantes
salen de su propia sociedad.
Hoy no hay
excusas para hablar de distancias y falta de oportunidades para comerciar con
el mundo. Incluso con las restricciones y políticas discriminatorias de ciertas
potencias para tratar de monopolizar las rutas y los mercados internacionales,
se han ido creando nuevas alternativas para el desarrollo de emprendimientos
que sin dudas enriquecerán a todas las naciones.
El
estancamiento existente en Argentina sobre el desarrollo de nuevas rutas
comerciales pareciera ir de la mano de las díscolas y pasatistas políticas de
cada gobierno de turno. Esto en gran parte, surge por la falta de una política estratégica
propia en cuanto a las relaciones exteriores que terminan afectando entre otras
cuestiones, al comercio externo.
Pese a que
ya estamos transitando el siglo XXI, las exportaciones argentinas siguen siendo
en su mayor parte de la agroindustria.
Actualmente
el gobierno de los Milei repleto de prejuicios de toda índole en especial con
el Oriente (contra la Federación de Rusia, China y el mundo Islámico), producto
a la sujeción a una ideología muy bien identificada con un posicionamiento
geopolítico, limita aún más las posibilidades de ampliar el marco de
posibilidades para conquistar y extender nuevos mercados e intercambiar nuevos
productos.
En esto el
gobierno argentino, que gusta de proclamarse “libertario” muestra un gran
conservadurismo ya que se aferra a seguir manteniendo las draconianas
relaciones con el G-7 que en última instancia es controlada por EEUU. Incluso,
estos prejuicios que rayan con lo personal, han puesto en cierta crisis las
relaciones con uno de sus socios regionales como lo es Brasil.
La falta de
impulso por acceder a los novedosos mercados asiáticos y euroasiáticos es una
deuda que hoy se ve potenciada por los prejuicios de un gobierno que por sus
transitorias y cambiantes lealtades geopolíticas, no reconoce fenómenos en
crecimiento como los BRICS+ (en el cual Brasil es uno de sus pilares) o
instancias como son el Foro Económico Oriental de Vladivostok y la Organización
de Cooperación de Shanghai. Pero el comercio debería trascender esto, mucho más
cuando es el desarrollo económico el objetivo para el crecimiento interno.
Actualmente
un país sumido en la recesión y un limitado mercado de intercambio de productos
con el exterior, necesita salir e ir más allá de un magro Mercosur, los archi
condicionados intercambios con la UE, sus tímidos intercambios con la república
Popular de China y con Indonesia, este último en tratativas para el ingreso a
los BRICS+. Los comerciantes y productores argentinos deberían saber que hay
vida más allá del Mediterráneo con muchas expectativas de entablar nuevas
relaciones, rutas y mercados para entrar.
Si en
realidad el actual gobierno argentino llegó para dar aires de libertad en las
relaciones entre los particulares y ello involucra a los comerciantes, no
debiera haber trabas o sesgos geopolíticos si se buscan explorar nuevas rutas
comerciales (aéreas, marítimas y terrestres) en la profundidad de Asia, el sur
del Cáucaso, el Asia-Pacífico y el Ártico. Los desafíos que ello conlleva harán
necesario agudizar la inventiva, diversificar los productos a ofrecer, adiestrar
mano de obra especializada y el desarrollo de flotas mercantes más modernas para
llegar a más allá del atlántico sur.
Ello
incentivará la competencia entre particulares y a su vez abrirá nuevas rutas
comerciales para la nación pudiendo de esa manera dar vuelta el tan trillado
argumento de la lejanía y poca competitividad poniendo a la Argentina en el
mapa del comercio global.
El
desarrollo interior y con eso me refiero a, estudio intensivo y trabajo duro
para construir una nueva infraestructura competitiva, son parte de la mejor
política que el estado debería fomentar para que al mismo tiempo, los
particulares puedan desarrollar sus emprendimientos de comercio exterior.
Obviamente que deberá optimizarse la administración eliminando la ineficiencia
y la corrupción, con la ineludible necesidad de una legislación laboral razonable
y pro-activa para permitir el trabajo sin los gazapos y los abusos sindicales a
los que durante los últimos cuarenta años y en particular los últimos veinte,
se acostumbro el trabajo argentino.
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