domingo, 23 de junio de 2024

 

“APRÈS MOI, LE DELUGE”

¿Cuál ha de ser el legado a la posteridad de Emanuel Macron con su pronta y presurosa salida del Palacio del Eliseo?

 

Por Javier B. Dal

Así como muchos pueblos vuelven a repetir cíclicamente sus errores, Francia no es la excepción a esta regla de hierro. Si es cierto que fue el monarca absoluto Luís XV quien en el siglo XVIII dijo “después de mí, el diluvio”, al parecer esa mezquina perspectiva política de aquel monarca pareciera haber reencarnado en el presidente Emanuel Macron quien con la disolución de la Asamblea Nacional y el apresurado pedido de anticipación de las elecciones muestra la intensión de lavarse las manos del desastre que dejara tras de sí.

Si es cierto, Macron no es un monarca y Francia no es como en aquellos tiempos pero hay cosas que no parecen cambiar. Su presurosa intensión de salir corriendo del Palacio del Eliseo no solo responde al corrimiento a la derecha de la política en su país y en la UE sino también, en una acumulación de problemas en casa que simplemente ya no puede controlar.

Sería injusto echar todas las culpas sobre el hasta hoy mandatario francés sin mencionar a sus predecesores, Sarcosi y Hollande, dos verdaderas calamidades para la Francia contemporánea y de cuyos vicios Macron continuo sin demostrar un poco de olfato político para hacer cambios rectificadores.

Es cierto también que tanto aquellos como Macron solo son meros administradores temporales de los intereses que se ocultan detrás de las bambalinas del poder pero, pese a ello todos tienen (de haberlo querido) un margen de libertad para tratar de hacer algo bueno para sus ciudadanos.

Pero en cuanto a lo que respecta a Macron, su administración desde 2017 ha estado signada por los tira y aflojes en su política doméstica con la profundización de problemas sociales devenidos de las desigualdades, una crisis productiva progresiva, los sindicatos combativos, el desempleo y de una política exterior tratando de cambiar las apariencias sobre la subordinación hacia los lineamientos de la política exterior de Washington.

Sin dudas el surgimiento un año después de iniciada su gestión (en diciembre de 2018) del movimiento de los chalecos amarillos, fue el síntoma de una crisis económica y social que rebalsaba por los cuatro costados y que aún sigue siendo el gran problema que Macron no pudo resolver. El costo de vida de los franceses se disparo de forma insoportable con impuestos más altos para servicios públicos pésimos, el aumento del desempleo entre los nativos franceses y graves problemas de producción que trastornan a los empresarios.

Sumado a esto, la problemática de la inmigración indocumentada y los proyectos de ley para tratar de regularizarla ha agregado más combustible al fuego del desempleo entre la gran población inmigrante y porque no también del racismo y en especial de la islamofobia que tiene campo fértil en toda la UE. Y pese a las controversias que trae la inmigración, en Francia es una fuerza laboral de la cual no pueden ignorar.  

Cierto es y hay que señalarlo, el problema de la inmigración masiva tuvo su punto de quiebre con la aventura neocolonial con la cual en 2011 el entonces presidente Nicolás Sarcosi metió a Francia (junto a Gran Bretaña e Italia) en los planes de Obama y su secretario de estado Hillary Clinton para derrocar a los gobiernos árabes del norte de África con aquel montaje que los medios occidentales llamaron “Primavera Árabe” y que no fue otra cosa que una operación digitada por las agencias de inteligencia de la OTAN (entre ellas la DGSE) valiéndose para llevarla a cabo, de recursos extremistas y mercenarios proporcionados por las monarquías árabes del Golfo, en particular Qatar.

Además de participar en la destrucción de Libia y el magnicidio de su presidente Mohammar Al Gadafi, Sarcosi secundo los esfuerzos de Washington por tratar de derrocar al presidente sirio Bashar Al Assad con pésimas consecuencias.

Macron lejos de alejarse de estas aventuras y a pesar de los sabotajes negociales por parte de algunos de sus socios atlantistas, continuó con la subordinación a la política exterior de Washington y que se profundizo con la llegada a la Casa Blanca en 2020 de Joe Biden quien puso a funcionar a toda máquina a la OTAN para repotenciar la agenda de los neoconservadores destinada a reimpulsar la hegemonía estadounidense en Eurasia teniendo como punto de inicio, a Ucrania.

Tal vez Macron al principio ignoraba todo esto o quizá no esperaba el derrotero al que llevaría. Pero una vez puesto en autos y con la información de donde estaba parado, no podía ignorar que la agenda norteamericana buscaba enfrentar a la Federación de Rusia y que para ello, la Unión Europea y obviamente Francia, serían el jamón del medio en esa disputa.

Oh si, claro que no podía ignorar las consecuencias de esa política agresiva, mucho menos cuando las cosas parecían salirse de madres con la intervención militar rusa de febrero del 2022 que fue el resultado de una constante actividad de agitación e instigación digitada desde Washington. Mucho menos cuando tratando de emular a “Napoleón” hizo explicita sus ansias de enviar tropas a Ucrania (provocando a Moscú) cuando estaba bien al tanto, que los dineros que había enviado terminaban en los bolsillos de los personeros de la cúpula neonazi de Kiev.

¿Cuáles han sido las ganancias para Francia por esta ciega lealtad? Más inestabilidad económica y social producto del hundimiento de la productividad en parte afectada por el encarecimiento de la energía (especialmente el gas), un estado absolutamente anquilosado e inoperante, una inmigración cada vez más grande producto precisamente de las guerras de la OTAN y una caída progresiva del nivel educativo y consiguientemente de la vida de los franceses.

Sin dudas que la salida de Macron es el preludio de un diluvio de mayores calamidades porvenir para Francia.   

 

  

No hay comentarios.:

Publicar un comentario