EN LA MIRA
“NO HAY RELACIONES CARNALES, PERO…¿?
Ante las declaraciones del canciller argentino que en breve visitará Moscú muchos se preguntan ¿Cómo se puede disimular lo evidente?
Por Pepe Beru
Asi lo aseguró
el embajador argentino ante los EEUU Jorge Faurie antes de emprender su viaje a
Moscú para entrevistarse con el presidente Vladimir Putin, tratando de apagar
los rumores que campan sobre el regreso de las relaciones de subordinación del
gobierno argentino que habían existido especialmente en las épocas del gobierno
de Carlos Menem.
Pero el intento de Faurie choca contra una realidad cruda y dura
que no puede esconder y aquella que ata al país, a los designios políticos y
económicos que se digitan desde Londres. Un momento, ¿Quieren decir que
Argentina carece de independencia política? Y la respuesta sería “algo así”. El
país solo tiene una relativa independencia para manejar sus asuntos domésticos
y nada más, pero en lo concerniente a
los temas geopolíticos que puedan afectar a la influencia británica y de la
OTAN en la región, se encuentra absolutamente subordinada a lo que el
Ministerio de Defensa británico y la Oficina de asuntos externos –Foreign
Office- dispongan en sus claustros fuera de la vista y conocimiento de los
ciudadanos y de los gobernantes argentinos. Simplemente los argentinos han sido
y siguen siendo un rebaño de ovejas manipulado por administraciones arregladas
bajo estos condicionamientos externos.
Esta situación que muchos creen de hecho y que viene desde el final
de la guerra de Malvinas en Junio de 1982, lamentablemente es una situación
jurídica que fue finalmente materializada y consentida por el entonces gobierno
de Carlos S. Menem con la firma de los Tratados de Madrid entre 1989 y 1990 por
medio de los cuales, Argentina renunciaba a cualquier tipo de acción o medidas
que hicieran a temas de su política económica, de defensa y de exteriores
(mov-condor.com.ar. “Tratado de 1990 entre Argentina y Gran Bretaña”. http://www.mov-condor.com.ar/documentos/Tratado.htm )
Con este marco, la Argentina poco puede negociar o incluso proponer
ideas que puedan ser beneficiosas para el país sin que previamente puedan ser
evaluadas por los británicos. Se trata ni más ni menos que de una simple
relación de dominación nada más que en este caso, no han necesitado del garrote
para disciplinar a los gobernantes pasajeros de la Casa Rosada quienes aceptan
de buen agrado el marco en el que desempeñan su administración. Como suelen
decir los británicos “todos tienen un precio, solo es cuestión de ofrecer y
comprarlos”, algo que con los políticos argentinos y los empresarios de las
comunicaciones el dicho ha funcionado a la perfección.
No caben dudas de que este marco tan detestable para muchos de los
argentinos que no renuncian a la lucha por la plena soberanía sobre las islas
Malvinas, Sandwiches y Georgias y el fin de este control invisible, es a su vez
un clima maravilloso y de muchas ventajas para los anglófilos admiradores de
las políticas de aquellos lugares, que hoy día gozan de grandes privilegios por
el notable estrechamiento de relaciones con el dúo Washington-Londres que ha
dado como consecuencia colateral, el peligroso acercamiento a Tel Aviv que se
nota en las áreas de las fuerzas de seguridad y de inteligencia.
Aunque las declaraciones del embajador tratan de impresionar a sus
pares rusos, lo cierto es que en Moscú están bastante bien al tanto de tan fea
realidad en la que el país se halla que ha quedado especialmente visibilizada tras el incidente
del submarino “ARA San Juan”, una tragedia de la cual el gobierno de Macri no
sabe cómo resolver para no involucrar a los autores de dicha agresión. A la
vista de esto, se sabe que Buenos Aires está seriamente condicionada para
maniobrar con libertad en las negociaciones que vaya a emprender con Moscú no solo porque a Washington no le agrada la
idea de que se permita una mayor injerencia rusa en la región sino por más
bien, porque Gran Bretaña es un socio y aliado indeclinable en los intereses
que acaparan en el Atlántico sur.
Precisamente, lo ocurrido a los cuarenta y cuatro marinos que
fueron sacrificados por el gobierno y por la desidia todos aquellos que
previamente habían ocupado la Casa Rosada, recuerdan a los argentinos que sus
mares no son sus mares y que ha sido muy fácil para los agresores (hasta el
momento) salirse con la suya.
La misma tragedia en sí, ha sido una oportunidad de oro para
reflotar ante los ojos de la opinión pública nacional el grado de
subalternización política en la que se halla el país. También y por los
indicios que se vienen acumulando desde aquella “desaparición”, ha quedo bien
en claro que Buenos Aires carece de cualquier forma de respuesta o de ejecutar
una retaliación a lo que no cabe dudas, fue un ataque por parte de navíos
hostiles con base en Mount Pleasant.
De este modo, un país sin Fuerzas Armadas (que vienen a descubrir
recientemente) sin una comunidad de inteligencia propia y con objetivos al
servicio de un estado foráneo y con un sistema político completamente
decorativo y corrupto, con una lastimera capacidad de administrar una economía
de un país africano, hay pocas chances de creer que no existan las relaciones
carnales que la cancillería niega con vehemencia.
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